sábado, 30 de diciembre de 2017

EL HORROR SIN FIN

(Fuente: Diario Información)
Durante los tres primeros trimestres de este año se presentaron en España ante los Juzgados de Violencia contra la Mujer un total de 125.769 denuncias. Teniendo en cuenta que, según las estimaciones manejadas por los especialistas en el tema, solo una de cada tres mujeres maltratadas denuncia, estaríamos hablando de más de 450.000 hasta final de setiembre. El año podría acabar con más de 200.000 denuncias y, por ende, una cifra estimada de más de 600.000 víctimas reales. Números pavorosos que, lejos de menguar, parece que  van incrementándose año tras año y que no son sino los síntomas de una sociedad fracasada, sin educación, inculta, poco evolucionada y enferma. Y la constatación de un mal endémico que los responsables de combatir son incapaces de erradicar, no sé si por pura ineptitud o, lo que sería peor, por falta de un decidido interés en hacerlo.

Parece que, hasta ahora, la profilaxis contra él no pasa de acuerdos políticos, sin duda llenos de buenas intenciones y de medidas eficaces, pero que acaban convirtiéndose en papel mojado, (muchas veces con la sangre de las  víctimas), por la morosidad en su aplicación o la falta de medios para llevarlos a efecto. Muestra de esto es que, hace pocos días, se ha firmado el último “Pacto de Estado para atajar la violencia machista”. Anunciado a bombo y platillo por la ministra del ramo, es una hoja de ruta para los próximos 5 años, con 217 medidas aprobadas. Pues bien, para el año 2018 está previsto aplicar solo 26 de ellas, apenas un 12%,  con un coste de 200 millones de euros que veremos a ver si acaban presupuestándose o serán motivo de un hipotético y, por tanto, incierto crédito extraordinario. Visto lo visto, no me fío un pelo de que los firmantes de este pacto sean conscientes de que atajar es “cortar o interrumpir alguna acción o proceso”. Y, así, continúen, inmersos en un bucle dramático, mareando la perdiz con acuerdos y cambios legislativos ineficaces, mientras el número de mujeres maltratadas o asesinadas aumenta.

(Fuente: Periodista Digital)
Mucho se ha hablado estos días, por razones bien distintas a esta, de la falta de independencia del Poder Judicial con respecto al Ejecutivo. En el caso que nos ocupa la dependencia más determinante no es la estrictamente política, en lo que de ideológica o partidista pueda tener, sino la económica. Y es que de nada sirven acuerdos, pactos o leyes si no se pueden aplicar por falta de medios, judiciales y policiales. No solo habría que aumentar el número de juzgados, jueces, fiscales y policías dedicados a esta labor, sino también especializarlos y, sobre todo, sensibilizarlos ante el problema. Para que no ocurra lo que he podido ver estos días en televisión en un juicio en el que una mujer pidió revisar, para su exmarido condenado por malos tratos, el régimen de visitas a su hija. La actuación de la fiscal me dejó atónito. Tanto que pensé, en principio, que la víctima era la acusada: ¿Es que usted no tiene bastante con una sentencia condenatoria? ¿Quiere más?... Le ha parecido insuficiente la condena y ahora le quiere quitar a la menor... teniéndonos aquí dos horas perdiendo el tiempo... Para rematar la faena, la Fiscalía General del Estado ha archivado la queja interpuesta por la víctima aduciendo que la actuación de la fiscal “fue en todo momento correcta y respetuosa”. Todavía ando con las tripas revueltas. Digo yo que si con estos bueyes hay que arar, así serán los frutos que recojamos.


(Fuente: ABC)
Paradigmático ha sido uno de los últimos casos de violencia machista con resultado de muerte, el de la joven de Benicàssim (Castellón), Andrea, ‘presuntamente’ asesinada por su exnovio, Víctor Llorens, condenado por malos tratos a su anterior pareja y al que la propia Andrea había denunciado 10 días antes de su muerte por tres delitos de lesiones y un intento de atropello. Con estos datos, el juzgado, incomprensiblemente, valora su situación de riesgo como de ‘grado medio’. Eso significó que solo se le aplicara vigilancia policial ocasional en su domicilio y en su lugar de trabajo. El policía que le asignaron debía vigilar simultáneamente a 19 mujeres amenazadas más. Y, por supuesto que sí, no podía faltar la correspondiente orden de alejamiento, ese sarcasmo jurídico sangrante e hipócrita que siempre se esgrime como queriendo justificar lo injustificable, tal que si su adopción fuera un remedio mágico que dotara de invulnerabilidad a las víctimas. El resultado de tanto dislate, de tanta incompetencia, de tanta carencia de medios, de tanta desidia rutinaria, no podía ser otro que la tragedia. Después, lo de siempre: caras de circunstancia, lágrimas, minutos de silencio, días de luto oficial... Y a esperar a la próxima. O sea, el horror sin fin.

sábado, 23 de diciembre de 2017

¿EL PARTO DE LOS MONTES?

(Fuente: elconfidencial.com)
El fabulista griego Esopo nos dejó, en el siglo VI a.C., una fábula titulada así, El parto de los montes, en la que nos describe cómo tantas veces algo que, en principio, crea grandes expectativas no exentas de desasosiegos, resulta al final un acontecimiento nimio, insignificante y de ínfima importancia. Unos siglos después, Horacio hizo una breve alusión a la misma en su Arte poética: Parturient montes, nascetur ridiculus mus, o sea que ‘parirán los montes y nacerá un ridículo ratón’. Es lo primero que se me ha venido a la cabeza , (no de manera tan cargante, claro), al conocer los resultados de las elecciones catalanas celebradas este jueves. Porque si nos atenemos a la perspectiva global de DUI sí o DUI no, los partidarios de la ruptura, a pesar de haberse dejado algunos pelos en la gatera, siguen teniendo mayoría absoluta en el parlamento catalán. De la misma manera que, de nuevo, han perdido el envite analizados desde el punto de vista plebiscitario que tanto les gusta, lo que ha venido a remachar que la mayoría de los ciudadanos de Cataluña no quiere la ruptura con España.  Así que podría pensarse que, en cuanto se constituya este, volverá la burra al trigo de la ‘desconexión’ haciendo así inútiles las alforjas para viaje tan improductivo. Pero rumiando el asunto y viendo las reacciones que empieza a provocar, parece que el neonato no es tan simple ni tan inofensivo como pudiera parecer a primera vista. En primer lugar porque los acontecimientos habidos desde las elecciones del 2015 han dado un giro de 180 grados a la situación política en Cataluña. Y en segundo, porque los resultados de las actuales han dado protagonismo relevante a unos actores, al tiempo que ha supuesto para otros, como Catalunya en Comú-Podem y PP, un rotundo fracaso. Porque una cosa es la correlación de fuerzas electoralmente hablando, pura y  distorsionante aritmética D’Hont, y otra bien distinta las consecuencias que acarrean algunos resultados.

