sábado, 29 de noviembre de 2014

MONAGO VIAJERO, SEGUNDO ACTO

Dos sábados atrás, y a raíz de la rueda de prensa convocada por Monago para tratar de explicar no sólo la legalidad, sino la licitud de sus viajes a Canarias, y defenderse del linchamiento del que, no sin razón, se sentía víctima, terminaba mi artículo Falso culpable diciendo: Y como lo que no mata engorda, el mal trago le ha hecho crecer renovando fuerzas y confianza. Habrá que estar atentos porque parece que el segundo acto de este drama no ha hecho más que empezar. Pues después de dos semanas, en que la función ha quedado limitada a conversaciones en el ambigú cada vez más mortecinas, este pasado jueves ha finalizado el segundo acto de este sainete (convertido, por la torpeza de su protagonista, en culebrón), con la comparecencia del susodicho en sede parlamentaria, dizque a petición propia cuando más bien fue porque a la fuerza ahorcan. Después de unas primeras preguntas de relleno, algo así como un calentamiento de motores, vino el plato fuerte. Fernando Manzano, a la sazón presidente de la Asamblea y, por tal, primo de su chófer, trató de explicarnos el mecanismo de la función. Con su habitual torpeza expresiva y su absoluta incapacidad pedagógica hizo de la aclaración de lo sencillo un galimatías tan obtuso como sus entendederas. Me sigue asombrando, cada vez que lo escucho, la capacidad envidiable que desarrolla para hacer patente sin rubor, en un alarde continuado de inconsciencia, su inanidad intelectual. Ignoro las virtudes ocultas, más bien recónditas, que atesora para ocupar el puesto que ocupa. A no ser que no debamos hablar de virtudes, sino de cuotas provinciales, prebendas partidistas u otros motivos más espurios en los que el mérito y la capacidad nada tengan que ver con su elección. Sólo así me puedo explicar que esté donde está y sea lo que nunca tenía que haber sido.

Ciudad sin sueño, llamó el compareciente a su discurso, copiando el título de un poema de Federico García Lorca y su Poeta en New York. Es éste un poema definitivo, desgarrado, pleno de imágenes surrealistas, en el que Federico nos habla de  la deshumanización de la gran ciudad y de la angustia, la soledad y la frustración de sus habitantes, rodeados de alimañas y robotizados e indefensos ante la indiferencia que conlleva un anonimato compartido. El presidente adulteró con solemnidad impostada algunos de sus versos utilizándolos de forma aberrante como preámbulo de su intervención, quizás en un intento patoso de epatar, con esta pedestre manipulación plena de un lirismo romo y recargado, a sus contrarios. Lo que consiguió, en lo que a mí se refiere, fue revolverme las tripas viendo cómo se destrozaba, alegre e impunemente, un poema tan distinto y tan distante de lo que allí se trataba. Y la falta de respeto hacia el autor y su obra que esa utilización rastrera supone. Después citó a Juan Ramón, porque la cosa parece que iba de poetas. Me gustaría recordarle a él y, sobre todo, al equipo pluri o unipersonal que le pueda escribir los discursos, que este poeta dijo refiriéndose a la poesía: ¡No la toques ya más / que así es la rosa! Pues háganle caso, no me sean sobones, y no magreen con descaro tan lúbrico lo que es intocable, que eso sí que creo yo motivo más que justificado para una moción de censura.

