sábado, 31 de enero de 2015

DESMONTANDO PATRAÑAS

“Nunca en la historia de la democracia española ningún partido ha recibido tantos ataques y ha sido sometido a tantas patrañas como ha ocurrido con Podemos. La última, vinculada la empresa (sic) Caja de Resistencia. Una vez más, todo mentiras. Seguirán buscando, y seguiremos demostrándoles que mienten. En democracia se combate con ideas. Hay quienes solo saben hacerlo insultando, construyendo embustes, sembrando sospechas. El concepto “casta” a veces cansa. Pero es que son pura casta”. Este es el sobado comentario victimista, puro berrinche de progre mal criado, que por todo argumento esgrime el ínclito Juan Carlos Monedero Fernández-Gala en su blog, como contrapunto a las informaciones aparecidas en la prensa sobre el cobro de 425.150 euros ingresados en las cuentas de una empresa de la que él es único administrador y único integrante, cuya razón social, “Caja de Resistencia Motiva 2 Producciones S.L.”, con guiño tipo jeroglífico de Ocón de Oro, (‘motiva-dos’, ¿cogen la genialidad?), resulta tan sugerentemente revolucionaria. Después de leer este lamento de mártir impostado o este impostado lamento de mártir, no sé por qué, o quizás sí, me acordé del relato de Indro Montanelli que dio lugar a la película homónima de Roberto RosselliniEl general de la Rovere, en la que un genial Vittorio de Sica interpreta el papel de Giovanni Bertone, estafador de poca monta, teatrero y persuasivo, detenido por los nazis. Éstos, con el fin de sonsacar información a los resistentes encarcelados con él, le obligan a hacerse pasar por el ‘General de la Rovere’, supuesto cabecilla antifascista. Al final, el personaje suplanta a la persona, (¿de qué me suena esto, Monago?),  y el inofensivo estafador, transmutado en héroe, muere como tal frente a un pelotón de ejecución gritando “¡Viva el rey!”. Lo que ocurre aquí es que Monedero no es De Sica; ni su guionista, si lo hubiere, Indro Montanelli; de modo que lo único que le queda para tratar de ser convincente en su actuación es tirar de histrionismo melodramático apoyado, para más inri,  en un libreto infumable, con lo que pasamos de una obra de arte cinematográfica a un pestiño tipo telenovela venezolana. O bolivariana, si se prefiere.

Los hechos son lo que son y no pueden ocultarse con lamentos de virgen ultrajada. Veamos: Monedero dice que firma un contrato con cuatro países latinoamericanos, Nicaragua, Venezuela, Ecuador y Bolivia, para estudiar la posibilidad de implantación de una moneda única en los mismos. El trabajo se desarrolla a lo largo de dos años. Según la legislación tributaria española, durante ese tiempo debería haber ido emitiendo las facturas correspondientes al trabajo realizado, con el consiguiente devengo de IRPF que correspondiera. No sólo no lo hace sino que, en el momento del cobro, crea la citada empresa unipersonal, sin estructura ni empleados, habitual cuando se quiere legalizar dineros que se donan o se tienen en el extranjero, cuya única actividad conocida es la de ser receptora de dicho pago. Elude así el pago de IRPF solapándolo con el pago del Impuesto de Sociedades, ahorrándose el pago de unos 100.000 de euros. Una bicoca, vaya. Ainda mais, como quiera que la sociedad no existía cuando se firmó el contrato, habría sido él, como persona física, quien lo hizo. Por tanto, para que esa sociedad ¿fantasma? pudiera cobrar el trabajo hecho, Monedero tendría que habérselo vendido a precio de mercado, devengando el correspondiente IRPF, para que a su vez ella se lo vendiera a los países contratantes. Tampoco lo hizo. A no ser que Monedero, en vez de esconderse detrás de teorías conspirativas, dé las explicaciones que se esperan, lo único que demuestran los hechos es que hay un posible fraude fiscal de por medio, ya sea de entrada, ya sea de salida. Todo eso sin contar su irregular situación administrativa, al no haber solicitado la preceptiva compatibilidad siendo, como es, profesor titular a tiempo completo en la Universidad Complutense de Madrid. Y siempre que el pregonado contrato, que hasta ahora no ha aportado, exista. Si no existiera, estaríamos hablando de una serie de delitos mucho más peliaguda.