(Fuente: elconfidencial.com)
Aunque sea una perogrullada decirlo, por obvio, 'Ciudadanos’ ha sido la estrella de los comicios. Haber ganado las elecciones catalanas en votos y escaños con un discurso tajantemente constitucional sin ningún asomo de concesión a los independentistas, no es moco de pavo. Aunque su victoria haya sido insuficiente para arrebatar la mayoría a estos últimos, ha dejado al descubierto, sin embargo, la catastrófica estrategia seguida por el Partido Popular, o sea, por Rajoy, al mantener como cabeza de lista a un candidato tan aburrido como Albiol, con un discurso pelmazo y monótono, menos carisma que un zapato viejo, unos rebotes de autoritarismo en los que el plumero de Fraga asoma sin ningún tipo de rubor y más quemado que las brujas de Zugarramurdi.  Pero así se las gasta este don Tancredo recalcitrante al que, francamente, no le auguro un futuro político halagüeño sobre todo si, como me malicio, hay un adelanto de la elecciones generales que no depende para nada de lo que él desee, sino de lo que un PSOE escocido y un C’s envalentonado puedan acordar. Poco ha tenido que ver en este descalabro, como algunos pretenden que creamos para justificar su debacle, la aplicación del artículo 155 de la Constitución en aras de enderezar la ilegal deriva soberanista, pues C’s y PSC apoyaron la medida y ambos han ganado votos y escaños. Así que a otro perro con ese hueso del sacrificio patriótico.

(Fuente: lavozdegalicia.es)
Como decía antes, el resultado electoral ha deparado una situación en el Parlament igual a la anterior. Tan igual que de nuevo la CUP, en principio, tiene a Puigdemont, (que ya se cree presidente el tío), cogido por los cataplines con la tabarra de república o república. De modo que si se repite la función entraríamos en un bucle de aquí esta la República, allá va el 155 y aquí sigo yo en Bruselas. Y a sacar las urnas otra vez. Un panorama más diabólico que la gota malaya. ¿Y ERC?  Pues me imagino que el abad mitrado que tiene por líder algo tendrá que decir. Porque si vuelve a entrar en el juego siguiendo los desvaríos megalómanos del huésped bruselense, como según propia confesión la cárcel le hace más fuerte, me temo que va a seguir allí el tiempo suficiente  para salir de ella más cachas que el primo de Zumosol. Y no creo yo que el misticismo epistolar, la sublimación del sacrificio por la causa, los arrebatos poéticos y las genuflexiones de chupacirios que exhibe tengan fuste para tanto. Ya veremos. Pero eso sí, el título de “pánfilo del procés” puede exhibirlo con todo derecho porque se lo ha ganado a pulso. ¡Quin papelón, Mare de Deu dels Desamparats!  Per a mi que és un ‘pringao’, primo.



sábado, 16 de diciembre de 2017

CANCIÓN DEL CIRUELO


Hace unos días, impresionado por una noticia vista en televisión, rememoré una vez más el nacimiento de mi hijo Jaime y la angustia infinita que sufrimos por las complicaciones del parto. La historia es dolorosamente sencilla, con esa sencillez con que la vida, a veces, te mantiene oprimido el corazón al dictado de sus caprichos. El pequeño murió al nacer y fue reanimado en el mismo paritorio. Al cabo de unos minutos su corazón volvió a latir. El ginecólogo que atendió el alumbramiento, hasta entonces locuaz y comunicativo, se me acercó desencajado y, con la mirada baja, me informó en un balbuceo: “El parto no ha ido bien. El niño está en prematuros, en la 6ª”. Mientras mi santa, deshecha en lágrimas, trataba de recuperarse, yo subí a verlo. Ignoraba si iba a enfrentarme a lo irremediable o, acaso, a la posibilidad de acurrucarme en un atisbo de esperanza. “El neonato sigue vivo”,  me dijo, nada más llegar, el médico que me atendió. Para, al punto, darme muy pocas esperanzas de que saliera adelante: “Si supera estas  primeras horas y llega a mañana, será un milagro...”. Me preguntó que si, a pesar de todo, quería verlo. Le contesté que sí, sin dudarlo: “Cómo no voy a querer yo conocer a mi hijo”, o algo así le dije, creo, porque jamás en mi vida he estado tan fuera de mí como en aquel momento. Tras ponerme gorro, bata y cubre calzado verdes, entré en la sala de incubadoras, con las piernas temblorosas y el corazón latiendo a un ritmo endiablado que sentía retumbar en mis oídos. Y allí estaba, como un gazapillo agobiado por cables y tubos, con sus manos pequeñísimas cerradas en un puño y su torso, tan frágil, tan diminuto, agitado por una respiración entrecortada y asistida. Sin embargo, el recuerdo que con más fuerza permanece en mi memoria es el del perfil de su cara, que intuí o vislumbré libre de incordios médicos, dibujado sobre el blanco del fondo de aquella pecera seca donde luchaba por seguir vivo. Bajé descontrolado para tratar de dar ánimos a su madre. No obstante, a pesar de mis esfuerzos, sin duda fracasé en el intento porque  acabamos llorando los dos, separados por un cristal que solo servía para distanciarla de mí pero no para protegerla de nuestro desconsuelo.

A primera hora de la mañana siguiente volví a la 6ª planta del Hospital Materno Infantil. Cuando salí del ascensor creí haberme equivocado porque mis recuerdos de la noche anterior pasaban por un pasillo largo, angosto, penumbroso, que allí no estaba. Me encontré con una estancia limpia e iluminada que no reconocí. Totalmente desconcertado, tuve que preguntar a una enfermera. Ella me confirmó que, efectivamente, esa era la planta de prematuros y que no, no la habían cambiado durante la noche. Y entonces comprendí cómo el dolor y la tristeza pueden distorsionar la realidad. Cómo el inconsciente puede adaptar tus sentidos al estado de ánimo que te embargue, a la turbación o el caos interior que sufras hasta hacer que veas oscuridad donde hay luz. Un mes estuvo allí en el que, su madre y yo, fuimos viendo día a día sus progresos, cómo se aferraba a la vida con ahínco, cómo poco a poco su estómago fue admitiendo líquidos y, también, cómo el coágulo que se le había formado en el lóbulo temporal, fue disolviéndose. Le dieron el alta el día 29 de octubre y, como mi santa estaba allí destinada, tuvo la inmensa suerte de vivir sus 3 primeros años en Belvís de Monroy. En fin, hoy es un tipo entrañablemente peculiar que el 30 de setiembre cumplió 31. Y que este jueves llegó de Barcelona, donde vive y trabaja desde hace 9 años, para estar unos días con nosotros. Frecuentemente, cuando estamos juntos como ahora y lo miro, aparece ante mis ojos, aureolada por la nebulosa gris de los recuerdos, la imagen de ese perfil de aquel entonces en el que él y yo andábamos perdidos y cercanos a la ausencia.

