Se les está yendo la olla, si es que alguna vez la
tuvieron acorde. Cada día dan pasos más contundentes para adentrarse en el
mundo aparte en el que unos viven y los otros pululan. Solo piensan en ellos mismos,
fundamentalmente en ellos mismos, unos por conservar los momios que disfrutan, y
los otros porque pretenden disfrutarlos desbancando a sus actuales beneficiarios.
Y, según pasan los días, quedan más desnudos y más faltos de pudor, aireando
sus vergüenzas mientras se creen revestidos de razones irrefutables, poseedores
de una verdad absoluta que no es más que una falacia disfrazada, hecha a la
medida de su soberbia o de su ambición. Unos, llegado el momento, mienten con
el descaro de un sacamuelas doctorado, y los otros replican emboscados tras de
una verdad que no lo es. En estos dos últimos meses han dado muestras
suficientes de su hipocresía y de su mezquindad. Unos al confundir colaboración
con vasallaje, y los otros al dar la réplica con la vista puesta en un
hipotético beneficio electoral. Y mientras la ciudadanía sigue estragada por la
pandemia, unos y otros, encaramados en la atalaya de su mezquindad, chapotean
en sus miserias tirándose los muertos a la cara como si fueran escupitajos.
El elenco de políticos
españoles, figurantes incluidos, nos está ofreciendo un espectáculo tan
bochornoso y zafio, como para dejar en pañales al bodrio más infumable de la
cadena televisiva más cutre. La tragedia
es que su actuación no es susceptible de ser fulminada con el mando a
distancia. Y, para más inri, están las claques de los unos y los otros. Desde
manifestantes con cacerolas que tienen de espontáneos lo que yo de monárquico, hasta
periodistas y usuarios de redes sociales de uno u otro signo, que cumplen su
cometido como «perros de majá» (Martín
Tamayo dixit) con celo furibundo y también, sin duda, con el beneplácito, o
incluso el estímulo, de sus dueños.
(Santa María Goretti) |
«Y para que haya de todo, señores, como en botica», que decía Cafrune en el disco dedicado al ‘Chacho’ Peñaloza, no es menos
estupefaciente la amenaza velada, o no, que la presidenta de la Comunidad de
Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha
lanzado a costa de las caceroladas del barrio de Salamanca: «Esperen
a que la gente salga a la calle, lo de Núñez de Balboa les va a parecer una
broma». Se refiere, ya
saben, a la pachanga diaria que ‘espontáneos’ abanderados realizan,
fundamentalmente, en la calle Núñez de Balboa de la capital de España, saltándose
las medidas de seguridad y que son, no sé si reprimidas, al menos, sí vigiladas
por la policía. Y, así, se ha establecido, por parte de los unos y de los
otros, un falso e interesado conflicto entre la libertad de expresión y
manifestación de los ciudadanos y la persecución de la que son víctimas en este
caso concreto. Yo no lo veo así. Simplemente, los que salen cacerola en mano a
manifestarse, están incumpliendo las normas que rigen el Estado de Alarma en el
que nos encontramos. ¿Que estas normas son utilizadas como excusa por el gobierno
para tratar de acallar la protesta? Pues quizá también. Pero, en cualquier
caso, Policía y Guardia Civil han denunciado, por miles, a quienes han
intentado burlarlas y no gritaban consignas de ningún tipo. Digo, que lo han
hecho por exponerse al contagio y, lo que es peor, exponer a quienes les rodean
o, simplemente, pasan por allí a comprar tabaco. Por eso, me parece de una
irresponsabilidad inaudita que este trasunto de Santa María Goretti, tal como tiene el patio pandémico, salga
diciendo la sinsorga que ha dicho: Qué
pretende, ¿multiplicar los contagios entre sus conciudadanos? ¿Tener que
reabrir el hospital de Ifema?
En fin, lo que decía al inicio:
Yo creo que se les está yendo la olla, si es que alguna vez la tuvieron acorde.
Y lo peor es que para tratar de minimizar los efectos de esta pandemia de chaladura
dogmática, no hay plan de desescalada que valga. A sí que lo llevamos claro,
primo.
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