sábado, 30 de diciembre de 2017

EL HORROR SIN FIN

(Fuente: Diario Información)
Durante los tres primeros trimestres de este año se presentaron en España ante los Juzgados de Violencia contra la Mujer un total de 125.769 denuncias. Teniendo en cuenta que, según las estimaciones manejadas por los especialistas en el tema, solo una de cada tres mujeres maltratadas denuncia, estaríamos hablando de más de 450.000 hasta final de setiembre. El año podría acabar con más de 200.000 denuncias y, por ende, una cifra estimada de más de 600.000 víctimas reales. Números pavorosos que, lejos de menguar, parece que  van incrementándose año tras año y que no son sino los síntomas de una sociedad fracasada, sin educación, inculta, poco evolucionada y enferma. Y la constatación de un mal endémico que los responsables de combatir son incapaces de erradicar, no sé si por pura ineptitud o, lo que sería peor, por falta de un decidido interés en hacerlo.

Parece que, hasta ahora, la profilaxis contra él no pasa de acuerdos políticos, sin duda llenos de buenas intenciones y de medidas eficaces, pero que acaban convirtiéndose en papel mojado, (muchas veces con la sangre de las  víctimas), por la morosidad en su aplicación o la falta de medios para llevarlos a efecto. Muestra de esto es que, hace pocos días, se ha firmado el último “Pacto de Estado para atajar la violencia machista”. Anunciado a bombo y platillo por la ministra del ramo, es una hoja de ruta para los próximos 5 años, con 217 medidas aprobadas. Pues bien, para el año 2018 está previsto aplicar solo 26 de ellas, apenas un 12%,  con un coste de 200 millones de euros que veremos a ver si acaban presupuestándose o serán motivo de un hipotético y, por tanto, incierto crédito extraordinario. Visto lo visto, no me fío un pelo de que los firmantes de este pacto sean conscientes de que atajar es “cortar o interrumpir alguna acción o proceso”. Y, así, continúen, inmersos en un bucle dramático, mareando la perdiz con acuerdos y cambios legislativos ineficaces, mientras el número de mujeres maltratadas o asesinadas aumenta.

(Fuente: Periodista Digital)
Mucho se ha hablado estos días, por razones bien distintas a esta, de la falta de independencia del Poder Judicial con respecto al Ejecutivo. En el caso que nos ocupa la dependencia más determinante no es la estrictamente política, en lo que de ideológica o partidista pueda tener, sino la económica. Y es que de nada sirven acuerdos, pactos o leyes si no se pueden aplicar por falta de medios, judiciales y policiales. No solo habría que aumentar el número de juzgados, jueces, fiscales y policías dedicados a esta labor, sino también especializarlos y, sobre todo, sensibilizarlos ante el problema. Para que no ocurra lo que he podido ver estos días en televisión en un juicio en el que una mujer pidió revisar, para su exmarido condenado por malos tratos, el régimen de visitas a su hija. La actuación de la fiscal me dejó atónito. Tanto que pensé, en principio, que la víctima era la acusada: ¿Es que usted no tiene bastante con una sentencia condenatoria? ¿Quiere más?... Le ha parecido insuficiente la condena y ahora le quiere quitar a la menor... teniéndonos aquí dos horas perdiendo el tiempo... Para rematar la faena, la Fiscalía General del Estado ha archivado la queja interpuesta por la víctima aduciendo que la actuación de la fiscal “fue en todo momento correcta y respetuosa”. Todavía ando con las tripas revueltas. Digo yo que si con estos bueyes hay que arar, así serán los frutos que recojamos.