Durante el tiempo eterno que duró su recuperación no dejé de escuchar y canturrear la “Canción del Ciruelo”, un poema de Bertolt Brecht que Soledad Bravo impregna de ternura. (Hay en mi huerto un ciruelo / que es de todos el menor. / Para que nadie lo pise / tiene reja alrededor). Mi hijo vivía en ella...  De nuevo la música, su magia compasiva a mi lado, ayudándome con su compañía y ofreciéndome la posibilidad del desahogo, de las lágrimas, de la esperanza, del consuelo. Y ayudándome a seguir siendo. Y a vivir. Como siento que ayudó a mi hijo, tal vez a mi través, al compás de mi tarareo obsesivo. Aunque él no se enterara, ocupado como estaba en no morir de nuevo.


sábado, 9 de diciembre de 2017

LA PEÑA DEL BUFO

(Fuente: Vice)
En la clase de bachillerato de uno de mis hermanos, en un año que no puedo precisar, alguien tuvo la genial idea de crear la que vino a llamarse La Peña del Bufo. El mecanismo para acceder a ella era bien sencillo. A primera hora de la tarde y aprovechando la benevolencia, la sordera o la modorra de determinado profesor, los integrantes de la misma y los aspirantes a pertenecer a tan selecto círculo entablaban una justa de pedos. Se valoraba el estruendo, no la fetidez de los mismos, de manera que los expelidos por los postulantes que no fueran escuchados por todos los miembros del jurado elegido para la ocasión, estratégicamente repartidos por el aula para cubrir todo el campo de competición, no puntuaban. Por más que atormentaran las pituitarias de sus compañeros más cercanos. Cada cierto tiempo, e ignoro siguiendo qué criterio, se elegía presidente de la peña, honor que una vez tras otra recaía en la misma persona dado que, en tales ocasiones, largaba una ristra graneada de zambombazos imposible de superar. Y la verdad es que se lo curraba porque un día, quizá cansado de tanto exabrupto anal, compartió el secreto de su tronante contundencia con el grupo más cercano de pedorros diplomados. Acaso con la callada esperanza de que alguno de ellos siguiera sus pasos, ganara el sillón presidencial y él pasara a ser simple militante de base. El busilis del asunto, aunque sencillo, no deja de ser ocurrente. Consistía en que, poco antes de salir camino del colegio, con el estómago más que probablemente lleno de garbanzos o habichuelas, el muchacho se apretaba el cinturón al máximo que podían soportar él y sus tripas para, acto seguido, atiborrarse de castañas pilongas compradas en Las Antigüinas. Al llegar a su pupitre, ahíto por el atracón y congestionado tras la caminata, se aflojaba el cinturón. Y el estruendo ininterrumpido del desahogo liberaba energía suficiente como para proveer de luz durante un año a todos los fabricantes de zuecos de Alemania, como decía La Codorniz del pedo de un elefante.

(Fuente: okdiario)
En fin, ha venido a mi memoria esta historieta tras leer las delirantes declaraciones que, tras salir de la cárcel bajo fianza, han hecho los exconsejeros Jordi Turull y Josep Rull, sobre todo este último que, visto lo visto, tiene que ser un señorito más flojo que la paja de avena. Según dice este dengoso, las dos penalidades más destacables de su experiencia carcelaria, o al menos las que más destacan las fuentes que he consultado, han sido para él los ‘espeluznantes’ traslados entre juzgado y prisión y la comida de la cárcel. De los traslados se queja por  ir en una furgoneta sin cristales ‘en la que no paraba de marearse’ y, además,  esposado. Y que al llegar a la Audiencia le obligaron a quitarse las gafas y el anillo de bodas. O sea, que este pisaverde se queja de que lo traten como a cualquier preso, que es lo que era en ese momento aunque ahora esté de imaginaria. Pero, qué pensaba, ¿que quienes lo custodiaban eran mossos que adoptarían la actitud lacayuna habitual y lo iban a llevar de un sitio a otro en coche oficial, con Biodramina incluida? Y digo yo, ¿qué democracia puede defender un político que se asombra y protesta porque lo traten igual que a cualquier ciudadano en sus mismas circunstancias? ¿En qué grupo étnico se siente encuadrado para creerse superior y, por tanto, despreciar a las personas que dice representar? ¿De qué élite se considera miembro este lechuguino?

(Fuente: Antena3)
Y sus críticas a la comida no hacen sino dejar al descubierto sus melindres, su falta de enjundia, porque el tal nos ha salido más blandengue que la princesa del reino de Safi, a la que un guisante, colocado bajo los siete colchones sobre los que se acostó, le impidió dormir y llenó su delicado cuerpecito de moratones. Parece que a nuestro gazmoño atribulado la comida carcelaria le ha llenado la boca de llagas. Yo me pregunto qué encías tan delicadas debe de tener para que se ulceren comiendo paella, garbanzos con verduras, macarrones con panceta o fabada asturiana que, por poner un ejemplo, fueron los primeros platos del menú de sus cuatro últimos días en prisión. Por si fuera poco, confiesa quejumbroso que era muy flatulenta. Y a esa me agarro para hacerle una sugerencia: Dado que su situación procesal está pendiente de juicio y este puede acabar con un encarcelamiento de años, debería hacer de la necesidad virtud y aprovechar sus flatulencias meteóricas para, llegado el caso, fundar en su módulo una Peña del Bufo. Si llegara a ser presidente de la misma, su cargo tendría menos relevancia pública, sí, pero, sin duda, más dignidad y más limpieza democrática que el que aspira a ocupar tras las elecciones del 21D. Perquè hi ha pets i pets, primo.

sábado, 2 de diciembre de 2017

EL BÉNDIX DE PUIGDEMONT

Cada día estoy más convencido de que a Puigdemont no es que le patine el béndix, una falla al fin y al cabo leve que, aunque impide que el motor de arranque cumpla su función y haga que quien lo sufre caiga, ocasionalmente, en pequeños dislates, tiene una solución poco complicada y rápida. Lo que le ocurre es que, a base de circular por Bruselas caldeado de ardor republicano, de furor independentista y, posiblemente, sin suficiente líquido refrigerante para tanto calentón, en un determinado momento se cargó la junta de culata y ha desbarajustado todo el bloque del motor. O sea, que tiene la molondra tan hecha fosfatina que ya no la quieren ni en Desguaces Bru. Seguir la ruta hacia la idiocia vesánica que sus declaraciones nos van marcando mojón a mojón, pasmo a pasmo, es un viaje más alucinante que el que nos proponía Richard Fleischer en su Fantastic Voyage de 1966. Y me temo que ni las Fuerzas Disuasorias de Miniaturas Combinadas, (Raquel Welch, Stephen Boyd, etc.), interviniendo desde su interior, podrían recomponer y hacer gavilla de la fosfatina a que tiene reducidas sus circunvoluciones cerebrales y, por ende, su capacidad de caletre y raciocinio. Lamento ser tan pesimista en mi análisis pero es que, con toda franqueza, la empanada mental que presenta el susodicho no creo que dé opción alguna a un diagnóstico esperanzador. Cuando, a mayor abundamiento, sus sucesivas deposiciones van dejando patente un agravamiento paulatino y constante de su cuadro clínico psiquiátrico.

(Fuente: El Jueves)
La verdad es que comprendo su deterioro cognitivo, incluso por momentos me produce hasta lástima su descenso a la inopia. Porque desde que cogió las de Villadiego para ir a refugiarse a Bruselas, donde pensaba ser recibido, en loor de multitudes, como un adalid de la libertad y la democracia perseguido por las oscuras fuerzas de un Estado español represor, no ha hecho más que recibir mamporros dialécticos como para dejar turulato a un elefante. Y así está la pobre criatura por esa Europa de Dios, como un boxeador sonado lanzando ‘crochets’ al aire y recibiendo más que una estera. Tan zombi y ajeno a la realidad anda ya que, cuando intenta defenderse del ataque implacable de sus contrincantes, no hace sino arrearse a sí mismo a base de sinsorgas categóricas, lo que deja aún más al descubierto la situación calamitosa y desnortada en la que se encuentra. Hasta sus correligionarios se han hartado de él y le han cortado el grifo que sufragaba sus vacaciones megalómanas. Y la ayuda espiritual que recibe de sus aliados flamencos, neonazis y xenófobos, no hace más que añadir gasolina al fuego de sus quimeras.  


