Parece que la filtración del
resultado de la última encuesta del CIS sobre intención de voto ha
resquebrajado los cimientos de nuestro sistema político o, quizás mejor, de la
molicie rutinaria de la clase política española. Andan las camarillas
dirigentes de los partidos ‘tradicionales’ en un sinvivir sabiendo que Podemos,
ese “fantasma que recorre España”, se sitúa como primera fuerza política en intención
de voto. Bien es verdad que dicha encuesta se hizo en plena crisis del virus
del Ébola y con la fanfarria estupefaciente de las tarjetas negras de Bankia
trompeteando a todo tren en los medios, pero la excusa de esa funesta conjunción
no es lenitivo válido para sus temblores. Entre otras cosas porque la mecha está
prendida, cuando se acaba una traca petardea otra, cuando Bankia agoniza surge
la trama Púnica, y así sucesiva o simultáneamente, con los Pujol de golfos
apandadores o la caja B del Partido Popular asomando la patita por debajo de
las urnas. Y lo que te rondaré morena de aquí en adelante porque me temo, y
ellos lo temen más, que esto no ha hecho más que empezar, y hasta las próximas
elecciones y las siguientes vamos a asistir a un desfile de escándalos y ladrones
de no te menees. Si a eso añadimos la desastrosa gestión que de los expolios de
militantes y mandamases han hecho los partidos implicados, empeñados en escupirse
de un pupitre a otro tratando de justificar lo injustificable y empecinados, como
vienen demostrando los resultados de las distintas encuestas, en una carrera
suicida, nos encontramos con que el escenario para la escalada vertiginosa de
Podemos, que sólo tiene que sentarse para ver como sus contrincantes se
despedazan, es perfecto. La ceguera y la torpeza de los, hasta ahora, dos
grandes partidos, que en vez de limpiar sus respectivas casas se dedican a
llamar guarro al vecino mientras la porquería les llega al cuello, me resulta
patética e incomprensible. Si al final la mierda los asfixia, tendrán lo que se
merecen. Y entretanto, Podemos, a verlas venir.
Lo que más me sorprende de este
asunto es que Podemos, a nivel de representación institucional, no es nada en
España. Cero patatero. Hasta hace poco tan sólo una serie de círculos o
circunferencias secantes que, después del golpe de mano dado en la última
asamblea nacional por el politburó, se ha transformado en un partido político
constituido dentro de la más pura ortodoxia leninista, con su centralismo
democrático y todo. Con un batiburrillo ideológico de sus integrantes digno de
estudio, su programa político, que aparece en la página Web, es un compendio de
buenas, y no tan buenas, intenciones, muchas de ellas irrealizables, que se
ajustan a lo que un gran número de ciudadanos quiere oír, de manera que, en
algún momento de su lectura, me ha parecido que esté hecho al revés, quedándome
con el regusto de que se riza el rizo del oportunismo político más elaborado
bajo el lema de, mejorando lo presente y sin ánimo de ofender, “a los bueyes,
paja”. Pablo Iglesias, el doctor Frankenstein padre de la criatura, es un
producto paradigmático de la más refinada mercadotecnia mediática que domina a
la perfección el control de los tiempos. Gracias a ello consiguió, como cabeza
de lista, entrar en el Parlamento Europeo junto a otros cuatro camaradas. Tras
él, como ayudantes de laboratorio en la creación de este artificio populista, me inquieta Monedero, un personaje con cara de
comisario político que nos ofreció, en la entrevista de esta semana en HOY, una
buena ristra de frases hechas, eslóganes manidos y consignas estereotipadas de
lo más ilustrativa y, con perdón por la frivolidad, me estomaga hasta la arcada Errejón, mezcla
de Pitagorín y repelente niño Vicente que destila una arrogancia marisabidilla y
una pedantería insoportables.
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