Después de varios días desaparecido, este jueves, el perillán resucitó en el centro cívico Julián Besteiro, de Leganés, en un acto de Podemos. Lejos de dar explicaciones sobre los cobros,  contraatacó sermoneando las mismas patrañas casposas, cutres y fascistoides que vengo oyendo desde los tiempos franquistas: “Van a querer asustarnos con todo tipo de acusaciones, contra nosotros vale cualquier tipo de mentira. Cada vez que nos quieren dar una bofetada, la sentís vosotros en vuestra cara, porque Podemos sois vosotros”. Y por supuesto, él no es sólo él, es la encarnación de todos los valores que la casta odia, la personificación de un movimiento revolucionario que viene a cambiar las estructuras de un país anclado en la injusticia social, el paradigma de la idílica sociedad igualitaria que todos soñamos. Resumiendo, la misma palabrería hueca y pringosa de Franco envuelto en la bandera de España y los españoles, o de Pujol en la de Cataluña y los catalanes, cohetería populista y tramposa. Y mientras, el contrato sigue sin aparecer, los dineros siguen en su cuenta y las aguas siguen bajando turbias. En fin, cada vez estoy más convencido de que esta cofradía de santones laicos, con tanta verborrea y tanta prosopopeya, no vienen a acabar con la casta. A lo que vienen es a quitarle el sitio. Y los momios, claro.

sábado, 24 de enero de 2015

EL GATO EN LA TALEGA

Cuentan una anécdota de Winston Churchill que pone de manifiesto no sólo su sabiduría y retranca políticas, sino que desnuda y deja con sus vergüenzas al aire ese mundillo tantas veces mezquino y egoísta que es el de la política profesionalizada. Se sentaba a su lado un joven diputado conservador, recién salido del cascarón que, excitado y eufórico, le transmitía la emoción que sentía por estar sentado allí, en la primera bancada de la cámara, frente a sus enemigos políticos de los demás partidos. “No se equivoque, joven -le respondió Churchill- , ahí enfrente están nuestros adversarios. Nuestros enemigos se sientan detrás de nosotros”. O algo así. Digo esto porque Pedro Sánchez, que no sé si conoce esta historia, ha tenido últimamente la posibilidad de experimentarla en sus propias carnes de manera contundente.

La verdad es que este muchacho entró con el pie izquierdo en la Secretaría General, un primer paso que estando en un partido socialista debería haberle dado suerte. O a lo mejor lo que pasó es que entró con el derecho, vaya usted a saber. El caso es que recién nombrado ya enfadó a algunos pesos pesados que quizás quisieron mangonearlo y a los que se sacudió sin complejos. Y a pesar de haber sido elegido para ocupar el cargo que ocupa en unas primarias que fueron publicitadas por el partido como paradigma de democracia interna, antes de que se sentara en ella ya empezaron a chulearle la silla. Si enfadas a un dinosaurio debes estar preparado para defenderte de su furia. Y si hablamos de serpientes, para qué te cuento. Romper con González, con Zapatero y con Rubalcaba de una tacada, es envite demasiado arriesgado como para hacerlo con unas cartas enclenques y, ‘ainda mais’, contra unos tahúres que tienen las suyas marcadas y escondidas en la bocamanga del resentimiento.

La última jugarreta conocida ha sido la cena, auspiciada por José Bono, ese Sumo Sacerdote del fariseísmo político nacional, que mantuvieron en su casa él y José Luis Rodríguez Zapatero con los líderes de Podemos, Íñigo Errejón y Pablo Iglesias. Volver a ver otra vez en televisión la cara de panoli del ‘suricato leonés’, me causó un malestar difícil de definir. En un momento de desvarío me volvieron las angustias y fui presa de una desazón y una ansiedad como las que me atenazaban cuando él gobernaba y nuestras vidas estaban a merced de sus manos regordetas. Todo quedó, afortunadamente, en un soponcio ligero y momentáneo. Aunque, por lo visto en el pequeño corte, comprobé que sigue diciendo idioteces y dando puñaladas traperas sin mover un músculo de su careto, que continúa con la misma expresión bobalicona y sonriente a la que nos tenía acostumbrados. Y por lo oído y lo leído veo que el susodicho no tuvo bastante con dejar al PSOE, con la inestimable ayuda de Rubalcaba, en el estado calamitoso y moribundo en que lo dejó, sino que ahora viene con ganas de rematar la faena. Los dos comensales han declarado en collera que la cena fue a nivel personal y no político. Zapatero, que no pierde ocasión de hacer alarde de su estulticia, fue a más, y nos dijo que en el encuentro quedaron claras “discrepancias muy notables” y que sobre todo “hablaron de Latinoamérica y el euro”. De modo que, cosas del ‘suricato’, me lió y me dejó sin conocer el busilis de su incoherencia: si fue una cena política a nivel personal o una cena personal a nivel político. Lo que sí tengo claro, y más conociendo el paño falso de que están hechos los protagonistas, es que es un petardazo bajo la silla de Pedro Sánchez que ayuda a resquebrajar la ya deteriorada estabilidad del partido, una vileza ejecutada con la intención más dañina.