El problema de fondo es irresoluble, porque de donde no hay, no se puede sacar. Y si escarbamos bajo la pelambrera lacia del individuo, me temo que apenas encontraremos una nuez semihueca. Un par de golpes de suerte, dos carambolas del destino lo llevaron a ocupar primero la alcaldía de Gerona, digamos que de una forma discreta, y después la presidencia de la Generalidad, a la que accedió por el descalabro de Artur Mas impuesto por la CUP, que vio con ojos golositos cómo el candidato a la sucesión a título de ‘Molt Honorable’ propuesto por él, era un político manejable inmerso en la zona gris de la medianía, un muñeco de Lego que la joven del flequillo rectilíneo y los suyos podrían montar y desmontar a su capricho. Los hechos han demostrado, (ante los pasos que han obligado a dar al interfecto que desconectaba y convocaba elecciones, y conectaba y las desconvocaba sin solución de continuidad), que no iban demasiado desencaminados. Lo que ocurre es que, a última hora, no sé si por el peso del armiño, que puede imprimir carácter hasta en los plebeyos más inopes o, tal vez, por la tendencia de los mediocres a padecer el síndrome de Pinocho en su versión más mitómana o, acaso, por el ansia enfermiza e impostada de querer hacer gala de una dignidad que ha demostrado no tener, la criada les salió respondona a los ‘cuperos’ cuando este Míster Chance despeluzado tuvo “l’idea geniale” de montar la bufonada europea que ha montado. Y en sus trece sigue, inmerso en sus delirios de grandeza, soltando paridas y descalabros verbales al compás del sosegado deambular de sus manos, mientras su semblante, con sonrisa espuria y bobalicona, adquiere tintes de extraviado irrecuperable. Ni don Hipólito, con toda su ciencia, hubiera podido hacer nada por él. “¡Quina pena d’home, Mare de Deu dels Desamparats, si fins i tot ja dubte a on fer-se la ratlla de les seves greñas, primo!”
(Fuente: El Mundo)

sábado, 25 de noviembre de 2017

TARDE CON LLUVIA Y NOVIEMBRE

(Fuente: curiosodato.net)
Ha empezado a llover. Cae la lluvia, pausada, con la tímida inseguridad de una novicia, de alguien que vuelve y teme no encontrar más que la ausencia de aquello que dejó, un paisaje de pérdidas terrible. Mansamente las gotas, indecisas, se abrazan a las hojas que el otoño dejó como cadáveres de todos los recuerdos que se fueron en un vuelo mortal e ineludible. Y yo salgo al jardín a oler la tierra húmeda que, agradecida, me regala retazos de los años que  fueron. Hoy abrilea noviembre y anda mi corazón destartalado con este calendario iconoclasta que medra en mis espaldas sembrando incertidumbres.  Vienen los abandonos a ser viva presencia entre mis manos. Y me siento indefenso, insuficiente, inútil, apenas una hoja moribunda dormida entre silencios que antes eran sentimental rutina, calor de sol, vida llena de vida y del milagro del día tras otro día.  Hay tardes de noviembre que retuercen la vida y estrujan el sentido de vivirla hasta hacer que la duda se acurruque callada, victoriosa, en un rincón oculto de las horas. No hay forma de escapar de su paciente espera, del sosegado acecho de unas fauces hechas de tiempo y sueños, de espinas repentinas, de quimeras, de páginas que esconden la huida a trompicones de un libro inacabado.

Paradojas del alma, a pesar de la luz que inunda el aire de tristes pinceladas mortecinas, la tarde, por momentos, es una niña alegre que se columpia en agua, que ríe desconsolada dejando en el ambiente el eco de un suspiro, la levedad de un beso, la tibieza minúscula de una caricia atónita, las notas agridulces de una canción perdida en la nostalgia. Al compás de este ensueño, existir se transforma en un acto de fe contradictorio, distante de mí mismo, ajeno a la presencia de un camino que sigue su andadura sin pasos que quebranten su trayectoria trémula. E inesperadamente, con la misma premura con que armó el trampantojo, la tarde se despoja de añagazas, y niña y lluvia y risas y columpio soñado se pierden en las sombras y queda al descubierto la brutal asechanza, la náusea improductiva, el terco sufrimiento, la angustia de un presagio revivido que siempre sigue ahí, esperando el momento de abrazarme y dejarme sin voz y sin resuello, vacío de esperanzas, sin luz y sin caricias.

(Fuente: El Espejo Gótico)
Es de golpe la noche, la tarde travestida con negrura prestada la que viene a adueñarse de la sala de estar de mis adentros. Y el corazón, absorto, se vuelve un niño triste, vacilante, que anochecido espera un consuelo indulgente que acaso no vendrá. Rodeado de tinieblas tan solo veo mis lágrimas que, ojos adentro, empapan la angustia entre silencios. No tengo escapatoria. La casa, la de siempre, la de la luz del alba, la de las charlas plácidas, la del dormir pausado, se transforma de pronto en un túnel oscuro que no termina nunca, un lóbrego pasillo que no quiero saber a dónde va. Y la mesa camilla es un pozo sin fondo, y la puerta una trampa que espera que la cruces para guillotinarte la esperanza y el sillón un ecúleo para descoyuntar todos tus sueños.   


En medio de un tormento que ya sabía de antes, convine con mis pasos que la vida es un álbum sonoro de instantáneas, de misterios diarios que de pronto, de malas a primeras, estallan como pompas de jabón. Que aunque sigas viviendo, vivir puede ser nada, una prueba diaria para seguir estando que superas a trancas y barrancas. Y un artículo y otro de un sábado a otro sábado. Por poner un ejemplo que todos entendamos.

miércoles, 22 de noviembre de 2017

LIBRO CENSURADO

Me envía mi amigo José María Fernández Gutiérrez, Doctor en Filología Románica por la Universidad de Oviedo con una tesis sobre Enrique Díez-Canedo, profesor en el Instituto de Bachillerato de La Bañeza, en la Universidad Laboral de Tarragona y en la Rovira i Virgili, también de Tarragona, el correo que transcribo. Un botón de muestra de la dictadura independentista en Cataluña. ¡Porca misèria!

