sábado, 25 de marzo de 2017

UNA TARDE CUALQUIERA

Me acompañan mis muertos. Sus horas desahuciadas vienen a visitarme y me sonríen en el revés ajado de mi alma, tal vez queriendo ser la sombra de un ensueño. Puede que sea el silencio que oscurece mi ojos en esta luz difusa de la tarde y los baña entre brumas para mirar ausencias. Sin que exista remedio y sin pensarlo, porque el silencio es eso,  me enfrento con mi vida de improviso, como un contable antiguo con visera y manguitos. Es la añoranza, entonces, una partida doble, una suma impasible de pérdidas y encuentros, el debe y el haber de mi pasado. No hay trampas. No hay posibilidad de hacer ingeniería contable. Todo está ahí, tan nítido, tan cierto, como la lluvia que ahora se dispersa en el aire, constante y grácil, un pestañeo de sueños de otras horas. Los recuerdos me agobian mientras me dan la vida. Los detalles minúsculos duermen en mis bolsillos como un pañuelo antiguo que conservara lágrimas de alguna despedida, canicas, relojes desarmados que marcan los vacíos, fábulas imposibles,  intentos que quedaron jugando con la infancia. Y una música lenta de tantas tardes lentas junto a la celosía acompaña al recuerdo como una novia dulce, virgen, como un amor absorto dormido  entre mis manos. Me miro en el espejo de los años y veo el niño que fui, el sufridor absurdo de las penas perdidas, el lector de alegrías, el héroe derrotado,  el buscador de encantos, el triste enamorado de una vida imposible. Atesoro en mis ojos el mirar de otros ojos, los de mi madre, acaso, llorando la distancia de una huida infinita y cotidiana. Y a veces veo con ellos lo que no supe nunca, lo que jamás miré, lo que se lleva escrito en los pliegues del alma. La muerte no es olvido, pero el olvido es  muerte.  Los recuerdos ayudan a la vida que tengo, a los años que cargo. Y no es melancolía tan sólo lo que guardan, es el gozo asumido de lo irrecuperable, el placer agridulce de lo que vuelve a estar, la ilusión de volver de otra manera, de hacer que el tiempo sea un palíndromo eterno, repetido y distinto, un ir y regresar por un camino de límites abiertos. Casi un delirio, un duermevela de inventos y constancias, de pérdidas y hallazgos.

Como el que vuelve al hogar después de un largo viaje y, al abrir la puerta, llena el ansia del regreso reconociendo olores, y distingue el reflejo en el mueble gastado por los años o siente, de repente, el escalofrío del encuentro, así retorno yo, como a un refugio, a los momentos que quedaron atrás. Y, dulcificado el regreso por el paso de los años y la equívoca placidez de la distancia, vuelvo a vivir situaciones en las que la emoción se ofrece contenida, desprovistas aquellas de todo el dramatismo que conlleva la ausencia. Disfruto en soledad de la añoranza, gastado calcetín de la memoria, dulce alcancía donde atesoro voces, espectros que se vienen a consolar la vida, risas casi olvidadas, besos que quedaron dormidos y ahora se desperezan en la tarde y rompen el dolor para besarme. Al fin, somos prolongación de lo que fuimos y esta magia de volver al pasado, de reencontrar las pérdidas, de estar de nuevo allí donde estuvimos, reafirma lo que somos y pone los cimientos de lo que al fin seremos.


La culpa es del silencio que canta en mi ventana y arrulla los cristales de  mi vida con una niebla tímida, discreta, que empapa de caricias mi nostalgia. A su amparo me acojo como niño indeciso, como un muerto inexperto. En su revoloteo de presencias ausentes, caigo, calladamente,  junto a lágrimas tibias que el viento desparrama por el jardín de mi alma. Se me antojan, quimera de esta tarde contradictoria y mía, pequeños pañuelitos con los que, quienes fueron, siguen diciendo adiós, mientras esperan regresar otra vez una tarde cualquiera del mañana absoluto.

domingo, 19 de marzo de 2017

ESPERANDO A MAÑANA

Cuando la tarde esparce
su luz destartalada
de improviso, terrible,
vienen a visitarme
los muertos de mi vida.
Prendidos de mis manos,
por detrás de mis ojos,
por encima de todo.
Y el silencio me invita
a sollozar sus gestos,
sus manos, sus miradas.

