sábado, 28 de octubre de 2017

JUBILACIÓN

40 años menos 9 días cotizados a la Seguridad Social. He ahí el resumen de mi vida laboral que el pasado martes, día 17, finalizó. Más de la mitad de mis días de existencia, el 61,50 %, condensados en apenas unas líneas y unos pocos números. Un índice conciso e implacable que dice lo que en parte he sido. Repasando fechas, cotizaciones y empresas, el pensamiento, que vuela mucho más deprisa que los años, ha traído a la mesa de mi ensueño, atropelladamente, situaciones, momentos prolongados o instantáneos, (amargos unos, afortunados otros), que dormían encerrados no sé donde, quizá tras las horas del hacer de cada día. Dicen que, en el momento de morir, tu vida se pasea como un suspiro por tu memoria de manera fugaz, completa, nítida. Algo similar me ha ocurrido a mí con esta vida laboral que, a punto de extinguirse, ha pasado como un soplo por detrás de mis ojos removiendo recuerdos y emociones. ¡Qué misterio la vida, qué sinrazón de números y tiempo!

(Fuente: Foro de relojes)
Mi trayectoria cotizante, ahora extinta, comenzó oficialmente el 1 de enero de 1972, en el almacén de relojería de mi familia. De entonces acá, con una interrupción de casi 5 años por estudios y cumplimiento del Servicio Militar, ha transcurrido con inquietudes, aciertos, errores, engaños y regresos.  Al enfrentarme a su resumen burocrático la primera imagen que se me vino fue la de una tarde de finales de verano del año 1978, en la que, cargado con mi máquina de escribir Olivetti Lexicon 80, en el patio del edificio del Antiguo Rectorado de la UEx en Badajoz y acompañado de mi santa, (entonces todavía solo beata, pues no fue canonizada sino hasta el día de nuestra boda, el 13 de enero del año siguiente), acudí a examinarme de la oposición de auxiliar administrativo que dicho organismo había convocado. Aprobé, conseguí plaza y me incorporé a la Sección de Gestión Económica en el campus de Cáceres el 16 de octubre. Yendo y viniendo estuve hasta el día 30 de julio de 1979, en que, repatriado, recalé en su homónima de Badajoz. Y de ahí, al cabo de un par de años, a la Escuela de Magisterio de donde me fui en febrero de 1985.

(Fuente: FECCOO Extremadura)
Esa salida de la UEX fue mi primer error de bulto. Nunca debí hacerlo. Pero tentado por un mejor sueldo y un trabajo en principio más gratificante y menos burocrático, me decidí por aceptar la oferta de la Junta de Extremadura para llevar la Editora Regional. Tardé poco en ver que el paraíso prometido no era más que un trampantojo. Fui un inconsciente por no intuirlo con lo que, para no andar desmenuzando embustes, solo a mí me atribuyo la culpa del estropicio. En fin, duré esquivando navajazos charlotianos, payasadas cutres, chulerías de mediocres y politiqueos de baratillo apenas 8 meses. Y “para que haya de todo, señores, como en botica”, si grande fue mi error de entrada, mayor lo fue de salida, al emperrarme en no solicitar el reingreso en la Universidad en la que había estado más de 6 años trabajando a gusto y con personas con las que, desde el primer momento, me sentí en sintonía. Primero, en la Sección: Daniel, Javier, Ángel, Cristóbal, Fernando, Gordillo padre, Jesús... Después, en Magisterio, Encarna, Rosa, Fátima, Maricarmen...

(Fuente: Libre Mercado)
Y volví a la empresa familiar en mayo de 1986. Solo diré que lo que empezó bien, acabó de la peor manera. Para no entrar en las circunstancias que, asumiendo mi parte de culpa, ando enjaretando como desahogo folio a folio y que quizá se publiquen cuando yo ya no esté por estos mundos, la realidad fue que en el mes de julio del año 2000 me encontré parado. Los meses que pasé en esa situación fueron un torbellino de irrealidad, de ausencias, de distancias de mí, de un estupor diario.  A veces pensaba que todo no era más que una pesadilla de la que me despertaría para volver a una realidad distinta y benevolente. Diré que a pesar de mi pesimismo congénito siempre trato de encontrar el lado positivo de mis catástrofes personales, con lo que la angustia de esos largos meses me sirvieron para descubrir hasta qué punto puede llegar la miseria, el rencor y el cinismo de quien crees que está tratando de ayudarte cuando, en realidad, lo que está haciendo es cavar tu fosa. Y para querer más a mi santa, si es que eso pudiera ser posible, que aguantó esta traición infame con una entereza y una delicadeza que tal vez nunca le he agradecido lo suficiente.

