sábado, 30 de junio de 2018

LAS MANOS MÁGICAS


Cuando era niño había un programa en televisión llamado “Las manos mágicas”. En él  trataban de enseñarte a hacer trucos de magia, me imagino que con la sana o perversa intención de que asombraras a las visitas o rellenaras hueco en las funciones de Navidad en el salón de tu casa. Aún recuerdo sus imágenes de presentación. Y su sintonía, que me vino a la cabeza sin avisar y canturreé cuando me topé con  las fotos de las manos de Pedro Sánchez en los periódicos: “Las manos mágicas le dirán / la forma de aprender / bonitos trucos que de magia son... / El resto depende de usted”, decía la cancioncilla con acento argentino. Parece que hubiera sido escrita para acompañar, como música de fondo, esta, por ahora, última entrega de la serie salida de la factoría de Iván Redondo, el oscuro manijero de la tramoya monclovita, que empezó con Pedro Sánchez retozando por los jardines del palacio de la Moncloa y haciéndole arrumacos a su perrita Turca y que, capítulo a capítulo, ha ido creciendo en gilipollez y cursilería hasta esta en las que “las manos del Presidente marcan la determinación del Gobierno”, que es uno de los subtítulos más peripatéticos y ridículos que he podido leer en mucho tiempo.

La verdad es que a nosotros, en Extremadura, estas mamarrachadas no nos cogen desprevenidos, porque ya tuvimos ocasión de disfrutarlas con Monago como protagonista y con episodios tan descacharrantes como la subasta para obras de caridad de unas zapatillas sudadas del protagonista, el chándal fosforito para sus trotes entre encinas, su actuación espectacular sobre una bicicleta estática o su casco de bombero como alegoría de entrega y abnegación. Según parece, Sánchez, tras el pitorreo y las críticas que tan mugrienta campaña ha suscitado hasta en su propio partido, ha dado por finalizado su ridículo vedetismo fotográfico. Y el precio de tan estrepitoso y risible fracaso no lo va a pagar su escurridizo urdidor, convenientemente refugiado en la zona oscura palaciega, sino un community manager, que no sé qué coño es pero que, sea lo que sea, lo lleva claro.

(Fuente: Diario Público)
En cualquier caso, resulta preocupante que el presidente del Gobierno de España pueda ofrecerse como protagonista entregado y cómplice de las ocurrencias estrafalarias de un andoba como Iván Redondo, mercenario al mejor postor cuya escala de valores solo contempla los monetarios y, dada su ausencia de ideología y de ética social, su indefinición política y su capacidad de mimetismo, es capaz de vender sus servicios profesionales ora a dios, ora al diablo, sin el menor de los escrúpulos. Quizá es que, mejorando lo presente y sin ganas de molestar, el susodicho sea un encantador de serpientes fuera de serie. O acaso que las ansias de poder o la fragilidad de carácter o la debilidad intelectual o, directamente, la estulticia megalómana de sus clientes, les haga víctimas sumisas y entusiastas de sus caprichos propagandísticos. Pero el verdadero problema viene después, cuando un personaje como este, con una ralea amorfa, oscura, apolítica, egoísta, es introducido,  como pago a sus servicios, en el organigrama de un gobierno, sea este nacional o autonómico, sea como consejero o como secretario de Estado. Me parece un disparate absoluto porque su función cambia, sobre la marcha, de ‘hacer llegar’ a ‘hacer permanecer’, por más que el precio a pagar sea insoportable para los ciudadanos, que a este mercader insensible le importan un bledo. 