¿El discurso? Pues a lo que últimamente nos tiene acostumbrado el personaje. Mitad de autobombo y mitad de victimismo. Un “déjà vu” monótono y esdrújulo, trufado con abracadabras varios que sonaban a pólvora mojada. En cualquier caso y a pesar de su escasez, fue suficiente. Porque, como decía aquél a su hermano ante la madre moribunda, si “crees que madre está mal, ya verás padre”. Y el padre estaba muerto. La intervención del portavoz del PSOE (¿por qué no intervino Fernández Vara?), fue igual que el cardado de su tupé: vacía, inconsistente y, en lo poco que improvisó por el descoloque que le provocó el discurso con truco de Monago, desorientada. Empecinado en pedir su salida con un argumentario inconsistente y, en algunos momentos, tramposo. Y todo ello con una dicción atildada y peripuesta acorde con su pose de “¡mecachis, qué guapo soy!” que, al menos a mí, no me convence. Repito, ¿por qué no intervino Fernández Vara? El atropellado portavoz del Prex-Crex, más de lo mismo. Vehemente y, al menos, dando sensación de que se creía lo que decía, se enrocó en pedir la dimisión con los argumentos manidos que ya venimos oyendo todos estos días. Y Escobar, curiosamente el único de los tres que ha revisado los 400 folios de documentación de los que Monago alardea para justificarse, ni condenó ni absolvió. Ahí deambuló en tierra de nadie mientras daba muestras, en el momento de su intervención, de ser el mejor parlamentario de los cuatro a la hora de expresarse y de comunicar. Y, por último, la homilía del portavoz del PP, que fue una guinda de traca, una tabarra alucinante y empachosa por demás. Una cosa es apoyar a tu jefe de filas y otra llevar la veneración al líder hasta los extremos más hiperbólicamente ridículos y grandilocuentes. ¡Qué verbo cálido, qué énfasis laudatorio, qué arrebato de pasión, qué atiborre de incienso y azahares! Mientras la escuchaba, cerraba los ojos y, en mi delirio diabético, se me aparecía García Carrés, con su camisa azul, perorando las excelsas virtudes de un Generalísimo amodorrado. Menudo trago me hizo pasar el hagiógrafo.


Las réplicas y contrarréplicas fueron, en algunos momentos, una suerte de reproches y ‘contrarreproches’ digna de una discusión de comadres, de un especial de Sálvame o de una pelea de patio de colegio hablando de pandillas y de amigos. Impagable la imagen de Monago diciéndole al portavoz del PSOE que a él no le dejaría los papeles justificativos de su Visa “porque son míos, porque no quiero y porque no me da la gana”. Sólo le faltó añadir aquello de “porque además tú eres mi peste y contigo no me ajunto”. Patético. Pero efectivo. Al final, los llevó hasta su terreno, se los zampó sin masticar y no escupió ni los huesos. Pues que vayan aprendiendo.

sábado, 22 de noviembre de 2014

EL EMBUDO POPULISTA


Hay muchos que son doctores, 
y de su ciencia no dudo, 
mas yo que soy hombre rudo,  
y aunque de esto poco entiendo 
diariamente estoy viendo  
que aplican la del embudo. 

Esta sabia reflexión, refiriéndose a la ley,  pone José Hernández en los labios del protagonista de su extenso poema narrativo El gaucho Martín Fierro, escrito nada menos que en el año 1872, perfectamente “traspolable” (Manzano dixit) a nuestros días y que traigo a colación a raíz del asunto viajero de Monago, aireado hasta el empacho a los cuatro vientos en redes y medios, sobre el que ha opinado hasta el Tato, (incluido este que lo es), y por el que se ha visto sometido a todo tipo de críticas y descalificaciones. El peso de la púrpura puede resultar aplastante y más si, como en este caso, el manto que te han adjudicado o con el que te has cubierto es el de memeces como “verso suelto”, “barón rojo” o “adalid de la transparencia” y después te pescan en un desliz tan opaco como el de los viajes canarios. Por eso no entiendo cómo aquellos que en tropel salieron a linchar al supuesto hipócrita, andan ahora mudos como piedras ante un episodio muy similar en cuanto a sus implicaciones éticas se refiere y, sobre todo, en cuanto a la contradicción dolosa entre los principios proclamados por su protagonista y su actuación en él. Y, a mayor abundamiento, si el pago de los billetes de avión de aquél, aun pudiendo ser legítimamente criticable, está dentro de la legalidad, pero el cobro de honorarios de este otro puede contravenir, de entrada, la Ley 53/1984 de Incompatibilidades que le es aplicable.