En fin, perdonadme este primer desahogo. Pero es que, como diría el otro: “Ya eres un puto ‘jubilao’, primo”. Y a eso me acojo para que más adelante haya más.

sábado, 21 de octubre de 2017

ADAGIO DE LAS HOJAS DE OTOÑO

Como un adagio llorando al viento de la tarde. Caen las hojas del árbol que, frente a mi ventana, derrama lágrimas mustias de un cielo que no se atreve a ser azul. Derroche inútil de luz que se pierde al compás de este otoño, indeciso entre una primavera que no es nada y un invierno que no llega a ser.

Como un adagio que suena sin querer, con miedo a romper el silencio inmenso de esta tarde, sobrecogida y solidaria, que acompaña mis manos mientras escribo. Suenan las palmas tristes de las ramas desnudas, los secos palmetazos que esparcen el dolor, mansamente, como aviones sin rumbo, color ocre, que llegan a no ser livianamente con lentitud de muerte prematura.  Una hoja, un niño… Viento ligero que juega a ser dios y no respeta nada, ni siquiera el espacio diminuto donde elegir reposo; viento travieso, cobarde dios de hojaldre de otros días que desparrama absurdo la injusticia, que impide caminar. Me da miedo pisar las hojas secas y me acurruco detrás de los cristales de mis gafas, sin salir, no sea que el aire de algún pequeño corazón de hoja se pose, dulcemente, en mis pestañas. No vaya a ser que el sufrimiento, prendido al arcoíris de su vuelo, se transforme en miseria.

(Fuente: Bonsais gigantes)
Anda el otoño recorriendo silencios. Y viene la vida a plantear desgarros, fiel a un calendario que anda  perdido atrás, demasiado atrás como para saber desde dónde empieza a pestañear este desasosiego de las horas. Un leve parpadeo que martillea en ausencias de no sé qué. Vacío de vivir cuando la tarde, acomplejada, se hace noche de pronto y el desconsuelo abruma como el pecado de un creyente. ¿El valor de la vida? A quién se lo pregunto para que la respuesta sirva de  algo. ¿Es que el aire es el mismo para todos, y el sol, y el firmamento que reproduce estrellas como en un sarpullido intermitente, y la melancolía de unos ojos que has visto y ya no sabes, el sueño, la alegría de la risa, la sensación de estar? No sé a quién preguntar que pueda darme una respuesta en la que la verdad se sacrifique y sea sólo el consuelo lo que sirva. Aceptaré el engaño. En esta sinrazón prefiero la piedad, el egoísmo de dormir, el dulce dolor de un no llorar indefinido.

(Fuente: Syzygy.org.uk)
Tal vez tan sólo busque una coartada que dé sentido a esta tristeza de inacabada lágrima, una forma burda de justificar la carencia del nombre, el olor de las risas que se pierden, la ilusión de una mirada que ya es súplica, el tacto de una piel desconocida que tan sólo será otra página más de un libro interminable de injusticias. Crueldad del sinsentido bajo un sol insolente y desquiciado. Huele a tierra mojada en el desasosiego de este atardecer roto. El perfil de los árboles juega en el contraluz de mi amargura. Y en el atlas de tanta sincronía, dímelo tú, tristeza:  ¿a quién pregunto?

Como un adagio ausente, pura sordina que dulcifica apenas la impotencia, mansamente el dolor, mansamente la tarde, mansamente las hojas jugando a ser metáfora, imagen de lo incierto conocido. Y mansa la distancia de los hijos que son todos los hijos. Van cubriendo el jardín sus almas cándidas en un último juego con la brisa, quizá su primer juego, su primera alegría en un zigzag inútil, remolino de risas apagadas. Se me llena el jardín, en un suspiro, de pequeños cadáveres perplejos. Hojas que caen… “El hambre mata al día a 8.500 niños en el mundo” .
(Fuente: La stampa)