(Fuente: RTVE)
Terminaba mi artículo del sábado pasado ofreciéndole a Pedro Sánchez mi rendición incondicional si, tras haber prometido su cargo sin ningún símbolo religioso al retortero, tenía la coherencia de proponer una enmienda constitucional que hiciera de España un Estado laico. Yo ya sé que a él esta capitulación pública de “un relojero de provincias amargado”, (Sánchez Amor dixit), no le habrá llegado y, de haberlo hecho, le habrá importado menos que un pimiento pocho. Pero a mí me costó muchísimo decidirme a esta exhibición inerme ante él solo a cambio de una muestra de su  solidez ideológica. Por suerte para mí y desgracia para España creo que, según barruntaba, esta rendición va a ser papel mojado porque, aunque solo haya pasado una semana, el ínclito Pedro Sánchez ya ha dado pistas suficientes para hacerme pensar que todas las hipotecas y contrapartidas que sin duda ofreció para que unos y otros, tirios y troyanos, jacobinos y girondinos, votaran su investidura, va a pagarlas. Ha tenido genuflexiones ya para todos. Y de aquí al 1 de setiembre en que, si todo va bien, volveré a estar por estas páginas tras mi descanso ‘articulístico’,  seguro que habrá más y habré enjaretado un pliego de descargo contundente y tupido que me libre de mi atolondrada rendición. Porque lo del Estado laico era solo un engatu. Lo siento, primo.

sábado, 23 de junio de 2018

URDANGARIN Y EL PISUERGA

(Fuente: RTVE)

Parece que lo primero que hizo Urdangarin al llegar a la prisión de Brieva fue preguntar por los servicios religiosos de los que podía disfrutar, porque, según leo, él y la infanta se han refugiado con ahínco en la religión en estos tiempos que viven de zozobra y mudanza. El penado, incluso, incluía entre sus pertenencias una Biblia y un rosario que, según parece, reza o tiene intención de rezar a diario, ignoro si en soledad o en compañía de sor Carmen, una monja adoratriz que refuerza la labor del capellán católico y es la encargada de asesorar, espiritualmente hablando, a quienes allí van a parar y solicitan sus servicios. Me parece muy bien que cada cual se refugie en el parapeto emocional o místico que mejor le parezca, a mayor abundamiento porque no viene sino a ser otra muestra de cómo la religión es utilizada como consuelo o como refugio por delincuentes de toda edad y condición, quizás con la esperanza de encontrar en las alturas la misericordia y el perdón que la justicia terrenal no puede concederles. Nada que objetar por mi parte, por supuesto. Sin embargo, siendo España, como es, un país constitucionalmente aconfesional, es de suponer que este apoyo espiritual a que todo preso tiene derecho por el hecho de serlo, estará disponible también para quienes profesen una religión distinta a la católica. Y junto a los capellanes católicos, la oferta de servicios espirituales de nuestras cárceles esté abierta  también a rabinos, imanes, monjes budistas o gurúes, por poner solo ejemplos de las más numerosas. Porque si no estaríamos en las de siempre, retorciendo la constitución para incumplirla.

(Fuente: RTVE)
Pues aprovecho que el Pisuerga pasa por Valladolid y Urdangarin por Brieva, y hablando de constitución diré que el hecho de que, en la toma de posesión del presidente Sánchez primero, y su flamante gobierno después, no hubiera en la mesa más que un ejemplar de la Constitución Española vigente, sin ningún símbolo religioso, me pareció un buen comienzo. Es solo un gesto, ya lo sé, y si se queda solo en eso me temo que una ocurrencia farsante más, salida de la fábrica del pasajero oscuro y ambidiestro que ahora rige la tramoya monclovita, pero que si es veraz, aportaría un dato elocuente de cuáles son las intenciones del gobierno socialista en este sentido, que no pueden ser otras que las de intentar una reforma constitucional que haga de España un país laico de una vez por todas, suprimiendo los privilegios, económicos y docentes sobre todo, de los que goza en mayor o menor medida la Iglesia católica desde los balbuceos de la dictadura franquista hasta la fecha y que ningún gobierno democrático, con mayoría absoluta o sin ella, ha tenido la valentía ni siquiera de insinuar. 80 años mal contados de purgatorio... yo creo que ya están bien.