"Libro censurado
            Acabo de publicar “El libro de olor a queso y a tierra mojada” y quería presentarlo en   -----          --        de Tarragona. Nos pusimos de acuerdo en el día, 5 de diciembre de 2017, a las 7 de la tarde. Lo iban a presentar Inmaculada Rodríguez, Concejal de Turismo del ayuntamiento de Tarragona y profesora de la UNIR y Enric Pujol, periodista que trabajó en RNE, que hizo numerosos doblajes para cine, que tiene una veintena de libros publicados sobre Tarragona y sobre deporte. Yo también diría unas palabras.
            Estábamos empezando a difundir el acto cuando me llamó el dueño del local (que vive de vender productos al público) y me dice que ha ojeado mi libro y que no puede prestarnos el local porque perdería por lo menos el 50% de los clientes; porque le harían un boicot y lo marcarían con una cruz negra para siempre.
            En Cataluña hoy hay odio, división, persecución del contrario, miedo, hartazgo, intolerancia y censura. Censura en el siglo XXI. Un asco.
            En el libro, en mi libro, hay una idea omnipresente, la de que en las sociedades cerradas el poder aspira a controlar las acciones de los hombres, sus fantasías, sus ilusiones, sus sueños y a apagar su memoria, pero que nosotros tenemos que oponer el poder de la inteligencia despierta, el de la crítica y el de la denuncia. Y estas ideas las explico y las aplico a casos concretos, el de la política catalana, el de la gestión y funcionamiento de la universidad. Y añado y comento asuntos como el de cómo daba mis clases, el de las reuniones, el de gentes de conducta incomprensible…
            Y ya está. Este es mi libro y estos son los asesinatos que mi libro ha cometido y por los que ha sido censurado.
            Del libro hice una tirada cortita que pagué de mi bolsillo y ahora estoy como flotando. No lo entiendo. Me da asco todo. No sé si buscar el nirvana o la lucha sin cuartel.
            Muchas gracias. Si difundes esta historia creo que colaboras al conocimiento de una situación, digamos que rara, muy rara.
            José María".

sábado, 18 de noviembre de 2017

ALGO HABRÁ HECHO



(Fuente: Pressdigital)
Hay veces que escribir un artículo puede suponer un descenso a los infiernos de imposible digestión. A poco que te impliques en él y recopiles datos para que tu opinión tenga una carga suficiente de objetividad, aunque trates de acercarte a su interior lo más desembarazado de prejuicios que puedas, sientes cómo, a medida que avanzas por sus tripas, te vas abismando en lo más hondo de un submundo obsceno y cochambroso que te deja el corazón encogido y tan destartalado como para que tus sueños se transformen en pesadillas y la indignación abra paso a la cólera. Eso me ha pasado a mí  al sumergirme en las correrías, verbales o físicas, de Antonio Manuel Guerrero, José Ángel Prenda, Jesús Escudero, Alfonso Jesús Cabezuelo y Ángel Boza, cinco tiparracos que, con motivo del juicio que se les sigue por la violación múltiple de una joven de 18 años en los Sanfermines del año pasado, han vuelto a la actualidad y son conocidos, desde que se tuvo información de aquel luctuoso suceso, como “La manada”.

(Fuente: El Confidencial)
No sé cuál será la sentencia que dictará el tribunal de la Sala Segunda de la Audiencia Provincial de Navarra, pero después de leer los wasaps repugnantes que han compartido en los dos grupos en los que están integrados, “The Manada” y “Veranito”, una posible declaración de inocencia no servirá para que flaquee mi criterio sobre la infame catadura moral de estos sujetos y su culpabilidad no haría otra cosa que confirmármela: “¿Llevamos burundanga? (...) Tengo reinoles tiraditas de precio. Para las violaciones”. “Hay que empezar a buscar el cloroformo, los reinoles, las cuerdas... para no cogernos los dedos porque después queremos violar todos”. “Violaría una rusa que vea despistada y palizón a un niño de 12 años inglés. 2-0 y pa casa”. “Yo llevo la pistola, no quiero mamoneos. Cuando estemos borrachos, se saca la pistola”. "Prefiero follarnos a una gorda entre cinco que a un pepino de tía yo solo". “-Madre mía, qué le echasteis, ¿burundanga? - ¿Está muerta? - Estaría en coma. -Y qué han hecho con la chavala, ¿la han tirao al río? - Es otro caso Marta del Castillo, niño, jajaja”. “Prenda ve un cuerpo humano inconsciente y ahí está el tío, ya sea para robarle o para meterle mano, jajaja”. Este es el nivel despreciable de los cinco encausados y de su grupo de amigos. No entiendo cómo esta sarta de barbaridades pueden quedar impunes y no son denunciadas por quien corresponda, porque son una clara apología del delito. Y, a mayor abundamiento, entiendo aún menos que de este grupo sicópata formen parte un guardia civil, (Antonio Manuel Guerrero), y un militar, (Alfonso Jesús Cabezuelo). ¿Es que no hay filtros en esas instituciones para detectar y bloquear la entrada en ellas a semejantes monstruos, a tipos tan asquerosamente degenerados?

Pues bien, estas declaraciones, premonitorias del horror, quizá por aquello del ‘iter criminis’ no han sido admitidas en el proceso por el tribunal, al ser anteriores a los hechos que se juzgan. No así un informe, evidentemente posterior a ellos, encargado a un detective privado por la familia de unos de los acusados, (el engendro tiene a quien salir), para tratar de demostrar que la víctima de la agresión no sufre trauma alguno y hace una vida normal. O sea, que ni se ha tirado del puente de Segovia, ni se ha encerrado en casa transida por la depresión, ni anda por las calles como plañidera desconsolada, ni ha pedido ingresar en el ‘beaterío de Santa María Egipciaca’ con las otras ‘arrecogías’. El mecanismo es tan sencillo como diabólico porque desvía el foco de atención de los victimarios a la víctima, distorsionando la óptica para que veamos a la agredida como cómplice colaborativa y gustosa de la agresión. Si el hecho de que este informe haya sido admitido a trámite no es una artimaña del tribunal para impedir que los abogados defensores de la jauría aduzcan indefensión, no consigo entenderlo.


(Fuente: El Confidencial)
En cualquier caso y tal vez espoleados sus autores por esta decisión judicial, o no, en las redes sociales he leído demasiados comentarios justificando la bestialidad de estas cinco alimañas y dando por hecho la colaboración gozosa de la muchacha en la canallada. Me ha recordado su situación, doblemente injusta, a la de las víctimas de ETA cuyo asesinato una más que amplia mayoría de los ciudadanos vascos despachaba con un “algo habrá hecho”, mientras seguía camino de la iglesia, o del trabajo, o del mercado. Ya ves, Jesús, yo tampoco sé dónde ir poniendo mis asombros en esta España de nuestros pecados, que cuando se empeña en sumirme en la estupefacción más deprimente lo hace a conciencia y con saña. 

sábado, 11 de noviembre de 2017

REPÚBLICA INDEPENDIENTE DE 'LOS COCOS'


(Fuente: youtube.com)
En la película “Su excelencia”, Cantinflas es López, (Lopitos), último funcionario de la escala y canciller de la embajada de la república de “Los Cocos” en Pepeslavia, país hegemónico del bloque comunista y enemigo acérrimo de Dolaronia, líder de occidente. En una próxima asamblea que reunirá a todos los países del mundo, habrá de decidirse si este es acaudillado por los colorados de Pepeslavia o por los verdes de Dolarania. Y hete aquí que el voto del representante de la minúscula y en principio desdeñable república de “Los Cocos” es el que puede inclinar la balanza hacia un lado o hacia el otro. A una cena de gala prevista en la embajada a la que asistirán altos mandatarios pepeslavos, y ante la negativa del embajador a sentarse a una mesa con trece comensales,  (“cuando el tecolote canta, el indio muere; no será cierto, pero sucede”, dice para justificar su aprensión), se adopta la decisión de invitar a Lopitos para romper el mal fario de número tan nefasto. Durante su transcurso se producen en “Los Cocos” tres golpes de estado consecutivos que suponen tres cambios de embajador inmediatos. El último de ellos, perpetrado por los serenos, la policía auxiliar y el honorable sindicato de barrenderos capitaneados por el doctor Belendre, a la sazón padrino de Lopitos, lleva aparejado el encumbramiento de nuestro canciller al puesto de embajador extraordinario y plenipotenciario de la república de Los Cocos en Pepeslavia. En fin, la escena es una hipérbole disparatada llena de guiños críticos y con algunos diálogos y peroratas desternillantes.

