sábado, 30 de noviembre de 2019

EL GAÑÁN MATASIETE


En el mes de mayo de 2012, tras la primera de las dos elecciones legislativas (6 de mayo/17 de junio) que se llevaron a cabo en Grecia por la mismas razones que estas dos últimas nuestras (28 de abril/10 de noviembre),  publiqué aquí un artículo titulado Parecidos razonables, referido a las semejanzas políticas de Grecia y España y en el que, entre otras cosas, decía: «... la desazón se transforma en escalofrío con los 21 escaños conseguidos por Amanecer Dorado, un partido ultranacionalista y nazi... cuyo líder, Nikos Mijaloliakos, es un energúmeno xenófobo con ademanes de perro rabioso, según afortunada imagen de Tomás Martín Tamayo en su artículo del miércoles... Por suerte no tenemos, hasta ahora, un partido aquí comparable a este engendro. Las heridas de la dictadura franquista todavía sangran y a las alimañas gamadas las hemos arrinconado en grupúsculos marginales. Pero, por si acaso, habrá que estar atentos, con ojo de chícharo».

Y unos meses después, en febrero de 2013, en El nido del cuco, volvía a la carga: «El decorado de crisis económica, recortes salvajes, paro galopante, desencanto político, casos significativos de corrupción y ausencia de futuro, es caldo de cultivo para que las ratas, maestras en aprovecharse de las fragilidades estructurales y de las grietas, se cuelen en el edificio. Y eso ya son palabras mayores porque, al menor descuido, pueden convertirse en plaga. En Grecia ya han dado la cara con el nombre de Amanecer Dorado. Aquí todavía no han asomado los bigotes, pero ya se las oye corretear por el sótano».

             
           
Lo que tenía que ocurrir ocurrió y en España ya campan por sus respetos, por muy irrespetuosos con los demás que estos sean, y pasean su dogmatismo atávico y sus neurosis por ayuntamientos y parlamentos. El último ejemplo de su intransigencia y su chulería la ha dado Ortega Smith, salvapatrias siniestro que ostenta la portavocía  de su caterva en el ayuntamiento de Madrid, además de ser diputado electo. Fue el pasado lunes, en el acto de homenaje que el Ayuntamiento de Madrid tributaba a las mujeres víctimas de la violencia machista, coincidente con el ‘Día Internacional para la eliminación de la Violencia contra la Mujer’ promovido por la ONU. Los votos en contra del gañán y sus correligionarios habían impedido que viera la luz, por primera vez desde 2004, una declaración institucional de repulsa a tan sangrante lacra social. Pero no contento con eso, el interfecto subió al estrado a soltar su arenga obsesivamente negacionista y a humillar a las mujeres allí presentes. La mayoría de ellas, viéndolas venir y conociendo cómo se las gastan estos fanáticos con el tema de la violencia contra las mujeres, abandonaron el auditorio entre pataleos y gritos de ¡vergüenza! Pero Nadia Otmani (22 años en silla de ruedas por los tres disparos que le propinó el marido de su hermana cuando ella intentaba protegerla) no se movió. Ubicada junto al asiento del bravucón, cuando él, después de soltar en el estrado su inmundicia, se sentó a su lado, le cantó las verdades del barquero. Acobardado y dando muestras de su miseria moral, fue incapaz de mirarla a la cara mientras solicitaba ayuda para que la hicieran callar. Al día siguiente, aparentemente repuesto de su acojono, se presentó ante los medios repeinado y arrogante, con la mirada clara y lejos y la frente levantada, como víctima de una encerrona urdida por la extrema izquierda y una periodista de la Sexta... personificados en la imagen (que a él debió de parecerle aterradora) de una mujer indignada, ella sí víctima de la violencia machista, postrada en silla de ruedas. Lo cual, una actuación sin duda bochornosa, una anécdota transmutada en categoría que nos desvela la catadura indecente de este anonadado matasiete de guardarropía.