Sé que los apoyos parlamentarios con los que cuenta el gobierno socialista hacen de esta empresa una ‘misión imposible’, con mayor razón si tenemos en cuenta que Pedro Sánchez, aunque también vaya de guaperas, no es ni con mucho Peter Graves. Y además, para colmo de males, no podría contar con los votos de los meapilas vascos y, al menos, de la parte de los separatistas catalanes que se halle bajo la égida del frailón mártir de Estremera. Pero en política hay batallas que por el solo hecho de plantarlas suponen una victoria, aunque al final la dictadura de la aritmética parlamentaria las compute oficialmente por perdidas. De modo que si el gobierno de Sánchez lo intentara, estoy seguro que una mayoría de los ciudadanos veríamos que la ausencia de Biblia y crucifijo en la toma de posesión no era un gesto de mera propaganda, de pura mercadotecnia política, ni otra traca más de cohetería vana orquestada por el mercader oscuro y ambidiestro que rige la tramoya monclovita, sino un acto de coherencia ideológica y de una honradez personal de la que tanto adolece últimamente la clase política española. Y que además demostraría que el presidente del Gobierno de España no es ese patán ignorante e inconsistente, rehén de sus socios circunstanciales que sus adversarios políticos no se cansan de repetir que es, sino un político con amplitud de miras, con la sagacidad suficiente para saber que la política es un oficio en el que la cortedad de miras es pan para hoy y hambre para mañana.

En fin, disfrutaría si todas estas elucubraciones de jubilado que he escrito se cumplieran. Y no se me caerían los anillos, (entre otras cosas porque el único que llevo es el que canonizó a mi santa el 13 de enero de 1979), si tuviera que hocicar públicamente y cambiar la opinión que ahora mismo tengo de Pedro Sánchez, de su consistencia ideológica, de su agudeza política, de su fuste personal. Pero, compartiendo mis temores, tengo que decir que para una de las pocas veces en mi vida en la que estoy dispuesto a rendirme sin condiciones, creo que la parte contraria no me va a dar la oportunidad. Pues anda y que le den, primo, porque yo no puedo hacer más.

sábado, 16 de junio de 2018

LA EBAU Y EL RECTOR ESCURRIDIZO

(Fuente: Diario HOY)

El espectáculo que las más altas instancias de la UEx, léase el Rector y el lumbreras jefe del Gabinete de Información y Comunicación de la misma, nos han brindado esta semana a costa de la filtración de los exámenes de las pruebas de EBAU, no ha podido ser más lamentable ni más grotesco. No solo porque cada vez que hablaban para explicar lo ocurrido decían algo distinto a la dicho anteriormente, ni por la consiguiente sensación de desconcierto e improvisación que esas declaraciones contradictorias, evacuadas con cuentagotas, producían; tampoco por la parsimonia que el abad mitrado universitario se dio para salir a la palestra a dar la cara y, más atento a la pompa que a la circunstancia, anunciar la reunión de un ‘gabinete de crisis’; ni siquiera por la sospecha de que desde el principio, uno y otro, abad y sacristán, estaban mintiendo como bellacos. Lo lamentable y lo grotesco, digo, es que todo lo anterior, ese marear la perdiz de lo posible, esa sucesión de hipótesis contrarias, ese hablar a humo de pajas despreciando a la comunidad universitaria, a los alumnos damnificados, a la UEx  como institución y a la ciudadanía extremeña, creo que no ha sido más que un artificio pergeñado, bien es verdad que de manera torpe y un punto atolondrada, para poder achacar la responsabilidad del desastre a algún funcionario administrativo que serviría de cabeza de turco para que, de nuevo, el rector se zafara del embrollo no solo sin asumir su responsabilidad, sino con la aureola de poseer una resolución depurativa ejemplar y la agudeza mental del que no se le escapa una. Y antes he dicho “de nuevo” recordando el caso del marido tramposo de la anterior secretaria general, caso con el que este, en su desarrollo institucional, sin duda tiene muchas similitudes.

