El HOY del pasado
miércoles día 09, se hizo eco de la entrevista que el presidente
Fernández
Vara concedió a Canal Extremadura el día antes. Casi una hora de prédica apostólica
en la que, con la prosa meliflua y, por momentos, grandilocuente a la que nos
tiene acostumbrados, intenta desgranar los avatares que la apertura del curso
académico ha acarreado a costa del covid o la covid, (sic),
las ratios, el desdoblamiento de aulas, la
contratación de profesores consiguiente y alguna que otra teoría peregrina
sobre la inutilidad de los PCR masivos a los docentes, o la capacidad de los
“grupos estables”
para contener la
propagación de la pandemia. La verdad es que, de entrada, intenté ir a la
fuente original y escuchar y ver el
desarrollo íntegro de la comparesencia, que diría la portavoz o
portavoza sanchista, pero mi instinto de
conservación consiguió imponerse y desistí del envite, que no están las cosas
como para andar jugando con fuego. Y, así, lo destacado por el HOY fue más que
suficiente para hacerme ver la enjundia disparatada del asunto y comprobar que
el presidente extremeño anda en este asunto al mismo nivel ausente e
improvisado, si cabe, que los responsables estatales, que están alcanzando
cifras de nuevos casos positivos más que alarmantes. Y creciendo.
El
primer titular del periódico me sumió en un estado de estupefacción del que aún
no me he recuperado. Dice así: «Vara asegura que las pruebas masivas a los
docentes dan una falsa sensación de seguridad». Y sigue diciendo que «nunca se han planteado hacer pruebas PCR
masivas a los docentes, como se ha hecho en otras comunidades autónomas, porque
no valen para nada». Y remata la faena diciendo otra perogrullada mayúscula: «El docente puede dar
negativo hoy y ser positivo mañana». De sus palabras cabe deducir que, «masivamente», los docentes
titulares y los interinos contratados en Extremadura acuden a clase sin que la
Junta de Extremadura, de la que dependen, sepa su situación pandémica. Y, sin
embargo, tiene el descaro de proclamar que «el riesgo cero no existe pero en los centros educativos no va
a ser mayor que cuando los estudiantes están en los parques o en las piscinas».
Se necesita ser desahogado. O sea, que para este portento es lo mismo estar
apiñados en una habitación cerrada, compartida con alguien que puede ser
positivo asintomático por COVID19, que al aire libre con compañeros o
familiares sanos. Y pontifica en plan abad mitrado: «Habrá más tranquilidad
si todo el mundo, de forma colectiva, hace mejor las cosas en la parte que le
toca». Pues debería aplicarse el cuento este alma de cántaro, porque el cacao
mental que tiene es de órdago a la grande.
En
cualquier caso, los subterfugios que se inventan para esconder la verdadera razón
del desatino, quedan al descubierto cuando dice de manera infantiloide que
«
esto no es una carrera para ver quién hace más pruebas, ya que hay que
hacerlas adecuadamente porque si no puede ser inútil y un gasto de dinero que
se puede dedicar en otras cosas». Y ahí está el busilis. Y, con él, volvemos a los
cuentos ya conocidos... ¿No hay dinero para mascarillas o no podemos
adquirirlas? Pues eso, las mascarillas no sirven para nada y no hay que usarlas,
diga lo que diga la OMS. ¿Hay dinero para comprarlas y abastecernos? Pues
mascarillas obligatorias para todo quisqui, como dice la OMS. ¿Quiero pagar con
los fondos europeos del COVID19 un Plan de Regadíos en Tierra de Barros? Pues
eso, las pruebas PCR no sirven para nada, así que no se hacen y los profesores
y alumnos, que se busquen la vida. Y yo a lo mío, que es permanecer
desparramando incienso aunque apeste el incensario a tocino añejo. El tal ha
adquirido un grado de misticismo y de embeleso buenista impostado que cualquier día lo vemos levitar como
al monje budista «Rayo Bendito» de «Tintín en el Tíbet», pero en plan cura
preconciliar en posición de Dominus Vobiscum. Digo, un acto teatral más (y los que nos
quedan por sufrir) de la astracanada trágica que vivimos desde el pasado mes de
marzo a costa del COVID19 o de la COVID19 (sic), pero, como decía el director
de aquella banda de música que siempre interpretaba la única pieza que sabía,
más cargado de bombo, para emboscar la carencia. Una sucesión de frases hechas
y vacías de contenido, de las que aporto dos ejemplos señeros: «Tenemos que hacer lo que hay que hacer», sin
duda una muestra preclara del absurdo metafórico más zafio. O estotra: “La
única certidumbre es la incertidumbre”, que, si hubiera podido oírla Isaac
Asimov, él y sus gusanos andarían removiéndose en la tumba.
En
resumen, el presidente de Extremadura, en su verborrea diarreica, se zambulle
en el pantanoso terreno del «Principio de contradicción», que el DRAE define
como «
1. m. Fil. Enunciado lógico y metafísico que consiste en reconocer
la imposibilidad de que una cosa sea y no sea al mismo tiempo». Porque si al
tiempo que, en su deslavazado argumentario, recurre a la ciencia y al
conocimiento para combatir al virus, considera inútiles los PCR y no los hace
mayoritariamente. Y si, al alimón, Perogrullo afirma que los positivos
asintomáticos no tienen síntomas, ¿cómo coño sabemos que no hay, entre los
docentes fijos o contratados, positivos que puedan expandir la enfermedad entre
sus alumnos y compañeros y liar la gorda? Pues él sabrá. O no. Habrá que
esperar a su próxima
comparesencia,
Chiqui, si es que la hubiere. Si
no nos
obstruccionamos, primo.
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