(Fuente: ABC)
Paradigmático ha sido uno de los últimos casos de violencia machista con resultado de muerte, el de la joven de Benicàssim (Castellón), Andrea, ‘presuntamente’ asesinada por su exnovio, Víctor Llorens, condenado por malos tratos a su anterior pareja y al que la propia Andrea había denunciado 10 días antes de su muerte por tres delitos de lesiones y un intento de atropello. Con estos datos, el juzgado, incomprensiblemente, valora su situación de riesgo como de ‘grado medio’. Eso significó que solo se le aplicara vigilancia policial ocasional en su domicilio y en su lugar de trabajo. El policía que le asignaron debía vigilar simultáneamente a 19 mujeres amenazadas más. Y, por supuesto que sí, no podía faltar la correspondiente orden de alejamiento, ese sarcasmo jurídico sangrante e hipócrita que siempre se esgrime como queriendo justificar lo injustificable, tal que si su adopción fuera un remedio mágico que dotara de invulnerabilidad a las víctimas. El resultado de tanto dislate, de tanta incompetencia, de tanta carencia de medios, de tanta desidia rutinaria, no podía ser otro que la tragedia. Después, lo de siempre: caras de circunstancia, lágrimas, minutos de silencio, días de luto oficial... Y a esperar a la próxima. O sea, el horror sin fin.

sábado, 23 de diciembre de 2017

¿EL PARTO DE LOS MONTES?

(Fuente: elconfidencial.com)
El fabulista griego Esopo nos dejó, en el siglo VI a.C., una fábula titulada así, El parto de los montes, en la que nos describe cómo tantas veces algo que, en principio, crea grandes expectativas no exentas de desasosiegos, resulta al final un acontecimiento nimio, insignificante y de ínfima importancia. Unos siglos después, Horacio hizo una breve alusión a la misma en su Arte poética: Parturient montes, nascetur ridiculus mus, o sea que ‘parirán los montes y nacerá un ridículo ratón’. Es lo primero que se me ha venido a la cabeza , (no de manera tan cargante, claro), al conocer los resultados de las elecciones catalanas celebradas este jueves. Porque si nos atenemos a la perspectiva global de DUI sí o DUI no, los partidarios de la ruptura, a pesar de haberse dejado algunos pelos en la gatera, siguen teniendo mayoría absoluta en el parlamento catalán. De la misma manera que, de nuevo, han perdido el envite analizados desde el punto de vista plebiscitario que tanto les gusta, lo que ha venido a remachar que la mayoría de los ciudadanos de Cataluña no quiere la ruptura con España.  Así que podría pensarse que, en cuanto se constituya este, volverá la burra al trigo de la ‘desconexión’ haciendo así inútiles las alforjas para viaje tan improductivo. Pero rumiando el asunto y viendo las reacciones que empieza a provocar, parece que el neonato no es tan simple ni tan inofensivo como pudiera parecer a primera vista. En primer lugar porque los acontecimientos habidos desde las elecciones del 2015 han dado un giro de 180 grados a la situación política en Cataluña. Y en segundo, porque los resultados de las actuales han dado protagonismo relevante a unos actores, al tiempo que ha supuesto para otros, como Catalunya en Comú-Podem y PP, un rotundo fracaso. Porque una cosa es la correlación de fuerzas electoralmente hablando, pura y  distorsionante aritmética D’Hont, y otra bien distinta las consecuencias que acarrean algunos resultados.

(Fuente: elconfidencial.com)
Aunque sea una perogrullada decirlo, por obvio, 'Ciudadanos’ ha sido la estrella de los comicios. Haber ganado las elecciones catalanas en votos y escaños con un discurso tajantemente constitucional sin ningún asomo de concesión a los independentistas, no es moco de pavo. Aunque su victoria haya sido insuficiente para arrebatar la mayoría a estos últimos, ha dejado al descubierto, sin embargo, la catastrófica estrategia seguida por el Partido Popular, o sea, por Rajoy, al mantener como cabeza de lista a un candidato tan aburrido como Albiol, con un discurso pelmazo y monótono, menos carisma que un zapato viejo, unos rebotes de autoritarismo en los que el plumero de Fraga asoma sin ningún tipo de rubor y más quemado que las brujas de Zugarramurdi.  Pero así se las gasta este don Tancredo recalcitrante al que, francamente, no le auguro un futuro político halagüeño sobre todo si, como me malicio, hay un adelanto de la elecciones generales que no depende para nada de lo que él desee, sino de lo que un PSOE escocido y un C’s envalentonado puedan acordar. Poco ha tenido que ver en este descalabro, como algunos pretenden que creamos para justificar su debacle, la aplicación del artículo 155 de la Constitución en aras de enderezar la ilegal deriva soberanista, pues C’s y PSC apoyaron la medida y ambos han ganado votos y escaños. Así que a otro perro con ese hueso del sacrificio patriótico.