(Fuente: Diario HOY)
Desde hace ya varios años los exámenes de EBAU, una vez que el último había finalizado, se publicaban en la página web de la UEx, para que los alumnos pudieran barruntar el veredicto que les esperaba. Pero en la convocatoria del año pasado, al parecer por el olvido o el despiste de alguien, no sé si de quien debía hacerlo o de quien debía entregarlos para que se hiciera, se demoró su publicación un día o dos. Como hubo protestas de los alumnos por esa tardanza, este año, para enmendar el error, se ha acabado cayendo en otro mayor y más peliagudo, cual ha sido el de publicarlos antes de que se realizaran. De modo que por huir de la sartén, se achicharraron en las brasas. ¿Qué cómo se descubrió el gazapo? Por una denuncia, verbal y escrita, que llegó a la UEX el miércoles día 6, y que provenía de alguien ajeno a la organización de las pruebas y no de la inspiración visionaria de alguno de sus miembros. ¿Y qué ha ocurrido hasta el lunes día 11? Pues ‘maniobras orquestales en la oscuridad’ del rector y su sacristán campanero, (con película de “hackers” incluida), intentando achacar con insistencia la responsabilidad del dislate a un funcionario, sin duda con el fin de convertirlo en chivo expiatorio listo para el sacrificio. Cuando estos dos deslenguados saben de sobra que a quien se debían exigir cuentas no era al funcionario que cometió el error de precipitarse, sino al miembro del equipo rectoral o del tribunal de la EBAU que, rompiendo la preceptiva custodia, entregó los exámenes a quien no debía y, para más inri, antes de tiempo.  

Hasta aquí se repiten los parámetros de la historia del año pasado, porque hasta aquí el protagonismo y la iniciativa, por decir algo, estaban en manos del rector y su cristobita. Pero tras la reunión del lunes, el panorama cambió. Porque si en aquel entonces la secretaria general, inmersa en su frivolidad y su inconsistencia, hubo de ser fulminada de su cargo porque no lo dejaba ni a tiros, y se fue abandonando a su suerte al funcionario, inocente de toda culpa, que compulsó el título falso de su consorte tramposo, ahora, el vicerrector de Estudiantes y  el presidente del Tribunal, en un gesto que les honra y da la medida de su integridad, han dimitido. Y, a mayor abundamiento y porque creo conocerlos, estoy seguro de que además de por honradez personal y decencia, lo han hecho por sacar del campo de batalla y de los pies de los caballos rectorales a funcionarios que no deben asumir el peso y las consecuencias de una púrpura que ni visten ni les corresponde.

En fin, visto lo visto en estos días a mí se me plantean dos preguntas retóricas: ¿El rector debería haber dimitido? Sin duda, sí, el primero de todos. Aunque no me engaño, eso sería como “esperar lana del asno”. ¿La maquinaria rectoral empezó a funcionar por la denuncia en sí misma o porque, al venir del exterior, iba a ser conocida más pronto que tarde por la opinión pública? Pues creo que si no hubiera existido la certeza de su difusión, los exámenes se habrían realizado ‘con toda normalidad’ y de la chapuza no se entera ni El Tato, primo.

sábado, 9 de junio de 2018

CUESTIÓN DE IDIOSINCRASIA


Cuando andaba yo en el negocio de la relojería, al menos una vez al año viajaba a Suiza para asistir a la Feria de Basilea, la más importante que se celebra en Europa sobre el tema. Ante la imposibilidad de encontrar hotel allí, todos copados de un año a otro en esas fechas,  la primera vez que fui pernocté en Berna. El hotel elegido estaba en el centro y, nada más instalado, en una primera incursión por los alrededores descubrí una hermosa ciudad, tranquila, ideal para pasear por ella, limpia y ordenada. Y bien que tuve tiempo de admirarla porque, como presentía, el estreno quedó lastrado por la cretinez topográfica congénita que padezco, y lo que en principio iba a ser un corto paseo de apenas media hora, se transformó en una excursión de casi dos, en la que el motivo recurrente de mi deambular ausente fue la Torre del Reloj, a la que admiré más de diez veces mientras mi estado de inquietud iba en aumento. Entre otras cosas  porque la hora de cierre del comedor se acercaba y me veía compuesto y sin cena. Los escasos viandantes (no había más) a los que me dirigí para que me indicaran el camino de vuelta, en un francés que en aquella época yo manejaba con cierto desparpajo básico y a los que, incluso, enseñaba la tarjeta del hotel para dar apoyatura a mi demanda, se empeñaban, tercos como mulas, en contestarme en alemán. Con lo que aquello se transformó en una sucesión de diálogos absurdos e inútiles que me hizo pasar de la intranquilidad a la cólera. Aguantaba la enésima perorata teutona, esta vez de un señor de complexión desmesurada que al utilizar las consonantes fricativas transformaba su boca en nebulizador. Estaba a punto de perder la paciencia mientras juraba en arameo españolizado cuando un porteño argentino, culto y buen conversador, me rescató de la sevicia lingüística, acompañándome hasta la puerta del hotel. Cuestión de idiosincrasia.