Los muertos de mi vida
vienen a acompañarme
en el silencio
como si no tuvieran
otra cosa que hacer.
Y siempre me sonríen.
Ellos no tienen límites
para su generosidad,
para quererme.

¿Sentirán que me duele
no poder abrazarlos?
¿Notarán que su ausencia
no compensa mis sueños,
que no sé despedirme?

Nunca me decepcionan.
Y yo asumo que, siendo,
manipulo su pérdida
y la acompaso al ritmo
del instante y mi vida.
Y ellos, condescendientes,
se amoldan al capricho
de mi ayer y mis besos.

Lejos, sin saber cómo,
me dan un golpecito
en la espalda del alma.
Y vuelven al silencio
esperando a mañana.



sábado, 18 de marzo de 2017

"HORARIOS MASCULINIZADOS"

Ya va para año y medio que en esta mismas páginas publiqué un artículo, Vidas ejemplares, comentando la impresión, no demasiado satisfactoria, que me produjo el recorrido por las páginas del blog que bajo el nombre de El cuaderno de Guillermo publicaba el presidente-consejero de Cultura de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara. El blog sigue ahí, mi impresión sobre él no ha variado, pero su protagonista ha dado un paso más en la utilización de Internet para darnos a conocer sus cuitas o sus reflexiones publicando en las redes unos videos, breves, que vienen a complementarlo. Lo hace de manera esporádica y yo los veo, unas veces sí, otras no, dependiendo de cómo me coja el cuerpo, que no está uno siempre igual de receptivo para según qué tipo de pláticas. El pasado martes, al hilo de lo publicado el día anterior en su blog, (No puedo poner todas las reuniones por la tarde-noche porque tengo que cuidar de los míos), con la locución salmodiada e intermitente a que nos tiene acostumbrados, nos hablaba de la reunión mantenida con la actual secretaria general de la UGT de Extremadura, Patrocinio Sánchez Escolar y del tema de los horarios y la conciliación familiar que había surgido en la misma. Y me la lio parda el individuo.

Verán: Sentado en la mesa camilla de la cocina, con mi Estrella Galicia fresca a la vera, relajado e indulgente, seguía sereno la alocución presidencial. Me encontraba desprevenido y confiado porque ya había vivido situaciones similares y no me habían causado respingos dignos de mención. Si acaso, en alguna que otra oportunidad,  ligeros hormigueos estomacales por la peculiar puesta en escena o  por cursiladas pasadas de edulcorante. De modo que no pude defenderme de la bomba conceptual que el orador guardaba en la recámara y que me estalló en los morros de improviso dejándome patidifuso por unos momentos. Con la mala suerte añadida de que la deflagración me pilló a la mitad de un sorbo, produciéndome un severo atragantamiento que me llevó a espurrear el trago con ímpetu tan desbocado, -nunca mejor dicho-, que la pantalla del ordenador quedó completamente empercudida de churretes cerveceros. Un desastre sin paliativos, vaya. Y no es para menos. Porque el presidente-consejero de Cultura peroraba, como digo, de horarios y conciliación, y va y suelta sin previo aviso: “… Hablaba yo con la secretaria general, Patrocinio, de la dificultad de llegar a un puesto de tanta responsabilidad como el que ella ahora ocupa, teniéndose que adaptar a horarios… eeeh… ‘masculinizaos’…” Y ahí sobrevino la debacle. Por la gloria de Cotón, ¿qué coño es eso de horarios masculinizados, señor mío? ¿Me lo puede usted explicar sin que me tronche de risa? Porque con este tema de la igualdad de género hemos tenido que leer y escuchar muchas tonterías estratosféricas, pero para mí que esta sinsorga se lleva la palma cum laude. ¡Menudo demarraje!