(Fuente: rtve.es)
Desde el comienzo del culebrón secesionista catalán la película ha estado paseando por mi cacumen como Pedro por su casa. Ver aparecer a Puigdemont con sus guedejas lacias, escuchar su sonsonete aflautado y venírseme a la cabeza la imagen del presidente de Pepeslavia, era todo uno. Y comprobar que el desarrollo de los acontecimientos me iba dando la razón hasta hacerme considerar más plausible la caricaturesca y ficticia república de Lopitos que la que dice presidir el exiliado gerundense, ha logrado variar la perspectiva de mi análisis.  El punto de inflexión que hizo que mi punto de vista sobre el particular haya discurrido de la indignación al pitorreo fue sin duda, por un lado, la huida vergonzante del blandengue y sus adláteres a Bruselas;  por otro, las manifestaciones prosopopéyicas desde la cárcel de los exconsejeros encerrados. Soy incapaz de contener la risa floja ante lo grotesco que resulta ver a unos actores engolados y peripatéticos que creen representar una tragedia griega cuando el guión que siguen es el de una astracanada infumable. Como la cosa va de mártires y por seguir con guiños cinéfilos, mientras yo estoy riendo con “La vida de Brian”, ellos se creen estrellas de “La historia más grande jamás contada”.  No tiene precio oírles o leerles frases tan grandilocuentes y, en ocasiones, ‘originalísimas’ o con graves errores de redacción, como: “Se pueden encarcelar las personas, no las ideas”; “No te limites a contemplar estas horas que ahora vienen. Baja y participa. No podrán nada ante un pueblo unido, alegre y combativo”; “Si el precio de la libertad es la prisión, no renunciaremos nunca a la libertad”; “Superar el miedo es el camino hacia la libertad”. Y, por redondear el muestreo, la de Junqueras en plan padre Karras, que ya es la repanocha: “Haced cada día aquello que esté a vuestro alcance para que el bien derrote al mal en las urnas del 21D”. ¿La habrá escrito con estola e hisopo en ristre prestados por el obispo de Solsona o el párroco de Calella?


(Fuente: el español.com)
En el momento en que escribo estas líneas, el último acto de esta farsa cochambrosa ha sido la declaración de la señora Forcadell en sede judicial. La que se suponía ‘dama de hierro’ del independentismo más contumaz e irredento, al final ha resultado ser de latón, como el cacharro de mi abuela. Ante el juez del Tribunal Supremo la tal ha hecho el salto del tigre con doble mortal inverso para ayuntar con el artículo 155, renegando de la proclamación de la república al justificarla como un simple experimento de sociología política. Y ahora anda a la espera de los 150.000 del ala para salir de najas de Alcalá Meco. La que hace unos días  arengaba a los suyos con un “ni un paso atrás” contundente, ha reculado ahora como matalona empaquetada. No sé si habrá mentido al juez o mentía cuando presidió la ignominiosa sesión del Parlament que dio el pistoletazo de salida a este circo, de lo que estoy seguro es de que en ambos casos lo habrá hecho con la misma cara de palo a que nos tiene acostumbrados.



sábado, 4 de noviembre de 2017

FIN DE TRAYECTO

(Fuente: Sofrodynamia)
Como insinué en mi artículo pasado y dado que el recorrido quedó a medias, quiero rematar en este la narración sucinta del resto de mi vida laboral. Ya sé que es un tema demasiado personal posiblemente carente de interés para un buen número de lectores, pero a veces me resulta necesario exorcizar los adentros, limpiar según qué recuerdos y ajustar cuentas con la vida para, así al menos, quedar conforme y en paz conmigo mismo que es, sin duda alguna y al margen de consideraciones estéticas, la  principal y mayor pretensión íntima de cuanto, aquí o allá, escribo. Si al poner el punto final a este viaje virtual de casi 40 años me encuentro con la tranquilidad añadida de haber desechado, a golpes de desnudez, un desasosiego emocional que aparece inoportuno por los rincones de mi almario cuando más tranquilo estoy, habré encontrado lo que andaba buscando. En cualquier caso además de expresarles mi gratitud sin dobleces, quiero apelar a la comprensión de aquellos que, habiendo leído el precedente, estén leyendo también este. Fundamentalmente por hacerles interpretar el papel de partícipes, pasivos pero inocentes, de mis desahogos jubilares. Agradecimiento que hago extensivo a quienes, desde la generosidad de estas páginas, me lo permiten.

(Fuente: Libre Mercado)
El sábado anterior terminaba el relato de mi itinerario introspectivo siendo cliente forzoso del Servicio Extremeño Público de Empleo. Esta situación desconcertante me tuvo en ascuas desde el 11 de julio del 2000 hasta el 27 de setiembre de 2001. Cuando comprendí que las promesas de trabajo que se me hacían no eran más que embustes y milongas que, viniendo de quien venían, aún ahora no soy capaz de comprender ni su porqué ni sus intenciones, (o quizá sí), en el mes de enero de 2001 solicité el reingreso en la UEx. De entrada tuve suerte porque, cuando lo hice, estaba a menos de 2 meses de que mi excedencia se convirtiera en perpetua, como intentó serlo el primer secretario de la Real Academia de las Artes y las Letras de Extremadura, que ya es tener ansia de cargo hasta más allá de la tumba. Donde la puerca torció el rabo fue a la hora de que mi solicitud fuera atendida. Parafraseando a Yupanqui  diré que ocho meses me pasé / en partidas malogradas. / Nadie aseguraba nada / y sin plata me quedé. Tras varios intentos baldíos de que me explicaran por qué teniendo derecho y habiendo plazas libres se me denegaba una y otra vez la incorporación, me di cuenta de que el busilis no estaba en mis derechos sino en la vanidad de un gerente patán que, encaramado en su sillón de respaldo alto y tal vez tratando de ajustar cuentas pasadas, esperaba mi visita en plan ‘randevú’ reverencial. Al final, tal vez sintiéndose instado por un amigo vicerrector que sabía de mi situación, fue él quien, seguramente muy a su pesar, acabó llamándome por teléfono en fecha tan señalada como el 11-09-01. El mismo día que me incorporé, el fulano apareció de improviso delante de mi mesa vociferando reproches por no haberme pasado por su despacho para agradecerle mi reingreso. Cuando le contesté que no creía deberle nada y, mucho menos, gratitud, salió de allí escupiendo sapos y culebras como un poseso. Y hete aquí que, a los pocos días, un amigo en la misma situación excedente de la que yo acababa de salir, vino a verme para que le explicara cuáles habían sido mis pasos. Con un lenguaje escatológico que no me atrevo a reproducir aquí no dudé en decirle que, si quería agilizar la tramitación, además de presentar la pertinente instancia se pasase por el despacho del bodoque a darle cuenta de sus deseos. Lo que en mi caso se demoró ocho meses en el suyo no pasó de una semana. Eso vino a demostrarme que mi juicio sobre el susodicho no era temerario en absoluto.