“Para acabar la faena, Susana Díaz sale a escena”. La madre abadesa del socialismo
patrio, (esa política que habla siempre tanto para siempre decir apenas nada), que hasta ahora venía manteniendo una actitud equívoca con Pedro Sánchez alternando collejas con palmaditas en la espalda, y que en su momento no se presentó a la Secretaría General, “el tren pasó, si pasa otro tren... ya se verá”, adelanta las elecciones en Andalucía aduciendo falta de estabilidad política en su gobierno. Unas elecciones son, por naturaleza, una apuesta impredecible, pero ella juega con la ventaja de coger a contrapié a IU y a Podemos. Y a por uvas al PP, como casi siempre anda  en Andalucía, con un candidato, Bonilla, que, si esto sirve de dato, he tenido que buscar en Google para confirmar que existía. Nadando a favor de corriente histórica, casos repugnantes de corrupción aparte, lo normal es que gane holgadamente. Hasta después de las elecciones de mayo parece que hay un acuerdo tácito de no agresión entre ambos. De cualquier forma, a poco que los resultados para el PSOE, según vaticinan las encuestas, no sean muy allá, seguro que el tren de las primarias volverá a arrancar y, ésta vez sí, Susana Díaz lo cogerá incluso en marcha, a pesar de su embarazo que para esas fechas estará por cumplir. O a lo mejor no, deja a Sánchez en su puesto de telonero y ella va directamente a la disputa para presidir el Gobierno de España. En fin, ya se verá. Pero así se cierre con lazo simple o lazo doble, al minino Pedro Sánchez ya lo veo yo en la talega. Y ya se sabe, “gato en la talega, al día siguiente no llega”.

jueves, 22 de enero de 2015

SUEÑOS DE CARNAVAL



 Deambulaba por las calles del centro de su ciudad sin rumbo fijo. Hacía casi una vida que no iba por aquel barrio que durante unos pocos primeros años fue el suyo y esa tarde, en la que después de unos días fríos y grises el sol había salido, sintió la necesidad de recorrer de nuevo sus calles y visitar así recuerdos y vivencias al amparo de la tibieza de aquella luz de invierno. El paso del tiempo no había conseguido borrar el color de la plaza, que seguía siendo el mismo que él guardaba en su interior, el de la ternura de una infancia feliz y despreocupada, el color mágico de un mundo alegre donde la fantasía era ley y que los héroes de mil aventuras, siempre las mismas, siempre diferentes, reflejaban en sus brillantes espadas templadas en las fraguas de ciudades innombrables. Se detuvo en medio de aquel útero acogedor y eterno, ensimismado en el revivir de las batallas que, casi una vida atrás, había librado entre sus soportales contra los oscuros guerreros de la reina triste, el yelmo plateado con penacho rojo sobre su cabeza y su espada de doble filo, “Vencedora”, manejada con destreza. Y en la ilusión recobrada de entonces creyó reconocer el eco que los cascos de caballos, bufando excitados y guarnecidos para la ocasión, producían al golpear con violencia el
suelo empedrado. Su cabeza era tal torbellino de emociones que, presa de un vahído nostálgico, a punto estuvo de perder el equilibrio, que sólo pudo recuperar apoyándose con fuerza en su hermoso bastón de madera de palisandro con empuñadura de plata, regalo de la empresa por su jubilación. Lucía una plaquita, de plata también, en la que se había hecho grabar la frase, “¡Voto a bríos!”, que era santo y seña de sus peripecias infantiles. Así, la espada imaginaria que ayer defendía su niñez, se había transformado hoy en bastón en el que apoyar el peso de su pérdida.


