sábado, 7 de enero de 2017

REYES, TRONCOS Y DON HIPÓLITO

Algunos de los esperpénticos acontecimientos de los últimos días me invitan a traer aquí a colación, por segunda vez, al neuropsiquiatra de Badajoz don Hipólito Martínez Manzano. Decía yo en aquella primera cita, que tan paradigmático era este galeno, tan reputado como última tabla de salvación en los casos de insania o de chaladuras varias, que los extremeños de aquel tiempo, o al menos los pacenses, acuñaron una frase contundente con la que condenaban a su destinatario al desahucio psiquiátrico: “A este no lo salva ni don Hipólito”. Definitivo eufemismo para sentenciar que el susodicho, así se pusiera como se pusiera, no tenía salvación. Y, todo hay que decirlo, en la mayoría de  los casos en que conocí a alguno de los estigmatizados, el diagnóstico popular era corroborado por el médico. Tan evidente era su desvarío o, quizá, tan fina la intuición de aquella gente reconociendo síntomas. A hechos como este se referirá la tan renombrada ‘sabiduría popular’, digo yo.

(Fuente: Lainformacion.com)
Pues uno de los sucesos que me ha traído a la memoria la frase de marras ha sido el espectáculo grotesco de la cabalgata de los Reyes Magos en Vic, a la que la Asamblea Nacional Catalana pretendió llenar, de forma miserable, de banderas esteladas. No lo digo por el hecho en sí, bastante acorde con la parafernalia a la que nos tiene acostumbrados la ANC que, como tantas otras organizaciones de similar corte y a pesar de ser laica, no deja de tener un componente pseudo religioso que, por definición, maneja la liturgia como uno de sus elementos propagandísticos. Ni por la supuesta utilización de los niños, que irán a lo que irán, libres, incontaminados, espontáneos, ilusionados, en busca de caramelos o de emociones, al margen de banderas y banderías que solo son visibles a los ojos de sus mayores. Porque  la primera parte del eslogan que acompaña a la convocatoria, que en traducción libre del catalán al español reza: “Pequeños y grandes, recibamos a sus Majestades Melchor, Gaspar y Baltasar con la luz del farolillo de la estelada”, es más o menos normal, dentro del disparate, la cursilería y la trascendencia cateta habituales. Pero es en la segunda en donde la puerca tuerce el rabo. Y lo hace tanto que ni la sapiencia del mentado don Hipólito podría haber hecho nada para evitar la insensatez doctrinaria. Vamos a ver si no: “Les pedimos [a los Reyes] que en el 2017 nos traigan la República Catalana”, nos dicen. Y se quedan tan panchos. No hay duda de que a estas criaturas el ansia iluminada les ha nublado la razón y les ha secado las entendederas, porque esta contradicción conceptual, este oxímoron ideológico no se le ocurre ni al que asó la manteca. ¿A quién en su sano juicio, a quién que no tenga sus entresijos cerebrales achicharrados se le puede ocurrir el absurdo de pedir a unos reyes que traigan la república? ¿Pero dónde se ha visto eso, Madre del Amor Hermoso? Si es aún más quimérico y contra natura que pretender que Melendi te recomiende un libro, o que Sergio Ramos sea políglota, o que sé yo ya, que a Chuck Norris le den un Óscar. No sé si la idea ha sido individual o colectiva, pero ese es un detalle menor que solo afecta al tamaño del vehículo que debería conducir al responsable o a los responsables de semejante y supina sinsorga paranoica, directamente al pabellón de irrecuperables del cotolengo de Santa Eduvigis.


(Fuente: Mundo Deportivo)
Y si hablamos de paranoia, la segunda muestra no da respiro. Cuando me topé con el video pensé que era una escena de “Muchachada Nuí”, aunque no me cuadraba porque ese programa no existe, desgraciadamente, hace ya bastante tiempo. Pero es que ver a Pablo Iglesias en un escenario de luz fantasmagórica, con un tronco entre los brazos como ‘La señora del leño’ de Twin Peaks,  dizque como celebración de la inminente segunda temporada de “la mítica serie” para, con una perorata forzada ausente de toda lógica, equipararla con la próxima segunda asamblea  de Podemos, me resultó tan estrambótico, tan descacharrante, que me costaba creer que pudiera ser real y no una parodia. ¡Qué locura, padre cura! Y la mamarrachada final no tiene precio. Cuando el político espiritista nos trasmite lo que el tronco, que sostiene entre sus brazos como si fuera un bebé, le dice telepáticamente, es ya la repanocha en moto. Solo faltaba el pajarito de Maduro revoloteando sobre su cabeza y largando soflamas bolivarianas. Si llega a presidente del gobierno, -la democracia no lo permita-, teniendo la mollera como la tiene, este es capaz de convocar los consejos de ministros en un aserradero. En fin, para ir a mear y no echar gota, ¿verdad que sí, don Hipólito?

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