sábado, 30 de enero de 2016

EL GALLINERO DEL "ROYALTI"

En mis años premozos, allá por el Pleistoceno, existía en Badajoz un cine situado en la calle de los Regulares Marroquíes, ahora Chapín, que se llamaba Cinema España, al que  todos nombrábamos por su antiguo nombre, “Royalti”, así, con i latina. Con dinero ahorrado de la paga semanal, u otro obtenido por métodos no tan abyectos ni sofisticados como los utilizados por algunos de nuestros políticos pero, en cualquier caso, agenciado de una forma menos que académica, ya fuera con engaños o zalamerías, o con acciones directas contra monederos desamparados, cada vez que podía, provisto del valor y las pesetas suficientes, me dirigía, furtivo, excitado y presa de un remordimiento irremediable, a disfrutar de sus programas dobles. Y a pesar de que en cada escapada me la jugaba en dos frentes, en casa y en el instituto, la tentación era superior a mis fuerzas y a mis propósitos de la enmienda, y así caía y volvía a caer en el embrujo de su magia. Normalmente me encajaba en el gallinero, atalaya privilegiada que, dominando el patio de butacas, me permitía detectar la presencia de algún conocido de la familia del que tuviera que esconderme y que, además, me brindaba el aliciente añadido de, en caso de que la película no me gustase,  poder matar el aburrimiento acribillando a los espectadores de abajo con garbanzos, castañas pilongas o vagos de arroz crudo lanzados con un bolígrafo Bic hueco, utilizado a manera de cerbatana, faena que, por otra parte, me costaba en ocasiones una precipitada salida del local. En fin, una de esas tardes pecadoras, disfrutando de un programa doble compensado, Botón de Ancla, con el Dúo Dinámico, y Billy el Niño, con Robert Taylor -¡oh, sorpresa!-, descubrí agazapada tras el respaldo de su butaca a mi hermana Cristina, por aquella época locamente enamorada del actor americano. Estuve por hacerme el longuis, pero al final me senté junto a ella y parece que el hecho de compartir el sentimiento de culpa, de saber que no era el único infractor, algo me alivió.



Ya mocito, con 16 años y DNI recién estrenado, dado que la paga semanal era más sustanciosa y, por tanto, sin necesidad de echar mano de recursos poco ortodoxos para mis incursiones cinéfilas, descubrí una veta en el gallinero del  López de Ayala. A él no se accedía por la puerta principal, sino por una lateral pegada a unos futbolines. El portero, un hombre mayor y seguramente harto de aguantar mozalbetes pasados de listo, solía hacer la vista gorda en cuanto a la clasificación moral de las películas y la edad de los que íbamos a verlas. O, al menos, conmigo la hizo, porque la primera vez que intenté ver una estigmatizada con “3R, mayores con reparos”, me pidió el carnet. Yo había hecho una burda manipulación del mismo poniendo, con tinta negra, un cero sobre el dos de mi año de nacimiento, 1952. El rabo del 2 sobresalía por debajo del cero fraudulento y no tuve mejor ocurrencia, para corregir la chapuza, que taparlo con una estampita de la Virgen del Carmen que no sé de donde salió. Cuando se lo enseñé, se me quedó mirando con una media sonrisa, me dijo un “anda, pasa” entre burlón y condescendiente y, al darle la espalda, me arreó un pescozón que aún me pica, haciéndome saber, de manera contundente, quién mandaba allí y que de dárselas con queso, nada de nada.  A partir de ese momento, tal vez porque me crecí en el castigo y no desistí en mi empeño, se entabló una relación de complicidad entre los dos y la mayoría de las veces me franqueaba la entrada con la única advertencia de que saliera antes de encenderse las luces. Aunque había días que, no sé por qué, se mostraba inflexible y no había manera. Para evitar que malgastara el precio de la entrada tuvo la delicadeza, eso sí, de indicarme que pasara por delante de él antes de comprarla. Si tenía vía libre, silencio. Si no, siempre me decía en un murmullo la misma frase mientras se daba la vuelta: “Hoy, nanay”. Y hasta la próxima.


