Parece que el viaje relámpago
realizado por Pedro Sánchez a Portugal, a fin de ilustrarse sobre el pacto
alcanzado allí entre el Partido Socialista, el Partido Comunista y el Bloque de
Izquierda, gracias al cual gobierna el socialista Costa, lo ha hecho por dos motivos. El primero, para
conocer de primera mano su gestación y sus intríngulis, a fin de ver la
posibilidad de “traspolarlo” a la situación española. El segundo, y no menos
importante, como un gesto hacia la galería, una puesta en escena que no deje
lugar a dudas sobre su empeño en gobernar por encima de la campana gorda. Si es
que todavía hubiera quien, de los suyos o de los otros, albergara alguna. En
cualquier caso, ninguno de los dos motivos tiene enjundia suficiente para
considerar este viaje más que una simpleza mayúscula. Porque ni Portugal es
España, ni por tanto las condiciones del pacto allí pueden aportar dato
positivo alguno que sirva al caso; ni el gesto añade nada nuevo a la matraca
que de forma machacona y cansina está repitiendo nuestro protagonista desde que
se supieron los resultados de las elecciones. De modo que para ese viaje no se
hubieran necesitado alforjas, porque vuelven vacías.
La verdad es que la situación, con
sus líneas rojas y todo, me resulta
inquietante. No sólo por sí misma, sino porque pone en evidencia la pobreza
moral de unos, la cerrazón de otros y la actitud irresponsable y absurda de
casi todos. El mejor final que le veo, siendo malo, es una repetición de las
elecciones, porque seguir mareando una perdiz que ya está más que
descangallada, es mantener la inestabilidad y la zozobra un tiempo inútil. Lo
único que lamento es coincidir en este deseo con Podemos, que anda por ahí
fariseando diálogos al tiempo que maniobra, con la vista puesta en el PSOE, de
la misma forma sibilina, artera y envolvente que utilizó para acabar con
Izquierda Unida. Esperar que Pedro Sánchez, este Zapatero mimético, adquiera la
lucidez suficiente para ver más allá de sus ansias de poder y de su odio
sarraceno hacia Rajoy y el PP, es buena gana. Porque, visto lo visto, si el
menda llegara a caerse del caballo camino de Damasco, en vez de clarividencia
para alcanzar un pacto de gobernabilidad lo único que iba a conseguir sería
descalabrarse. Que ya es lo que le faltaba, primo.
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