domingo, 15 de octubre de 2017

NOSOTROS O LA HOGUERA

En cierta ocasión, un activo y liberado sindicalista me preguntó si iba a ir a no recuerdo qué manifestación. Lo hizo en un tono más inquisitorio que interrogante, con la prepotencia de autoridad moral de la que algunos se creen investidos, oropel por el que, además, cobran un sueldo que les pagamos los que cada día salimos a trabajar mientras ellos, posiblemente, duermen. Estuve prudente (lo siento) y no lo mandé al carajo, que es lo que se merecía más que por la pregunta por las formas de perdonavidas con que la hizo. Sólo le contesté que yo me manifiesto mucho más que él, porque lo hago cada sábado en estas páginas expresando libremente mi opinión: "¿Qué sentido tiene entonces que yo salga a la calle para apoyar la tuya, sin duda más interesada y fingida que la mía?", acabé. Y se acabó. La conversación, digo, porque el mozuelo salió escopeteado, calamocheando, mientras esbozaba una media sonrisa despectiva e insuficiente para disimular su cabreo. Cantinflas echó mano en muchas de sus películas del refranero mexicano, verdadero vademecum de sabiduría y  retranca, para poner en su sitio a petimetres de todo tipo: “Mírenlo, ya porque nació en pesebre, presume de Niño Dios”, le soltó a un prepotente chulito pagado de sí mismo. Y lo clavó. Al espécimen que nos ocupa, este refrán también le viene de perilla.

(Fuente: Poema del alma)
La anécdota no es baladí, porque, con matices, la he sufrido y también gozado en bastantes ocasiones, y he asistido a otras muchas en las que me tocó interpretar el papel de testigo. Y siempre de por medio políticos o sindicalistas que, con un sentido alienado de pertenencia al clan, no entienden la relación con los demás si no es abriendo trincheras de por medio o, lo que es peor, levantando murallas que separen a los “nuestros” de los “otros”. Y es que hay gente muy dada a, según soplen los vientos, considerarte de los suyos o de los contrarios como si no hubiera más posibilidades que esas, como si no existiera la opción de no ser ni de unos ni de otros. En su mentalidad obtusa y dogmática, a estos deseosos de hacer a los demás bueyes uncidos, no les cabe la independencia de criterio. Es más, no permiten siquiera ni la posibilidad de criterio. Y con una frivolidad irritante te etiquetan de acuerdo a que tus manifestaciones, a la luz de su corto y esclerótico entender, sean favorables o no al grupo al que pertenecen. En fin, yo entiendo que esa seguridad que nos proporciona el estar incorporado a un grupo, (‘la tribu’, que dicen algunos indígenas patrios de pelaje diverso), es atávica, casi irracional, y prácticamente inevitable por lo que a la familia se refiere, más que nada porque en este caso no hay posibilidad de elección. Uno no puede dejar de ser miembro de una familia, (excepto de la que el propio individuo forma), según las circunstancias, por más que pueda renegar de ella. Lo que no entiendo es que la integración en un grupo de pertenencia elegido libremente, como puede ser un partido político o un sindicato, lleve tantas veces aparejado el hecho de despreciar no sólo a los que pertenezcan a otro de ideología contraria o distinta sino, incluso, a los que no pertenecen a ninguno. Posiblemente a estos últimos con más encono por su incapacidad para encorsetarlos.

Durante los años de régimen ibarrista y en lo que al mundo de la cultura se refiere, el ninguneo, los ataques directos y los chantajes más repugnantes se ejercían de manera sañuda e implacable contra los que osaban ejercer algún tipo de crítica a las actuaciones políticas emanadas del politburó o, simplemente, no se prestaban a la lisonja, el apoyo incondicional, el vasallaje o, incluso, la sumisión rastrera. O eras de su cuadra o, como mínimo, no existías. Una de la actuaciones más sangrantes que conocí y seguí de cerca se perpetró contra quien osó descolgarse de un manifiesto público de pleitesía al rey del mambo de aquella época. Y, así, fue fulminado de manera inmisericorde de cualquier cargo oficial real o virtual por sus esbirros e incluido en la lista de los malditos. En el colmo de la aberración, un libro a punto de ser publicado en una editora pública, fue también arrojado a las tinieblas exteriores o a las llamas de la intransigencia. No sólo el autor, también su obra era víctima de la furia sectaria de estos demócratas de pacotilla.  En fin, años ciertamente oscuros aquellos en los que sólo faltaba que, de madrugada, sonara el timbre de tu casa y no fuera el lechero.
(Fuente: Filóloga Bibliófila)

sábado, 7 de octubre de 2017

ABDUCIDO

Hace dos sábados escribí el primer artículo sobre el laberinto catalán con la esperanza de que me sirviera de exorcismo y, así, cubriendo el expediente, librarme de ser poseído por la legión de demonios mayores y menores que lo infectan. Me temo que no solo no lo he logrado sino que ha sucedido lo contrario, porque este es el tercero seguido que escribo sobre el tema. Y lo que es peor, creo que mi estado más que un caso de posesión que podría solucionarse con cuatro hisopazos de algún sacerdote amigo, al compás de la cantidad de noticias y comentarios que se suceden de forma vertiginosa e ininterrumpida, ha adquirido la categoría de abducción y ahora ando ya metido en un torbellino diabólico del que no sé cómo voy a poder salir. Y es que los artículos que escribo, más que para paliar mi penosa situación creo que solo sirven para retroalimentarla.  Lo único que espero, con una ansiedad plagada de incertidumbres e inseguridades, es que el problema se resuelva, en un sentido o en otro, lo antes posible. No solo por mi salud emocional, que también, sino, sobre todo, por la salud emocional de España.