Decir que no entiendo el porqué de esta diferencia de criterio a la hora de las reacciones habidas ante dos casos tan parecidos, ha sido solo un recurso retórico que he utilizado, entre otras cosas, para aumentar el número de caracteres con espacio que me tortura cada sábado, ya que, y al título de este artículo me remito, las razones están claras. Y más que claras cuando sabemos que el segundo embrollo al que me refiero es al protagonizado por Íñigo Errejón, colíder de Podemos, y su contrato temporal de trabajo a jornada completa firmado con la Universidad de Málaga. Como primera providencia a contemplar, la plaza a cubrir está encuadrada dentro de un proyecto de investigación financiado por la Secretaría General de Vivienda de la Consejería de Fomento y Vivienda de la Junta de Andalucía, dirigida por Amanda Meyer, hija de Willy, candidato dimisionario a las elecciones europeas por IU, y hermana de Tristán, trabajador de Producciones “Con Mano Izquierda”, que realiza el programa La Tuerka, productora en la que Pablo Iglesias, hasta hace poco, figuraba como director de contenidos y creatividad. Además, gracias a que esta hada madrina les facilitó la entrada, IU es ahora uno de los mejores clientes de Producciones CMI. Transversalidad relacional pues, por decirlo en su lenguaje. (Por cierto que Pablo Iglesias tenía registrada esta empresa, a todas luces mercantil, como una “entidad cultural sin ánimo de lucro”, algo así como el Instituto Nóos de Urdangarin, pero en plan progre-mediático-lambuzo).

Vayamos a la verticalidad. El director del proyecto es Alberto Montero, profesor de Economía Aplicada en la UMA y amigo de Errejón, al que avisó, al tiempo que a otros amigos en paro, de la oferta de trabajo. Quiso el destino, siempre veleidoso, que de todos los avisados y de todos los que se enteraran de esta convocatoria, publicitada, según nos dice su responsable, siguiendo la normativa vigente, sólo se presentara a la misma el avispado Errejón. Y a él le fue adjudicada plaza tan golosa. El contrato, repito, era en régimen de jornada completa, con un horario de 8 a 16 horas de lunes a viernes, lo que completa 40 horas semanales. Se firmó el 17 de marzo por una duración de tres meses prorrogables hasta la finalización del trabajo y con un sueldo bruto de 1.825 euros mensuales. En fin, a tope. No seré yo el que diga que esta serie de bienaventuranzas que concurrieron en el feliz desarrollo de la peripecia laboral de este doctor ubicuo haya sido debida a que Alberto Montero, además de profesor de la UMA, es miembro del Comité de la Dirección Política de Podemos y vicepresidente de la Fundación CEPS, en la que Errejón colabora desde hace años. Ni que ello haya influido en que, aunque el contrato especifica un horario concreto con excepciones  puntuales, se hayan invertido los términos hasta hacer de la anécdota categoría y así permitir que, de marzo a setiembre, Errejón sólo haya acudido dos veces a su centro de trabajo, absorbido como estaba en su lucha contra la casta y sus privilegios. Ni que haya tenido que ver con que el contratado siguiera contratado de forma ilegal al incumplir la citada Ley 53/194 de Incompatibilidades, simultaneando el sueldo de la UMA con los haberes recibidos de Podemos y Producciones CMI por su contribución en la  lucha contra la casta y sus privilegios. Casi de manera simultánea a que se hiciera público este colegueo endogámico, Errejón comunicó a su jefe, en llamada telefónica, que renunciaba a la plaza que tan limpiamente había conseguido y a la que, según declaración de un cualificado portavoz de Podemos, había dedicado “el poco tiempo libre que tiene”. Pero es que el tiempo libre que le queda a este filántropo después de luchar contra la casta y sus privilegios no tiene precio. O sí: 1.825 euros al mes. Una miseria sin duda. Injusticias de este puto sistema capitalista, o sea.

¿Y los vocingleros de antaño? Pues eso, mudos hogaño. Porque la ley del embudo, para ellos, sí que es una ley de obligado cumplimiento.

sábado, 15 de noviembre de 2014

FALSO CULPABLE

El hombre que mató a Liberty Valance es una obra maestra de John Ford, del año 1962, que nos cuenta la historia de tres personajes que coinciden en Shinbone, un pequeño pueblo del oeste americano. Ellos son Ransom Stoddard (James Stewart),  abogado idealista y tozudo; Tom Doniphon (John Wayne), un hombretón solitario, brusco y taciturno; y el propio Liberty Valance (Lee Marvin), un villano de enciclopedia que aterroriza la comarca, siempre acompañado de dos secuaces, Reese (Lee Van Cleef) y Floyd (Strother Martin). Si no la conocen les recomiendo que la vean, que es el camino más corto y mejor para disfrutarla, porque el camino anterior va dirigido a quien yo quería llegar, a este ultimo canalla, Floyd, el personaje más repugnante de todos los que desfilan por la historia. Cobarde e insignificante, siempre a la sombra del matón, su calaña moral queda perfectamente definida en la escena en la que Liberty propina una brutal paliza a Dutton Peabody (Edmond O’Brien), director del periódico local “Shinbone Star”. A cada golpe que, con su fusta rematada en un cabuchón de plata, el bestia de Liberty descargaba sobre el infortunado periodista, el miserable de Floyd respondía con un respingo espasmódico que acompañaba con su asquerosa risilla de comadreja histérica, presa de un éxtasis místico-sexual vomitivo e inolvidable. O sea, la imagen de una puñetera escoria amparada en el manto protector de la brutalidad de su jefe sin el que no es más que un don nadie.