Tengo mis barruntos, pero me gustaría saber con certeza de dónde le viene a esta patulea retroactiva una misoginia selectiva tan pertinaz, tan maníaca, tan patológicamente obsesiva. ¿Complejos de inferioridad o de Edipo mal gestionados? ¿Temor transformado en odio? ¿Malas experiencias infantiles con madres o hermanas? ¿Conflictos o celos de pareja? ¿Deberíamos hablar de ginefobia o de machismo puro y duro? No lo sé, pero está claro que lo que quiera que sea ha tomado carta de naturaleza política e invadido su programa y sus actuaciones públicas en las que, unos y otras, no pierden ocasión de esparcir espumarajos vitriólicos en lo que a las mujeres víctimas de violencia machista se refiere, y de sembrar dudas sobre lo que esa violencia significa.

En fin, para terminar vuelvo al inicio de este artículo y a la comparativa entre Grecia y España que hacía. Las huestes de Amanecer Dorado consiguieron estar en el Consejo de los Helenos en las dos elecciones de 2012 a las que aludía y en las celebradas en 2015. En las de julio de este año consiguió 0 escaños.  De modo que a los griegos les ha costado 7 años librarse de estos mostrencos. Vox entró en nuestro Congreso de los Diputados este año y, si todo va como tiene que ir, tendremos elecciones en 2023. De modo que si homologamos, en el peor de los casos esta gentuza saldría de najas en 2027. Yo igual ya no estaré aquí, pero España y muchos de los que quiero, sí. Y con eso me conformo, primo.


sábado, 23 de noviembre de 2019

EL SECUESTRO DE SAN PANCRACIO



         
Como saben quienes me leen o, sin hacerlo, me conocen, vuelvo a decir que el 17 de octubre de 2017 me jubilé después de trabajar, mayormente y de segundas, en la Universidad de Extremadura. Cuando reingresé en el año 2001 me encontré con algunos funcionarios y docentes a los que ya había tratado en mi anterior época, pero a la mayoría los veía, conscientemente, por primera vez. Y de algunos que ya conocía, a fuer de sincero, tengo que decir que me pesaba haberlo hecho. Para compensar este desagrado, en la Sección de Gestión Económica del Gasto (a la que fui destinado de entrada y de salida porque estando en ella me jubilé al cabo de 18 años) me encontré con muy buena gente que me recibió con generosidad. Sobre todo Martín, que fue mi lazarillo en los inicios enseñándome con paciencia franciscana todos los secretos y los intríngulis de un trabajo del que yo no tenía ni puñetera idea. Gracias a él empecé a ver la luz y en poco tiempo ya era prácticamente autónomo.


           
Pasado un tiempo, poco, unos compañeros y yo adquirimos el hábito gozoso de bajar a la cafetería a trasegar unas cañas. Sin necesidad de cita, a determinada hora nos encontrábamos en el rincón de la barra de la cafetería rectoral y tertuliábamos. No faltaban en nuestras conversaciones cotilleos o críticas sobre parte de la jarca universitaria más cercana, ora docente, ora no docente. A veces los destinatarios de nuestros dardos estaban peligrosamente cerca de nosotros con lo que, para evitarnos malos rollos, (y no sé si, en algunos casos, fue peor el remedio que la enfermedad) nos referíamos a ellos con sobrenombres ideados por otros y que adoptábamos, o con los que salían de nuestro propio magín. Como yo estoy jubilado y libre de la incomodidad que podría suponerme la propincuidad diaria, enumeraré algunos de ellos. Sin acritud, por supuesto, y solo a título informativo: Jorge Javier, la ‘múa’, la ‘bigotona’, Shrek, el guarro Céspedes, Epi, Herman Munster, el morrocate, Mazinger Z, Calimero, Skippy, Stan Laurel, la correcaminos, Fernandel, Chucky, Lina Morgan, el ‘pasmao’, la sarasa pelusona, Betty Boop, Di María, Mini Yo, Trump, el sacristán, la vieja del visillo, el reportero intrépido, el Rasputín calamocheante, la mea poquito... Y algunos más que por olvido o compasión no relaciono.


