La zapatiesta que estos políticos
de nuestros pecados han organizado esta
semana a costa de la supresión, o no, del Consejo Consultivo de Extremadura, ha
sido de órdago. Al final, y como suele ocurrirme en todos estos episodios de pugilato político, viendo la prepotencia y la presunción de unos, la bisoñez de
otros y la penosa torpeza argumental de casi todos, acabo con un regusto amargo
en los adentros, y con esa sensación de hastío y de cansancio que provocan las
situaciones cansinas por repetitivas. Diré de entrada que todos estos
organismos consultivos ‘superestructurales’, con funciones etéreas y
engañosamente expertas, cuyos dictámenes, normalmente enrevesados y farragosos,
carecen de valor ejecutivo al no ser vinculantes, me parecen, de entrada, inútiles
y perfectamente prescindibles, a pesar
de que a base de leyes y normativas, incluida la de su propia creación, se les
vaya dotando de contenido de manera forzada y artificial. A mayor abundamiento,
si su falta de efectividad real va acompañada de la convicción de que su
existencia no responde a motivos tan encomiables “como la mejora y agilización
de la actividad administrativa” sino, cual Senado en miniatura, a otros más
espurios y menos altruistas entre los que pueden estar el de agradecer los
servicios prestados o dar consistencia a un cesto en donde ir acomodando los
descartes políticos. El bochornoso intercambio de sillones entre Clemente Checa
y Pedro Tomás Nevado-Batalla es un ejemplo palmario que viene a confirmar esta
hipótesis.
El artículo 51 del Estatuto de
Autonomía de Extremadura del año 1983, abría la posibilidad de la creación, en
un futuro, de “un órgano de carácter consultivo no vinculante”. Un germen que
eclosionó 18 años después con la Ley 16/2001, de Creación del Consejo Consultivo
de Extremadura, con sede en Badajoz, ratificada, si no me informan mal, a pesar
de los votos en contra del PP. No obstante, el organismo no estuvo realmente
operativo hasta el año 2004, en que se aprobó su Reglamento. Quiere esto decir
que Extremadura, como Comunidad Autónoma, estuvo 21 años sin sus preceptivos e
indispensables dictámenes y ello no supuso ninguno tipo de parón en su
actividad legislativa ni administrativa. Me atrevería a decir que, antes al
contrario, posiblemente la hizo menos lenta al eliminar un trámite del todo
protocolario e inane. Aún así, en la reforma del Estatuto
de 2011, es incluido en su articulado y adquiere carta de naturaleza orgánica
con los votos unánimes de la Asamblea.
Sin estos datos, y solo por lo
visto y oído esta semana, la actitud de sus protagonistas en esta ‘riña de
gatos’ me ha parecido de lo más grotesca. Pero con ellos, además, tendría que
añadir incoherencia al ridículo. Porque incoherente me parece que el mismo
partido que dio vida al engendro y lo ratificó hace apenas 4 años, el PSOE,
ahora sea el más interesado en quitársela. De la misma manera que veo
incongruente lo contrario, que quien se opuso a su alumbramiento, el PP, ahora
se empeñe en perdonarle la vida. Por otra parte, el insinuar, como ha hecho Monago, que la
razón para suprimirlo es que está ubicado en Badajoz y no en Villanueva, es de
una simpleza pueril. Y si estamos con Lamarck en que “la función crea el órgano
y la necesidad la función”, el paso atrás dado por Fernández Vara, que ante la
duda de que no pueda eliminarlo sin reformar el Estatuto pretende privarlo por ley de sus funciones,
es de una aberración antinatura estrambótica. El escrito admonitorio y
prepotente, lleno de amenazas solapadas, que el actual presidente del dichoso
Consejo ha dirigido a la Mesa de la Asamblea, al tiempo que da una clara
muestra de su talante político y de su talla profesional, ha servido para
completar este espectáculo desquiciado y deprimente.
1 comentario:
No necesita comentarios "El Carajal" de Buiza a cuenta del Consejo Consultivo de Extremadura. En todo caso añadir la pelea de Leguina PSOE) y Gallardon (PP) -que tiernos los dos- por mantener el Consultivo de Madrid que Cifuentes (PP) quiere eliminar.
Todo ello, aquí y allá, me recuerda que siempre quedarán las electricas, telefonicas... o el Senado
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