(Fuente: FECCOO Extremadura)
Si en toda esta historia algo tenía que salir bien, salió bien la que tenía que salir. Y a eso me agarro. Porque fui a recalar, otra vez, a la Sección de Gestión Económica, muy diferente a pesar de ser la misma en la que me estrené de novicio. Y he de decir que fui recibido con cordialidad por Ignacia (la jefa), Rosa y Martín. A pesar de que se encontraron con un tipo de casi 50 años, resabiado, poco simpático de entrada y con fama de cervecero cascarrabias. Y además tuve la suerte de que el maestro que debía introducirme en los arcanos de mi nuevo trabajo, el citado Martín, era una persona paciente y con la suficiente mano izquierda como para saber manejar mis titubeos y mi carácter poco fácil que, a pesar de su carácter nervioso (inquieto, dice él), supo soportarme en mis carencias informáticas con una generosidad que aún no termino de agradecerle. De quienes me encontré allí al llegar, en el momento de mi jubilación solo permanecíamos él y yo. Yo donde siempre y él ya como Jefe-Coordinador de la Sección.

(Fuente: Foursquare)
Cuando salí hace pocos días por la puerta de Rectorado camino de mi jubilación sentí el pálpito de que estaba abandonando mi casa. Si unimos a eso que, como no me gusta despedirme, tampoco sé hacerlo, para paliar esa impresión de huida y hacer aprendizaje de adioses no he tenido más remedio que volver viernes sí, viernes también, al rincón-refugio de la barra de la cafetería rectoral para tomar las cañas con la canallesca habitual que allí se congrega. Y para despedirme una y otra vez, semana tras semana, de Martín, Juan Andrés, Javier, Lucía, Paco, Ángel, Luna, Juan, Agustín, Coro, Manolito, el innombrable... Con Cele y Agustín del otro lado de la barra soportándonos solidariamente. De todos ellos daré buena cuenta cuando llegue el momento. ‘Articulísticamente’ hablando, digo.

sábado, 28 de octubre de 2017

JUBILACIÓN

40 años menos 9 días cotizados a la Seguridad Social. He ahí el resumen de mi vida laboral que el pasado martes, día 17, finalizó. Más de la mitad de mis días de existencia, el 61,50 %, condensados en apenas unas líneas y unos pocos números. Un índice conciso e implacable que dice lo que en parte he sido. Repasando fechas, cotizaciones y empresas, el pensamiento, que vuela mucho más deprisa que los años, ha traído a la mesa de mi ensueño, atropelladamente, situaciones, momentos prolongados o instantáneos, (amargos unos, afortunados otros), que dormían encerrados no sé donde, quizá tras las horas del hacer de cada día. Dicen que, en el momento de morir, tu vida se pasea como un suspiro por tu memoria de manera fugaz, completa, nítida. Algo similar me ha ocurrido a mí con esta vida laboral que, a punto de extinguirse, ha pasado como un soplo por detrás de mis ojos removiendo recuerdos y emociones. ¡Qué misterio la vida, qué sinrazón de números y tiempo!

(Fuente: Foro de relojes)
Mi trayectoria cotizante, ahora extinta, comenzó oficialmente el 1 de enero de 1972, en el almacén de relojería de mi familia. De entonces acá, con una interrupción de casi 5 años por estudios y cumplimiento del Servicio Militar, ha transcurrido con inquietudes, aciertos, errores, engaños y regresos.  Al enfrentarme a su resumen burocrático la primera imagen que se me vino fue la de una tarde de finales de verano del año 1978, en la que, cargado con mi máquina de escribir Olivetti Lexicon 80, en el patio del edificio del Antiguo Rectorado de la UEx en Badajoz y acompañado de mi santa, (entonces todavía solo beata, pues no fue canonizada sino hasta el día de nuestra boda, el 13 de enero del año siguiente), acudí a examinarme de la oposición de auxiliar administrativo que dicho organismo había convocado. Aprobé, conseguí plaza y me incorporé a la Sección de Gestión Económica en el campus de Cáceres el 16 de octubre. Yendo y viniendo estuve hasta el día 30 de julio de 1979, en que, repatriado, recalé en su homónima de Badajoz. Y de ahí, al cabo de un par de años, a la Escuela de Magisterio de donde me fui en febrero de 1985.

(Fuente: FECCOO Extremadura)
Esa salida de la UEX fue mi primer error de bulto. Nunca debí hacerlo. Pero tentado por un mejor sueldo y un trabajo en principio más gratificante y menos burocrático, me decidí por aceptar la oferta de la Junta de Extremadura para llevar la Editora Regional. Tardé poco en ver que el paraíso prometido no era más que un trampantojo. Fui un inconsciente por no intuirlo con lo que, para no andar desmenuzando embustes, solo a mí me atribuyo la culpa del estropicio. En fin, duré esquivando navajazos charlotianos, payasadas cutres, chulerías de mediocres y politiqueos de baratillo apenas 8 meses. Y “para que haya de todo, señores, como en botica”, si grande fue mi error de entrada, mayor lo fue de salida, al emperrarme en no solicitar el reingreso en la Universidad en la que había estado más de 6 años trabajando a gusto y con personas con las que, desde el primer momento, me sentí en sintonía. Primero, en la Sección: Daniel, Javier, Ángel, Cristóbal, Fernando, Gordillo padre, Jesús... Después, en Magisterio, Encarna, Rosa, Fátima, Maricarmen...

(Fuente: Libre Mercado)
Y volví a la empresa familiar en mayo de 1986. Solo diré que lo que empezó bien, acabó de la peor manera. Para no entrar en las circunstancias que, asumiendo mi parte de culpa, ando enjaretando como desahogo folio a folio y que quizá se publiquen cuando yo ya no esté por estos mundos, la realidad fue que en el mes de julio del año 2000 me encontré parado. Los meses que pasé en esa situación fueron un torbellino de irrealidad, de ausencias, de distancias de mí, de un estupor diario.  A veces pensaba que todo no era más que una pesadilla de la que me despertaría para volver a una realidad distinta y benevolente. Diré que a pesar de mi pesimismo congénito siempre trato de encontrar el lado positivo de mis catástrofes personales, con lo que la angustia de esos largos meses me sirvieron para descubrir hasta qué punto puede llegar la miseria, el rencor y el cinismo de quien crees que está tratando de ayudarte cuando, en realidad, lo que está haciendo es cavar tu fosa. Y para querer más a mi santa, si es que eso pudiera ser posible, que aguantó esta traición infame con una entereza y una delicadeza que tal vez nunca le he agradecido lo suficiente.

En fin, perdonadme este primer desahogo. Pero es que, como diría el otro: “Ya eres un puto ‘jubilao’, primo”. Y a eso me acojo para que más adelante haya más.

sábado, 21 de octubre de 2017

ADAGIO DE LAS HOJAS DE OTOÑO

Como un adagio llorando al viento de la tarde. Caen las hojas del árbol que, frente a mi ventana, derrama lágrimas mustias de un cielo que no se atreve a ser azul. Derroche inútil de luz que se pierde al compás de este otoño, indeciso entre una primavera que no es nada y un invierno que no llega a ser.