           
En ese rincón que en el momento de jubilarme mis amigos, generosos donde los haya, bautizaron como Rincón del poeta, hemos pasado muy buenos momentos, organizado alguna que otra zapatiesta y vivido situaciones de todo tipo. Pero creo que la mayor gamberrada fue la perpetrada contra una pequeña estatua de san Pancracio que lucía en lo alto de un mueble detrás de la barra y pegado al rincón. Le fuimos cogiendo tal tirria galopante que acabamos tirándole altramuces, aceitunas  o servilletas arrugadas y diciéndole de todo cuando no había testigos. Hasta que un día tuvimos, como  el Romano Patroni de Ojos negros, una idea geniale: Secuestrarlo. Porque, ¿qué necesidad teníamos nosotros de aguantar en nuestro relajo a un carapalo como ese tan antipático, tan gafe y tan feo? Y ahí empezó a fraguarse uno de los hitos más gloriosos ocurrido al amparo de ese rincón mágico. Tras varias reuniones del comando operacional, decidimos la estrategia a seguir. Debíamos realizar la tropelía un día en que el bar estuviera vacío a la hora a la que nosotros solíamos ir, tener previstas la vigilancia de la puerta delantera, la vía de escape, la ocultación del secuestrado y, sobre todo, el modo operativo y la infraestructura necesaria para llevarla a cabo, que no era moco de pavo. Así que una vez decidida la acción, escondí en un hueco de la barra una bolsa de plástico opaca, y el encargado de bajar de su altura al odiado santo  perejilero llevó durante varios días una caña de pescar telescópica, sin sedal, oculta entre sus ropas. El día en el que se nos presentó la ocasión propicia, el uno se fue a vigilar la entrada.  El otro sacó su caña de pescar y, con maestría fulgurante, metió su punta por el aura metálica de la imagen para conseguir, con un golpe de muñeca preciso, que llegara a nuestras manos  en una tirolina  impecable. Y yo la introduje en la bolsa de plástico y salí pitando a mi coche para esconderla. La acción revolucionaria duró menos de un minuto. Fue un prodigio de exactitud milimétrica.
Después de pasados unos meses en los que nadie, de dentro o de fuera del mostrador, pareció echar de menos al cenizo, lo devolvimos a su lugar de origen con la ayuda de un infiltrado con talla suficiente para llegar a esas alturas. Y aquí paz y después gloria.

          En fin, cierto es que el asunto tuvo muy poca repercusión mediática, pero a ver quién nos quita lo bien que lo pasemos y el cachondeo que nos trajimos a costa del santo malaje. Que al fin y al cabo es de lo que se trataba, primo.


domingo, 17 de noviembre de 2019

EL REINADO DE WITIZA



          «Difícil y complicado se presentaba el reinado de Witiza...», o algo así se decía en un libro de lecturas históricas de mi infancia. Una imagen que mi memoria recuperó instantáneamente desde que, en la noche del pasado domingo, se conoció el resultado de unas elecciones dizque convocadas para salir del punto muerto en el que el gobierno en funciones tenía embarrancado al país y que, sin embargo, deparaban un desenlace que hacía aún más ‘difícil y complicada’ la investidura. Lo único que podíamos afirmar con seguridad de dichas elecciones eran sus números, o sea, la subida del PP, la ascensión de Vox, el castañazo de Ciudadanos, el bajón de Podemos y la bajada del PSOE. Y la constatación del timo legal que supone la vigente ley electoral española que permite que agrupaciones como ERC, con 869.934 votos y el 03,61% del censo electoral nacional  consiga 13 escaños, mientras que Ciudadanos con 1.637.540 y el 6,79%, solo 10. En Alemania, salvo escasas excepciones en favor de determinadas minorías étnicas, se exige un mínimo del 5% del Censo Nacional para obtener representación parlamentaria. De haberse aplicado aquí esta barrera, el Parlamento se hubiera visto libre de los diputados de ERC, JxCat-Junts, EAJ-PNV y EH Bildu, entre otros. O sea, la limpia de morralla parlamentaria habría sido espectacular, incluso sublime. Pero en España no hay límite y así nos va, con un Congreso de los Diputados salpicado de tartufos devotos de la ley del embudo, con un espíritu democrático bajo mínimos y dando la tabarra a base de bien con sus desvaríos y su idiocia separatista irreversible. A eso lo llamo yo tener el enemigo en casa a mesa puesta y con derecho a cama.

