sábado, 2 de enero de 2016

¡ANDA Y QUE TE JODAN, 2015!

Parece que lo que toca en estas fechas es hacer balance. Y soñar proyectos que normalmente no se cumplen, posiblemente porque la mayoría de ellos no dependen de nosotros, con lo que esta segunda parte de la tradición suele quedarse en pura quimera. Aún recuerdo una entrevista que, en el año 2013, me hicieron en estas páginas de HOY donde me acogen semana a semana en la que, entre otras cosas, me preguntaban mis peticiones para el siguiente curso. Fueron tres las que formulé: “Ser abuelo; que la vida siga, como poco, igual que ahora en lo que a familia, salud, trabajo y amigos se refiere; y que la poesía me perdone, salga de dondequiera que se haya escondido y vuelva a estar conmigo, de mi mano, como antes” Y acababa diciendo: “Ninguna de las tres depende de mí, con lo que me parece que lo llevo claro”. Y vaya si tenía razón porque aquí sigo, casi tres años después, sin nietos, llorando la ausencia de amigos que se fueron y con la poesía dormida en algún recoveco de mi corazón, no sé si presa de un letargo del que algún día despertará o definitivamente sumida en un silencio irreversible. En pocas palabras diré que este año 2015 ha tenido
para mí más penumbras que luz, con lo que me he alegrado de despedirlo con viento fresco y mandarlo a hacer muchas puñetas allí donde quiera que purguen sus maldades los años aciagos.

Sin embargo, ‘articulísticamente’ hablando, el año ha dado mucho juego: Tres convocatorias electorales; la irrupción en ellas, con mayor o menor fortuna, de los llamados ‘partidos emergentes’, que han conseguido hacernos vivir la paradoja de que, en este país tan peculiar llamado España, el bipartidismo es cosa de cuatro formaciones políticas cuyos líderes, a día de hoy, andan compitiendo en miserias, cada cual enrocado en su ombligo y en su esclerosis, dando así palmaria muestra de haber interpretado el resultado electoral bajo el prisma exclusivo y mezquino de sus ansias enfermizas de poder; la escalada galopante hacia el esperpento de la coyuntura de Cataluña, con la actuación vergonzante e histriónica de un caradura cada vez más alucinado y paranoide; el aumento de mujeres asesinadas, víctimas de la violencia de género o machista o doméstica, y de unas leyes y unos medios que no les aseguran una defensa efectiva contra sus asesinos, y la corrupción de políticos, banqueros y mediopensionistas, una lacra que empieza a ser ya crónica por rutinaria, son unos pocos ejemplos de que ha habido retales andrajosos que cortar.

En lo doméstico, sin duda la victoria del PSOE en las elecciones autonómicas es lo que habría que destacar del 2015. Aunque, matizando, diré que más que ganarlas los socialistas, fue el PP el que las perdió, que pareciendo lo mismo, no es para nada igual. La disparatada campaña electoral de un Monago cada vez más engreído y más fuera de la realidad, brincando de payasada en payasada, ora de corredor fosforito entre encinas y alcornoques, ora ejerciendo de ciclista estático, creyéndose el rey de un mambo que no era más que un aleluya desafinado y con cadencia de miserere, puso la victoria en bandeja a un Fernández Vara que poco tuvo que esforzarse para conseguirla. Con dejarse llevar tenía bastante. Aunque bien es verdad que siendo Monago el principal y entusiasta protagonista del desaguisado, no fue el único culpable. Al cerebro urdidor de la campaña, ese personaje siempre escondido en la sombra que salió de najas en cuanto se certificó el deceso, le corresponde su parte alícuota. Y me imagino que su director de campaña, el inefable Fernando Manzano, mente preclara do las haya, con su don de gentes y su florida oratoria, algo tuvo que ver también en el costalazo.



La corta andadura del nuevo gobierno no aporta suficientes datos como para conformar una opinión fundada sobre él, aunque haya detalles poco esperanzadores. Uno es el hecho de que el presidente de la Junta sea también su consejero de Cultura, lo cual me obliga a pensar que, a pesar de retóricas, no considera la gestión de la misma lo suficientemente fundamental como para que haya un titular que se dedique a ello de manera exclusiva. O va tan sobrado que está convencido de que él puede hacerlo a ratos perdidos, que no sé qué es peor. Y otro, la elección de la nueva directora de la Cexma,  un proceso mucho más que opaco publicitado con bastante desahogo como un paradigma de transparencia. A mayor abundamiento cuando, reincidiendo en el paripé, se repite su mecánica engañosa para elegir al futuro responsable de la Editora Regional. Y me barrunto que más adelante hay más, porque el neonato viene bisiesto, y como dice el refrán, "año bisiesto, año cativo e infecto".

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