En los años en que estudiaba en
Madrid había momentos en que pasear por Argüelles-Moncloa se transformaba en
una carrera de obstáculos. Debías andar por allí ojo avizor. No hablo ahora de
la rutina de vigilar las evoluciones de las manadas de guerrilleros de Cristo
Rey y sucedáneos, que también, sino de evitar el ataque inmisericorde del
sinnúmero de cataplasmas que, al amparo de sectas o agrupaciones religiosas a
cual más peculiar, proliferaron como hongos en aquel tiempo. Inasequibles al
desaliento, sus novicios propagandistas salían a patear las calles en busca de
incautos a los que captar para su causa de manera que, a poco que te
descuidaras, podías verte asaltado por tipos pelones vestidos con túnicas y
bombachos que, bailando a tu alrededor, acompañaban sus salmodias
ininteligibles con tintineo de platillos y retumbar de tambores; o por dos
encorbatados de camisa blanca que, con acento yanqui, te endilgaban un rollo
interminable sobre el juicio final y los peligros de una vida alejada del temor
divino; o, qué sé yo, por gente normal en apariencia que te hablaban de la
maldad de la materia, la bondad del espíritu y la posibilidad de llegar al
orgasmo con tu pareja sin contacto físico. Un circo pelmazo y muy variopinto,
vaya. Y también algo arriesgado porque, con la paciencia exhausta, en alguna
ocasión se te turbaba el ánimo, salías por peteneras, y el intento de
proselitismo no acababa como el rosario de la aurora de puro milagro, nunca
mejor traída la expresión. En cualquier caso, a pesar de tanta monserga, tengo
un especial recuerdo, diría que casi tierno, de los “Niños de Dios”. Solían ir
en pareja y se te acercaban sonrientes. La chica, normalmente rubia y lánguida,
te daba un par de besos en las mejillas, más o menos efusivos, más o menos
cercanos a la comisura de los labios, y te decía algo así como “te amo porque
dios te ama”, u otra cursilada similar. Y no puedo decir más del asunto ni de
su rollo porque yo de ahí no pasaba. Pero bueno, a pesar de que sabías que te
estaba mintiendo, era una situación agradable. Y nada trágica, como otras
similares con amor impostado y morreos de por medio.
Quizá por la retorcida conexión de
unas neuronas cada vez más escépticas, me he acordado de estas criaturas
últimas, tan besuconas ellas, tan cariñosas, al leer el manifiesto que, ante la
II Asamblea Ciudadana Estatal de Podemos que se avecina, un centenar de
militantes de base ha hecho público, en el que imploran a sus líderes que cesen
ya las peleas por un quítame allá esa dirigencia y vuelvan a transitar por los
caminos de la fraternidad, el buen rollo y la bondad de los ungidos para
“intervenir en la Historia”. Porque “nos necesitamos todas, todos, no tenemos
derecho a olvidar la fraternidad entre compañeros y compañeras, ni nos podemos
permitir que el campo de la esperanza sea a la vez un campo de batalla”. Lo han titulado “El abrazo”, y es todo un
espectáculo de voluntarismo vaporoso y cursi en el que la sublimación de una
realidad más que pedestre lo hace estéril por ineficaz. Revolotear por las
nubes de un mundo de fantasía, apelando a las intenciones altruistas y a la
generosidad de “la buena gente de Podemos”; querer cambiar puñaladas traperas
por abrazos a fin de superar un enfrentamiento donde las ambiciones personales
inconfesadas y la egolatría de unos y otros son las que mandan, es de una
candidez supina. Tan es así que incrementan su quimera, en el remate, henchidos
de fervor ecuménico: “En Vistalegre II tenemos que asistir a la escenificación
del abrazo... Necesitamos volver a sonreír, a encarnar la esperanza que tanta
gente de todo el planeta (¿?) ha puesto en nosotros y nosotras en estas
circunstancias turbias y desalentadoras. Necesitamos un abrazo fuerte y
fraternal que nos llene de alegría y ganas para seguir adelante”. Sí,
compañero, pero el cava lo pagamos a escote, ¿vale? En fin, estos están a lo
que dijo Espronceda:
“Que es la razón un tormento, / y vale más delirar
/sin juicio, que el sentimiento / cuerdamente analizar, / fijo en él el
pensamiento”.
Sin embargo, hay un instante a lo
largo de este manifiesto en el que les traiciona el subconsciente, dejan de
delirar y bajan a la verdad pura y dura. Es cuando hablan de “las huestes de
Podemos”. Porque la palabra ‘hueste’, proviene del latín ‘hostis’, que
significa ‘enemigo, adversario’; y el DRAE, en primera acepción, la define como
‘ejército en campaña’. Ahí es donde dan con el busilis del asunto. Aunque tres
leches les importe porque ni se han enterado... Les salió de chiripa.
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