domingo, 13 de septiembre de 2020

LA "COMPARESENCIA" DE VARA


El HOY del pasado miércoles día 09, se hizo eco de la entrevista que el presidente Fernández Vara concedió a Canal Extremadura el día antes. Casi una hora de prédica apostólica en la que, con la prosa meliflua y, por momentos, grandilocuente a la que nos tiene acostumbrados, intenta desgranar los avatares que la apertura del curso académico ha acarreado a costa del covid o la covid, (sic),  las ratios, el desdoblamiento de aulas, la contratación de profesores consiguiente y alguna que otra teoría peregrina sobre la inutilidad de los PCR masivos a los docentes, o la capacidad de los “grupos estables”  para contener la propagación de la pandemia. La verdad es que, de entrada, intenté ir a la fuente original y escuchar y ver el desarrollo íntegro de la comparesencia, que diría la portavoz o portavoza sanchista, pero mi instinto de conservación consiguió imponerse y desistí del envite, que no están las cosas como para andar jugando con fuego. Y, así, lo destacado por el HOY fue más que suficiente para hacerme ver la enjundia disparatada del asunto y comprobar que el presidente extremeño anda en este asunto al mismo nivel ausente e improvisado, si cabe, que los responsables estatales, que están alcanzando cifras de nuevos casos positivos más que alarmantes. Y creciendo.

            El primer titular del periódico me sumió en un estado de estupefacción del que aún no me he recuperado. Dice así: «Vara asegura que las pruebas masivas a los docentes dan una falsa sensación de seguridad». Y sigue  diciendo que «nunca se han planteado hacer pruebas PCR masivas a los docentes, como se ha hecho en otras comunidades autónomas, porque no valen para nada». Y remata la faena diciendo otra perogrullada mayúscula: «El docente puede dar negativo hoy y ser positivo mañana». De sus palabras cabe  deducir que, «masivamente», los docentes titulares y los interinos contratados en Extremadura acuden a clase sin que la Junta de Extremadura, de la que dependen, sepa su situación pandémica. Y, sin embargo, tiene el descaro de proclamar que «el riesgo cero no existe pero en los centros educativos no va a ser mayor que cuando los estudiantes están en los parques o en las piscinas». Se necesita ser desahogado. O sea, que para este portento es lo mismo estar apiñados en una habitación cerrada, compartida con alguien que puede ser positivo asintomático por COVID19, que al aire libre con compañeros o familiares sanos. Y pontifica en plan abad mitrado: «Habrá más tranquilidad si todo el mundo, de forma colectiva, hace mejor las cosas en la parte que le toca». Pues debería aplicarse el cuento este alma de cántaro, porque el cacao mental que tiene es de órdago a la grande.

           
En cualquier caso, los subterfugios que se inventan para esconder la verdadera razón del desatino, quedan al descubierto cuando dice de manera infantiloide que  «esto no es una carrera para ver quién hace más pruebas, ya que hay que hacerlas adecuadamente porque si no puede ser inútil y un gasto de dinero que se puede dedicar en otras cosas». Y ahí está el busilis. Y, con él, volvemos a los cuentos ya conocidos... ¿No hay dinero para mascarillas o no podemos adquirirlas? Pues eso, las mascarillas no sirven para nada y no hay que usarlas, diga lo que diga la OMS. ¿Hay dinero para comprarlas y abastecernos? Pues mascarillas obligatorias para todo quisqui, como dice la OMS. ¿Quiero pagar con los fondos europeos del COVID19 un Plan de Regadíos en Tierra de Barros? Pues eso, las pruebas PCR no sirven para nada, así que no se hacen y los profesores y alumnos, que se busquen la vida. Y yo a lo mío, que es permanecer desparramando incienso aunque apeste el incensario a tocino añejo. El tal ha adquirido un grado de misticismo y de embeleso buenista  impostado que cualquier día lo vemos levitar como al monje budista «Rayo Bendito» de «Tintín en el Tíbet», pero en plan cura preconciliar en posición de Dominus Vobiscum.  Digo, un acto teatral más (y los que nos quedan por sufrir) de la astracanada trágica que vivimos desde el pasado mes de marzo a costa del COVID19 o de la COVID19 (sic), pero, como decía el director de aquella banda de música que siempre interpretaba la única pieza que sabía, más cargado de bombo, para emboscar la carencia. Una sucesión de frases hechas y vacías de contenido, de las que aporto dos ejemplos señeros:  «Tenemos que hacer lo que hay que hacer», sin duda una muestra preclara del absurdo metafórico más zafio. O estotra: “La única certidumbre es la incertidumbre”, que, si hubiera podido oírla Isaac Asimov, él y sus gusanos andarían removiéndose en la tumba.

           
En resumen, el presidente de Extremadura, en su verborrea diarreica, se zambulle en el pantanoso terreno del «Principio de contradicción», que el DRAE define como «1. m. Fil. Enunciado lógico y metafísico que consiste en reconocer la imposibilidad de que una cosa sea y no sea al mismo tiempo». Porque si al tiempo que, en su deslavazado argumentario, recurre a la ciencia y al conocimiento para combatir al virus, considera inútiles los PCR y no los hace mayoritariamente. Y si, al alimón, Perogrullo afirma que los positivos asintomáticos no tienen síntomas, ¿cómo coño sabemos que no hay, entre los docentes fijos o contratados, positivos que puedan expandir la enfermedad entre sus alumnos y compañeros y liar la gorda? Pues él sabrá. O no. Habrá que esperar a su próxima comparesencia, Chiqui, si es que la hubiere. Si  no nos obstruccionamos, primo.

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