(Fuente: lavozdegalicia.es)
Como decía antes, el resultado electoral ha deparado una situación en el Parlament igual a la anterior. Tan igual que de nuevo la CUP, en principio, tiene a Puigdemont, (que ya se cree presidente el tío), cogido por los cataplines con la tabarra de república o república. De modo que si se repite la función entraríamos en un bucle de aquí esta la República, allá va el 155 y aquí sigo yo en Bruselas. Y a sacar las urnas otra vez. Un panorama más diabólico que la gota malaya. ¿Y ERC?  Pues me imagino que el abad mitrado que tiene por líder algo tendrá que decir. Porque si vuelve a entrar en el juego siguiendo los desvaríos megalómanos del huésped bruselense, como según propia confesión la cárcel le hace más fuerte, me temo que va a seguir allí el tiempo suficiente  para salir de ella más cachas que el primo de Zumosol. Y no creo yo que el misticismo epistolar, la sublimación del sacrificio por la causa, los arrebatos poéticos y las genuflexiones de chupacirios que exhibe tengan fuste para tanto. Ya veremos. Pero eso sí, el título de “pánfilo del procés” puede exhibirlo con todo derecho porque se lo ha ganado a pulso. ¡Quin papelón, Mare de Deu dels Desamparats!  Per a mi que és un ‘pringao’, primo.



sábado, 16 de diciembre de 2017

CANCIÓN DEL CIRUELO


Hace unos días, impresionado por una noticia vista en televisión, rememoré una vez más el nacimiento de mi hijo Jaime y la angustia infinita que sufrimos por las complicaciones del parto. La historia es dolorosamente sencilla, con esa sencillez con que la vida, a veces, te mantiene oprimido el corazón al dictado de sus caprichos. El pequeño murió al nacer y fue reanimado en el mismo paritorio. Al cabo de unos minutos su corazón volvió a latir. El ginecólogo que atendió el alumbramiento, hasta entonces locuaz y comunicativo, se me acercó desencajado y, con la mirada baja, me informó en un balbuceo: “El parto no ha ido bien. El niño está en prematuros, en la 6ª”. Mientras mi santa, deshecha en lágrimas, trataba de recuperarse, yo subí a verlo. Ignoraba si iba a enfrentarme a lo irremediable o, acaso, a la posibilidad de acurrucarme en un atisbo de esperanza. “El neonato sigue vivo”,  me dijo, nada más llegar, el médico que me atendió. Para, al punto, darme muy pocas esperanzas de que saliera adelante: “Si supera estas  primeras horas y llega a mañana, será un milagro...”. Me preguntó que si, a pesar de todo, quería verlo. Le contesté que sí, sin dudarlo: “Cómo no voy a querer yo conocer a mi hijo”, o algo así le dije, creo, porque jamás en mi vida he estado tan fuera de mí como en aquel momento. Tras ponerme gorro, bata y cubre calzado verdes, entré en la sala de incubadoras, con las piernas temblorosas y el corazón latiendo a un ritmo endiablado que sentía retumbar en mis oídos. Y allí estaba, como un gazapillo agobiado por cables y tubos, con sus manos pequeñísimas cerradas en un puño y su torso, tan frágil, tan diminuto, agitado por una respiración entrecortada y asistida. Sin embargo, el recuerdo que con más fuerza permanece en mi memoria es el del perfil de su cara, que intuí o vislumbré libre de incordios médicos, dibujado sobre el blanco del fondo de aquella pecera seca donde luchaba por seguir vivo. Bajé descontrolado para tratar de dar ánimos a su madre. No obstante, a pesar de mis esfuerzos, sin duda fracasé en el intento porque  acabamos llorando los dos, separados por un cristal que solo servía para distanciarla de mí pero no para protegerla de nuestro desconsuelo.