A la mañana siguiente tuve otro encontronazo, éste más deprimente, con la idiosincrasia nativa. Iba camino de la estación. 20 o 30 metros delante de mí, dos ancianas menudas, frágiles, caminaban con pasos inseguros. En eso, una de ellas tropezó con los raíles del tranvía y quedó tumbada sobre los adoquines. Su compañera intentaba levantarla, pero no tenía fuerzas para hacerlo. Tardé en reaccionar porque me quedé pasmado de asombro viendo que, junto a ellas, pasaron varias personas, 8 o 10, mujeres y hombres, que se limitaron a mirarlas mientras continuaban camino sin prestarles auxilio. Recuperado del estupor, eché a correr y levanté a la pobre mujer que, lloriqueando, mostró su agradecimiento dándome dos besos tan livianos como ella. Es hoy, y todavía soy incapaz de entender cómo la gente que pasó a su lado, tan elegante, tan chic, pudo actuar de la manera deplorable que lo hizo. Cuestión de idiosincrasia. O de tener, en vez de corazón, un trozo de queso ‘Emmentaler’.

En otra ocasión me alojé en Zurich, en un hotel situado a la orilla del río Limmat. En recepción me atendió una joven rubia y peripuesta. Cuando consiguió entender que sólo le hablaría en español, me dijo con gesto y tono despectivos un “¡ah, spanisch!”, que me tocó los nísperos. Detrás de mí, custodiando las maletas, estaba Maurício, con tilde, un portugués de mediana edad que se ofreció a servirme de intérprete. Le pedí que le dijera a la señoritinga engreída que no quería que me atendiera ella, que en un hotel de esa categoría deberían tener en recepción alguien que dominara más idiomas, y que saliera el gerente con el libro de reclamaciones porque me había sentido menospreciado con su trato prepotente. Al principio el hombre dudaba, pero después creo que empezó a disfrutar con la movida más que yo, porque le hablaba a la rubia, cada vez más roja del sofoco, con un desparpajo y un énfasis que la desbarató. En esas estábamos cuando el gerente salió de su despacho para, fulminando a la impertinente y en un español aceptable, deshacerse en unas disculpas que yo acepté, pero que no me hicieron desistir de mi reclamación, de la que guardo copia firmada y rubricada. Tras ello, Maurício y yo nos fuimos muy dignos camino del ascensor. Una vez que se cerraron sus puertas, le dio un ataque de risa que le duró hasta el quinto piso. Me contó que sabía seis idiomas y que iba camino del séptimo. Cuando le dije que era él, entonces, quien debería estar a cargo de la recepción y no la estúpida, me respondió, en un delicioso español aportuguesado, que para eso sólo le faltaba un pequeño detalle en su currículo: Ser suizo. Lo clavó, primo.

sábado, 2 de junio de 2018

REVUELTO DE LA CASA


(Fuente: El País)
He visto a trozos el debate en el Congreso sobre la moción de censura a Mariano Rajoy, las intervenciones de unos y otros, el mundo etéreo y distante en el que se mueven, la distancia que los separa de la calle. Y he llegado a la conclusión, ya conocida, de que si España sigue siendo, existiendo, sobreviviendo, solo es o será por el empuje de los españoles que cada día hacen posible el milagro de la continuidad con su trabajo, su rutina, sus vidas aparentemente oscuras, sus miserias luminosas, la pereza de su silencio. Salvo honrosas excepciones, si es que las hubiere, la calidad humana e intelectual de quienes rigen nuestros destinos en ese palacio escalonado de la Carrera de San Jerónimo es deplorable. Y no digamos nada de su altura parlamentaria, plana y pedestre hasta la avaricia. Este jueves, viendo el espectáculo, por momentos grotesco, desarrollado en el Congreso de los Diputados, he confirmado una impresión que mucho tendrían que cambiar las cosas para que se desarraigara de mi cacumen, encastrada como está en él a fuerza de experiencia y años de observación, cual es que la mayoría de la caterva de políticos que desde 1982 han pasado por él, no deja de ser, elección tras elección, más que una aglomeración informe de bisoños, un innúmero de camuesos que votan y legislan desde la irreflexión de un borreguismo modorro y entregado. Eso sí, con la solemnidad y la altanería impostadas de quienes se creen lo que no son y la imprudencia de la que adolecen los ignorantes.

