Mi nieta dice un «no» suyo
cuando quiere decir no
que es un «no» nada corriente.
Depende de su cabreo
para que el «no» que te dice
sea el grito de un ¡«ga»! tajante
del que no puedes huir;
o tan solo un penduleo
de cabeza, y un «ga» plácido
del que, por mucho que quieras,
tampoco puedes huir,
porque es un «no» sin remedio
lo que te quiere decir.
Ella sabe que sabemos
que su «ga» es decir «no»,
mas no quiere decir «no»
como dicen los demás,
porque no le da la gana
de andar diciendo que no
cuando quiere decir «ga».
Su forma de decir «sí»
es otra cosa distinta.
Hay que mirarla a los ojos,
que ella pestañea dos veces,
para decirlo.
Y así
si no la miras, no sabes
que está diciendo que «sí»
porque se queda en silencio.
Sin mirarla,
si dice que no, sabemos
lo que acaba de decir,
porque nos grita diciéndolo
en su lenguaje infantil.
Pero si dice que sí,
(callada, media sonrisa,
boca de pitiminí)
hay que mirarla a los ojos
porque intuye, sin saberlo,
que los ojos, cuando hablan,
nunca han sabido mentir.
Y quiere, con su silencio,
que la mires a los ojos
cuando te dice que sí.
Y mirarte ella a los tuyos,
y que la veas sonreír,
y le digas entregado,
sin hablar,
que no hace falta decir
lo que los ojos ya dicen
diciéndolo sin decir.
Y, si es que sí,
sin remedio,
seguro que será sí.
Y atente a las consecuencias
si dices que «ga» a su «sí».
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