Recogerme,
huir hacia adentro para ser sólo
lo que tu mirada vea de mí.
Alejarme para que tú,
callada,
descubras mis silencios
y me nombres
para que yo recuerde por qué vivo.
Y hacerlo, entonces,
a través de tus labios y tu voz.
Despierto para verte y verme a mí
bañado en tus pupilas,
bebiendo de tus lágrimas,
consciente de que soy
desde el instante exacto en que me miras.
Y sentir tu mirada más cierta
que mis sueños:
Al fin, mujer, dormir para que duermas.
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