(Fuente: Digital Extremadura)
En cualquier caso, desde el martes estoy, como hermeneuta obsesionado, en un permanente sin vivir tratando de descubrir el busilis de este hallazgo conceptual. Y no he sido capaz siquiera de arañar su cáscara. Porque mientras más trato de desentrañar su lógica, su intríngulis epistemológico e, incluso, semántico, más dudas me abordan. A saber: Cuando el puesto que ahora ocupa esta señora lo ocupaba Francisco Capilla, ¿también él sufría los rigores de la masculinización horaria? Si sí, ¿qué importa entonces el sexo de quien lo ocupe? Si no, ¿es porque esos rigores solo actúan contra la conciliación familiar de la mujer? ¿Por qué? ¿Porque los hombres pasan de conciliaciones o no tienen derecho a ellas? ¿Sólo las mujeres tienen familia que conciliar, madres a las que visitar, hijos a los que atender y acompañar? ¿Será, tal vez, que los horarios practican una suerte de hermafroditismo adaptativo de género, feminizándose o masculinizándose en sentido inverso al sexo de la persona que deba cumplirlos? ¿Hay horarios neutros? ¿Nos estamos volviendo todos tontos o algunos venían ya con la tontería en lo alto?... Confío en que algún avispado lector de estas líneas sea capaz de contestarme, al menos, a una de estas preguntas. Me conformo con poco.

Sea como fuere, dejando de lado hermenéutica y zarandajas sarcásticas, hay quien quizá piense que nuestro presidente-consejero de Cultura queriendo huir del fuego, ha caído de bruces en las brasas. Porque, no sé si por torpeza o por la precipitación del directo, de sus palabras pudiera deducirse que el problema no está en la masculinidad de los horarios, sino en el hecho de que quien ocupe determinado puesto sea mujer y que por serlo tenga que compaginar trabajo con, ‘por decirlo de alguna manera’, labores domésticas. Y aun convencido de que Fernández Vara no lo es, eso tiene un tufo machista de aquí te espero, primo. 

sábado, 11 de marzo de 2017

EL GUARDIÁN INVISIBLE

(Fuente: doloresredondo.com)
Decía el sábado anterior que este país llamado España, sus gentes, a veces me zarandea y me lleva desde el desaliento a la esperanza, en un camino de ida y vuelta que agrava mis oscilaciones ciclotímicas. El abatimiento lo llevo con cierta resignación, por otra parte nada pasiva y siempre tratando de que no agrave mi natural tendencia al pesimismo, y el júbilo nunca me permite la euforia, entre otras cosas porque la mayoría de las veces es fugaz e inmediatamente eclipsado por la sombra espesa que nos rodea. De modo que cuando me regodeaba con la noticia de ese milagro que devolvió a la vida al conductor de una furgoneta por la rápida intervención del motorista al que había socorrido, salieron los cabestros al ruedo de la actualidad para llevarse a los corrales mi alegría. Y sustituirla por un cabreo estupefacto que casi me descangalla los goznes.

Y es que el pasado día 8 de febrero la televisión pública vasca  emitió un programa, supuestamente humorístico, titulado Euskalduna naiz, eta zu?'(Soy euskaldún, ¿y tú?). Era el sexto y último de una serie concebida por sus creadores como “una radiografía con humor de cómo somos los vascos”. Dedicado a España, fue el más visto de los seis con una audiencia de 27.000 espectadores, más o menos media España o así. En él, entre otros, aparecía la actriz Miren Gaztañaga declarando que nos veía (a los españoles) como culturalmente atrasados y un poco catetos, que cuando oía el himno  español en la televisión le entraban ganas de apagarla y no sé qué otras simplezas. Personalmente, las declaraciones que haga una actriz pueblerina de tercera, (la susodicha ha intervenido en solo 3 películas en toda su carrera), en un programa cutre dirigido al autoconsumo de la tribu euskaldún, me importan un bledo. Pero como el principio de acción y reacción puede descontrolarse en países como el nuestro en donde, como bien dijo don Antonio Machado, de diez cabezas, nueve embisten y una piensa, lo que podría haberse quedado en el reducto del establo de un ‘baserri’, por obra y gracia de algún melindroso guardián de los valores patrios más añejos adquirió en las redes sociales categoría de universalidad, coreado por los mugidos de un rebaño innúmero de morlacos que saltó al ruedo de Internet calamocheando y soltando gañafones a todo lo que se movía.

