(Fuente: Diario HOY) |
El espectáculo que las más altas
instancias de la UEx, léase el Rector y el lumbreras jefe del Gabinete de
Información y Comunicación de la misma, nos han brindado esta semana a costa de
la filtración de los exámenes de las pruebas de EBAU, no ha podido ser más
lamentable ni más grotesco. No solo porque cada vez que hablaban para explicar
lo ocurrido decían algo distinto a la dicho anteriormente, ni por la
consiguiente sensación de desconcierto e improvisación que esas declaraciones
contradictorias, evacuadas con cuentagotas, producían; tampoco por la
parsimonia que el abad mitrado universitario se dio para salir a la palestra a
dar la cara y, más atento a la pompa que a la circunstancia, anunciar la
reunión de un ‘gabinete de crisis’; ni siquiera por la sospecha de que desde el
principio, uno y otro, abad y sacristán, estaban mintiendo como bellacos. Lo
lamentable y lo grotesco, digo, es que todo lo anterior, ese marear la perdiz
de lo posible, esa sucesión de hipótesis contrarias, ese hablar a humo de pajas
despreciando a la comunidad universitaria, a los alumnos damnificados, a la
UEx como institución y a la ciudadanía
extremeña, creo que no ha sido más que un artificio pergeñado, bien es verdad
que de manera torpe y un punto atolondrada, para poder achacar la
responsabilidad del desastre a algún funcionario administrativo que serviría de
cabeza de turco para que, de nuevo, el rector se zafara del embrollo no solo
sin asumir su responsabilidad, sino con la aureola de poseer una resolución
depurativa ejemplar y la agudeza mental del que no se le escapa una. Y antes he
dicho “de nuevo” recordando el caso del marido tramposo de la anterior
secretaria general, caso con el que este, en su desarrollo institucional, sin
duda tiene muchas similitudes.
(Fuente: Diario HOY) |
Desde hace ya varios años los
exámenes de EBAU, una vez que el último había finalizado, se publicaban en la
página web de la UEx, para que los alumnos pudieran barruntar el veredicto que
les esperaba. Pero en la convocatoria del año pasado, al parecer por el olvido
o el despiste de alguien, no sé si de quien debía hacerlo o de quien debía
entregarlos para que se hiciera, se demoró su publicación un día o dos. Como
hubo protestas de los alumnos por esa tardanza, este año, para enmendar el
error, se ha acabado cayendo en otro mayor y más peliagudo, cual ha sido el de
publicarlos antes de que se realizaran. De modo que por huir de la sartén, se
achicharraron en las brasas. ¿Qué cómo se descubrió el gazapo? Por una
denuncia, verbal y escrita, que llegó a la UEX el miércoles día 6, y que
provenía de alguien ajeno a la organización de las pruebas y no de la
inspiración visionaria de alguno de sus miembros. ¿Y qué ha ocurrido hasta el
lunes día 11? Pues ‘maniobras orquestales en la oscuridad’ del rector y su
sacristán campanero, (con película de “hackers” incluida), intentando achacar
con insistencia la responsabilidad del dislate a un funcionario, sin duda con
el fin de convertirlo en chivo expiatorio listo para el sacrificio. Cuando
estos dos deslenguados saben de sobra que a quien se debían exigir cuentas no
era al funcionario que cometió el error de precipitarse, sino al miembro del
equipo rectoral o del tribunal de la EBAU que, rompiendo la preceptiva custodia,
entregó los exámenes a quien no debía y, para más inri, antes de tiempo.
Hasta aquí se repiten los
parámetros de la historia del año pasado, porque hasta aquí el protagonismo y
la iniciativa, por decir algo, estaban en manos del rector y su cristobita.
Pero tras la reunión del lunes, el panorama cambió. Porque si en aquel entonces
la secretaria general, inmersa en su frivolidad y su inconsistencia, hubo de
ser fulminada de su cargo porque no lo dejaba ni a tiros, y se fue abandonando
a su suerte al funcionario, inocente de toda culpa, que compulsó el título
falso de su consorte tramposo, ahora, el vicerrector de Estudiantes y el presidente del Tribunal, en un gesto que
les honra y da la medida de su integridad, han dimitido. Y, a mayor
abundamiento y porque creo conocerlos, estoy seguro de que además de por honradez
personal y decencia, lo han hecho por sacar del campo de batalla y de los pies
de los caballos rectorales a funcionarios que no deben asumir el peso y las
consecuencias de una púrpura que ni visten ni les corresponde.
En fin, visto lo visto en estos
días a mí se me plantean dos preguntas retóricas: ¿El rector debería haber
dimitido? Sin duda, sí, el primero de todos. Aunque no me engaño, eso sería
como “esperar lana del asno”. ¿La maquinaria rectoral empezó a funcionar por la
denuncia en sí misma o porque, al venir del exterior, iba a ser conocida más
pronto que tarde por la opinión pública? Pues creo que si no hubiera existido
la certeza de su difusión, los exámenes se habrían realizado ‘con toda
normalidad’ y de la chapuza no se entera ni El Tato, primo.
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