 Repuesto del leve desvanecimiento, enfiló relajado una de las doce calles que confluían en su plaza. Estaba, como media ciudad, adornada con luces y guirnaldas que anunciaban el carnaval que comenzaría el viernes de esa semana. Distraído y ausente, sumido en sus ausencias, se encontró de pronto, como aquél que despierta sobresaltado de un sueño profundo, leyendo el rótulo multicolor de una tienda que rezaba en grandes e historiadas letras góticas: “SUEÑOS DE CARNAVAL”. Debajo, un lema aseguraba: “Tenemos lo que su fantasía necesita”. El escaparate era un mundo heterogéneo y caótico de disfraces, caretas, maquillajes, pelucas y accesorios “para todos los gustos, para todas las épocas, para todas las fantasías”. Impelido por un impulso irrazonable y, pensó, impropio de su edad, franqueó la puerta. Se sorprendió al ver 
que la tienda era bastante más grande de lo que parecía vista desde el exterior, y de que todo lo que en el escaparate parecía batiburrillo y mezcla, era allí equilibrio y sistema. A lo largo de las paredes se alineaban ordenadamente, por épocas, por sueños, por quimeras, disfraces completos y maravillosos que correspondían a personajes reales o ficticios. Héroes de leyenda, asesinos famosos, grandes inventores o detectives de novela convivían en el aire de aquella extraña tienda. Absorto y confuso, respondiendo a la invitación de la joven que atendía el negocio y que había estado pendiente de su recorrido, franqueó una puerta con una chapa claveteada en la que podía leerse: “Tu aventura”. Y al fondo de una pequeña habitación, iluminado por una luz cenital que parecía surgir de la nada, se reencontró con el sueño de su infancia: Allí el yelmo plateado y brillante con su penacho rojo, la loriga, la sobrevesta también roja con el escudo del reino bordado en oro, los guardabrazos, guanteletes, quijotes, grebas... y la espada de doble filo, “Vencedora”. ¿Qué estaba ocurriendo, Dios mío, qué es lo que le estaba pasando?

La voz de la joven, situada a su espalda, le hizo salir del estado de estupefacción y desconcierto en que se encontraba: “Creo que está hecho a su medida, don Manuel”. Balbuceó un ‘sí’ tímido, repetido en trémolo, y más turbado, aún si cabe, al ver que lo llamaba por su nombre. Antes de que se diera cuenta, el disfraz estaba empaquetado primorosamente y metido en un bolsa que al pronto le pareció pequeña para albergarlo y que creyó no iba a poder cargar. Sin embargo, al cogerla, la sintió liviana, apenas el susurro de una sombra, el peso de un suspiro. Mientras se alejaba camino de su casa, la bolsa en una mano, el bastón en la otra, desde la acera la chica, como intuyendo sus cuitas, le gritó: “Nuestros sueños no son un lastre, don Manuel, ¡voto a bríos!, son nuestra fuerza”.


El viernes, a la hora del pregón carnavalero, llegó a la plaza enfundado en su disfraz, temeroso, inseguro, con el corazón latiendo por una excitación de ayer, de ahora, de siempre. El gentío la llenaba. Y él oyó a sus espaldas los tambores de su ejército que avanzaba a su paso, el bufar de los caballos nerviosos, el golpeteo de sus cascos sobre el empedrado. Y vio el ondear de estandartes, las lanzas dispuestas, las espadas prestas. Y, enfrente, las armaduras oscuras de los guerreros de la reina triste, sus penachos oscuros, sus corazas de azabache apagado. Y oyó sus desgarradores gritos que parecían provenir del mismo infierno queriendo emponzoñar la luz de sus recuerdos. Entonces supo cuál era su misión: Desenvainó la espada, abatió la celada, espoleó a su caballo de capa roja y al grito de “¡voto a bríos!” se lanzó de lleno a la vorágine de la batalla dispuesto a defender, incluso con su vida, la ilusión de los días, el reino de su niñez dichosa y despreocupada, el color de su plaza, el tiempo recuperado de su alegría por vivir.

