Tuve la paciente curiosidad de seguir en directo, este pasado martes, el discurso que Monago nos ofreció con motivo del debate del estado de la región. Y no contento con recibir semejante ración de mal disimulada egolatría política, también lo descargué desde las páginas de la edición digital de este periódico. En resumen, dos largas horas de perorata lánguida que el presidente nos atizó esdrujuleando un sonsonete cansino y cerca de 50 folios de un texto al que podría calificarse de todo excepto de ameno, carente de agilidad y de los oportunos chispazos que pudieran liberarme del sopor, trufado de errores de puntuación, de ortografía y de sintaxis y, para mi gusto, escrito con un pobre estilo literario. Si se me permite la ironía creo que, antes de ser presidente, Monago escribía muchísimo mejor que ahora. Cosas de las bambalinas. Me sorprendió que a la prédica le hubiera puesto título, “Renovar la esperanza”, no sé si con afán de posteridad o por querer darle cierta pátina ensayística al legajo. O, quizás, porque sea habitual entre nuestros próceres tratar de inmortalizar sus monsergas titulándolas de manera más o menos original o, incluso, porque haya seguido las ocurrentes directrices de Redondo y Asociados Public Affairs Firm. Lo más probable es que haya sido por todo a la vez, pero el caso es que a mí me resultó chocante y presuntuoso. Muy acorde, por otra parte, con el tono general del discurso que, excepto cuando intenta ponerse poético o discurre por andurriales pomposos y vacuos, tiene mucho de arrogante. Si de entrada nos endilga el exceso inconmensurable de que ha liderado Extremadura “ante el desafío político, económico y social más importante de nuestra historia”, y a lo largo de su desarrollo proliferan maximalismos de similar calibre, ya me dirán ustedes si no va ensoberbecido, creo incluso que hasta transmutarse, en su imaginario egocéntrico, de gobernante a caudillo redentor. Todos los plurales que utiliza después metiendo a los extremeños como colaboradores necesarios en el logro de ajustar el déficit y cuadrar las cuentas públicas, suenan a mayestáticos. A mayor abundamiento si esta colaboración nos ha venido impuesta “manu militari”. A pesar de que creo que es absolutamente legítimo que, teniendo en cuenta las condiciones en que la recibió, Monago se sienta orgulloso de haber colocado a Extremadura, en dos años, en una buena situación para el despegue económico, debería tener cuidado de no sobrepasar la línea sutil que separa orgullo de vanidad. Es esa una torpe imprudencia que transforma al sabio en sabiondo y a la erudición en petulancia. Salvando las distancias, claro.
En fin, son las anteriores cuestiones de continente, de formas, que quizás puedan resultar anecdóticas y, aunque en política son importantes, no resultan fundamentales. El fondo del discurso, que es la chicha que alimenta, es un programa de gobierno que abarcaría los próximos diez años o lo que queda de esta legislatura y la siguiente, que no lo tengo claro, pero en cualquier caso centrado en el crecimiento económico y la creación de empleo en Extremadura. Una hoja de ruta “propia, diferente e independiente” que andaremos gracias a una energía que él llama, para mi gusto cateta y pomposamente, “Extremadura 20/20” y que está asentada sobre ocho pilares: fiscalidad, innovación, educación, financiación, internacionalización, competitividad y especialización. Gracias al desarrollo de estas áreas, Monago garantiza que en el año 2020 Extremadura ya no será la región menos desarrollada de la Unión Europea. No sé si será demasiado optimista, si habrá mucho cuento de la lechera escondido en su desarrollo, si será posible materializar este proyecto de futuro, si cuadrarán las cuentas para llevarlo a cabo, pero en principio yo me apunto. Quizás porque esté deseando que se encienda una luz, aunque sea de candil, entre tanta oscuridad económica. Y quizás porque a todos nos haga falta empezar a creer en nosotros mismos. Y porque, alrededor de estas iniciativas, parece que se ha abierto la puerta a un posible consenso, aunque sea de mínimos, de todas las fuerzas políticas parlamentarias. ¿Lo de la rebaja del IRPF?, una minucia económicamente hablando. Pero como dice mi amigo Juanito tocando la campana cuando le dejan propina en su bar: “¡Bote que regalan. Poco es, pero bueno es!” Y, si además, ha tenido repercusión política y mediática y emberrenchinado a la panda catalana de talibanes nacionalistas, a dos o tres peperos pelusones y a algún zampabollos doméstico, miel sobre hojuelas.
Buscando en Internet descubro que en el año 2001 se publicó en España un libro del escritor estadounidense Og Mandino llamado precisamente “Renovar la esperanza”. No sé si bajo la influencia del blog “The war room”, muy americanista también, nuestro presidente ha tomado prestado este título para su discurso. Ya puestos, debería haber indagado un poquito más en el pensamiento de este especialista en libros de autoayuda. Hubiera conocido dos de sus frases antológicas que podría haber tenido en cuenta: “Las tareas de mañana no las puedo hacer hoy, por eso las dejaré para mañana. Hoy hago las de hoy” y “Siempre plantee nuevos objetivos en el momento que alcanza los anteriores”. Los 63.000 parados extremeños sin prestaciones, objetivo dramático no sólo prioritario sino urgente, le hubieran agradecido que aportara siquiera un atisbo de solución a su angustia diaria. Porque para ellos el futuro no es el 2020, para ellos el futuro es hoy.
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