A primera hora de la mañana siguiente volví a la 6ª planta del Hospital Materno Infantil. Cuando salí del ascensor creí haberme equivocado porque mis recuerdos de la noche anterior pasaban por un pasillo largo, angosto, penumbroso, que allí no estaba. Me encontré con una estancia limpia e iluminada que no reconocí. Totalmente desconcertado, tuve que preguntar a una enfermera. Ella me confirmó que, efectivamente, esa era la planta de prematuros y que no, no la habían cambiado durante la noche. Y entonces comprendí cómo el dolor y la tristeza pueden distorsionar la realidad. Cómo el inconsciente puede adaptar tus sentidos al estado de ánimo que te embargue, a la turbación o el caos interior que sufras hasta hacer que veas oscuridad donde hay luz. Un mes estuvo allí en el que, su madre y yo, fuimos viendo día a día sus progresos, cómo se aferraba a la vida con ahínco, cómo poco a poco su estómago fue admitiendo líquidos y, también, cómo el coágulo que se le había formado en el lóbulo temporal, fue disolviéndose. Le dieron el alta el día 29 de octubre y, como mi santa estaba allí destinada, tuvo la inmensa suerte de vivir sus 3 primeros años en Belvís de Monroy. En fin, hoy es un tipo entrañablemente peculiar que el 30 de setiembre cumplió 31. Y que este jueves llegó de Barcelona, donde vive y trabaja desde hace 9 años, para estar unos días con nosotros. Frecuentemente, cuando estamos juntos como ahora y lo miro, aparece ante mis ojos, aureolada por la nebulosa gris de los recuerdos, la imagen de ese perfil de aquel entonces en el que él y yo andábamos perdidos y cercanos a la ausencia.

Durante el tiempo eterno que duró su recuperación no dejé de escuchar y canturrear la “Canción del Ciruelo”, un poema de Bertolt Brecht que Soledad Bravo impregna de ternura. (Hay en mi huerto un ciruelo / que es de todos el menor. / Para que nadie lo pise / tiene reja alrededor). Mi hijo vivía en ella...  De nuevo la música, su magia compasiva a mi lado, ayudándome con su compañía y ofreciéndome la posibilidad del desahogo, de las lágrimas, de la esperanza, del consuelo. Y ayudándome a seguir siendo. Y a vivir. Como siento que ayudó a mi hijo, tal vez a mi través, al compás de mi tarareo obsesivo. Aunque él no se enterara, ocupado como estaba en no morir de nuevo.


sábado, 9 de diciembre de 2017

LA PEÑA DEL BUFO

(Fuente: Vice)
En la clase de bachillerato de uno de mis hermanos, en un año que no puedo precisar, alguien tuvo la genial idea de crear la que vino a llamarse La Peña del Bufo. El mecanismo para acceder a ella era bien sencillo. A primera hora de la tarde y aprovechando la benevolencia, la sordera o la modorra de determinado profesor, los integrantes de la misma y los aspirantes a pertenecer a tan selecto círculo entablaban una justa de pedos. Se valoraba el estruendo, no la fetidez de los mismos, de manera que los expelidos por los postulantes que no fueran escuchados por todos los miembros del jurado elegido para la ocasión, estratégicamente repartidos por el aula para cubrir todo el campo de competición, no puntuaban. Por más que atormentaran las pituitarias de sus compañeros más cercanos. Cada cierto tiempo, e ignoro siguiendo qué criterio, se elegía presidente de la peña, honor que una vez tras otra recaía en la misma persona dado que, en tales ocasiones, largaba una ristra graneada de zambombazos imposible de superar. Y la verdad es que se lo curraba porque un día, quizá cansado de tanto exabrupto anal, compartió el secreto de su tronante contundencia con el grupo más cercano de pedorros diplomados. Acaso con la callada esperanza de que alguno de ellos siguiera sus pasos, ganara el sillón presidencial y él pasara a ser simple militante de base. El busilis del asunto, aunque sencillo, no deja de ser ocurrente. Consistía en que, poco antes de salir camino del colegio, con el estómago más que probablemente lleno de garbanzos o habichuelas, el muchacho se apretaba el cinturón al máximo que podían soportar él y sus tripas para, acto seguido, atiborrarse de castañas pilongas compradas en Las Antigüinas. Al llegar a su pupitre, ahíto por el atracón y congestionado tras la caminata, se aflojaba el cinturón. Y el estruendo ininterrumpido del desahogo liberaba energía suficiente como para proveer de luz durante un año a todos los fabricantes de zuecos de Alemania, como decía La Codorniz del pedo de un elefante.