Las estampidas, ya se sabe, arrasan con todo lo que se les pone por delante. Y como por arte de magia surgió, entre bufidos iracundos, la etiqueta de #BoicotElGuardiánInvisible. ¿Salió del cacumen de alguno de estos guerreros del antifaz redivivo o fue producto de los intereses aún más turbios y espurios de alguien que se subió a un tren ya en marcha? No lo sé. Lo que es evidente es que, como suele ocurrir en ese submundo culturalmente inope, se convirtió en apenas 24 horas en tema del momento. Y así esta patulea de zopencos consiguieron hacer protagonista de la historia a una actriz con un papel marginal en la misma, al tiempo que despreciaban, en el colmo de su  ignorancia, a los artífices de una película que a mí me pareció excelente, de una oscuridad luminosa desconcertante,  con unos intérpretes ajustadísimos (espléndidos Marta Etura y Carlos Librado), una música que se escucha cuando debe escucharse, y un guion fiel a la novela original de Dolores Redondo que el film no desmerece pero tampoco mejora, algo que hubiera sido harto difícil porque es magnífica. Y es por ella por quien más me irrita esta sinrazón. Porque, sin conocerla personalmente, la siento muy cercana en el agradecimiento por las horas de emoción y de compañía que me produjeron la Trilogía del Baztán’y Todo esto te daré, su última novela. Me imagino que a la mayor parte de estos camándulas analfabetos que salen en tromba contra lo que ni conocen ni valoran, alardeando de la idiotez recalcitrante que es inherente a su aborregamiento modorro, les dará igual. Pues eso, que sigan uncidos a su inopia.

Esta situación me ha hecho recordar algo que dijo Umberto Eco y que retrata a la perfección el caso que nos ocupa: "Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles... Si la televisión había promovido al tonto del pueblo, ante el cual el espectador se sentía superior, el drama de Internet es que ha promovido al tonto del pueblo como el portador de la verdad”. Y yo, a pesar de suscribir sin reservas lo anterior, ¿por qué sigo maliciándome que en esta campaña hay, además, un gato encerrado que ha escondido sus uñas entre las uñas de los cretinos? Seguro que Amaia Salazar sería capaz de despejar mis dudas.

sábado, 4 de marzo de 2017

DEL DESALIENTO A LA ESPERANZA

Adoro este país llamado España. Casi con la misma fuerza que, a veces, lo detesto. Es como una novia díscola que te la juega y te tiene enfurruñado durante una temporada y, de buenas a primeras, te sorprende con un abrazo inesperado, o una nueva declaración de amor que te derrite. Aunque, claro, la España de cada cual tiene tantas facetas distintas y contrarias, y puede ser mirada desde tantos puntos de vista diferentes, que resulta dificilísimo, imposible, categorizar sobre ella. Todo se reduce a una reflexión personal, peculiar y posiblemente discordante con otras muchas de otros muchos. Porque pienso, a veces, que los países no son más que un ente de razón justificado por un territorio y una historia común interpretable siempre e interpretada, a veces, de muy mala manera. Habrá que echar mano, para explicar estos estados de ánimo no solo distintos, sino contrarios, a la famosa cuarteta-pastiche de Campoamor: En este mundo traidor / nada es verdad o es mentira, / todo es según el color / del cristal con que se mira. Y el cristal a través del cual miro yo la realidad de cada día me ha llevado esta semana del desaliento a la esperanza casi sin solución de continuidad, en una suerte de ciclotimia añadida y exógena.

