Hace más de dos años, escribí dos artículos que
eran uno: Escuela feminista... y ... Y su decálogo. En ellos (o en él) hablaba de la ocurrencia que, bajo el título Breve decálogo de ideas
para una escuela feminista, firmaban al alimón en
la revista TE del gremio de la enseñanza de CC.OO., Yera
Moreno Sainz-Ezquerra, dizque ‘artista, investigadora y educadora’; y Melani Penna Tosso, profesora en el
Departamento de Didáctica y Organización Escolar de la Facultad de Educación de
la Universidad Complutense de Madrid. Exponían en él cómo debería ser esa
escuela, según la definición de feminismo propugnada por Gloria
Jean Watkins, que al hablar de
sexismo y de opresión señala, radicalmente, a esas estructuras sociales
patriarcales que nos atraviesan a todas, a todos, a todes (sic), con las que hemos
aprendido y en las que hemos sido socializadas. Y así, la escuela actual, al
enseñarnos cómo entender el mundo y
nuestra posición en él, lo hace bajo esos mismos parámetros sociales que
legitima y reproduce y que, por tanto, son sexistas, racistas, clasistas, colonialistas
y capacitistas (sic). En su decálogo, enumeraban 19 propuestas para lograr
llegar a esa escuela libre de ‘-ismos’ aberrantes y conseguir la panacea iluminada
del único y verdadero credo: El del feminismo de las que ambas son discípulas
apostólicas. En mi artículo, entre otros, yo glosaba el 7º mandamiento de sus
tablas mosaicas, que me resultaba el más doloroso por atávico, reaccionario, bárbaro
y anticultural: El que insta a eliminar para el alumnado libros escritos por
autores machistas o misóginos. Y entre los ejemplos que estas ignorantes nos
ofrecen está el libro de Pablo Neruda,
Veinte poemas de amor y una canción
desesperada. Decía yo entonces: «Cuando leí ataque tan repulsivo a la
libertad, me vinieron a la cabeza el ‘Nihil Obstat - Imprimatur’ de la censura
eclesiástica franquista, el ‘Index Librorum Prohibitorum et Derogatorum’ inquisitorial, la
quema de libros de nazis y fascistas, Fahrenhait 451... Porque el furor
liberticida y demencial de todos estos y de ellas no será el mismo, (o sí),
pero lo que plantean es igual de aterrador».
Me he acordado de estos dos
artículos porque, tras la actuación del policía de
Mineápolis asesinando, de manera alevosa, a George Floyd, ciudadano negro, con un
descaro repugnante y mirando a la cámara que graba su bestialidad con la
expresión chulesca de quien mata a una rata de cloaca o, aún peor, de quien se
estuviera abrochando los cordones de sus
zapatos; tras los disturbios habidos en distintas ciudades de Estados Unidos y
de Europa por este asesinato tan ruin y, desgraciadamente, tan cotidiano, que
ha removido conciencias no necesariamente por el hecho en sí sino, sin duda,
porque ha sido exhibido en los medios y su difusión en ellos moviliza a
conciencias dormidas o, tal vez, deseosas de reaccionar con la misma moneda;
digo que, tras George Floyd, única víctima directa de tan terrible suceso, han
sido víctimas colaterales los comercios saqueados por la turbamulta. Y, ya
puestos a añadir barbarie a la barbarie, la cadena HBO optó, de entrada, por
suprimir de su parrilla la película «Lo que el viento se llevó», O sea, optó
por cometer la misma tropelía cultural que nuestras ínclitas feministas pretenden,
en su catecismo ideológico, hacer con Pablo Neruda y su libro. HBO ha
rectificado y, lo que hará, será emitirla con un aviso. Así, aseguran que «la película volverá con una discusión de su contexto histórico y
una denuncia de esas mismas representaciones, pero se mostrará tal y como se
creó originalmente, porque hacer lo contrario sería lo mismo que afirmar que estos
prejuicios nunca existieron». En fin, Melani y Yera no nos explican las razones
que les llevan a tildar de machista a Pablo Neruda y los poemas del citado
libro. Y bien que me intriga el asunto. Pero lo que yo no entiendo es la nota
explicativa de la cadena de televisión yanqui, que trata de contextualizar en
el siglo XIX el racismo en los Estados Unidos hablando de ‘prejuicios que
existieron’, para condenar un crimen racista, (y, repito, cotidiano), de hace tan
sólo unos días. Menudo sofisma. Sobre todo cuando se leen noticias, de cuando
se proporcionaban por etnias estos datos, tales como que “el coronavirus mata
seis veces más a la población negra de EEUU que a la blanca”. Pues eso, seguro que
también es culpa de «Lo que el viento se llevó» y de los prejuicios que había
en el siglo XIX.
En cualquier caso, resulta
desalentador comprobar que, para combatir problemas que tienen mucho que ver
con la falta de cultura, o sea, con la falta del «conjunto de conocimientos que
permite a alguien desarrollar su juicio crítico», la solución que se encuentre
sea, precisamente, la que impide adquirir dichos conocimientos. Pues eso,
censuremos libros, películas, obras de arte,
periódicos y cadenas de televisión; y destrocemos estatuas, monumentos... todo
aquello que vaya en contra de nuestras ideas o saque a la luz lo impresentable
de nuestra historia. Y al ‘juicio crítico’ que le vayan dando. Que ya está bien
de criticar, primo.
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