(Fuente: okdiario)
En fin, ha venido a mi memoria esta historieta tras leer las delirantes declaraciones que, tras salir de la cárcel bajo fianza, han hecho los exconsejeros Jordi Turull y Josep Rull, sobre todo este último que, visto lo visto, tiene que ser un señorito más flojo que la paja de avena. Según dice este dengoso, las dos penalidades más destacables de su experiencia carcelaria, o al menos las que más destacan las fuentes que he consultado, han sido para él los ‘espeluznantes’ traslados entre juzgado y prisión y la comida de la cárcel. De los traslados se queja por  ir en una furgoneta sin cristales ‘en la que no paraba de marearse’ y, además,  esposado. Y que al llegar a la Audiencia le obligaron a quitarse las gafas y el anillo de bodas. O sea, que este pisaverde se queja de que lo traten como a cualquier preso, que es lo que era en ese momento aunque ahora esté de imaginaria. Pero, qué pensaba, ¿que quienes lo custodiaban eran mossos que adoptarían la actitud lacayuna habitual y lo iban a llevar de un sitio a otro en coche oficial, con Biodramina incluida? Y digo yo, ¿qué democracia puede defender un político que se asombra y protesta porque lo traten igual que a cualquier ciudadano en sus mismas circunstancias? ¿En qué grupo étnico se siente encuadrado para creerse superior y, por tanto, despreciar a las personas que dice representar? ¿De qué élite se considera miembro este lechuguino?

(Fuente: Antena3)
Y sus críticas a la comida no hacen sino dejar al descubierto sus melindres, su falta de enjundia, porque el tal nos ha salido más blandengue que la princesa del reino de Safi, a la que un guisante, colocado bajo los siete colchones sobre los que se acostó, le impidió dormir y llenó su delicado cuerpecito de moratones. Parece que a nuestro gazmoño atribulado la comida carcelaria le ha llenado la boca de llagas. Yo me pregunto qué encías tan delicadas debe de tener para que se ulceren comiendo paella, garbanzos con verduras, macarrones con panceta o fabada asturiana que, por poner un ejemplo, fueron los primeros platos del menú de sus cuatro últimos días en prisión. Por si fuera poco, confiesa quejumbroso que era muy flatulenta. Y a esa me agarro para hacerle una sugerencia: Dado que su situación procesal está pendiente de juicio y este puede acabar con un encarcelamiento de años, debería hacer de la necesidad virtud y aprovechar sus flatulencias meteóricas para, llegado el caso, fundar en su módulo una Peña del Bufo. Si llegara a ser presidente de la misma, su cargo tendría menos relevancia pública, sí, pero, sin duda, más dignidad y más limpieza democrática que el que aspira a ocupar tras las elecciones del 21D. Perquè hi ha pets i pets, primo.