Ha venido a mi memoria este deleznable personaje a raíz de la noticia de los viajes de Monago a Canarias y de la marabunta de Floyds que, a partir de ahí, han invadido las redes sociales, cansina y machaconamente, amparados en la fuerza de la corriente y, en muchos casos, en la cobardía del anonimato, con comentarios que iban de lo pueril a lo soez, de la simpleza a la ampulosidad, de lo temerario a lo irracional, con un desparpajo asombroso. Con el  mismo que, en una buena parte de ellos, estos opinantes atrabiliarios fusilaban ortografía y sintaxis sin compasión. Solo ha faltado, como música de fondo a este guirigay de botarates, la risita impostada del granuja. La ignorancia suele ser el motor de los imprudentes, y en las redes ha funcionado a toda pastilla y colmada de mala baba, haciendo de la sospecha, certeza, y del sospechoso, un culpable expuesto en la picota de una manera injusta, precipitada y vergonzosa. El origen que dio lugar a este alud de insensateces fue la noticia publicada en un diario digital, que no se significa precisamente por su imparcialidad ni por lo plural de sus opiniones, con un matiz tan categórico que no dejaba lugar a dudas: “Monago viajaba a Tenerife para ver a su novia a costa del Senado”. Aparte de que la frase podría mejorarse en su sintaxis, no deja lugar a dudas, y la conclusión a la que empuja es inevitable: Monago es un corrupto y un malversador que utiliza dineros públicos (esos que una lumbreras socialista dijo que no eran de nadie) para su disfrute personal.  El sectarismo es lo que tiene. A partir de ahí solo hay que contar con el efecto dominó que el afán competitivo en memeces de las redes sociales provoca, para que la avalancha arrase y se lleve por delante cualquier intento de sensatez.

Bien es verdad que ha sido el propio Monago, que ha gestionado el asunto de una manera catastrófica, quien ha contribuido a que el argayo alcance dimensiones demoledoras para su prestigio. Pasó, sin solución de continuidad, de una primera pose que semejaba a Shrek expulsando a los intrusos de su ciénaga, a otra blandengue y gimoteante propia de niño mal criado al que sus compañeros de recreo han robado la pelotita; de la negación rotunda del desfalco, a balancearse en las indefiniciones de la inseguridad y elegir una vía de escape, la devolución de los dineros, que acaba volviéndose contra él. Si la estrategia ha sido obra del consejero áulico, ese octavo pasajero siempre en un segundo plano oscuro e inquietante, más vale que lo envíe de vuelta a la Nostromo en la lanzadera más rápida que encuentre, y lo deje allí orbitando por un periodo de tiempo no inferior a la eternidad. Y con él, a los integrantes de su partido que han salido a defenderlo, encabezados por Fernando Manzano, a la sazón presidente de la Asamblea de Extremadura y, por tal, primo de su chófer, al que oyéndolo hablar con su torpeza habitual para expresarse, no sabe uno si está escuchando a un compañero del acosado o está leyendo uno de los dislates anónimos de sus enemigos en las redes. Sin contar con el espectáculo grotesco de estos y sus homólogos del PSOE, enfrascados en un cruce de acusaciones y exigencias de ceses que, más que un debate político, parece una competición para ver quién de ellos larga la mayor sandez. En fin, un desastre sin paliativos que sólo ha servido para alimentar suspicacias y hacer aflorar la desconfianza incluso en los más bienintencionados.


