Hace dos sábados escribí el primer
artículo sobre el laberinto catalán con la esperanza de que me sirviera de
exorcismo y, así, cubriendo el expediente, librarme de ser poseído por la
legión de demonios mayores y menores que lo infectan. Me temo que no solo no lo
he logrado sino que ha sucedido lo contrario, porque este es el tercero seguido
que escribo sobre el tema. Y lo que es peor, creo que mi estado más que un caso
de posesión que podría solucionarse con cuatro hisopazos de algún sacerdote
amigo, al compás de la cantidad de noticias y comentarios que se suceden de
forma vertiginosa e ininterrumpida, ha adquirido la categoría de abducción y
ahora ando ya metido en un torbellino diabólico del que no sé cómo voy a poder
salir. Y es que los artículos que escribo, más que para paliar mi penosa
situación creo que solo sirven para retroalimentarla. Lo único que espero, con una ansiedad plagada
de incertidumbres e inseguridades, es que el problema se resuelva, en un
sentido o en otro, lo antes posible. No solo por mi salud emocional, que
también, sino, sobre todo, por la salud emocional de España.
(Fuente: La Vanguardia) |
A la espera de lo que pueda suceder
el lunes en ese pleno del Parlament convocado o sin convocar en el que, de
celebrarse, aún no hay indicios que me permitan aventurar si en él se materializará
la Declaración Unilateral de
Independencia, (esa DUI que a mí me suena a argot hospitalario), y de
producirse, tampoco me es posible asegurar si será inmediata o diferida, pero
que, en cualquier caso, suspendido como está por el Tribunal Constitucional,
será nulo de pleno Derecho, el núcleo del vórtice independentista está ahora
centrado en la necesidad de diálogo y de mediación. ¿Diálogo con quién? ¿Con
los mismos delincuentes, (Puigdemont,
Junqueras, Forcadell...), que han organizado esta zapatiesta violentando la
Constitución y el Estatuto de Autonomía, desobedeciendo las sentencias judiciales y manteniéndose
empecinados en el delito? ¿Con los camisas pardas de la CUP, Òmnium Cultural y
la Asamblea Nacional Catalana que acosan, señalan, persiguen, humillan y
amenazan a los que no están de acuerdo con ellos y su hipotética República
Independiente? Y mediación, de quién, ¿de la Iglesia Católica, como algunos portentos
han señalado? Pero, ¿con cuál de ellas? ¿ Con la de la Conferencia Episcopal con
el melifluo Blázquez a la cabeza;
con la del párroco de Calella y los 400; con la ultramontana de ese trasunto
apolillado de monseñor Guerra Campos
que es el obispo de Alcalá de Henares, o con la del Papa Francisco, por poner solo 4 ejemplos? La majadería es de órdago, ¡Madre del Amor
Hermoso!
(Fuente: elmundo.es) |
Por otra parte, el tarambana
mediocre y megalómano de Puigdemont, (“ya me siento presidente de un país
libre”, ha dicho el nota), no ha sido consciente de a quién se enfrentaba y ha
calculado su envite rematadamente mal. Porque Rajoy, ya se sabe, ha dado suficientes muestras de ser un político
cachazas e inmutable, capaz de aprovechar, como los expertos en artes
marciales, el ímpetu del ataque de sus adversarios en su propio beneficio. Si a
eso le añadimos la rara astucia ‘vicevérsica’ que posee de hacernos creer que
está quieto cuando se mueve, el final de este mal llamado choque de trenes nos
ha llevado a donde estamos y, sobre todo, a donde ha llegado, pian
pianito, el atolondrado cristobita
catalán, ahora trémulo ante la tesitura de tener que elegir entre el fuego o
las brasas, o sea, entre la cárcel o el linchamiento político de los que todavía
lo jalean. Pues eso, al pez que busca el
señuelo, no hay que tenerle consuelo.
(Fuente: 20minutos) |
En fin, no me gustaría que Cataluña
se independizara, fundamentalmente por las personas que viven allí, que sufrirían
en sus carnes la trágica decepción de comprobar que la Arcadia feliz que
prometen estos iluminados sería, apenas en realidad, una Albania extemporánea. Esto
no quiere decir que esté en contra de una independencia que se produjera al
amparo de la Ley. Y creo que desembarrancar la situación actual pasa, de
entrada, por la disolución del actual Parlament y la convocatoria de nuevas
elecciones autonómicas con listas que, para evitarnos entrar en un bucle
terrorífico, no deberían incluir a los delincuentes recalcitrantes que nos han
traído hasta aquí. Después será el momento, sin precipitaciones ni demoras, del
diálogo. Y de las reformas constitucionales que hagan falta para que pueda
celebrarse un referéndum consultivo legal en Cataluña. Si la mayoría está en
contra de la independencia, se acabó el carbón. Si a favor, referéndum nacional
vinculante a fin de ratificar o no el sí. Y en caso de ratificación, siguiendo
la política de la UE con el Reino Unido y el Brexit, contrapartida económica.
Porque querer el guarro, los guarrinos y la leche de la guarra, tampoco es de
recibo. A ver si me queréis comprender.
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