sábado, 2 de diciembre de 2017

EL BÉNDIX DE PUIGDEMONT

Cada día estoy más convencido de que a Puigdemont no es que le patine el béndix, una falla al fin y al cabo leve que, aunque impide que el motor de arranque cumpla su función y haga que quien lo sufre caiga, ocasionalmente, en pequeños dislates, tiene una solución poco complicada y rápida. Lo que le ocurre es que, a base de circular por Bruselas caldeado de ardor republicano, de furor independentista y, posiblemente, sin suficiente líquido refrigerante para tanto calentón, en un determinado momento se cargó la junta de culata y ha desbarajustado todo el bloque del motor. O sea, que tiene la molondra tan hecha fosfatina que ya no la quieren ni en Desguaces Bru. Seguir la ruta hacia la idiocia vesánica que sus declaraciones nos van marcando mojón a mojón, pasmo a pasmo, es un viaje más alucinante que el que nos proponía Richard Fleischer en su Fantastic Voyage de 1966. Y me temo que ni las Fuerzas Disuasorias de Miniaturas Combinadas, (Raquel Welch, Stephen Boyd, etc.), interviniendo desde su interior, podrían recomponer y hacer gavilla de la fosfatina a que tiene reducidas sus circunvoluciones cerebrales y, por ende, su capacidad de caletre y raciocinio. Lamento ser tan pesimista en mi análisis pero es que, con toda franqueza, la empanada mental que presenta el susodicho no creo que dé opción alguna a un diagnóstico esperanzador. Cuando, a mayor abundamiento, sus sucesivas deposiciones van dejando patente un agravamiento paulatino y constante de su cuadro clínico psiquiátrico.

(Fuente: El Jueves)
La verdad es que comprendo su deterioro cognitivo, incluso por momentos me produce hasta lástima su descenso a la inopia. Porque desde que cogió las de Villadiego para ir a refugiarse a Bruselas, donde pensaba ser recibido, en loor de multitudes, como un adalid de la libertad y la democracia perseguido por las oscuras fuerzas de un Estado español represor, no ha hecho más que recibir mamporros dialécticos como para dejar turulato a un elefante. Y así está la pobre criatura por esa Europa de Dios, como un boxeador sonado lanzando ‘crochets’ al aire y recibiendo más que una estera. Tan zombi y ajeno a la realidad anda ya que, cuando intenta defenderse del ataque implacable de sus contrincantes, no hace sino arrearse a sí mismo a base de sinsorgas categóricas, lo que deja aún más al descubierto la situación calamitosa y desnortada en la que se encuentra. Hasta sus correligionarios se han hartado de él y le han cortado el grifo que sufragaba sus vacaciones megalómanas. Y la ayuda espiritual que recibe de sus aliados flamencos, neonazis y xenófobos, no hace más que añadir gasolina al fuego de sus quimeras.  


El problema de fondo es irresoluble, porque de donde no hay, no se puede sacar. Y si escarbamos bajo la pelambrera lacia del individuo, me temo que apenas encontraremos una nuez semihueca. Un par de golpes de suerte, dos carambolas del destino lo llevaron a ocupar primero la alcaldía de Gerona, digamos que de una forma discreta, y después la presidencia de la Generalidad, a la que accedió por el descalabro de Artur Mas impuesto por la CUP, que vio con ojos golositos cómo el candidato a la sucesión a título de ‘Molt Honorable’ propuesto por él, era un político manejable inmerso en la zona gris de la medianía, un muñeco de Lego que la joven del flequillo rectilíneo y los suyos podrían montar y desmontar a su capricho. Los hechos han demostrado, (ante los pasos que han obligado a dar al interfecto que desconectaba y convocaba elecciones, y conectaba y las desconvocaba sin solución de continuidad), que no iban demasiado desencaminados. Lo que ocurre es que, a última hora, no sé si por el peso del armiño, que puede imprimir carácter hasta en los plebeyos más inopes o, tal vez, por la tendencia de los mediocres a padecer el síndrome de Pinocho en su versión más mitómana o, acaso, por el ansia enfermiza e impostada de querer hacer gala de una dignidad que ha demostrado no tener, la criada les salió respondona a los ‘cuperos’ cuando este Míster Chance despeluzado tuvo “l’idea geniale” de montar la bufonada europea que ha montado. Y en sus trece sigue, inmerso en sus delirios de grandeza, soltando paridas y descalabros verbales al compás del sosegado deambular de sus manos, mientras su semblante, con sonrisa espuria y bobalicona, adquiere tintes de extraviado irrecuperable. Ni don Hipólito, con toda su ciencia, hubiera podido hacer nada por él. “¡Quina pena d’home, Mare de Deu dels Desamparats, si fins i tot ja dubte a on fer-se la ratlla de les seves greñas, primo!”
(Fuente: El Mundo)