Algunos de los esperpénticos
acontecimientos de los últimos días me invitan a traer aquí a colación, por
segunda vez, al neuropsiquiatra de Badajoz don Hipólito Martínez Manzano. Decía yo en aquella primera cita, que
tan paradigmático era este galeno, tan reputado como última tabla de salvación
en los casos de insania o de chaladuras varias, que los extremeños de aquel
tiempo, o al menos los pacenses, acuñaron una frase contundente con la que
condenaban a su destinatario al desahucio psiquiátrico: “A este no lo salva ni
don Hipólito”. Definitivo eufemismo para sentenciar que el susodicho, así se
pusiera como se pusiera, no tenía salvación. Y, todo hay que decirlo, en la
mayoría de los casos en que conocí a
alguno de los estigmatizados, el diagnóstico popular era corroborado por el
médico. Tan evidente era su desvarío o, quizá, tan fina la intuición de aquella
gente reconociendo síntomas. A hechos como este se referirá la tan renombrada ‘sabiduría
popular’, digo yo.
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(Fuente: Lainformacion.com) |
Pues uno de los sucesos que me ha
traído a la memoria la frase de marras ha sido el espectáculo grotesco de la
cabalgata de los Reyes Magos en Vic, a la que la Asamblea Nacional Catalana
pretendió llenar, de forma miserable, de banderas esteladas. No lo digo por el
hecho en sí, bastante acorde con la parafernalia a la que nos tiene
acostumbrados la ANC que, como tantas otras organizaciones de similar corte y a
pesar de ser laica, no deja de tener un componente pseudo religioso que, por
definición, maneja la liturgia como uno de sus elementos propagandísticos. Ni
por la supuesta utilización de los niños, que irán a lo que irán, libres,
incontaminados, espontáneos, ilusionados, en busca de caramelos o de emociones,
al margen de banderas y banderías que solo son visibles a los ojos de sus
mayores. Porque la primera parte del
eslogan que acompaña a la convocatoria, que en traducción libre del catalán al
español reza: “Pequeños y grandes, recibamos a sus Majestades Melchor, Gaspar y
Baltasar con la luz del farolillo de la estelada”, es más o menos normal,
dentro del disparate, la cursilería y la trascendencia cateta habituales. Pero
es en la segunda en donde la puerca tuerce el rabo. Y lo hace tanto que ni la
sapiencia del mentado don Hipólito podría haber hecho nada para evitar la
insensatez doctrinaria. Vamos a ver si no: “Les pedimos [a los Reyes] que en el
2017 nos traigan la República Catalana”, nos dicen. Y se quedan tan panchos. No
hay duda de que a estas criaturas el ansia iluminada les ha nublado la razón y
les ha secado las entendederas, porque esta contradicción conceptual, este
oxímoron ideológico no se le ocurre ni al que asó la manteca. ¿A quién en su
sano juicio, a quién que no tenga sus entresijos cerebrales achicharrados se le
puede ocurrir el absurdo de pedir a unos reyes que traigan la república? ¿Pero
dónde se ha visto eso, Madre del Amor Hermoso? Si es aún más quimérico y contra
natura que pretender que Melendi te recomiende un libro, o que Sergio Ramos sea
políglota, o que sé yo ya, que a Chuck Norris le den un Óscar. No sé si la idea
ha sido individual o colectiva, pero ese es un detalle menor que solo afecta al
tamaño del vehículo que debería conducir al responsable o a los responsables de
semejante y supina sinsorga paranoica, directamente al pabellón de irrecuperables
del cotolengo de Santa Eduvigis.
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(Fuente: Mundo Deportivo) |
Y si hablamos de paranoia, la
segunda muestra no da respiro. Cuando me topé con el
video pensé que era una escena
de “Muchachada Nuí”, aunque no me cuadraba porque ese programa no existe,
desgraciadamente, hace ya bastante tiempo. Pero es que ver a
Pablo Iglesias en un escenario de luz
fantasmagórica, con un tronco entre los brazos como ‘La señora del leño’ de Twin
Peaks, dizque como celebración de la
inminente segunda temporada de “la mítica serie” para, con una perorata forzada
ausente de toda lógica, equipararla con la próxima segunda asamblea de Podemos, me resultó tan estrambótico, tan
descacharrante, que me costaba creer que pudiera ser real y no una parodia.
¡Qué locura, padre cura! Y la mamarrachada final no tiene precio. Cuando el
político espiritista nos trasmite lo que el tronco, que sostiene entre sus
brazos como si fuera un bebé, le dice telepáticamente, es ya la repanocha en
moto. Solo faltaba el pajarito de
Maduro
revoloteando sobre su cabeza y largando soflamas bolivarianas. Si llega a
presidente del gobierno, -la democracia no lo permita-, teniendo la mollera
como la tiene, este es capaz de convocar los consejos de ministros en un
aserradero. En fin, para ir a mear y no echar gota, ¿verdad que sí, don
Hipólito
?
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