En fin, cuando empecé este artículo mi idea era comentar el disgusto pillado por Pablo Iglesias y su grey podemita a cuento de su ubicación en el Congreso de los Diputados, emberrenchinados por tener que sentarse en “el gallinero”. Pero a la hora de escribirlo el asunto se me ha ido de las manos, los recuerdos han llegado en tromba, imparables, y me han llevado, como ellos querían, a sentir de nuevo el hechizo de aquellos momentos transgresores y mágicos. Debe de ser cosa de la edad. O, acaso, un subterfugio inconsciente para huir del hartazgo.

sábado, 23 de enero de 2016

LA ECONÓMICA

Esta semana me reuní con directivos de la Real Sociedad Económica Extremeña de Amigos del País de Badajoz, que han tenido la gentileza de invitarme para que, el próximo mes de abril, dé una charla en su sede con motivo del Día del Libro, acto que se encuadra en la  celebración de los dos siglos pasados desde su fundación en el año 1816. Al llegar a casa y brujuleando en Internet, ese engendro cibernético chivato en el que si sabes buscar desechando fraudes y atrevimientos de ignorantes, encuentras, aprendí y también refresqué conocimientos sobre esta institución, la privada más antigua de Extremadura, que ha estado presente en la sociedad badajocense promoviendo desde la creación de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Badajoz y el primer Cine-Club de la ciudad, al establecimiento de la Escuela Normal de Maestros y la de Maestras, o el Instituto de Segunda Enseñanza, por poner unos muy pocos ejemplos de sus logros. Una labor altruista posiblemente poco conocida por la mayoría de los pacenses, pero sin duda ejemplar e imprescindible; con la cultura, el humanismo, la educación y la libertad, -“Enseñando Fomenta” es su lema-, como pilares fundamentales de una trayectoria siempre en pos de la modernización y el desarrollo de la sociedad de Badajoz y, por ende, de Extremadura, y que tuvo merecido reconocimiento institucional el año pasado, (más vale tarde que nunca), con la concesión de la Medalla de Extremadura.

A medida que pasa el tiempo, los recuerdos de mi pasado más lejano me vienen, a veces, con una nitidez apabullante. Me pierdo en fechas, en nombres quizás, en detalles, pero revivo sensaciones y vuelvo a ver la misma luz y a oír las mismas voces de entonces con una claridad casi milagrosa. Mientras hablaba con ellos y a medida que les relataba los inicios de mi relación con La Económica al final de la década de los 60 del pasado siglo, parecía que mi cabeza había sido abducida por la mítica máquina del tiempo de Wells. Porque ellos y yo estábamos allí, en la cafetería en donde habíamos quedado, rodeados del murmullo de parroquianos que desayunaban y camareros que iban y venían, pero mi memoria me devolvía, en un escalofrío, las sensaciones de aquellos tiempos idos. Fue en el Día de la Poesía de 1969 o, quizá, de 1970, cuando hice mi presentación en sociedad como poeta, o, como a él le gustaba decir, cuando recibí la “alternativa” de manos de
Jesús Delgado Valhondo, que, llegado su turno, me dedicó “Algo no anda bien”, un poema sobrecogedor y hermosísimo que me dejó con el corazón encogido y que, aún hoy, no puedo leer sin que las lágrimas me ganen mientras, prendido a la melancolía, lo escucho, de nuevo, en su voz de aquella tarde mágica. Y aquel mi primer recital fue en La Económica, en la antigua sede de la calle Hernán Cortés, frente al bar Las Cancelas.


