Mi amigo JuanMa Cardoso nos hablaba esta semana en su artículo de las ‘serpientes
de verano’, ya saben, esas noticias o informaciones triviales, extravagantes o
poco fundamentadas que, recurrentes, zigzaguean por periódicos, televisiones, radios
y redes en días estivales y que sirven para llenar los vacíos informativos
teóricamente connaturales al periodo vacacional. Agosto, obviamente, es el mes
por excelencia para que florezcan e insistan en darnos la tabarra y dejarnos
asombrados ante lo estrafalario, insólito o absurdo de su enjundia. Aunque la
explicación me parece muy cogida por los pelos, parece que el término proviene
del monstruo del lago Ness, al que todos los meses de agosto hacían aparecer
para que los medios tuvieran algo de qué hablar.
Nunca me ha gustado recurrir a los
tópicos y no voy a hacerlo ahora echando mano de ese apotegma manido de que
“España es diferente”. En primer lugar porque me repatean
sus orígenes y su eufemismo capcioso; y en
segundo porque no puedo asegurar si en otros países ha ocurrido lo que aquí en
este verano que llega a su fin, en el que los medios de comunicación no han
tenido necesidad alguna de rebuscar noticias estrafalarias para llenar huecos.
Nada de monstruos marinos, ni descubrimiento de vida en los anillos de Saturno,
ni investigaciones revolucionarias del Instituto Tecnológico de
Massachusetts,
quia, con las idas,
venidas, declaraciones y ocurrencias de nuestros políticos, y el gobierno
nacional encabezando la marcha barrigazo va, barrigazo viene, han tenido más
que de sobra para llenar espacios y tiempos informativos. En fin, algún
beneficio habría que sacar de tanta ineptitud.
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(Fuente: The Objective) |
Lo que sí puedo asegurar, porque lo
he constatado una y otra vez en mis mañanas jubilares, es que a los programas
matinales de televisión de nuestras cadenas privadas las serpientes de verano
se les quedan cortas, y habría que hablar de serpientes cuatro estaciones, como
las pizzas. Porque agarran una noticia, les da igual que sea trágica o frívola, trascendente o trivial, verano o
invierno, y los debates sobre la misma les pueden durar semanas repitiendo,
durante una hora o
ainda mais, un día
tras otro dale que te pego, entrevistas, reportajes, opiniones, desvaríos y
anuncios sin mesura y sin el menor rubor. Todo les vale para llenar espacios
con su matraca, desde “el estafador del amor” a la exhumación de la momia de
Franco; desde “la viuda negra de Alicante” a los enfrentamientos vecinales en
La Llagosta, pasando por la española secuestrada por una secta peruana o la
pertinaz vesania catalanista
. Y, para más inri,
sin importarles que los ¿debates? entre tertulianos sabelotodo se conviertan,
con harta frecuencia, en un guirigay indescifrable, un cacareo estridente en el
que unos y otras tratan de hacerse oír por encima de los demás sin que se pueda
escuchar a ninguno. Una muestra palmaria, sin duda, del nivel de exigencia de
ciertos programas y de sus conductores, así como del respeto que los
responsables de estas cadenas tienen a su audiencia. Un mojón, vaya.
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(Fuente: Mejor Consejo) |
Pues yo no sé si por un absurdo
proceso de mimetismo con estas serpientes veraniegas o
prêt-à-porter, o como
manifestación orgánica de mis consecuentes enervamientos por su causa, o
simplemente porque sí, el pasado domingo me salió en la espalda un herpes
zóster, o lo que es lo mismo dicho en lenguaje coloquial, un culebrón, sabandija
maldita que me ha hecho pasar unos días que no se los deseo a casi nadie. Según
me explicó la doctora
María Jesús Segura
Masa, que me atendió impecablemente en el CUAP, el estropicio está
producido por el virus de la varicela, que debí padecer en mi niñez y que, una
vez superada la enfermedad, permanece alojado en nuestro sistema nervioso en
estado latente. Por causas que no pueden determinarse con exactitud, (estrés,
debilitamiento del sistema inmunitario...), el bicho se despierta, se encarama
en un nervio y te monta un doloroso estropicio con acompañamiento de lesiones
pruriginosas. No deja de ser una paradoja, un crudelísimo sarcasmo que a una
edad en que vas perdiendo capacidad auditiva, la memoria te flaquea con más
frecuencia, las piernas empiezan a hacerse notar o el chorro urinario ha
apaciguado su júbilo, o sea, a una edad en que, digamos, se adormecen paulatinamente
ciertas facultades, lo que se te despierte lozano y fresco entre tus entresijos
sea un virus ‘variceloso’ y prosaico, dormido desde tu niñez, (más o menos 60
años), que viene a hacerte la pascua de forma sañuda. Solo me resta decir que
cuando en poemas y artículos he evocado mi niñez y expresado mi anhelo de
volver a sentirla entre mis manos viva y palpitante, no me refería a esto.
Pero, ¡qué sabrán los putos virus de metáforas, primo!
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(Fuente: Diario HOY) |
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