Mi añorado
Jesús Delgado Valhondo, un inmenso pozo de sabiduría poética y
vital, me aseguraba con la contundencia de sus manos volanderas en unos de esos
encuentros de confesionario y vinos que nos traíamos los dos, que el día que empezamos
a hacernos viejos es ese en el que empezamos a perder nuestra capacidad de
asombro.
“Porque envejecer es una cosa, Jaime, y ser viejo es otra. Como una
cosa es la edad y otra los años que uno tenga”. Gracias a su revelación
tengo que decir, entonces, que una de las cosas buenas que tiene este país, digo,
esta España de nuestras entretelas, al menos para mí, es que me confirma un día
sí y otro también que, a pesar de mis años, no he perdido la capacidad de
sorprenderme. Aunque con frecuencia la situación epatante vaya acompañada de
una buena dosis de irritación o tristeza, siempre me queda el regusto
retranqueado, agridulce y un punto gozoso que me produce el sentir que no soy
tan viejo como creen mis años. Como dice el refrán,
‘el que no se consuela es porque no quiere’ pero, en cualquier
caso, bendito sea Jesús y benditas sus enseñanzas que me permiten soñar, asombro
tras asombro, con la utopía de eludir el paso del tiempo, siquiera sea esta elusión
apenas un espejismo esperanzado de mis afanes, un imaginario oasis en el
desierto inclemente de lo inevitable.
|
(Fuente: hoy.es) |
Estando en días de libros como
estamos, (el próximo viernes se inaugura la 36 Feria de ellos en Badajoz), esta
semana ha habido dos noticias, ciertamente peculiares, en las que han sido
forzosos e involuntarios figurantes y que dan buena medida de las ventoleras
que corren por algunas chavetas. Una de ellas se ha producido en Cataluña y la
otra en Andalucía, como queriendo demostrar que la estulticia es un elemento de
cohesión nacional que no entiende de fronteras o particularidades autonómicas. También
es verdad que ambas, y aquí cada cual puede sacar sus propias conclusiones, han
sido propiciadas por personas integradas o cercanas a las formaciones políticas
emergentes nacidas alrededor del 15M, llámense estas círculos, mareas o confluencias,
que han dado sobrada muestra de ser un vivero inagotable de espantos que, bajo
la pátina de una solemnidad grotesca, oscilan desde la frivolidad hasta la
sinsorga sin ningún tipo de complejos.
|
(Fuente: elmundo.es) |
Y es así que el Instituto de Cultura de Barcelona, inició una campaña
de fomento de la lectura bajo el nombre de “Barcelona, Ciutat Llibre”. Una
cucada que pretendía inundar la ciudad con carteles, banderolas y grafitis. Bajo
el liderazgo de
Jaume Collboni,
teniente de alcalde socialista, el evento fue adjudicado en 108.000 euros a la
empresa “After Share S.L.”, productora del publicista
Risto Mejide. Yo no sé si, con el descaro al que tiene
acostumbrados a sus seguidores, el individuo incluiría entre sus méritos haber
llevado la campaña del PSC en las pasadas elecciones municipales, en las que
logró la proeza de que el grupo socialista pasara de once ediles a cuatro, que
no es
peccata minuta. La guinda que
remataba la parida propagandista presentada por el pretencioso icono televisivo,
era la de enviar a
Donald Trump un
amplio surtido de libros elegidos por los libreros y bibliotecarios de
Barcelona, porque “nadie más que él necesita abrir su mente”. La idiotez
trompetera que rezuma la ocurrencia educadora ha provocado tal lluvia de
mamporros dialécticos sobre sus urdidores, que no han tenido más remedio que
renunciar a ella. Lo que me figuro que habrá sido un alivio para el presidente
yanqui que, según me cuentan mis infiltrados, andaba en un sinvivir con el
tema.
|
(Fuente: elconfidencial.com) |
Al unísono o así, en Sevilla,
Juan Porras Blanco, (“Huan Porrah Blanko” para
la ocasión), doctor en Antropología Social y licenciado en Filosofía que alcanzó
minoritaria y lastimosa popularidad en las redes siendo
concejal en el ayuntamientode Mijas, presentaba el martes día 9 en Sevilla su traducción al ‘idioma’
andaluz de
El principito, (
“Er
prinzipito” para la ocasión), de
Saint-Exupéry,
editado por el Sindicato Andaluz de Trabajadores. Leer las declaraciones de este
esclarecido que confunde oralidad con lenguaje y lengua con acento, es ir de un
asombro a otro dándote de coscorrones con lo inaudito y el absurdo más
desesperante. Las idioteces contundentes que desgrana en ellas no tienen cabida
en un cacumen medianamente recuperable. Entre otras dice que los andaluces,
para enterarse de lo que están leyendo, tienen que leerlo en voz alta. Pues ahí
va:
‘Una
beh, kuando yo tenía zeih z’añiyoh, bi un dibuho mahnífiko en un libro a
tento’e la zerba bihen ke ze yamaba ‘Histoires Vécues (Ihtoriah bibíah’... Ese es el comienzo en ‘andalú’ de
‘Er prinzipito’. ¿Y ahora qué, primo,
cómo ‘te s’ha quedao’ el cuerpo?...‘Pos revirao del to, velaíla’.
No hay comentarios:
Publicar un comentario