           
(El barómetro del hechicero)
         La noche del domingo, pues, «los purititos números» (que diría Cantinflas) ofrecían una situación algo más complicada que la que ya había para salir del atolladero de la provisionalidad del gobierno. De modo que con las nuevas elecciones Sánchez había hecho ‘un pan como unas hostias’. Pero es que cuando las convocó, Tezanos, su augur de baratillo, pronosticaba una subida del PSOE y de Podemos tal que, unidos, podrían alcanzar la mayoría absoluta. Y yo creo que esa fue la espoleta de la bomba electoral que le ha estallado en las narices al currutaco. Una bomba potenciada, por otra parte, con las empachosas dosis de vanidad, megalomanía y ansia mórbida de poder que él añadió al artefacto y de la que nos ha dado suficientes muestras desde que estrenó el colchón de La Moncloa. Como también creo que el preacuerdo que presentaron al día siguiente (Salakadula chalchikomula bidibibadibu bu)  y alcanzado, según ellos, en una noche intensa de negociaciones y renuncias mutuas por el bien de ‘este país y de su gente’, estaba enjaretado desde antes de empezar la campaña electoral. Entre otras razones porque me es imposible tragar que una analfabeta funcional como Adriana Lastra consiga en una noche la cuadratura del círculo ‘podemista’.

(Fuente: El Heraldo de Aragón)
Este barrunto lleva aparejada mi convicción de que la campaña electoral que se han marcado el uno y el otro, llena de desprecios e insultos mutuos, de burlas y humillaciones enconadas, ha sido la gran impostura, una pantomima de cara a la galería, una representación burlesca para ocultar la alevosía de un acuerdo vergonzoso que podría haberse cerrado en abril (con 10 escaños más entre ambas formaciones) y nos habría ahorrado esta nueva pasada por las urnas que ha servido, mayormente, para descalabrar a Ciudadanos (que ya veremos cómo sale de ésta), encumbrar a los carpetovetónicos recalcitrantes de Vox hasta el tercer puesto de la clasificación y dejar a estos dos filibusteros de secano con sus desvergüenzas al aire mientras se reparten sillones ministeriales como parte del botín. Y lo peor es que la movida no ha hecho más que empezar. Porque hasta ahora, que se sepa, el asunto no pasa de un documento tenguerengue que no es más que una enumeración de generalidades. Nada concreto, nada de Programa de Gobierno, nada de cómo, ni de quién, ni de qué, ni de por qué... Y para más inri, ahí está al acecho esa morralla parlamentaria de la que antes hablaba cuyos votos o abstención necesita este dúo atorrante para la investidura. Y en esa será un quid pro quo sangrante del que posiblemente no conoceremos detalles hasta que sea hecho consumado.

