Después del terremoto del sábado
pasado, con la dimisión forzada de Pedro Sánchez y la posterior constitución
esta semana de la Comisión Gestora en el PSOE, creí que la situación política
de España iba a entrar en un periodo de cierta calma, con la vista puesta en
evitar unas terceras elecciones que parece que es lo que quieren los dos
grandes partidos. Pero la declaraciones que se han venido sucediendo en estos
días, en principio evacuadas por segundos jerárquicos o espontáneos, sin
solución de continuidad y cada cual divergente de la anterior, han conseguido
hacerme un lío. Así, hay quienes siguen emperrados en el “no, es no” y el veto
a Rajoy; otros se inclinan por la abstención técnica que afecte solo al número
de diputados suficiente para que el PP pase raspando el trance; aquellos por la
abstención útil, con pacto previo; los de más allá por la estratégica,
incorporando puntos del doble pacto de Cs
con PP y PSOE, y, para terminar el pastel, los que quedan, que propugnan la
abstención normal, pura y dura. En fin, hasta que el Comité Federal del PSOE no
fije, (¿el próximo día 15?), la postura a seguir, toda opinión al respecto se
queda en pura especulación.
En cualquier caso, lo que sí se ha
demostrado con todo lo sucedido en estos días es que el PSOE tiene una
estructura lo suficientemente sólida como para que los desvaríos de un
dirigente tarambanas puedan cuartearla. Algo de que lo me alegro sinceramente.
Y por más de una razón. Aunque, he de reconocerlo, quizá con lo que más he
disfrutado a nivel personal haya sido con el berrinche que se han llevado los integrantes
del politburó podemita, que creyeron tener la presa acorralada y a su merced,
con un Pedro Sánchez entregado, rendido a sus ansias, pero esta, cuando ya se
relamían, se zafó de sus manejos dejándolos con tres palmos de narices. Pregoneros
de la nueva política y sin embargo protagonistas de una forma de hacerla
antigua y con más telarañas que la momia de Lenin, crecidos ante lo fácil que
les resultó fagocitar a IU, una agrupación en franca decadencia dirigida por un
líder pusilánime, acomplejado y torpe, se llegaron a creer los reyes del mambo
y pensaron rematar la jugada haciendo lo mismo con el PSOE. Craso error de
principiantes. Y de soberbios. Bastaría con que hubieran leído un poquito para
saber a qué se enfrentaban. Y, antes de intentar un imposible, se habrían dado
cuenta de que un partido político con la historia y la fortaleza del que
trataban de engullir, no es presa asequible para un grupo de universitarios
lechuguinos y oportunistas. Con el fin de disimular el escozor de su fracaso, y
dando por hecho la abstención de los socialistas en la investidura de Rajoy, vuelven
a utilizar la lógica falsa y tramposa a la que nos tienen acostumbrados para
postularse como la única y verdadera oposición al PP. Torpeza sobre torpeza. Fracasarán
de nuevo. Espero. Creo.
Y es que permitir la formación de
un gobierno no es lo mismo que colaborar con él, que es la falacia que repiten
hasta la saciedad estos espabilados clónicos. Si no hay terceras elecciones, que
no lo tengo claro, pronto lo veremos. Y si las hay, será evidente que el único culpable de que las haya será el PP, o sea, Rajoy, que sigue a lo suyo: Tumbado
en la ‘chaise longue’, puro va, puro viene, rizando el rizo de un ‘tancredismo’
irritante, mientras suelta a sus voceros a largar globos sonda que luego él
pincha con actitud de madre abadesa condescendiente. “No voy a pedir ninguna
condición”, dice. Y se queda tan fresco invirtiendo los papeles del vodevil. Pero,
¿qué condición puedes poner tú para que te dejen gobernar? ¿No serían los otros
los que podrían ponerte alguna para hacerlo? Se parece a la novia de un amigo mío, (y que me perdone Juanito Valderrama), con la que afortunadamente no llegó
a mayores, que no solo le decía qué, cómo y cuándo tenía que regalarle algo,
sino incluso el importe mínimo que debía gastarse para que ella aceptara su
regalo. La consentida de marras, con su actitud, venía a decir: “Bueno, venga,
vale… te dejo que me regales esto”. Mi amigo, tras dar muestras de un aguante
infinito, mandó a la susodicha a freír espárragos cuando esta le devolvió el
último regalo. Por lo que nos ocupa y nos afecta, espero que Rajoy no acabe
igual, compuesto y sin novio. Porque con lo poco atractivo que es, y a pesar de encuestas y encuestadores, para mí que
lo lleva claro. Políticamente hablando, digo.
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