sábado, 17 de enero de 2015

NO LO SALVA NI DON HIPÓLITO

Recuerdo que, cuando yo niño, había un médico en Badajoz, neuropsiquiatra, que se llamaba Hipólito Martínez Manzano y que era toda una institución entre la ciudadanía, fuera esta orate, cuerda o mediopensionista. Tan célebre era y tan grande su carisma que en el imaginario colectivo de aquellos años su nombre era sinónimo de infalibilidad médica dentro de su especialidad. Así, cuando alguien empezaba a dar muestras de insania, disparataba de manera evidente o, simplemente, actuaba de forma extravagante a los ojos de los demás, era merecedor y destinatario de una frase contundente y estigmatizadora: “Este está para que lo vea don Hipólito”. Si, a mayor abundamiento, se percibía que la enajenación había hecho presa de manera irreversible en el presunto afectado, el susodicho era anatemizado con una sentencia que era ya el acabóse: “A éste no lo salva ni don Hipólito”. O sea, sin escapatoria. Loco de remate. En fin, cosas de pueblo cerrado y ‘arbulario’ que desahucia al enfermo antes, incluso, de que el facultativo diagnostique.

Llevo recordando a este paradigma de la psiquiatría desde hace algún tiempo. Más o menos desde que empezó la deriva vesánica del honorable presidente de la Generalidad de Cataluña y viendo cómo, día a día, sus desvaríos aumentaban al ritmo de sus delirios megalómanos. El último, esa convocatoria de elecciones plebiscitarias sui géneris, una huida hacia la nada fijada para setiembre que implicará aguantar ocho meses de campaña electoral y, presumo, supondrá una larga agonía de este personaje ridículo, insaciable, terco en su quimera, nunca ahíto de ocurrencias y piruetas de saltimbanqui, que seguirá mariposeando de rueda de prensa en rueda de prensa como moscardón cansino y zumbador, empeñado en convertirse en el peor político de la reciente historia de España. Veremos, de aquí a entonces, cómo va dando armazón normativo a ese país imaginado, pastiche de ínsula de Barataria y Wonderland, aunque los precedentes con los que contamos no auguran nada bueno.

De entrada ya hay, al menos y que se sepa, tres proyectos de Constitución en marcha, no sólo distintos sino contrarios: El del juez Vidal y sus nueve juristas, el de la Asamblea Nacional Catalana, y un tercero, aún más peculiar si cabe, impulsado por un grupo de ciudadanos que se jacta de haberlo enjaretado de abajo arriba, que como todo el mundo sabe es como deben hacerse las constituciones que se presten. La Agència Tributària está creada... más o menos. Tiene asignados 36 millones de euros anuales pero sólo se conoce a su cerebro, un tal Joan Iglesias, que se trasiega 100.000 euros al año de sueldo. Sin competencias, pues por ahora el organismo es sólo un ente de razón fantasma, el tipo se dedica a hablar mucho, dando conferencias, concediendo entrevistas a los medios y haciendo esas cosas importantes que hace la gente importante. Las embajadas siguen creciendo. Pronto se abrirán las de Roma y Viena, lo que harían un total de 41 entre delegaciones y oficinas comerciales. Y el diseño de la ‘iglesia catalana’ también está en
marcha. Su centro espiritual-nacionalista será Montserrat. “Desde Cataluña contribuiremos a la evolución que necesita la Iglesia católica universal. Lo notaremos en cosas tan concretas como el nombramiento de obispos, pues serán las mismas comunidades religiosas de Cataluña las que escojan a sus obispos por procedimientos de talante democrático”, dicen sus ambiciosos muñidores.

Pero es en el ejército en donde han echado el resto en cuanto a fabulación se refiere y lo tienen detalladamente estructurado en una pizarra blanca rotulable de borrado en seco: Serán las llamadas ‘Fuerzas de Defensa de Cataluña” y tendrán su Estado Mayor Conjunto y todo. Con capacidad para actuar no sólo en territorio catalán, sino en cualquier lugar del mundo, con el conocimiento de sus autoridades locales o de forma encubierta, “para rescatar a los catalanes que puedan ser víctimas de un secuestro por motivos ideológicos o económicos”. También estarán preparadas para repeler una invasión extranjera o una agresión de países limítrofes, pero “descartando un enfrentamiento simétrico” porque, si serán listos los tíos, combatirán la agresión librando una guerra de guerrillas que desgaste al enemigo, según una astuta táctica de emboscadas, sabotajes e incursiones sorpresivas. Habrá un servicio militar voluntario que permita tener unidades regulares. Estas contarían, dependiendo del medio en que librar la batalla, con vehículos específicos de infantería, helicópteros polivalentes, aviones de transporte, de combate F-16 y no tripulados, barcos de asalto anfibio, corbetas, patrulleros de altura y de litoral, lanchas no tripuladas, un petrolero de escuadra, un buque logístico, carros de combate, fusiles de asalto, correajes, botas, cascos, uniformes y un sinfín de pertrechos varios, como corresponde a un ejército moderno. Todo consta en la pizarra blanca rotulable de borrado en seco. Menos el coste económico, que no lo tienen muy claro. Entre otras cosas porque piensan quedarse con la parte alícuota de armamento del ejército español que les corresponda. Y habrá que echar cuentas.