La rueda de prensa dada ayer mismo por Monago me ha obligado a rectificar este último párrafo del artículo que ya tenía listo para enviar. Espero que no se le ocurra hacerme nunca más tamaña jugarreta. Fue ésta una comparecencia que acabó resultándome latosa y repetitiva, cargada de tal autobombo que por momentos bien pareció una mezcla de hagiografía con reminiscencias del inolvidable Pepe Legrá y su “soy el mejó”. ¡Cuánto incienso, Señor! Para mi gusto le sobraron muchos minutos de una vanidad que, en ocasiones, reflejaba cierta ansia de revancha contenida. Pero, en fin, lo que importa es que, según nos contó, tiene acreditado documentalmente que los viajes particulares a Tenerife los pagó de su bolsillo, que era el meollo de la cuestión. De modo que los nuevos inquisidores, chusma o no, deberían ir desmontando picotas y patíbulos porque el condenado se les ha escabullido por la gatera. Y como lo que no mata engorda, el mal trago le ha hecho crecer renovando fuerzas y confianza. Habrá que estar atentos porque parece que el segundo acto de este drama no ha hecho más que empezar.

sábado, 8 de noviembre de 2014

VOTOS PONDERADOS AL PUCHERO


El pasado miércoles día 5, siguiendo el calendario previsto, Segundo Píriz fue proclamado ganador de las elecciones a Rector de la UEX, cargo que ocupará durante los próximos 4 años. El comunicado de la Junta Electoral que lo hace público es escueto. Se limita a reproducir los resultados provisionales, que eleva a definitivos, añadiendo la coletilla de que dicha Resolución “agota la vía administrativa, por lo que puede ser impugnada directamente ante el órgano competente de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa”. A veces, como en ésta, la parquedad en los mensajes oficiales no se utiliza sólo para seguir las normas del lenguaje burocrático que, como decía mi amigo Enrique, “debe ser conciso y congruente con las pretensiones de la demanda”, sino también para ocultar detalles que, aunque no hay obligación de revelar, sería conveniente dar a conocer para que el administrado o, como en este caso, el elector, fuera consciente de todas las circunstancias que han concurrido en el resultado final. Harto estoy de ver, en convocatorias a plazas de cualquier tipo en el ámbito universitario, información de las reclamaciones presentadas contra los resultados provisionales, el veredicto estimatorio o no de las mismas, y las razones que lo han motivado. Incluso conocemos nombre y apellidos de los recurrentes. Si esto se hace así en procesos que afectan, generalmente, a un reducido número de personas, ¿qué motivos existen para que en estas elecciones la Junta Electoral no haya seguido el mismo criterio, ocultando a la comunidad universitaria, casi 25000 electores, las dos reclamaciones presentadas a los resultados provisionales? Porque han sido al menos dos, que yo sepa, interpuestas por el postulante en principio derrotado, Fernando Guiberteau Cabanillas, y por el profesor de la Escuela de Ingenierías Industriales, Ignacio Herrera Navarro, disconformes con los índices de ponderación aplicados y, por tanto, con el resultado final del proceso. Es evidente que ambas han sido rechazadas por la Junta Electoral, con razones y argumentos que tampoco han transcendido públicamente. Si el proceso, incluida la desestimación de las impugnaciones, ha sido limpio y ajustado a la ley, ¿a qué tanto ocultamiento, tanto misterio, tanto secretismo? Más si tenemos en cuenta que su resolución no sólo afecta a los dos candidatos, sino sobre todo a sus, repito, casi 25000 electores, que tienen todo el derecho a conocer, con luz y taquígrafos,  cómo se ha llegado a ella, y así evitar la sensación que muchos puedan tener de haber sido mangoneados. “El que algo oculta, algo esconde”, dijo alguien, posiblemente Perogrullo, en similares circunstancias.

El artículo 92 de los Estatutos de la Uex, en su punto 2, establece los índices de ponderación del voto por sectores en las elecciones a Rector. Y en su punto 3 dice: “En cada proceso electoral, la Junta Electoral determinará, tras el escrutinio de los votos, los coeficientes de ponderación que corresponderá aplicar al voto a candidaturas válidamente emitido en cada sector...”. Parece que es en esa obviedad de “a candidaturas”, ( a qué va a ser si no, ¿a lechugas?), en la que se ha apoyado la Junta Electoral para desestimar los recursos presentados, equiparando el voto en blanco al nulo. Cuando en realidad el voto en blanco es un voto a candidaturas válido, aunque no vote a ninguna de ellas. A mayor abundamiento, su argumento se contradice con su propia actuación, que diferencia nulos y blancos a la hora de comunicar los resultados e, incluso, con el hecho de que en las cabinas de votación hubiera papeletas en blanco para quienes quisieran utilizarlas. Y para remate, lo peor: su actuación contraviene el Reglamento Electoral aprobado en Consejo de Gobierno del año 2004, que en su artículo 100, una vez establecida la fórmula para hallar el coeficiente de ponderación por sector, dice textualmente: “No se tendrán en cuenta en la ponderación los votos nulos”. Cualquiera entiende, menos ellos, que, por exclusión, son válidos y ponderables todos los demás, incluidos los votos en blanco. La conclusión a la que llego es que, o bien la Junta Electoral se ha tomado a humo de pajas el reglamento, que sería la repanocha, o que es el propio reglamento el que transgrede los estatutos, que ya sería la repanocha con faralaes. En cualquier caso, el asunto ha entrado en una sinrazón alucinante. Y viene a ser un ejemplo palpable o de desahogo o de incompetencia, que es como salir de la sartén para caer en las brasas.