A partir de ahí se me abrieron sus puertas con una generosidad que ahora agradezco porque aunque yo, con la prepotencia propia de la inmadurez, me creyera digno por méritos propios de codearme con ellos, era apenas un mozalbete aprendiz de poeta, un ignorante que no sabía de la misa la media. Más o menos como ahora, pero en joven. Y así empecé a asistir a “Los martes de La Económica”, una tertulia que era una verdadera escuela de tolerancia y de respeto, en la que me encontraba más que a gusto y en donde aprendí a dudar, a rechazar dogmas, a aborrecer el sectarismo y a iniciar los cimientos de un sentido crítico e iconoclasta que aún perdura. A ella acudían, (y eso sí que era un verdadero mosaico de diversidad ideológica), entre otros, el propio Jesús, Federico García de Pruneda, Ricardo Puente, Enrique Segura Covarsí, Manuel Pacheco, Juan Antonio Cansinos Rioboó, Francisco Pedraja, Carlos Doncel y Arturo Martínez Carrillo. Y allí se hablaba de lo divino, de lo humano, de literatura, de música... y cada cual opinaba lo que mejor le parecía sin más límites que, repito, el respeto y la tolerancia con el otro. La verdad es que aquello era un reducto de libertad, una bocanada de aire fresco en el ambiente sucio e irrespirable de aquellos años. De modo que cuando me llamaron para que diera la charla, a pesar de mi creciente misantropía no pude ni quise negarme. Tal vez porque, misterios de la nostalgia, intuí que en esa charla del próximo abril yo volveré a estar otra vez, como entonces, en La Económica de la calle Hernán Cortés, frente al bar Las Cancelas. 

sábado, 16 de enero de 2016

CHARANGA DEL ILUMINADO

Esta semana, el día 13, dio comienzo la XI Legislatura, y la verdad es que su arranque no ha defraudado. Quizá porque es posible que, dada la dificultad para llegar a pactos, sea la más corta de la historia, parece que había por parte de algunos de los recién llegados un desmesurado afán de exhibicionismo folclórico, de expansión histriónica, tanto que algunos debieron de confundir  los términos y pensaron que, en vez de entrar en el Congreso de los Diputados para su solemne toma de posesión, lo que hacían en realidad era acceder a un estudio de televisión pachanguera donde se desarrollara una suerte de programa de telerrealidad chocarrero o, tal vez, a la pista central de algún circo extravagante y cutre digno de Tod Browning. Y así fue que el espectáculo ofrecido, con orquesta murguera incluida y fórmulas de promesa a cual más estrambótica y cursi, frivolizó hasta el ridículo el acto. Sin duda el paradigma de esta bufonada  fue la aparición de Carolina Bescansa con cochecito, cuidadora y niño, (al que exhibió con cierta impudicia), dizque para “visibilizar la situación de las mujeres que no pueden conciliar sus vidas laboral y familiar”, torpe excusa reivindicativa para justificar lo que no es más que un capricho de niña rica y patricia ejerciendo de roja de figurín. Según le oí a un gurú mediático de su cuerda, las estupideces protagonizadas por  los diputados de Podemos demuestran que “el espíritu del 15-M ha llegado al Congreso, que se parece más a la España de hoy”. Yo creo que más que el espíritu del 15-M, lo que se materializó esa mañana en el Congreso fue su ectoplasma; y a la España que más se asemejó la charlotada  fue a la España roñosa de charanga y pandereta machadiana. Habrá a quien le parezca que el asunto es baladí, pura anécdota, pero dada la orquestación premeditada que traslucía yo lo vi como un acto lamentable e irrespetuoso, si no despreciativo, con la institución de la que entraban a formar parte y, por ende, con los millones de ciudadanos allí representados que tuvieron la osadía de no votar a los candidatos podemitas.