La verdad es que el papel y las pizarras blancas lo aguantan todo, y la capacidad de disparatar del individuo en cuestión, o de hacer suyos los disparates de otros cofrades de esta extraña hermandad de alucinados solemnes que financia, es infinita. Así que de aquí a setiembre no sé si podremos curarnos de los espantos que, sin duda, vendrán. Lo peor de los idiotas es que siempre pueden serlo más. Y eso, ni don Hipólito fue capaz de remediarlo.

sábado, 10 de enero de 2015

ALGO HACEMOS MAL

Algo debemos de estar haciendo mal para que se haya podido llevar a cabo un horror como el del atentado canallesco de París. Y no lo digo sólo porque la policía no haya sido capaz de impedirlo a pesar de que, según ha reconocido el ministro del Interior francés, ambos asesinos estuvieran vigilados por su trayectoria islamista, sino por el hecho de que dos hermanos, nacidos y educados en Francia, hayan llevado a cabo una acción terrorista contra todo lo que teóricamente esa educación debería haberles inculcado. La trayectoria de los Kouachi suena a la de otros casos similares: desarraigados, faltos de una identidad en la que reconocerse, marginales, insatisfechos, trapicheando para malvivir, inmersos en la anomia de un lumpen marginal y endogámico, que en un momento determinado son captados por el discurso radical de un imán iluminado y fanático que les da la confianza necesaria para autoafirmarse sintiéndose partícipes de una misión que les trasciende. Viajes a Yemen, Siria o Irak, entrenamientos en campos de Al Qaeda, y un odio exacerbado a la cultura y la democracia occidentales cierran el círculo de la sinrazón. Algo debemos de estar haciendo mal, insisto, para que la historia se repita con apenas diferencias de matiz, y seamos incapaces de impedir que el enemigo utilice nuestra libertad para tratar de acabar con ella.

Tras la masacre del pasado miércoles en la redacción de Charlie Hebdo se ha abierto la puerta por la que ha entrado un aluvión de opiniones y comentarios que abarcan todas las posibilidades ideológicas a la hora de analizar causas, predecir consecuencias o aportar soluciones al problema. A pesar de la disparidad de criterios y conclusiones, una gran mayoría de los análisis se sustenta en la dualidad islam-cristianismo porque, a pesar de la mucha elipsis que queramos hacer, la verdad incontestable es que el terrorismo islamista tiene su fundamento en unos principios religiosos, por muy estereotipados o deformes que puedan presentarse en un intento de justificar lo injustificable. De la misma manera, resulta verdad de Perogrullo que cualquier régimen teocrático o hierocrático como el que aspiran a implantar los yihadistas, al estar basado en el dogma, la intransigencia y la eliminación del no converso, es enemigo de la democracia y de la libertad. Con estas dos premisas, ¿cómo es posible que se permita actuar a imanes como Farid Benyettou, que en su mezquita de Al Dawa en París atrajo al menor de los hermanos Kouachi y a otros muchos jóvenes al fundamentalismo islámico? ¿Hasta dónde debemos estirar la tolerancia en aras del tan cacareado multiculturalismo? ¿Cómo podremos convivir con una cultura fanatizada que quiere destruirnos? Facilitar la libertad de creencia o de religión no puede resultar incompatible con la defensa del sistema que garantice esas mismas libertades, porque en ese caso estaremos abriendo la gatera para que se nos cuelen las ratas e invadan nuestra casa. Reivindicar, priorizándolo, nuestro humanismo occidental y la escala de valores que en él se sustenta, y defenderlo de ataques fundamentalistas armados, ideológicos o culturales, no es xenofobia, ni ‘islamofobia’, ni racismo es, simplemente, supervivencia. Por el contrario, adoptar actitudes seráficas en situaciones vitales como ésta, andar buscando un papel de fumar para cogérnosla mientras el enemigo empuña un Kalashnikov o es libre para propagar un ideario aberrante y destructivo, sólo puede conducirnos al desastre.

