El pasado jueves se debatió y se
rechazó en la Asamblea de Extremadura, la propuesta de elección de la nueva
directora de la Corporación Extremeña de Medios Audiovisuales, cuyo proceso de
preselección ha sido machaconamente publicitado por la Junta de Extremadura y el
PSOE como innovador modelo de transparencia y objetividad. A tal efecto
detergente, en su día se convocó un concurso público mediante el “procedimiento de concurrencia competitiva”, resuelto a favor de Carmen Santos Garaicoechea
que, por su currículo y experiencia parece estar, a criterio de quienes la
eligieron por unanimidad, sobradamente preparada para el cargo. O, al menos,
más preparada que su antecesora, aunque esto tampoco sea como para tenerlo muy
en cuenta. La mecánica, a partir de aquí, sigue siendo la misma que antes, de
acuerdo con la Ley 3/2008, de 16 de junio, que la regula.
Fue el pasado día 30 de octubre
cuando supimos, por boca del presidente Fernández Vara, el nombre de la
ganadora del concurso: Se presentaron 50 personas a este proceso de
concurrencia pública, de los cuales 28 no pasaron el proceso selectivo debido a
que no cumplían con los requisitos establecidos en las bases, una persona las
presentó fuera de plazo y 21 pasaron al proceso selectivo al cumplir los
requisitos..., dijo textualmente. Echo en falta, en aras a esa transparencia
tan enarbolada, algo que es común a todos los concursos públicos de los que yo
tengo conocimiento hasta la fecha, cual es la publicación del nombre de
admitidos y excluidos, con indicación de las causas que han motivado dicha
exclusión y, a partir de ahí, la apertura de un plazo de 10 días para posibles
reclamaciones. Bien es verdad que la norma cuarta que rige este proceso hace
referencia a la Ley de Protección de Datos pero, hablando de un concurso público
para elegir director general de una empresa pública, tendría que haberse
compaginado ese derecho a la “confidencialidad” con el derecho que tenemos los
ciudadanos a saber no sólo el nombre y currículo del ganador sino, también, de
los no bendecidos. Sigue diciendo el presidente: ... y, a partir de ahí, se
produjo una baremación que, finalmente, resultó como más valorada, Carmen
Santos Garaicoechea, que será nuestra propuesta a la Asamblea de Extremadura.
Pues no me cuadra. Si baremar es “valorar algo aplicando un baremo previamente
establecido” y la base tercera de la convocatoria del tan piado concurso, en
donde se enumeran los méritos a evaluar, no está baremada, ¿en base a qué
baremaron, qué criterio siguieron? Y, de seguir alguno medianamente computable,
¿quién marcó la pauta? Y, de haber alguna, ¿por qué esa y no otra? No encuentro
solución a este trabalenguas enigmático, a esta aberración lógica, a mayor
abundamiento si uno de los requisitos a estimar es tan etéreo como la
claridad, coherencia y adecuación de la propuesta estratégica del solicitante a
la realidad social de la región, así como a sus valores históricos, culturales
y educativos, en toda su riqueza y variedad. ¡Agárrame esa mosca por el rabo,
chichinabo!
Continúa el presidente: Hay gente
que a lo largo de este proceso pensaba que esto era un paripé para finalmente
hacer lo que nos hubiera apetecido, y nadie entiende que alguien pueda llegar a
un gobierno y que no quiera poner al director general de la tele. Yo no he
tenido interés ninguno en que así fuera y he tenido con esta señora una
conversación para comunicarle que ha sido la elegida… Veo bastante extrañeza
por todo lo que ha ocurrido porque nadie se cree que yo renuncie expresamente a
designar a la persona que quisiera para la dirección general de la tele y la
radio pública. Pues dirá no, pero es que sí, porque al final es lo que ha hecho. De
acuerdo que, aunque ésta sea misteriosa y oculta, han seleccionado de una
lista, pero de una lista que ha salido de un concurso resuelto por él y por su Consejo de Gobierno. Y ahí es
donde está la trampa y el paripé. Si de objetividad se trataba, ¿por qué se han
erigido en juez y parte no solo proponiendo, sino eligiendo a quién proponer?
¿Por qué no fue un tribunal independiente formado por técnicos en la materia
quien resolviera? ¿Qué conocimientos tienen él y sus consejeros sobre el tema
para valorar y ponderar, que no baremar, 21 currículos? ¿Gozan de ciencia
infusa? Y, ‘ainda mais’, siendo él como es presidente-consejero, ¿acaso votó
dos veces? Vistas las trazas del asunto, incluso dudo de que alguno de los aspirantes no se haya presentado al
concurso como las conferencias antiguas, digo, con preaviso. Y la impresión que
me queda es que estamos ante el mismo mojón arbitrario de antes, pero envuelto en papel de lujo y con vaselina.
¿Objetividad y transparencia?… Sí, Juan Palomo, y un
jamón con chorreras.
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