(Fuente: La Vanguardia)
A la espera de lo que pueda suceder el lunes en ese pleno del Parlament convocado o sin convocar en el que, de celebrarse, aún no hay indicios que me permitan aventurar si en él se materializará  la Declaración Unilateral de Independencia, (esa DUI que a mí me suena a argot hospitalario), y de producirse, tampoco me es posible asegurar si será inmediata o diferida, pero que, en cualquier caso, suspendido como está por el Tribunal Constitucional, será nulo de pleno Derecho, el núcleo del vórtice independentista está ahora centrado en la necesidad de diálogo y de mediación. ¿Diálogo con quién? ¿Con los mismos delincuentes, (Puigdemont, Junqueras, Forcadell...), que han organizado esta zapatiesta violentando la Constitución y el Estatuto de Autonomía, desobedeciendo  las sentencias judiciales y manteniéndose empecinados en el delito? ¿Con los camisas pardas de la CUP, Òmnium Cultural y la Asamblea Nacional Catalana que acosan, señalan, persiguen, humillan y amenazan a los que no están de acuerdo con ellos y su hipotética República Independiente? Y mediación, de quién, ¿de la Iglesia Católica, como algunos portentos han señalado? Pero, ¿con cuál de ellas? ¿ Con la de la Conferencia Episcopal con el melifluo Blázquez a la cabeza; con la del párroco de Calella y los 400; con la ultramontana de ese trasunto apolillado de monseñor Guerra Campos que es el obispo de Alcalá de Henares, o con la del Papa Francisco, por poner solo 4 ejemplos?  La majadería es de órdago, ¡Madre del Amor Hermoso!

(Fuente: elmundo.es)
Por otra parte, el tarambana mediocre y megalómano de Puigdemont, (“ya me siento presidente de un país libre”, ha dicho el nota), no ha sido consciente de a quién se enfrentaba y ha calculado su envite rematadamente mal. Porque Rajoy, ya se sabe, ha dado suficientes muestras de ser un político cachazas e inmutable, capaz de aprovechar, como los expertos en artes marciales, el ímpetu del ataque de sus adversarios en su propio beneficio. Si a eso le añadimos la rara astucia ‘vicevérsica’ que posee de hacernos creer que está quieto cuando se mueve, el final de este mal llamado choque de trenes nos ha llevado a donde estamos y, sobre todo, a donde ha llegado, pian pianito,  el atolondrado cristobita catalán, ahora trémulo ante la tesitura de tener que elegir entre el fuego o las brasas, o sea, entre la cárcel o el linchamiento político de los que todavía lo jalean.  Pues eso, al pez que busca el señuelo, no hay que tenerle consuelo.


(Fuente: 20minutos)
En fin, no me gustaría que Cataluña se independizara, fundamentalmente por las personas que viven allí, que sufrirían en sus carnes la trágica decepción de comprobar que la Arcadia feliz que prometen estos iluminados sería, apenas en realidad, una Albania extemporánea. Esto no quiere decir que esté en contra de una independencia que se produjera al amparo de la Ley. Y creo que desembarrancar la situación actual pasa, de entrada, por la disolución del actual Parlament y la convocatoria de nuevas elecciones autonómicas con listas que, para evitarnos entrar en un bucle terrorífico, no deberían incluir a los delincuentes recalcitrantes que nos han traído hasta aquí. Después será el momento, sin precipitaciones ni demoras, del diálogo. Y de las reformas constitucionales que hagan falta para que pueda celebrarse un referéndum consultivo legal en Cataluña. Si la mayoría está en contra de la independencia, se acabó el carbón. Si a favor, referéndum nacional vinculante a fin de ratificar o no el sí. Y en caso de ratificación, siguiendo la política de la UE con el Reino Unido y el Brexit, contrapartida económica. Porque querer el guarro, los guarrinos y la leche de la guarra, tampoco es de recibo. A ver si me queréis comprender.