Hace algún tiempo, quizá demasiado,
durante varios años, un grupo de amigos acordamos reunirnos cada Viernes Santo
para dar buena cuenta de un cordero. Despojado de intríngulis poco apetecibles
y despiezado como corresponde, era sabia y pacientemente asado a la parrilla y
devorado por la horda carnívora convocada. El cónclave empezaba a primera hora
de la mañana y solía terminar bien entrada la noche. El núcleo duro del grupo
estaba formado por cuatro amigos que ya no están con nosotros, -Antonio Cosme Covarsí, Javier Leoni, Goyo Moreno, Angelito el de
Universitas-, además de Alejandro
Pachón y este que suscribe. Cada cual con sus partes contrarias, si las
tuviere, además de los hijos a que hubiere lugar. Uno de nosotros, a saber quién,
bautizó esta juerga anual con el nombre, no exento de retranca, de “El cordero
sacrílego”, en alusión al precepto de la Iglesia católica que prohíbe comer carne
todos los viernes de Cuaresma y que nos saltábamos con buenas dosis de
recochineo. La primera faena de esta celebración pagana, como decía, estribaba
en la limpieza y el despiece del animal, oportunamente tendido sobre una mesa
matancera, a cuyo costado disponíamos un contenedor de basura en el que se
arrojaban los desperdicios y las piltrafas que la operación generaba. Algún
inspirado de aquellos herejes, no sé si el mismo anterior, llamó a aquel
depósito infecto “El cubo de las vísceras”.
Aquel bidón apestoso viene a ser un
frasco de perfume si se compara con los ríos de estiércol que puedes encontrar
en las redes sociales. La verdad es que nunca me ha interesado brujulear por
ellas, utilizándolas, fundamentalmente, para publicar los enlaces de mis artículos,
saber de amigos y familia, o compartir música y noticias. Pero al leer lo que
este diario ha ido dando a conocer a lo largo de la semana, tras el bochornoso espectáculo
que protagonizó el presidente de la comisión de Cultura del Ayuntamiento de Badajoz,
Luis Jesús García-Borruel Delgado, dando pábulo en una reunión
oficial de forma irresponsable y frívola, dudo mucho que irreflexiva, a una
falsa conversación virtual entre churreros en la que se insultaba de forma
ignominiosa a la concejala de Cultura, Paloma
Morcillo Valle, me picó la curiosidad y me di un paseo por las páginas que
intuí pudieran estar participando del esperpento. Y la primera impresión que recibí
al hacerlo fue la de entrar en un mundo,
(¿un submundo, quizá?), poblado por personas, -barrunto que alguna con graves
trastornos disociativos de personalidad- que, amparados en nombres ficticios y
heterónimos que asombrarían al mismísimo Fernando Pessoa, y confundiendo
libertad de expresión con libertad de excreción, dedican su tiempo libre, que
debe de ser mucho, a relajar los esfínteres de su verborrea diarreica con un
desahogo vesánico y una penuria gramatical que espantan. Insultan, acusan,
denigran y difaman, dentro de un círculo cerrado y egocéntrico que se
retroalimenta de bilis, a golpes de una obsesión compulsiva digna de estudio. El
panorama resulta verdaderamente cochambroso. Y, salvando alguna excepción
despistada, el nivel delirante que exhiben, mamarrachada tras mamarrachada, es
deplorable. La invasión de los humanoides,
vaya. Lo cual, que jamás volveré a
sucumbir a ciertas obligaciones que me impongo como articulista evitando, de
todas todas, reincidir en la torpeza de meterme en un corredor tal que, a la
que te descuides, puede impedirte el retorno, y en el que corres el riesgo de
quedar atrapado entre telarañas zopencas y gusanos de pudridero.
Digo que todo surgió a raíz de que
el diario HOY informara de la temeraria exhibición, por parte del concejal
García Borruel, de un diálogo virtual entre churreros, falso de toda falsedad,
en el que se acusaba a la concejala de Cultura de un delito continuado de
prevaricación o de cohecho, que no lo tengo muy claro. A pesar de su insensatez,
él, en Facebook, defendía con tenaz emperramiento su simple papel de mensajero,
ajeno a cualquier tipo de intencionalidad torcida. La disculpa no puede ser más
endeble, porque el error no es haber sido mensajero, sino haberlo sido (de
manera oficial, no se olvide) de un mensaje fraudulento que, teniendo
posibilidad de hacerlo, no se preocupó de verificar. Y, en fin, leído lo que
leí en sus mensajes de defensa me gustaría hacerle una recomendación, que por
supuesto puede pasarse por el forro de sus caprichos, como es natural. Y es que
yo creo que, cuanto antes, sería conveniente que actualizara sus conocimientos
de gramática y de ortografía. No le digo esto a nivel personal, que cada cual es
muy libre de no dar importancia a sus carencias lingüísticas, lo digo para
evitar, en lo posible, que su dejadez en este sentido pueda menoscabar la
dignidad del puesto de presidente de la comisión de Cultura del Ayuntamiento de
Badajoz que actualmente ocupa. Él sabrá.
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