El hombre que mató a Liberty
Valance es una obra maestra de John Ford, del año 1962, que nos cuenta la
historia de tres personajes que coinciden en Shinbone, un pequeño pueblo del
oeste americano. Ellos son Ransom Stoddard (James Stewart), abogado idealista y tozudo; Tom Doniphon (John
Wayne), un hombretón solitario, brusco y taciturno; y el propio Liberty Valance
(Lee Marvin), un villano de enciclopedia que aterroriza la comarca, siempre
acompañado de dos secuaces, Reese (Lee Van Cleef) y Floyd (Strother Martin). Si no la conocen les recomiendo que la
vean, que es el camino más corto y mejor para disfrutarla, porque el camino
anterior va dirigido a quien yo quería llegar, a este ultimo canalla, Floyd, el
personaje más repugnante de todos los que desfilan por la historia. Cobarde e
insignificante, siempre a la sombra del matón, su calaña moral queda perfectamente
definida en la escena en la que Liberty propina una brutal paliza a Dutton
Peabody (Edmond O’Brien), director del periódico local “Shinbone Star”. A cada
golpe que, con su fusta rematada en un cabuchón de plata, el bestia de Liberty
descargaba sobre el infortunado periodista, el miserable de Floyd respondía con
un respingo espasmódico que acompañaba con su asquerosa risilla de comadreja
histérica, presa de un éxtasis místico-sexual vomitivo e inolvidable. O sea, la
imagen de una puñetera escoria amparada en el manto protector de la brutalidad
de su jefe sin el que no es más que un don nadie.
Ha venido
a mi memoria este deleznable personaje a raíz de la noticia de los viajes de
Monago a Canarias y de la marabunta de Floyds que, a partir de ahí, han
invadido las redes sociales, cansina y machaconamente, amparados en la fuerza
de la corriente y, en muchos casos, en la cobardía del anonimato, con
comentarios que iban de lo pueril a lo soez, de la simpleza a la ampulosidad,
de lo temerario a lo irracional, con un desparpajo asombroso. Con el mismo que, en una buena parte de ellos, estos
opinantes atrabiliarios fusilaban ortografía y sintaxis sin compasión. Solo ha
faltado, como música de fondo a este guirigay de botarates, la risita impostada
del granuja. La ignorancia suele ser el motor de los imprudentes, y en las
redes ha funcionado a toda pastilla y colmada de mala baba, haciendo de la
sospecha, certeza, y del sospechoso, un culpable expuesto en la picota de una
manera injusta, precipitada y vergonzosa. El origen que dio lugar a este alud
de insensateces fue la noticia publicada en un diario digital, que no se
significa precisamente por su imparcialidad ni por lo plural de sus opiniones, con
un matiz tan categórico que no dejaba lugar a dudas: “Monago viajaba a Tenerife
para ver a su novia a costa del Senado”. Aparte de que la frase podría
mejorarse en su sintaxis, no deja lugar a dudas, y la conclusión a la que
empuja es inevitable: Monago es un corrupto y un malversador que utiliza
dineros públicos (esos que una lumbreras socialista dijo que no eran de nadie)
para su disfrute personal. El sectarismo
es lo que tiene. A partir de ahí solo hay que contar con el efecto dominó que
el afán competitivo en memeces de las redes sociales provoca, para que la
avalancha arrase y se lleve por delante cualquier intento de sensatez.
Bien es
verdad que ha sido el propio Monago, que ha gestionado el asunto de una manera
catastrófica, quien ha contribuido a que el argayo alcance dimensiones
demoledoras para su prestigio. Pasó, sin solución de continuidad, de una primera
pose que semejaba a Shrek expulsando a los intrusos de su ciénaga, a otra
blandengue y gimoteante propia de niño mal criado al que sus compañeros de
recreo han robado la pelotita; de la negación rotunda del desfalco, a
balancearse en las indefiniciones de la inseguridad y elegir una vía de escape,
la devolución de los dineros, que acaba volviéndose contra él. Si la estrategia
ha sido obra del consejero áulico, ese octavo pasajero siempre en un segundo
plano oscuro e inquietante, más vale que lo envíe de vuelta a la Nostromo en la
lanzadera más rápida que encuentre, y lo deje allí orbitando por un periodo de
tiempo no inferior a la eternidad. Y con él, a los integrantes de su partido
que han salido a defenderlo, encabezados por Fernando Manzano, a la sazón
presidente de la Asamblea de Extremadura y, por tal, primo de su chófer, al que
oyéndolo hablar con su torpeza habitual para expresarse, no sabe uno si está escuchando
a un compañero del acosado o está leyendo uno de los dislates anónimos de sus
enemigos en las redes. Sin contar con el espectáculo grotesco de estos y sus
homólogos del PSOE, enfrascados en un cruce de acusaciones y exigencias de
ceses que, más que un debate político, parece una competición para ver quién de
ellos larga la mayor sandez. En fin, un desastre sin paliativos que sólo ha
servido para alimentar suspicacias y hacer aflorar la desconfianza incluso en
los más bienintencionados.
La rueda
de prensa dada ayer mismo por Monago me ha obligado a rectificar este último
párrafo del artículo que ya tenía listo para enviar. Espero que no se le ocurra
hacerme nunca más tamaña jugarreta. Fue ésta una comparecencia que acabó
resultándome latosa y repetitiva, cargada de tal autobombo que por momentos bien
pareció una mezcla de hagiografía con reminiscencias del inolvidable Pepe Legrá
y su “soy el mejó”. ¡Cuánto incienso, Señor! Para mi gusto le sobraron muchos
minutos de una vanidad que, en ocasiones, reflejaba cierta ansia de revancha
contenida. Pero, en fin, lo que importa es que, según nos contó, tiene
acreditado documentalmente que los viajes particulares a Tenerife los pagó de
su bolsillo, que era el meollo de la cuestión. De modo que los nuevos
inquisidores, chusma o no, deberían ir desmontando picotas y patíbulos porque
el condenado se les ha escabullido por la gatera. Y como lo que no mata
engorda, el mal trago le ha hecho crecer renovando fuerzas y confianza. Habrá
que estar atentos porque parece que el segundo acto de este drama no ha hecho
más que empezar.
1 comentario:
amigo Jaime, certero lo tuyo ante tanto trujimán demagogo: repito: ¿ha delinquido Monago, hay denuncia por ello y tienen fundamentos de que sean o fueren delitos?, si no es así, y esto es un estado de derecho, Monago debe proceder a pedir que se procese a todo quisque que le ha montao ese tinglado, que suele ser "democrático y de chusma mayoritaria al peso de caca"..., y los poderes judiciales, policiales, fiscales deben implicarse y depurar tanta mierda vertida y empurar con largas multas, el erario está falto de pasta..., jejeje; a mí me montan una similar y soy inocente o NO hay delito alguno y la lío tan parda que la chusma votambrera y obediente iba a recordarla per sécula...; es a unos tarados de Extremadura Progresista, un panfleto intergaláctico de mequetrefes y gente chunga, que sacaron algo contra mí, sin conocerme de nada, y me ponen verde sin motivo ni razón, diciendo chorradas..., pero que los gilis que las leen creen ciertas..., y mi venganza será fatal sobre cada uno de ellos, lenta pero justa y el tol bebe y cuando más les duela..., es lo único que hay que hacer contra los que ven la vida como TeleleMierdaCotilleo y vayan al daño personal por el mero odio, la ignorancia y el miedo...,
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