Al menos desde el año 2004, en la Uex, estas cosas se han venido haciendo de la misma manera. O sea, chapuceramente. Incluso, en su día, un integrante de la Junta Electoral, ante la advertencia de un funcionario de que los votos en blanco debían ponderarse,  justificó su descarte con el luminoso argumento de que “el señor blanco no se presenta a la elecciones”. Muy clarividente el individuo, sin duda. Si hasta ahora nadie pio, fue porque la diferencia de votos entre los contendientes era lo suficientemente holgada como para que el cómputo de los votos en blanco supusiera una alteración en el resultado final. Pero en esta ocasión, con el escrutinio más apretado que un chotis, si se hubieran ponderado se tendría que haber ido a una segunda vuelta, pues ninguno de los candidatos hubiera alcanzado la mayoría absoluta requerida. Y ahí es donde la puerca torció el rabo, porque los unos con el escroto en el gaznate y los otros con la miel en los labios, vieron cómo su suerte cambiaba por un puñado de votos.


El espectáculo posterior ha sido bochornoso. Los que pasaron del acojonamiento a la euforia, exteriorizando su alegría con poses exultantes rayanas en lo chabacano, y con unas declaraciones poco afortunadas del Rector electo en las que ignoraba a su contrincante y manejaba datos de forma burda y tendenciosa. Y el candidato derrotado, jugando a dos barajas con depurado estilo de trilero sectario, pues mientras que con una mano enviaba a la ‘élite docente universitaria’ un comunicado en el que aceptaba su derrota con aparente pulcritud democrática de buen perdedor, con la otra presentaba una reclamación impugnando los resultados. Todo muy edificante. Pero en fin, ya se sabe, son las cosas de la UEX. Así que lo dicho, a quien Dios se la dé –aun de aquella manera-, la Junta Electoral se la bendiga. 

sábado, 1 de noviembre de 2014

PODEMOS, A VERLAS VENIR

Parece que la filtración del resultado de la última encuesta del CIS sobre intención de voto ha resquebrajado los cimientos de nuestro sistema político o, quizás mejor, de la molicie rutinaria de la clase política española. Andan las camarillas dirigentes de los partidos ‘tradicionales’ en un sinvivir sabiendo que Podemos, ese “fantasma que recorre España”, se sitúa como primera fuerza política en intención de voto. Bien es verdad que dicha encuesta se hizo en plena crisis del virus del Ébola y con la fanfarria estupefaciente de las tarjetas negras de Bankia trompeteando a todo tren en los medios, pero la excusa de esa funesta conjunción no es lenitivo válido para sus temblores. Entre otras cosas porque la mecha está prendida, cuando se acaba una traca petardea otra, cuando Bankia agoniza surge la trama Púnica, y así sucesiva o simultáneamente, con los Pujol de golfos apandadores o la caja B del Partido Popular asomando la patita por debajo de las urnas. Y lo que te rondaré morena de aquí en adelante porque me temo, y ellos lo temen más, que esto no ha hecho más que empezar, y hasta las próximas elecciones y las siguientes vamos a asistir a un desfile de escándalos y ladrones de no te menees. Si a eso añadimos la desastrosa gestión que de los expolios de militantes y mandamases han hecho los partidos implicados, empeñados en escupirse de un pupitre a otro tratando de justificar lo injustificable y empecinados, como vienen demostrando los resultados de las distintas encuestas, en una carrera suicida, nos encontramos con que el escenario para la escalada vertiginosa de Podemos, que sólo tiene que sentarse para ver como sus contrincantes se despedazan, es perfecto. La ceguera y la torpeza de los, hasta ahora, dos grandes partidos, que en vez de limpiar sus respectivas casas se dedican a llamar guarro al vecino mientras la porquería les llega al cuello, me resulta patética e incomprensible. Si al final la mierda los asfixia, tendrán lo que se merecen. Y entretanto, Podemos, a verlas venir.