A la hora de escribir estas líneas, está a punto de producirse  la votación que, tras el empecinamiento de Mariano Rajoy en no dimitir, dará el gobierno de España al líder del PSOE, Pedro Sánchez. Además de los votos de su grupo, cuenta con los de Unidos Podemos, ERC, PdeCat, PNV, Compromìs, EH Bildu y Nueva Canarias. Un ‘revuelto de la casa’ en el que los huevos, de gallinas criadas en jaula, los pone el PSOE, y en el que no hay gambas ni jamón, solo verduras de invernadero, algunas de ellas pasadas de fecha y medio pochas. Yo no me comería algo así, pero nuestros padres de la patria, según hemos visto, tienen tragaderas para zamparse este batiburrillo incomible sin pestañear y felicitando al chef. Lo malo es que la cuenta de su almuerzo, propina generosa incluida, la pagaremos nosotros, o sea, los españoles que unos llaman ciudadanos y otros gente. Lo de siempre, vaya.

(Fuente: El Correo)
A partir de ahora, y sin conocer los compromisos que Pedro Sánchez haya adquirido con los partidos que lo han alzado a la presidencia, no me atrevo a aventurar lo que va a ocurrir, ni si el gobierno va a ser monocolor o variopinto. De lo que sí estoy convencido, a la vista de su trayectoria histórica oportunista, cicatera y turbia, es de que los nacionalistas, que nunca dieron puntada sin hilo, habrán sacado una buena tajada de la ocasión que la indigencia parlamentaria de Sánchez les ha puesto en bandeja. Ya lo dijo en su momento, con el lenguaje abstruso y baboso que solía emplear, ese tipo infame y siniestro que fue y seguirá siendo Arzalluz, refiriéndose al beneficio político que recibía su partido de los crímenes de ETA: «Unos sacuden el árbol, pero sin romperlo, para que caigan las nueces. Y otros las recogen para repartirlas». Pues eso. Si hace unos días el PNV, como genuino representante histórico de la ‘derechona’ más chupacirios, miserable y, ‘malgrè lui’, carpetovetónica, tasó sus 5 votos favorables a los PGE en más de 400 millones de euros, qué no habrá exigido ahora para derrocar al presidente que acababa de apuntalar.  Dizque lo han hecho por ética. Pero de qué ética hablan estos fariseos desahogados, ¿de la de Vellido Dolfos? Pues aviado va Pedro Sánchez si en algún momento les da la espalda a estos mercaderes ventajistas, porque guardan en su manga el venablo dorado de don Sancho, que en cualquier momento puede atravesarle las espaldas y dejarlo tieso. Políticamente hablando, digo. Y si la lanzada ‘peneuvista’ falla, siempre estarán al acecho otros nacionalistas, rufianes o no, para rematar al moribundo. Políticamente hablando, digo.

(Fuente: Diario HOY)
En fin, dado que las circunstancias de gobernabilidad de esta España de nuestros pecados se han enmarañado con un revuelto de siglas difícil de concordar, y no hay situación, por descabellada que sea, que no se pueda imaginar, me atrevo a compartir la que me parece más estrambótica y alucinante: ¿Qué ocurriría si, enarbolando la bandera de salvar a España y a los españoles de un ‘gobierno Frankenstein’ que nos hundiría a todos en la miseria, el PP, henchido de altruismo patrio, votara en contra de sus PGE en el Senado? ¡Sería chica la avería, primo!