(Fuente: elconfidencial.com)
El desconsuelo, no exento de indignación y de desprecio, vino de la mano de este nefando autobús propagandístico que se ha paseado por las puertas de los colegios de Madrid, con un mensaje repugnante que los medios han calificado de ‘tránsfobo’, que lo es, pero yo creo que está incluso un escalón por encima en la infamia, porque lo veo como un anuncio ‘paidófobo’, que va en contra de todos de los niños: contra unos porque los estigmatiza; contra los demás porque les da motivos para que discriminen a quienes no se ajusten a unos cánones de “normalidad sexual” estrechos y ultramontanos.  Con los casos de acoso escolar que vamos conociendo, algunos de ellos con resultados fatales e irreversibles, esta panda de indeseables que se arraciman bajo las siglas de Hazte Oír, una patulea de ultracatólicos que anda por los cerros del Concilio de Trento, se permiten el lujo de posibilitarlo colegio por colegio. Con el agravante de amparar sus consignas en la falacia de confundir, de manera hipócrita y sucia, sexo con género. ¿La solución está en encerrar el autobús en una cochera, como se ha hecho? Yo creo que no. Y no solo porque eso es dar argumentos mártires al enemigo, que también, sino porque es una solución fácil, cómoda, que no acaba con el problema y, a mayor abundamiento y visto el asunto sin apasionamiento, puede conculcar su libertad de expresión y de opinión, por despreciables que sean sus expresiones y sus opiniones. Las servidumbres del Estado de Derecho son las que son, aunque a veces vayan en contra de nuestros deseos. Y es que los problemas se solucionan resolviéndolos, valga el pleonasmo de Perogrullo. Quiero decir que si la organización fue declarada en 2013 de “utilidad pública”, -que manda nísperos la cosa-, según Orden INT/904/2013, de 7 de mayo, del Ministerio del Interior firmada por el entonces ministro Jorge Fernández Díaz, (qué otro acérrimo chupacirios podría firmar esta sinrazón), muévanse los hilos políticos necesarios para revocar dicha orden y, así, acabar con las innumerables ventajas fiscales de las que goza, que no son pocas. Y si la Justicia considera que la campaña de marras es una incitación al odio, miel sobre hojuelas, porque además de que su supuesta utilidad pública se va a hacer muchas puñetas y sus exenciones tributarias también, podría conllevar penas de cárcel para sus promotores. ¿Confío en que esto pueda acabar así? Pues no. Porque cada vez me fío menos del engranaje que mueve a este país. Y porque estoy en el estadio más descorazonador de mi particular diente de sierra anímico.


Me sostiene medianamente entero una noticia esperanzadora que esta misma semana leí entre otras muchas desasosegantes o inútiles, y que me devolvió la fe en la magia que la vida, cuando menos te lo esperas, te regala para deslumbrarte y hacer que tu corazón recupere un latido ilusionado y sereno. La historia, por sencilla, es aún más emocionante: Las 22,15 del día 27 de febrero en la A4, dirección Madrid. Un motorista, pincha. Estando en el arcén, una furgoneta para y su ocupante se ofrece a llevarlo a la ciudad. Cargan la moto en el vehículo y, al reiniciar la marcha, el conductor, presa de un infarto, empieza a convulsionar y entra en parada cardiorrespiratoria. El motorista, tras practicarle las maniobras de reanimación, lo mantiene con vida hasta que los efectivos del Samur, avisados por él, lo estabilizan y consiguen salvarle. Funcionó lo que los integrantes de emergencias llaman “cadena de la vida”. Incluso conmigo, ya ven, tan lejos, tan sin saber. Para que luego digan que los milagros son sólo cosa de los dioses.