¿La culpa del terrorismo yihadista la tiene el islam? Por supuesto que no, de la misma manera que el cristianismo no tiene la culpa de que haya obispos pederastas. Pero sí habremos de convenir que es en determinados círculos islámicos y bajo el amparo de determinados imanes y mezquitas donde se capta a muchos de los que después formarán parte de estas células criminales. A pesar de que los musulmanes ajenos a la barbarie  lleguen a ser víctimas estigmatizadas y colaterales de los atentados, (en este caso incluso directas pues el policía rematado en el suelo era musulmán), hay veces en que la condena de los asesinatos por parte de sus dirigentes viene a ser más refugio de tibios que rechazo sin paliativos. Sirva como ejemplo de esta actitud forzada y poco creíble que la repulsa que hubo por la publicación de las caricaturas fue mucho más instantánea, contundente y generalizada que la habida, hasta ahora, por los asesinatos.  De manera que a veces queda la sensación de que se cubre el expediente compungido como un peaje necesario e impostado. Y más si tenemos en cuenta que, si no hay dobleces, los más interesados en que los podridos no sigan pudriendo la banasta son ellos, que deberían ser los primeros en conseguir limpiarla. Más que nada para evitar equívocos, confusiones y generalizaciones injustas. Porque después de oír el sermón de la misa dominical nadie sale a convertir infieles por las esquinas, ni hay comandos de cristianos integristas matando musulmanes por las calles. Por aclarar las cosas, digo.


El  peor enemigo es el que mata, porque la muerte es irreversible. Pero también es enemigo el que pretende formar parte de la sociedad en la que vive sin aceptar la libertad de la que disfrutamos con todas sus consecuencias, con toda su grandeza e incluso con sus miserias. Creo que a los enemigos, en esta guerra en la que nos estamos jugando nuestra forma de ser y de sentir, hay que combatirlos con toda la contundencia que las leyes de una sociedad europea y libre nos permiten y siglos de historia respaldan. El último titubeo nos ha costado, hasta el momento en que escribo, doce muertos. Me temo que como sigamos con los mismos remilgos indulgentes no van a ser los últimos. Y, de nuevo, nos tocará llorar.

sábado, 3 de enero de 2015

UN BROCHE DE OROPEL

La vanidad es yuyo malo / que envenena toda huerta, / es preciso estar alerta / manejando el azadón, / pero no falta el varón / que lo siembra hasta en su puerta. Esto decía Atahualpa Yupanqui en sus Coplas del payador perseguido, un relato por milonga hermoso, definitivo, todo un compendio de filosofía y de enseñanza. Mejor hubiera sido que Monago empezara su discurso de fin de año con esta cita, siguiendo tan sabio consejo a lo largo de su desarrollo, en vez de torturarnos con el panegírico empachoso que nos arreó de manera inmisericorde. Envarado (valga el adjetivo) e inexpresivo, rodeado de cubas de “Habla del silencio” (¡qué sarcasmo!), despreció al juglar argentino, con lo bien que le hubiera venido para templar su ego, y comenzó con una cita de Woody Allen que presumí un guiño de autoafirmación que no presagiaba nada bueno. Y se cumplieron los augurios, porque la homilía fue una serie algo inconexa de autobombo superlativo y de promesas volátiles, trufada de sentencias en las que una pretendida altura lírica se ahogaba en una ramplonería de tópicos y frases manidas recubiertas con la misma pátina de amaneramiento vacuo a que nos tiene acostumbrado Paulo Coelho, por poner otro ejemplo populista. Hubo momentos, escuchándolo, en los que creí haber sido transportado a una dimensión desconocida donde levitábamos entre las nubes acogedoras de una Arcadia feliz, idílica y despreocupada. Sólo la mermeladina empalagosa de alguna sinsorga, o el chirrido estridente de ese constante ‘esdrujuleo’ en la dicción a que nos tiene acostumbrado el personaje cuando se pone trascendente, lograba hacerme bajar del embeleso bucólico con el que pretendía sofronizarnos con ayuda de una luz y un escenario ad hoc. Cuando terminó, con un alarde políglota absurdo, cateto y fuera de lugar, tuve el pálpito de haber asistido a un ejercicio de entusiasmo ególatra más que al discurso de fin de año de un dirigente político. Quedé estupefacto, atónito, boquiabierto, no porque me hubiera decepcionado, que sólo puede decepcionarte alguien en quien confíes,  sino desbordado por la desmesura ilusoria y falaz de la soflama.

