Parece que lo que toca en estas
fechas es hacer balance. Y soñar proyectos que normalmente no se cumplen,
posiblemente porque la mayoría de ellos no dependen de nosotros, con lo que
esta segunda parte de la tradición suele quedarse en pura quimera. Aún recuerdo
una entrevista que, en el año 2013, me hicieron en estas páginas de HOY donde
me acogen semana a semana en la que, entre otras cosas, me preguntaban mis
peticiones para el siguiente curso. Fueron tres las que formulé: “Ser abuelo;
que la vida siga, como poco, igual que ahora en lo que a familia, salud,
trabajo y amigos se refiere; y que la poesía me perdone, salga de dondequiera
que se haya escondido y vuelva a estar conmigo, de mi mano, como antes” Y
acababa diciendo: “Ninguna de las tres depende de mí, con lo que me parece que
lo llevo claro”. Y vaya si tenía razón porque aquí sigo, casi tres años
después, sin nietos, llorando la ausencia de amigos que se fueron y con la
poesía dormida en algún recoveco de mi corazón, no sé si presa de un letargo del
que algún día despertará o definitivamente sumida en un silencio irreversible.
En pocas palabras diré que este año 2015 ha tenido
para mí más penumbras que
luz, con lo que me he alegrado de despedirlo con viento fresco y mandarlo a
hacer muchas puñetas allí donde quiera que purguen sus maldades los años
aciagos.
Sin embargo, ‘articulísticamente’
hablando, el año ha dado mucho juego: Tres convocatorias electorales; la
irrupción en ellas, con mayor o menor fortuna, de los llamados ‘partidos
emergentes’, que han conseguido hacernos vivir la paradoja de que, en este país
tan peculiar llamado España, el bipartidismo es cosa de cuatro formaciones
políticas cuyos líderes, a día de hoy, andan compitiendo en miserias, cada cual
enrocado en su ombligo y en su esclerosis, dando así palmaria muestra de haber
interpretado el resultado electoral bajo el prisma exclusivo y mezquino de sus
ansias enfermizas de poder; la escalada galopante hacia el esperpento de la
coyuntura de Cataluña, con la actuación vergonzante e histriónica de un
caradura cada vez más alucinado y paranoide; el aumento de mujeres asesinadas,
víctimas de la violencia de género o machista o doméstica, y de unas leyes y
unos medios que no les aseguran una defensa efectiva contra sus asesinos, y la
corrupción de políticos, banqueros y mediopensionistas, una lacra que empieza a
ser ya crónica por rutinaria, son unos pocos ejemplos de que ha habido retales
andrajosos que cortar.
En lo doméstico, sin duda la
victoria del PSOE en las elecciones autonómicas es lo que habría que destacar
del 2015. Aunque, matizando, diré que más que ganarlas los socialistas, fue el
PP el que las perdió, que pareciendo lo mismo, no es para nada igual. La
disparatada campaña electoral de un Monago cada vez más engreído y más fuera de
la realidad, brincando de payasada en payasada, ora de corredor fosforito entre
encinas y alcornoques, ora ejerciendo de ciclista estático, creyéndose el rey
de un mambo que no era más que un aleluya desafinado y con cadencia de
miserere, puso la victoria en bandeja a un Fernández Vara que poco tuvo que
esforzarse para conseguirla. Con dejarse llevar tenía bastante. Aunque bien es
verdad que siendo Monago el principal y entusiasta protagonista del
desaguisado, no fue el único culpable. Al cerebro urdidor de la campaña, ese
personaje siempre escondido en la sombra que salió de najas en cuanto se
certificó el deceso, le corresponde su parte alícuota. Y me imagino que su
director de campaña, el inefable Fernando Manzano, mente preclara do las haya,
con su don de gentes y su florida oratoria, algo tuvo que ver también en el
costalazo.
La corta andadura del nuevo
gobierno no aporta suficientes datos como para conformar una opinión fundada
sobre él, aunque haya detalles poco esperanzadores. Uno es el hecho de que el
presidente de la Junta sea también su consejero de Cultura, lo cual me obliga a
pensar que, a pesar de retóricas, no considera la gestión de la misma lo
suficientemente fundamental como para que haya un titular que se dedique a ello
de manera exclusiva. O va tan sobrado que está convencido de que él puede
hacerlo a ratos perdidos, que no sé qué es peor. Y otro, la elección de la
nueva directora de la Cexma, un proceso
mucho más que opaco publicitado con bastante desahogo como un paradigma de
transparencia. A mayor abundamiento cuando, reincidiendo en el paripé, se
repite su mecánica engañosa para elegir al futuro responsable de la Editora
Regional. Y me barrunto que más adelante hay más, porque el neonato viene
bisiesto, y como dice el refrán, "año bisiesto, año cativo e infecto".
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