Me imagino que el comportamiento de estas señorías hubiera sido el mismo, por aquello de que al que nace para buey, del cielo le caen los cuernos, pero quizás la frustración de no haber logrado los cuatro grupos parlamentarios que ansiaban haya hecho que la mamarrachada haya venido más cargada de bombo. Sólo hay que ver el cabreo morrocotudo que se pilló su amado líder ante la negativa de PP, PSOE y Ciudadanos de concederle el capricho ilegal que pretendía. Con la habilidad que le caracteriza para disfrazar todos sus actos, por descabellados o absurdos que sean, de esa pátina de progresismo fariseo a que nos tiene acostumbrados para encubrir la inanidad de sus propuestas o su propia inexistencia, el prócer nos sermoneó que su intención cuatripartita no era otra que dejar patente en el arco parlamentario la diversidad de los pueblos de España, sin duda representada en exclusiva por ellos mismos, En Comú Podem (Cataluña), Compromís (País Valenciano) y En Marea (Galicia); lo que de paso les supondría, mira tú que espabilado, repartirse alrededor de un millón de euros anuales añadidos, a los que, ya sin acuerdo posible y por tanto sin posibilidad de beneficiárselos, dijo este remedo de manga verde que renunciaría. Cuando escucho una perogrullada con ínfulas de este tipo, una memez tan amanerada y tan falsa, he de reconocer que me desencajo de mis goznes, que, por cierto, andan ya para pocas y en una de estas me quedo “cojito para toda la vida”. Porque, vamos a ver, los votos de los gallegos, de los catalanes y de los valencianos que hayan ido a parar al PP, al PSOE o a Ciudadanos, ¿no representan la diversidad de los pueblos de España? Los diputados de estos partidos, elegidos con esos votos, ¿solo representan al búnker y no cuentan para llenar el mosaico plurinacional? ¿Únicamente los votos dirigidos a Iglesias y sus feligreses son los que garantizan la verdadera democracia que alberga a todas las sensibilidades territoriales, o lo que pasa es que este tipo es tan listo que piensa que todos los demás estamos tontos, o es tan tonto que piensa que todos los demás estamos tan tontos como él?

El creerte un elegido por los dioses del progresismo para cambiar la historia es lo que tiene. Y andar levitando, iluminado y en comunicación directa con la esencia marxista-leninista-trotskista-estalinista-bolivariana-iraní, que ya son ansias, rodeado de una cuchipanda “megaguay” que te baila el agua en platós y foros diversos, acaba por hacer que te creas ser algo más de lo que eres, apenas un charlatán aprovechado. No obstante lo anterior, que Pedro Sánchez tenga cuidado si accede a ir de la mano con él. Porque sus berrinches de niño mimoso, malcriado y llorica pueden llegar a dejarlo sordo y sin golosinas que llevarse a la boca. Que sería lo peor no sólo para él sino, de rebote, para el PSOE y para España.

sábado, 9 de enero de 2016

MÁSTER RELÁMPAGO

Parece que el viaje relámpago realizado por Pedro Sánchez a Portugal, a fin de ilustrarse sobre el pacto alcanzado allí entre el Partido Socialista, el Partido Comunista y el Bloque de Izquierda, gracias al cual gobierna el socialista Costa,  lo ha hecho por dos motivos. El primero, para conocer de primera mano su gestación y sus intríngulis, a fin de ver la posibilidad de “traspolarlo” a la situación española. El segundo, y no menos importante, como un gesto hacia la galería, una puesta en escena que no deje lugar a dudas sobre su empeño en gobernar por encima de la campana gorda. Si es que todavía hubiera quien, de los suyos o de los otros, albergara alguna. En cualquier caso, ninguno de los dos motivos tiene enjundia suficiente para considerar este viaje más que una simpleza mayúscula. Porque ni Portugal es España, ni por tanto las condiciones del pacto allí pueden aportar dato positivo alguno que sirva al caso; ni el gesto añade nada nuevo a la matraca que de forma machacona y cansina está repitiendo nuestro protagonista desde que se supieron los resultados de las elecciones. De modo que para ese viaje no se hubieran necesitado alforjas, porque vuelven vacías.

