«Hay un brote de coronavirus con decenas de infectados
en una residencia. ¿Lo subimos ya a la web? –¿Lo tenemos confirmado con el SES?
–No. –Pues espera a confirmarlo. Conversaciones similares a esta se han
repetido en la Redacción de HOY desde que hace casi diez meses llegó la
pandemia a nuestras vidas. Son solo tres frases rápidas intercambiadas entre un
periodista y su jefe, pero sirven para poner de manifiesto cómo se trabaja en
HOY para ofrecer a los lectores noticias rigurosas», escribía en el HOY del pasado domingo, Manuela Martín, su
directora.
Y ahora,
imaginemos una conversación similar entre el director de The Washington Post en
junio de 1972, Ben Bradlee, y los reporteros Bob
Woodward y Carl Bernstein: «Cinco hombres, uno de los
cuales afirma ser un antiguo empleado de la CIA, han sido
detenidos cuando intentaban llevar a cabo un plan elaborado para espiar las oficinas del Comité Nacional del Partido Demócrata en
Washington. ¿Lo publicamos? –¿Lo tenemos confirmado con la CIA? –No. –Pues espera a confirmarlo». Son sólo cuatro frases rápidas (no tres)
intercambiadas entre dos periodistas y su jefe, que hubieran mandado a la
papelera y a la inexistencia pública el caso Watergate y la posterior dimisión de
Richard Nixon.
Es la diferencia
entre rigor informativo y noticias oficiales; entre dirigir un periódico o el
Boletín Oficial del Estado o, en este caso nuestro, el Diario Oficial de
Extremadura. O, lo que es muchísimo peor, confundir lo que es ser director/a de
un periódico con lo que es dirigir un Gabinete de Prensa del Gobierno, cualquiera que sea éste. Porque rigor
no es sinónimo de oficialidad. Antes al contrario, con demasiada frecuencia es,
sin ninguna duda, acérrimamente antónimo. Si la verdad periodística en el HOY de hoy día tienen que autentificarla, como en este caso, Vergeles o un fraile zigzagueante con náuseas, mal vamos. Debería
bastar con el crédito que aportan la profesionalidad y la honradez de los periodistas que integran su
plantilla, de las que, leído lo leído, duda hasta su propia directora. Yo no dudo de ellos. Yo
solo dudo de ella y de los adláteres lánguidos que asienten a su férula y sus ocurrencias con media sonrisa entregada y sumisa. Una pena, primo.
1 comentario:
En todos los morros!
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