Pero bueno, volviendo al inicio, sabemos que Witiza murió el año 710 de muerte natural. Intentó sucederle su hijo Agila, que había reinado con él regni concordia, pero la nobleza visigoda se opuso y eligió a don Rodrigo como rey, con lo que se inició una guerra entre unos y otros por la sucesión. Los partidarios de Witiza-Agila, viendo que don Rodrigo les iba a dar la del galgo, buscaron la ayuda de los sarracenos que incordiaban ya a las puertas de Ceuta y estaban a ver qué caía. Después de que el conde don Julián les facilitara la entrada a la Península por Gibraltar, don Rodrigo, que andaba dando leña a los vascones, viajó hasta el sur para enfrentarse a los invasores vitizanos que venían con las del Beri, muriendo en la batalla de Guadalete. Y ahí, en el año 711, se acabó el estado visigodo en la Península Ibérica y comenzaron casi 8 siglos de invasión musulmana en nuestra historia. Y ahora, que cada cual, salvando las distancias, homologue a su gusto a aquellos protagonistas de la historia con los actuales, que yo ando justito de espacio articulístico y me van a reñir, primo.


domingo, 10 de noviembre de 2019

"INEFABLE DOMINGO DE NOVIEMBRE"



            «Inefable», del latín ineffabilis, ‘indecible’: 'Que no se puede expresar con palabras'. Así define el DRAE este adjetivo sugerente que además de indecible, que es su traducción literal del latín, tiene sinónimos como inexpresable, indescriptible o inenarrable. Hay otros diccionarios de sinónimos que se vienen arriba  y también lo consideran sinónimo de maravilloso, genial, sublime, único, divino, original..., algo que me parece un exceso y una manera de confundir la sinonimia con una analogía ciertamente forzada.


 
         Salvado este pequeño exordio digo que en el año 1982, Jesús Delgado Valhondo publicó, casi de manera simultánea, dos libros que eran uno: Inefable domingo de noviembre, en la Institución Cultural El Brocense de la Diputación de Cáceres, e Inefable noviembre, en Ediciones Bahía de Algeciras. En su libro Jesús Delgado Valhondo: Vida. Poética. Poesía (Fundación Jesús Delgado Valhondo. Colección Estudios, nº 1. Badajoz.2009), Antonio Salguero Carvajal nos explica la razones de la ‘duplicidad’ editorial:  «Este hecho insólito se debe a que meses antes [de la edición] el poeta, respondiendo a la petición urgente de Ángel Sánchez Pascual que vio la oportunidad de editarlo en ese momento [en la Institución Cultural El Brocense], le remite precipitadamente el original en borrador. Pero ante la paralización del proyecto en Cáceres, Sánchez Pascual lo envía al premio Bahía de Algeciras buscando otra oportunidad de publicación. Mientras se falla este certamen, se retoma el proyecto en Cáceres e ‘Inefable domingo de noviembre’ es editado, después de corregir Jesús Delgado Valhondo las pruebas de la primera redacción (de ahí que considerara esta edición la auténtica). A la vez, la colección Bahía le concede un accésit y, cuando conoce la edición del poemario, protesta ante la I. C. El Brocense. Valhondo para evitar una polémica, aprueba que fuera editado en Algeciras con una redacción sintetizada, que respetaba las correcciones del original en borrador, donde la denominación del libro es reducida, varios poemas cambian el título o son omitidos, tiene variantes y la expresión es más concisa».

