Esta merma en obligaciones
políticas y en actividad pública no ha logrado amilanar a su espíritu inquieto.
Antes al contrario, sin duda le ha servido de estímulo para embarcarse en una
nueva empresa que llene el tiempo libre del que ahora dispone y enfocada a
aumentar, si cabe, su gran acervo cultural y académico. Es por ello por lo que,
según parece, ha iniciado los trámites para matricularse en el Grado de
Ciencias Políticas y Gestión Pública. A pesar de que estos estudios
universitarios son muy similares a los que se imparten en la UNED de Mérida, él
prefiere matricularse en la Universidad Internacional de La Rioja que, por más
que la he buscado, ni aparece en el ranking ISSUE (Indicadores Sintéticos del
Sistema Universitario Español), lo que debe de ser indicio de su peso
específico en el conjunto nacional. Imparte su “educación a distancia 100% online
más prácticas presenciales de 120 horas”. Y no solo convalida, como todas,
créditos por estudios similares aprobados, sino también, como algunas, “por experiencia
laboral y profesional”. Poco ha tardado este político sagaz en solicitar a la
Asamblea un certificado que acredite su trayectoria institucional a fin de
entalegar, de bóbilis, un buen número de créditos. ¿Estará en la cantidad de
estos el intríngulis de su elección? No lo sé. En cualquier caso, de ser esto
así, hay un matiz en el tratamiento convalidatorio ciertamente singular: Si
para la convalidación por otros estudios cursados se exige un certificado
académico que atestigüe las asignaturas aprobadas, ¿por qué para la experiencia
profesional, política en este caso, no se exige un certificado de aptitud
similar bastando solo el hecho de tenerla? Y si, a mayor abundamiento, convenimos
en que el examen para demostrar dicha aptitud son las elecciones, que aprueban
o no la gestión realizada, es obvio que Manzano y sus compañeros en esta
aventura estudiantil, Luis Alfonso Hernández Carrón y Francisca Rosa Romero,
han suspendido sin paliativos. Qué van a convalidar entonces, ¿su ineptitud, su
incompetencia? Que alguien me lo explique, porque soy incapaz de entender los
fundamentos en que pueda basarse este birlibirloque académico.
En fin, si las cosas les van bien y
la legislatura como debe, quizás para el próximo examen, léase elecciones,
habrán realizado el preceptivo ‘Trabajo Fin de Grado’. Sin que sirva de
precedente, solo movido por el sincero sentimiento de gratitud que albergo
hacia él y como pago al socorro involuntario que me presta en estas lides, me
permito sugerir a Fernando Manzano algunos títulos: ¿Recalcitrante o
reconfortante? Un apunte epistemológico sobre sinonimia y polisemia en el
lenguaje político, podría ser uno. El derecho consuetudinario y su dicción
sin atascos, no estaría mal. Pero me inclino por el más contundente y más
identificado con su idiosincrasia y su desparpajo dialéctico: Nociones sobre
la ‘traspolación’, o no, de resultados
electorales. Teoría y práctica del trastrueque de votos. Cualquiera de los tres
me haría mucha ilusión, pero este último me ‘traspolaría’ a un nirvana excelso
y reconfortante… o recalcitrante, que ya no sé yo.
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