A veces la obsesión por conseguir algo se apodera tanto de las personas que les anula la capacidad de discernir. Si, a mayor abundamiento, el individuo anda escaso de confianza en sí mismo y tiene una cabeza un poco volandera y fantasiosa, la necesidad de reafirmarse haciendo realidad sus quimeras puede agravar el cuadro patológico. Y creo que esto es lo que le está pasando al interfecto. De entrada, porque no ha sabido asimilar el batacazo de las últimas elecciones, en las que casi millón y medio de votos, que han supuesto 20 escaños, quedaron en la gatera de Podemos. Y de salida porque aprovechando la imposibilidad aritmética de que el PP, ganador pírrico de las mismas, pueda gobernar sin su ayuda, se ha empeñado, con afán monomaníaco, en una huida hacia adelante camino de La Moncloa que le impide aplicarse la misma aritmética que esgrime contra él. Si algo quería deducir de  la situación del gobierno portugués le hubiera bastado, sin necesidad de ese máster instantáneo in situ, con haber leído la prensa e interpretarla sin obnubilaciones. Todo antes que decir, comparándola con la española, que “el resultado de las urnas en España refleja una realidad muy similar, una representación plural del Parlamento que lleva a un periodo de diálogo, de acuerdo y de consenso”, que es como equiparar una chirla con un taclobo gigante porque ambos sean moluscos bivalvos, una soberana idiotez. Porque su colega Costa solo ha necesitado llegar a un acuerdo con 2 formaciones políticas para poder gobernar y, aún así, ha necesitado los votos y la ayuda de la oposición para aprobar los Presupuestos de este año, con lo que el pacto no puede estar más en tenguerengue. Cuando aquí, para igualar los votos de PP y Ciudadanos, que ya se ha posicionado contra cualquier tipo de separatismo emboscado o no, el PSOE necesitaría los de Podemos, En Comú Podem, IU, Compromís, En Marea y Bildu. Por poner el ejemplo que, por cercanía ideológica, sería más lógico, si es que la lógica es aplicable a este batiburrillo. Y para superar los 163 votos o alcanzar mayoría absoluta, debería lidiar, además, con uno o más de los cuatro restantes: ERC, Convergencia, PNV y Coalición Canaria. La aritmética es lo que tiene y el gazpacho que puede montar el individuo puede ser de órdago.


La verdad es que la situación, con sus líneas rojas y todo,  me resulta inquietante. No sólo por sí misma, sino porque pone en evidencia la pobreza moral de unos, la cerrazón de otros y la actitud irresponsable y absurda de casi todos. El mejor final que le veo, siendo malo, es una repetición de las elecciones, porque seguir mareando una perdiz que ya está más que descangallada, es mantener la inestabilidad y la zozobra un tiempo inútil. Lo único que lamento es coincidir en este deseo con Podemos, que anda por ahí fariseando diálogos al tiempo que maniobra, con la vista puesta en el PSOE, de la misma forma sibilina, artera y envolvente que utilizó para acabar con Izquierda Unida. Esperar que Pedro Sánchez, este Zapatero mimético, adquiera la lucidez suficiente para ver más allá de sus ansias de poder y de su odio sarraceno hacia Rajoy y el PP, es buena gana. Porque, visto lo visto, si el menda llegara a caerse del caballo camino de Damasco, en vez de clarividencia para alcanzar un pacto de gobernabilidad lo único que iba a conseguir sería descalabrarse. Que ya es lo que le faltaba, primo.

sábado, 2 de enero de 2016

¡ANDA Y QUE TE JODAN, 2015!

Parece que lo que toca en estas fechas es hacer balance. Y soñar proyectos que normalmente no se cumplen, posiblemente porque la mayoría de ellos no dependen de nosotros, con lo que esta segunda parte de la tradición suele quedarse en pura quimera. Aún recuerdo una entrevista que, en el año 2013, me hicieron en estas páginas de HOY donde me acogen semana a semana en la que, entre otras cosas, me preguntaban mis peticiones para el siguiente curso. Fueron tres las que formulé: “Ser abuelo; que la vida siga, como poco, igual que ahora en lo que a familia, salud, trabajo y amigos se refiere; y que la poesía me perdone, salga de dondequiera que se haya escondido y vuelva a estar conmigo, de mi mano, como antes” Y acababa diciendo: “Ninguna de las tres depende de mí, con lo que me parece que lo llevo claro”. Y vaya si tenía razón porque aquí sigo, casi tres años después, sin nietos, llorando la ausencia de amigos que se fueron y con la poesía dormida en algún recoveco de mi corazón, no sé si presa de un letargo del que algún día despertará o definitivamente sumida en un silencio irreversible. En pocas palabras diré que este año 2015 ha tenido
para mí más penumbras que luz, con lo que me he alegrado de despedirlo con viento fresco y mandarlo a hacer muchas puñetas allí donde quiera que purguen sus maldades los años aciagos.