(De allá para acá: Valhondo, Castelo, Poblador y yo)
Desde aquel 23 de julio de 1993, en que Jesús huyó camino de un silencio irreversible y nos dejó tan huérfanos de luz, noviembre y él viven unidos en el alma de mis recuerdos. Tan es así y tan fuerte es la constancia de su ausencia que llegado ese mes, el día primero, año tras año, libero de estrecheces de biblioteca y estanterías a este libro inefable del que hablaba, lo llevo a mi mesilla y siento que comienza a despertar de nuevo mientras lo leo y yo escucho a Jesús hablándome en sus lágrimas. Una noche tras otra siento el dolor sereno de su voz en sus versos. Y el libro, y el rumor de sus páginas, y el hálito pequeño de las hojas que paso y mi mirada quieta recorriendo las sombras del techo y de la vida, apaciguan la pena de la pérdida, restañan las heridas del tiempo y de la huida. Pero no me consuelan, que el consuelo no sirve contra lo irremediable. Y sin embargo hay veces que entre sueños, con la luz apagada y el resplandor callado de una indecisa luna llamando a mi ventana, acuden en mi ayuda todos los que se fueron: mis padres, mi melliza, Angelito, CasteloLeoni... uno tras otro y todos los muertos de mi vida. Y hacemos una timba de sueños e imposibles entre risas y lágrimas navegando en mil mares de presencias e intentos. La vida es un absurdo que se repite o sueña y vive en el acaso absurdo de ella misma. Y resucita ausentes en la doblez de un tiempo que no pasa y permanece quieto en nuestras manos, como un barro silente con el que modelar lo inalcanzable. Y vivimos sus trampas, sabiendo que lo son, con la ilusión de niños en la noche de Reyes, porque nos interesa sublimar la distancia y olvidar el olvido.
(Angelito) 

          He de confesar que mi idea, a la hora de empezar este artículo, era relacionar el «inefable domingo» de Valhondo con el que nos espera mañana, que no es moco de pavo, porque el título de su poemario viene que ni pintiparado para la ocasión. Pero lo que es, es lo que es, y me he ido mayormente por los cerros que el corazón me obligaba a explorar estando de por medio Jesús y el sufrimiento callado y discreto de mi amigo JuanMa Cardoso. No obstante, y para cumplir con el primer expediente de mi atolondrado cacumen (él, aun atolondrado, es el que manda) tendré que decir que tras una campaña electoral llena de frases huecas, absolutamente plana y nada ilusionante para los que no estamos ilusionados por decreto, fofa, cutre, repetitiva, cateta, inculta, irrisoria y fiel reflejo de la escasa estatura intelectual y la indigencia cultural de la mayoría de sus intervinientes, mañana (de todas, todas) será un ‘inefable domingo de noviembre’. Entendiendo ‘inefable’ en sus acepciones más académicas. Porque de ‘único’, ‘original’ o ‘sublime’, nada de nada. Y de ‘divino’, menos. A pesar de que algunos de nuestros capitostes políticos, cabezas de lista o no, tan ensoberbecidos ellos, tan prepotentes, tan torpes y sobrados de fatuidad, se sientan dioses del Olimpo y crean tener a Zeus cogido por los golondros. (Y valga el eufemismo pajarero, primo).

domingo, 3 de noviembre de 2019

PERIÓDICOS, AUTOCERVECERÍA Y UN COCIDO ACOSADOR




            Después de comprar el HOY cada mañana vuelvo a casa y, tras leerlo, tratar de resolver el jeroglífico y ver cómo andan Olafo el Terrible y su inseparable Chiripa, me dedico a repasar la ristra de periódicos digitales que tengo por costumbre. Abarco todo el espectro de los nacionales, creo, más que nada para comparar cómo una misma noticia o unos mismos datos pueden llevar, según quién los interprete, a conclusiones absolutamente contrarias. Y porque me divierte mucho ver los encajes de bolillos que unos y otros hacen para tratar de arrimar el ascua a su sardina ideológica que, por otra parte y salvo honrosas excepciones, apesta a podrida a través de la pantalla del ordenador. De todas formas, desde que el pasado 24 de setiembre se publicó en el BOE el Real Decreto 551/2019 de disolución del Congreso de los Diputados y del Senado, y de convocatoria de elecciones para el 10 de noviembre, el asunto se ha salido de madre, con lo que la diversión plácida que me producía el contraste político de medios y protagonistas se ha tornado, por mor de la avalancha sobrevenida de declaraciones, entrevistas, encuestas y sardinas podridas, en un empacho angustioso, repetitivo y estrambótico imposible de digerir. Porque nuestros próceres otra cosa no, pero pelmazos lo son hasta la extenuación. Y capaces de decir la mayor mamarrachada como quien está descubriendo la cuadratura del círculo, también.