Como un adagio que suena sin querer, con miedo a romper el silencio inmenso de esta tarde, sobrecogida y solidaria, que acompaña mis manos mientras escribo. Suenan las palmas tristes de las ramas desnudas, los secos palmetazos que esparcen el dolor, mansamente, como aviones sin rumbo, color ocre, que llegan a no ser livianamente con lentitud de muerte prematura.  Una hoja, un niño… Viento ligero que juega a ser dios y no respeta nada, ni siquiera el espacio diminuto donde elegir reposo; viento travieso, cobarde dios de hojaldre de otros días que desparrama absurdo la injusticia, que impide caminar. Me da miedo pisar las hojas secas y me acurruco detrás de los cristales de mis gafas, sin salir, no sea que el aire de algún pequeño corazón de hoja se pose, dulcemente, en mis pestañas. No vaya a ser que el sufrimiento, prendido al arcoíris de su vuelo, se transforme en miseria.

(Fuente: Bonsais gigantes)
Anda el otoño recorriendo silencios. Y viene la vida a plantear desgarros, fiel a un calendario que anda  perdido atrás, demasiado atrás como para saber desde dónde empieza a pestañear este desasosiego de las horas. Un leve parpadeo que martillea en ausencias de no sé qué. Vacío de vivir cuando la tarde, acomplejada, se hace noche de pronto y el desconsuelo abruma como el pecado de un creyente. ¿El valor de la vida? A quién se lo pregunto para que la respuesta sirva de  algo. ¿Es que el aire es el mismo para todos, y el sol, y el firmamento que reproduce estrellas como en un sarpullido intermitente, y la melancolía de unos ojos que has visto y ya no sabes, el sueño, la alegría de la risa, la sensación de estar? No sé a quién preguntar que pueda darme una respuesta en la que la verdad se sacrifique y sea sólo el consuelo lo que sirva. Aceptaré el engaño. En esta sinrazón prefiero la piedad, el egoísmo de dormir, el dulce dolor de un no llorar indefinido.

(Fuente: Syzygy.org.uk)
Tal vez tan sólo busque una coartada que dé sentido a esta tristeza de inacabada lágrima, una forma burda de justificar la carencia del nombre, el olor de las risas que se pierden, la ilusión de una mirada que ya es súplica, el tacto de una piel desconocida que tan sólo será otra página más de un libro interminable de injusticias. Crueldad del sinsentido bajo un sol insolente y desquiciado. Huele a tierra mojada en el desasosiego de este atardecer roto. El perfil de los árboles juega en el contraluz de mi amargura. Y en el atlas de tanta sincronía, dímelo tú, tristeza:  ¿a quién pregunto?

Como un adagio ausente, pura sordina que dulcifica apenas la impotencia, mansamente el dolor, mansamente la tarde, mansamente las hojas jugando a ser metáfora, imagen de lo incierto conocido. Y mansa la distancia de los hijos que son todos los hijos. Van cubriendo el jardín sus almas cándidas en un último juego con la brisa, quizá su primer juego, su primera alegría en un zigzag inútil, remolino de risas apagadas. Se me llena el jardín, en un suspiro, de pequeños cadáveres perplejos. Hojas que caen… “El hambre mata al día a 8.500 niños en el mundo” .
(Fuente: La stampa)

domingo, 15 de octubre de 2017

NOSOTROS O LA HOGUERA

En cierta ocasión, un activo y liberado sindicalista me preguntó si iba a ir a no recuerdo qué manifestación. Lo hizo en un tono más inquisitorio que interrogante, con la prepotencia de autoridad moral de la que algunos se creen investidos, oropel por el que, además, cobran un sueldo que les pagamos los que cada día salimos a trabajar mientras ellos, posiblemente, duermen. Estuve prudente (lo siento) y no lo mandé al carajo, que es lo que se merecía más que por la pregunta por las formas de perdonavidas con que la hizo. Sólo le contesté que yo me manifiesto mucho más que él, porque lo hago cada sábado en estas páginas expresando libremente mi opinión: "¿Qué sentido tiene entonces que yo salga a la calle para apoyar la tuya, sin duda más interesada y fingida que la mía?", acabé. Y se acabó. La conversación, digo, porque el mozuelo salió escopeteado, calamocheando, mientras esbozaba una media sonrisa despectiva e insuficiente para disimular su cabreo. Cantinflas echó mano en muchas de sus películas del refranero mexicano, verdadero vademecum de sabiduría y  retranca, para poner en su sitio a petimetres de todo tipo: “Mírenlo, ya porque nació en pesebre, presume de Niño Dios”, le soltó a un prepotente chulito pagado de sí mismo. Y lo clavó. Al espécimen que nos ocupa, este refrán también le viene de perilla.

(Fuente: Poema del alma)
La anécdota no es baladí, porque, con matices, la he sufrido y también gozado en bastantes ocasiones, y he asistido a otras muchas en las que me tocó interpretar el papel de testigo. Y siempre de por medio políticos o sindicalistas que, con un sentido alienado de pertenencia al clan, no entienden la relación con los demás si no es abriendo trincheras de por medio o, lo que es peor, levantando murallas que separen a los “nuestros” de los “otros”. Y es que hay gente muy dada a, según soplen los vientos, considerarte de los suyos o de los contrarios como si no hubiera más posibilidades que esas, como si no existiera la opción de no ser ni de unos ni de otros. En su mentalidad obtusa y dogmática, a estos deseosos de hacer a los demás bueyes uncidos, no les cabe la independencia de criterio. Es más, no permiten siquiera ni la posibilidad de criterio. Y con una frivolidad irritante te etiquetan de acuerdo a que tus manifestaciones, a la luz de su corto y esclerótico entender, sean favorables o no al grupo al que pertenecen. En fin, yo entiendo que esa seguridad que nos proporciona el estar incorporado a un grupo, (‘la tribu’, que dicen algunos indígenas patrios de pelaje diverso), es atávica, casi irracional, y prácticamente inevitable por lo que a la familia se refiere, más que nada porque en este caso no hay posibilidad de elección. Uno no puede dejar de ser miembro de una familia, (excepto de la que el propio individuo forma), según las circunstancias, por más que pueda renegar de ella. Lo que no entiendo es que la integración en un grupo de pertenencia elegido libremente, como puede ser un partido político o un sindicato, lleve tantas veces aparejado el hecho de despreciar no sólo a los que pertenezcan a otro de ideología contraria o distinta sino, incluso, a los que no pertenecen a ninguno. Posiblemente a estos últimos con más encono por su incapacidad para encorsetarlos.

Durante los años de régimen ibarrista y en lo que al mundo de la cultura se refiere, el ninguneo, los ataques directos y los chantajes más repugnantes se ejercían de manera sañuda e implacable contra los que osaban ejercer algún tipo de crítica a las actuaciones políticas emanadas del politburó o, simplemente, no se prestaban a la lisonja, el apoyo incondicional, el vasallaje o, incluso, la sumisión rastrera. O eras de su cuadra o, como mínimo, no existías. Una de la actuaciones más sangrantes que conocí y seguí de cerca se perpetró contra quien osó descolgarse de un manifiesto público de pleitesía al rey del mambo de aquella época. Y, así, fue fulminado de manera inmisericorde de cualquier cargo oficial real o virtual por sus esbirros e incluido en la lista de los malditos. En el colmo de la aberración, un libro a punto de ser publicado en una editora pública, fue también arrojado a las tinieblas exteriores o a las llamas de la intransigencia. No sólo el autor, también su obra era víctima de la furia sectaria de estos demócratas de pacotilla.  En fin, años ciertamente oscuros aquellos en los que sólo faltaba que, de madrugada, sonara el timbre de tu casa y no fuera el lechero.
(Fuente: Filóloga Bibliófila)