Nunca pensé que Monago saliera a la palestra, flagelo en mano, con la intención de mortificarse ante todos por sus errores o sus incumplimientos, pero albergaba una ligera esperanza de que lo haría con una balanza que, aunque trucada como es habitual en nuestra clase política, pusiera en uno de sus platillos siquiera un adarme de autocrítica, que al fin y al cabo es lo que se espera de un discurso de este tipo, que sea un resumen de la actividad gestora llevada a cabo por el dirigente que corresponda a lo largo del año que se va. Con sus luces y sus sombras, con sus aciertos y sus errores, aún enfatizando unos y minimizando otros. Pero es que lo que se nos ofreció la otra noche no fue un diagnóstico de la situación, sino una retahíla de medias verdades absolutamente desproporcionada y cargante a más no poder. “Extremadura lidera hoy en España el crecimiento económico y la creación de empleo... somos la región en la que más ha aumentado la ocupación en el último año y la segunda en la que más ha aumentado la confianza empresarial... nos forjamos como una región emergente... somos una de las regiones en que más ha crecido los ingresos tributarios... el turismo ha batido récords... hay menos parados que en la legislatura anterior... llevamos quince meses consecutivos bajando el paro juvenil a través de un sistema pionero en España... tenemos 2.000 autónomos más que hace un año... más de 7.000 familias reciben la Renta Básica...” Cifras y afirmaciones todas ellas opinables y algunas en el filo entre la media verdad y la mentira. Pero aún asumiéndolas, habría que replicarle para nivelar la balanza: ¿Cuántos parados menos hay registrados porque se han cansado de apuntarse en listas inútiles y desesperantes? ¿En qué proporción influye la emigración de nuestros jóvenes en la bajada de su cifra de desempleo? ¿Cuántas familias extremeñas se encuentran por debajo del umbral de la pobreza?,  ¿cuántas con todos sus miembros desempleados?, ¿cuántas de éstas sin recibir ingresos conocidos? ¿Cuánto ha aumentado la cifra de los que acuden a comedores sociales, al Banco de Alimentos, a Cáritas? Si 7.000 hogares reciben la Renta Básica, ¿cuántos miles la esperan todavía? ¿Ha aumentado o ha disminuido el número de profesores en la educación pública?, ¿y el de profesionales en la Sanidad? ¿Cuántas pequeñas y medianas empresas han cerrado en estos cuatro años? En algún momento dijo que su Gobierno tiene alma y corazón. Sólo le faltó decir que también tiene vida, y que entonces aparecieran Los Panchos entre los toneles cantando el famoso bolero, mientras público y séquito, con Bea Mae a la cabeza, sacaran las bengalitas y, brazos en alto y acompasando el pendular de sus cuerpos, acompañaran al prócer en un fin de fiesta milonguero y total.


Cuentan que Bela Lugosi, el mítico intérprete del Drácula de la Universal, se obsesionó tanto con su personaje que fue poseído patológicamente por él hasta el extremo de que dormía en un ataúd  y vestía a diario con la vestimenta del vampiro, capa incluida. Viendo la evolución de Monago desde la campaña electoral, donde ya apuntaba maneras, hasta hoy, pienso si no habrá sido presa de un síndrome similar al del actor, y la ilusión de las candilejas le impida ver la realidad que le rodea. Que el personaje (verso suelto, barón rojo, adalid providencial, líder carismático, paradigma de político diferente y libre) haya fagocitado a la persona hasta menoscabar su capacidad de discernir. Y un detalle añadido confirma mis sospechas. El marco donde grabó su ensueño, “Bodegas Habla” de Trujillo, no ha mucho, sacó una oferta de empleo para licenciados en Enología “preferentemente por las Universidades de La Rioja o de Tarragona-Rovira i Virgili”. En la Universidad de Extremadura se imparte el grado de Enología, pero parece que para estos bodegueros es inferior a otros. Y también para el Presidente, visto lo visto. Así se hace región y a esto se le llama predicar con el ejemplo. Pues eso, que venga Dios y lo vea y Monago se lo premie.