A nivel doméstico, en Extremadura, y a raíz de la publicación en estas mismas páginas de un estudio sobre intención de voto que da 9 escaños a Podemos en las próximas elecciones autonómicas, la función se repite, si bien con matices en las tiritonas. Lo primero que hizo el PP, por medio de su portavoz Hernández Carrón, fue negar la validez de la encuesta. Argumentó este Protágoras que, en ella, Monago aprobaba y era el político regional más valorado, por lo que no es posible que pudiera bajar en intención de voto. Puestos a decir perogrulladas, yo, siguiendo el brioso esquema de su razonamiento, la digo a la viceversa y me quedo tan pancho: Si Monago baja en intención de voto, es de todo punto inverosímil que pueda recibir un aprobado, y agárrame esa mosca por el rabo si es que puedes. El sofisma es lo que tiene, que sirve lo mismo para llegar a una conclusión que a su contraria. Y mientras, el valorado presidente implorando, al estilo Lola Flores,  un “si me queréis, votarme” enternecedor. Después de abrir boca, en el segundo acto de este entremés mugroso andan ya nuestros próceres regionales abriendo el tarro de las esencias pestosas, aunque a un nivel más modesto que en la capital. Si allí los proyectiles son como heces de paquidermo, aquí nos conformamos con cagalutas ovinas y alguna bomba fétida: un alcalde condenado por acá, otro multado por un delito de faltas por allá, un gerente del SES acusado de irregularidades administrativas... En fin, el chocolate del loro. Y entretanto, Podemos, a verlas venir.

Lo que más me sorprende de este asunto es que Podemos, a nivel de representación institucional, no es nada en España. Cero patatero. Hasta hace poco tan sólo una serie de círculos o circunferencias secantes que, después del golpe de mano dado en la última asamblea nacional por el politburó, se ha transformado en un partido político constituido dentro de la más pura ortodoxia leninista, con su centralismo democrático y todo. Con un batiburrillo ideológico de sus integrantes digno de estudio, su programa político, que aparece en la página Web, es un compendio de buenas, y no tan buenas, intenciones, muchas de ellas irrealizables, que se ajustan a lo que un gran número de ciudadanos quiere oír, de manera que, en algún momento de su lectura, me ha parecido que esté hecho al revés, quedándome con el regusto de que se riza el rizo del oportunismo político más elaborado bajo el lema de, mejorando lo presente y sin ánimo de ofender, “a los bueyes, paja”. Pablo Iglesias, el doctor Frankenstein padre de la criatura, es un producto paradigmático de la más refinada mercadotecnia mediática que domina a la perfección el control de los tiempos. Gracias a ello consiguió, como cabeza de lista, entrar en el Parlamento Europeo junto a otros cuatro camaradas. Tras él, como ayudantes de laboratorio en la creación de este artificio populista,  me inquieta Monedero, un personaje con cara de comisario político que nos ofreció, en la entrevista de esta semana en HOY, una buena ristra de frases hechas, eslóganes manidos y consignas estereotipadas de lo más ilustrativa y, con perdón por la frivolidad,  me estomaga hasta la arcada Errejón, mezcla de Pitagorín y repelente niño Vicente que destila una arrogancia marisabidilla y una pedantería insoportables.

En cualquier caso, sin programa de gobierno aún y sin candidato, en España se encarama al primer puesto en intención de voto y en Extremadura se le pronostican 9 escaños. Bien es verdad que juegan con la ventaja de no tener un pasado como formación política, lo que les permite presentarse limpios del estigma de la corrupción, aunque esta limpieza pueda ser sólo debida a que no han tenido ninguna posibilidad material de ensuciarse. Pero también que, para darles aún más facilidades, la campaña se la están haciendo gratis los demás partidos, a mamporro limpio con el “y tú más”. De modo que entre unas cosas y otras, se lo están poniendo a huevo: Sólo tienen que sentarse y esperar a verlas venir.