Llegado a este punto y antes de que mi desquiciado cacumen entrara en un «corredor sin retorno» irreversible (como le ocurrió al desdichado periodista Johnny Barret en la película homónima de Samuel Fuller), desde mediados de octubre paso de puntillas por  noticias, entrevistas o reportajes que se refieran a la matraca electoralista. Lo que me da tiempo y ocasión de fijarme en informaciones que antes pasaban desapercibidas a mi escrutinio y que ahora, en general, leo para olvidarlas sobre la marcha porque suelen ser bobadas mayúsculas sobre el famoseo cutre que invade nuestras cadenas de televisión o consejos de lo más peregrinos sobre «cómo hacer, cómo lucir, cómo aprovechar, cómo lograr, cómo quedar bien...» y naderías similares. O, lo que es peor, sobre qué enfermedades pueden ocultar un callo en el meñique izquierdo, un grano en el lóbulo de la oreja o un repentino picor de nísperos. ¡Menuda insensatez, joé! Sin embargo, hay ocasiones, pocas, en las que me encuentro con joyas impagables como la de la «huérfana impostora» sobre la que escribí hace unas semanas. Y esta vez que nos ocupa no ha sido solo una, sino dos las que han venido a enriquecerme en el relajo.

La primera es la historia de un ciudadano estadounidense que, en 2011 y tras un
tratamiento con antibióticos, fue presa de una serie de síntomas raros como «pérdida de memoria, niebla mental, episodios de depresión, cambios de personalidad y comportamientos inusualmente agresivos». Los médicos, en la Babia yanqui, decidieron enviarlo a un psiquiatra que como es natural, ya saben, le recetó antidepresivos. De nada le sirvieron para paliar sus síntomas. Fue cuando la policía lo detuvo bajo la sospecha de que conducía ebrio cuando empezó a descubrirse el pastel. Al negarse a hacer el test de alcoholemia fue derivado a un hospital donde comprobaron que su nivel de alcohol en sangre era de 200 mg/dl (el máximo permitido es de 50), mientras él negaba repetidamente haber ingerido alcohol. Ante la sospecha más que fundada de que el enfermo padeciera el síndrome de la autocervecería, se le realizaron pruebas que detectaron la «presencia de Saccharomyces cerevisiae (levadura de cerveza) y S. boulardii en heces», lo que confirmaba el diagnóstico. Y es que nuestros intestinos, al digerir alimentos azucarados o que contengan almidón, producen una pequeña e inofensiva cantidad de alcohol. Pero si la tal Saccharomyces cerevisiae está presente en ellos, el sujeto se convierte en una cervecería andante, en una reencarnación de Gambrinus autoabastecido que es presa de unos colocones espontáneos que ni te cuento, primo.

La segunda tiene como protagonista involuntario a Richard Barreira, un vigués que, como hacía desde hace años, publicó en Instagram las fotografías del primer cocido gallego de la temporada hecho por su madre. Esto fue a mediodía de un domingo. Y en la tarde de ese mismo día recibió una comunicación de la citada red social en la que le decían que habían eliminado su publicación por «infringir sus normas comunitarias» que incluyen  «violencia gráfica; lenguaje que incita al acoso, violencia y acoso escolar (ellos escriben bullying); desnudos y actividad sexual». En medio de la estupefacción, lo que se me ocurre decir sobre el particular es demasiado escatológico y obsceno. De modo que como no soy Cristina Morales y provocar a melindres no es lo mío, lo obvio y echo mano de la respuesta del propio damnificado, Richard Barreira: «O la unidad censora de Instagram está gobernada por un o una vegana o es un problema mental o simplemente es que son gilipollas». Sí. Pero yo, para hacerlo mío, sustituyo en su alegato la conjunción disyuntiva «o», por la copulativa «y». Porque los mandamases de Instagram se merecen, como poco, esta cópula. Metafóricamente hablando of course, cousin.