sábado, 7 de octubre de 2017

ABDUCIDO

Hace dos sábados escribí el primer artículo sobre el laberinto catalán con la esperanza de que me sirviera de exorcismo y, así, cubriendo el expediente, librarme de ser poseído por la legión de demonios mayores y menores que lo infectan. Me temo que no solo no lo he logrado sino que ha sucedido lo contrario, porque este es el tercero seguido que escribo sobre el tema. Y lo que es peor, creo que mi estado más que un caso de posesión que podría solucionarse con cuatro hisopazos de algún sacerdote amigo, al compás de la cantidad de noticias y comentarios que se suceden de forma vertiginosa e ininterrumpida, ha adquirido la categoría de abducción y ahora ando ya metido en un torbellino diabólico del que no sé cómo voy a poder salir. Y es que los artículos que escribo, más que para paliar mi penosa situación creo que solo sirven para retroalimentarla.  Lo único que espero, con una ansiedad plagada de incertidumbres e inseguridades, es que el problema se resuelva, en un sentido o en otro, lo antes posible. No solo por mi salud emocional, que también, sino, sobre todo, por la salud emocional de España.

(Fuente: La Vanguardia)
A la espera de lo que pueda suceder el lunes en ese pleno del Parlament convocado o sin convocar en el que, de celebrarse, aún no hay indicios que me permitan aventurar si en él se materializará  la Declaración Unilateral de Independencia, (esa DUI que a mí me suena a argot hospitalario), y de producirse, tampoco me es posible asegurar si será inmediata o diferida, pero que, en cualquier caso, suspendido como está por el Tribunal Constitucional, será nulo de pleno Derecho, el núcleo del vórtice independentista está ahora centrado en la necesidad de diálogo y de mediación. ¿Diálogo con quién? ¿Con los mismos delincuentes, (Puigdemont, Junqueras, Forcadell...), que han organizado esta zapatiesta violentando la Constitución y el Estatuto de Autonomía, desobedeciendo  las sentencias judiciales y manteniéndose empecinados en el delito? ¿Con los camisas pardas de la CUP, Òmnium Cultural y la Asamblea Nacional Catalana que acosan, señalan, persiguen, humillan y amenazan a los que no están de acuerdo con ellos y su hipotética República Independiente? Y mediación, de quién, ¿de la Iglesia Católica, como algunos portentos han señalado? Pero, ¿con cuál de ellas? ¿ Con la de la Conferencia Episcopal con el melifluo Blázquez a la cabeza; con la del párroco de Calella y los 400; con la ultramontana de ese trasunto apolillado de monseñor Guerra Campos que es el obispo de Alcalá de Henares, o con la del Papa Francisco, por poner solo 4 ejemplos?  La majadería es de órdago, ¡Madre del Amor Hermoso!

(Fuente: elmundo.es)
Por otra parte, el tarambana mediocre y megalómano de Puigdemont, (“ya me siento presidente de un país libre”, ha dicho el nota), no ha sido consciente de a quién se enfrentaba y ha calculado su envite rematadamente mal. Porque Rajoy, ya se sabe, ha dado suficientes muestras de ser un político cachazas e inmutable, capaz de aprovechar, como los expertos en artes marciales, el ímpetu del ataque de sus adversarios en su propio beneficio. Si a eso le añadimos la rara astucia ‘vicevérsica’ que posee de hacernos creer que está quieto cuando se mueve, el final de este mal llamado choque de trenes nos ha llevado a donde estamos y, sobre todo, a donde ha llegado, pian pianito,  el atolondrado cristobita catalán, ahora trémulo ante la tesitura de tener que elegir entre el fuego o las brasas, o sea, entre la cárcel o el linchamiento político de los que todavía lo jalean.  Pues eso, al pez que busca el señuelo, no hay que tenerle consuelo.


(Fuente: 20minutos)
En fin, no me gustaría que Cataluña se independizara, fundamentalmente por las personas que viven allí, que sufrirían en sus carnes la trágica decepción de comprobar que la Arcadia feliz que prometen estos iluminados sería, apenas en realidad, una Albania extemporánea. Esto no quiere decir que esté en contra de una independencia que se produjera al amparo de la Ley. Y creo que desembarrancar la situación actual pasa, de entrada, por la disolución del actual Parlament y la convocatoria de nuevas elecciones autonómicas con listas que, para evitarnos entrar en un bucle terrorífico, no deberían incluir a los delincuentes recalcitrantes que nos han traído hasta aquí. Después será el momento, sin precipitaciones ni demoras, del diálogo. Y de las reformas constitucionales que hagan falta para que pueda celebrarse un referéndum consultivo legal en Cataluña. Si la mayoría está en contra de la independencia, se acabó el carbón. Si a favor, referéndum nacional vinculante a fin de ratificar o no el sí. Y en caso de ratificación, siguiendo la política de la UE con el Reino Unido y el Brexit, contrapartida económica. Porque querer el guarro, los guarrinos y la leche de la guarra, tampoco es de recibo. A ver si me queréis comprender.

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