(Fuente: curiosodato.net) |
Ha empezado a llover. Cae la lluvia,
pausada, con la tímida inseguridad de una novicia, de alguien que vuelve y teme
no encontrar más que la ausencia de aquello que dejó, un paisaje de pérdidas
terrible. Mansamente las gotas, indecisas, se abrazan a las hojas que el otoño
dejó como cadáveres de todos los recuerdos que se fueron en un vuelo mortal e
ineludible. Y yo salgo al jardín a oler la tierra húmeda que, agradecida, me regala
retazos de los años que fueron. Hoy
abrilea noviembre y anda mi corazón destartalado con este calendario
iconoclasta que medra en mis espaldas sembrando incertidumbres. Vienen los abandonos a ser viva presencia
entre mis manos. Y me siento indefenso, insuficiente, inútil, apenas una hoja
moribunda dormida entre silencios que antes eran sentimental rutina, calor de
sol, vida llena de vida y del milagro del día tras otro día. Hay tardes de noviembre que retuercen la vida
y estrujan el sentido de vivirla hasta hacer que la duda se acurruque callada, victoriosa,
en un rincón oculto de las horas. No hay forma de escapar de su paciente
espera, del sosegado acecho de unas fauces hechas de tiempo y sueños, de espinas
repentinas, de quimeras, de páginas que esconden la huida a trompicones de un
libro inacabado.
Paradojas del alma, a pesar de la
luz que inunda el aire de tristes pinceladas mortecinas, la tarde, por
momentos, es una niña alegre que se columpia en agua, que ríe desconsolada dejando
en el ambiente el eco de un suspiro, la levedad de un beso, la tibieza minúscula
de una caricia atónita, las notas agridulces de una canción perdida en la
nostalgia. Al compás de este ensueño, existir se transforma en un acto de fe
contradictorio, distante de mí mismo, ajeno a la presencia de un camino que
sigue su andadura sin pasos que quebranten su trayectoria trémula. E inesperadamente,
con la misma premura con que armó el trampantojo, la tarde se despoja de
añagazas, y niña y lluvia y risas y columpio soñado se pierden en las sombras y
queda al descubierto la brutal asechanza, la náusea improductiva, el terco
sufrimiento, la angustia de un presagio revivido que siempre sigue ahí,
esperando el momento de abrazarme y dejarme sin voz y sin resuello, vacío de
esperanzas, sin luz y sin caricias.
(Fuente: El Espejo Gótico) |
Es de golpe la noche, la tarde
travestida con negrura prestada la que viene a adueñarse de la sala de estar de
mis adentros. Y el corazón, absorto, se vuelve un niño triste, vacilante, que anochecido
espera un consuelo indulgente que acaso no vendrá. Rodeado de tinieblas tan
solo veo mis lágrimas que, ojos adentro, empapan la angustia entre silencios. No
tengo escapatoria. La casa, la de siempre, la de la luz del alba, la de las
charlas plácidas, la del dormir pausado, se transforma de pronto en un túnel
oscuro que no termina nunca, un lóbrego pasillo que no quiero saber a dónde va.
Y la mesa camilla es un pozo sin fondo, y la puerta una trampa que espera que
la cruces para guillotinarte la esperanza y el sillón un ecúleo para descoyuntar
todos tus sueños.
En medio de un tormento que ya
sabía de antes, convine con mis pasos que la vida es un álbum sonoro de
instantáneas, de misterios diarios que de pronto, de malas a primeras, estallan
como pompas de jabón. Que aunque sigas viviendo, vivir puede ser nada, una
prueba diaria para seguir estando que superas a trancas y barrancas. Y un
artículo y otro de un sábado a otro sábado. Por poner un ejemplo que todos
entendamos.
2 comentarios:
Un abrazo dándote las gracias mil veces
¿Artículo...? Pura poesía. Para leer y releer.
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