Sin embargo, ‘articulísticamente’ hablando, el año ha dado mucho juego: Tres convocatorias electorales; la irrupción en ellas, con mayor o menor fortuna, de los llamados ‘partidos emergentes’, que han conseguido hacernos vivir la paradoja de que, en este país tan peculiar llamado España, el bipartidismo es cosa de cuatro formaciones políticas cuyos líderes, a día de hoy, andan compitiendo en miserias, cada cual enrocado en su ombligo y en su esclerosis, dando así palmaria muestra de haber interpretado el resultado electoral bajo el prisma exclusivo y mezquino de sus ansias enfermizas de poder; la escalada galopante hacia el esperpento de la coyuntura de Cataluña, con la actuación vergonzante e histriónica de un caradura cada vez más alucinado y paranoide; el aumento de mujeres asesinadas, víctimas de la violencia de género o machista o doméstica, y de unas leyes y unos medios que no les aseguran una defensa efectiva contra sus asesinos, y la corrupción de políticos, banqueros y mediopensionistas, una lacra que empieza a ser ya crónica por rutinaria, son unos pocos ejemplos de que ha habido retales andrajosos que cortar.

En lo doméstico, sin duda la victoria del PSOE en las elecciones autonómicas es lo que habría que destacar del 2015. Aunque, matizando, diré que más que ganarlas los socialistas, fue el PP el que las perdió, que pareciendo lo mismo, no es para nada igual. La disparatada campaña electoral de un Monago cada vez más engreído y más fuera de la realidad, brincando de payasada en payasada, ora de corredor fosforito entre encinas y alcornoques, ora ejerciendo de ciclista estático, creyéndose el rey de un mambo que no era más que un aleluya desafinado y con cadencia de miserere, puso la victoria en bandeja a un Fernández Vara que poco tuvo que esforzarse para conseguirla. Con dejarse llevar tenía bastante. Aunque bien es verdad que siendo Monago el principal y entusiasta protagonista del desaguisado, no fue el único culpable. Al cerebro urdidor de la campaña, ese personaje siempre escondido en la sombra que salió de najas en cuanto se certificó el deceso, le corresponde su parte alícuota. Y me imagino que su director de campaña, el inefable Fernando Manzano, mente preclara do las haya, con su don de gentes y su florida oratoria, algo tuvo que ver también en el costalazo.



La corta andadura del nuevo gobierno no aporta suficientes datos como para conformar una opinión fundada sobre él, aunque haya detalles poco esperanzadores. Uno es el hecho de que el presidente de la Junta sea también su consejero de Cultura, lo cual me obliga a pensar que, a pesar de retóricas, no considera la gestión de la misma lo suficientemente fundamental como para que haya un titular que se dedique a ello de manera exclusiva. O va tan sobrado que está convencido de que él puede hacerlo a ratos perdidos, que no sé qué es peor. Y otro, la elección de la nueva directora de la Cexma,  un proceso mucho más que opaco publicitado con bastante desahogo como un paradigma de transparencia. A mayor abundamiento cuando, reincidiendo en el paripé, se repite su mecánica engañosa para elegir al futuro responsable de la Editora Regional. Y me barrunto que más adelante hay más, porque el neonato viene bisiesto, y como dice el refrán, "año bisiesto, año cativo e infecto".