domingo, 30 de junio de 2013

DAÑOS COLATERALES

No sé el tiempo que tardará nuestra economía en recuperarse de esta crisis que apenas ayer para el suricato inane no existía y que ahora nos asfixia y obsesiona. Y digo nuestra economía en el sentido de la de cada uno de nosotros, de familias y personas de las que vamos cada día por la calles y nos saludamos o no; de aquellos que salimos a trabajar tempranito o no; de los que quisieran hacerlo y no pueden; de los jubilados que ven cómo su pensión no se estira lo suficiente para cubrir las necesidades de hijos y nietos añadidos a la mesa; de los jóvenes que deben emigrar para mirar su futuro con un mínimo de esperanza, a los que la cateta ministra Báñez, inmersa en su mundo de anchas solapas y escaso caletre, despacha desde su atril holgado y sobrevenido agradeciendo su “movilidad exterior” y a los que, de aquí a nada y visto lo visto, acabará mandándoles una embajada de coros y danzas de una nueva Sección Femenina itinerante y remozada que emule hipocresías pasadas en telediarios y noticieros vergonzantes e indignos, hechos a la medida de su mediocridad. Digo que la economía de un país como el nuestro es un monstruo de endiablada agilidad cuando de destruir empleo y riqueza se trata y desesperadamente lento cuando quiere recuperar la bonanza perdida. Si a esa rapidez demoledora añadimos la aceleración que imprime la ceguera, la soberbia y la ignorancia de gobernantes estrambóticos y ceporros como Zapatero, un botarate de enciclopedia tan nefasto como Fernando VII, que cuando quiso darse cuenta de la tragedia que vivíamos ya había desaparecido del mapa político –si es que alguna vez fue consciente de que estaba en él y no jugando al Palé- el desastre alcanza proporciones ciclópeas del que tardaremos lustros en recuperarnos. De modo que de la mañana a la tarde nos quitan pagas extras, nos reducen prestaciones, nos suben impuestos,  nos racanean becas, cierran PAC, despiden profesores, elevan a la enésima impotencia el número de parados y, cuesta abajo en la rodada, nos chulean el futuro y la esperanza de dos generaciones. Y lo que te rondaré, morena.

Si todo lo anterior no fuera suficiente para amargarnos la existencia, estos tiempos turbios siempre arrastran, como daños colaterales que aprovechan la situación de desencanto generalizado para intentar hacer su agosto, todo tipo de personajes marrulleros y de ideologías pringosas que añaden escarnio al dolor y dan testimonio de la picaresca, a veces trágica, que pulula al amparo de las catástrofes. En Grecia se ha materializado en partido nazi, “Amanecer dorado”, que con 18 diputados y el 6,92% de los votos, fue el quinto más votado en las últimas elecciones. Alarmantemente, en una encuesta de la pasada semana, alcanza el segundo lugar en intención de voto con un 14,5%. En Italia apareció Beppe Grillo con su charlotada, pero parece que su invento “cinco estrellas” se ha ido desinflando como la burbuja inmobiliaria aznarina que nos trajo hasta aquí. En cualquier caso, los italianos bastante tienen con Berlusconi, que a más de grillo corrupto es putañero y proxeneta y que ahí sigue por la gracia de los votos. En España no han surgido partidos ni políticos de esta calaña. El movimiento 15M y posteriores fue cohetería de feria, del enigmático “Partido X” nunca más se supo y Mario Conde, que se iba a comer el mundo en Galicia, lo que se comió fue un mojón con grelos. O sea, lo que se merecía. A cambio de vernos libres en política de nuevos engendros y cuentistas, (o casi, porque a los que hay, a ver quién los echa), y sin contar a algunos periodistas a los que el pelo de la dehesa que campea por nuestras televisiones y círculos gremiales ha investido con aureolas de intrépidos paladines de la objetividad, algo opuesto al descaro sectario del que adolecen, tenemos la desgracia de soportar el chorreo incesante de programas de tertulias televisivas a las que se han ido incorporando una serie de gorrones y aprovechados, pontífices de la tontería, que transcienden sus perogrulladas con aires de suficiencia, dándonos lecciones y aparentando una clarividencia que se ve tan falsa e impostada como las que te encuentras en un teléfono de augures tipo 806. Sin contar al tal Conde ya nombrado, que debería andar penando sus desmanes en Soto del Real con Bárcenas y Díaz Ferrán, por esos programas andan recogiendo a algunos iluminados que mejor andarían callados como orugas. Aguanto a un profesor de Políticas de la Complutense, Pablo Iglesias, al que quizás el nombre le influya para vivir en la máquina del tiempo y al que, en secreto, le agradezco que su perorata me retrotraiga al principio de los años 70 del siglo pasado, aún con Franco vivo, cuando yo estudiaba en esa Facultad. Porque, escuchándolo, me parece estar leyendo los eslóganes de las pancartas que por allí colgábamos en aquel tiempo añejo que, siendo mucho más creativo y verdadero, ahora anda ya fuera de lugar, obsoleto y añoso. Oír ese discurso estalinista a un señor con coleta, en Intereconomía, con aires de novedad recién parida, me desconcierta en la gratitud rejuvenecedora que me supone al tiempo que me obliga, vía zapeo, a buscar referentes actuales que me devuelvan al presente democrático y occidental. Y otro santón ubicuo es el ínclito Revilla, oportunista de la política ayer y hoy de la mercadotecnia, conocido por sus latas de anchoas y sus viajes en taxi, que dejó a Cantabria más pelada que una nalga, dizque escritor de dos libros y pontificando con un gracejo pelmazo sobre lo que hay que hacer para salvarnos cuando fue incapaz de llevarlo a cabo cuando tuvo ocasión. En fin, todo un dechado de vergüenza torera. Y, para colmo de males, parece que Zapatero quiere ser conferenciante y echarnos una mano. De aquí a que se abra el séptimo sello queda, si acaso, un suspiro. Pues eso, que Dios nos coja confesados.

1 comentario:

Carlos Rivero. dijo...

Aquí estoy Jaime, como siempre, aunque no comente. No me pierdo un sólo "cuento social" de los que publicas aquí.
Un abrazote.