sábado, 29 de diciembre de 2018

LENGUAJE CAÑUTO


En mi artículo La España sepia de Vox, decía yo ayer (que en mis circunstancias y ‘articulísticamente’ hablando quiere decir ‘el sábado pasado’) que, en política, las maneras son parte del mensaje. Y en campaña electoral, o sea, casi siempre en esta España nuestra, aún más. Con lo que al votante, al ciudadano, a usted, a mí y a nuestros allegados o lejanos, nos someten a un bombardeo publicitario inmisericorde en el que somos, apenas, las víctimas de ambiciones de vendedores a los que les importamos  un pimiento y que te endosan un cacharro inservible que, a mayor escarnio, ni siquiera tú querías, pero al que tienes que aguantar y alimentar durante 4 años. Y, una vez pasados éstos, vuelta la burra al trigo. Esas son las reglas básicas de la democracia occidental en la que andamos, primo. Y, a pesar de todo, de berrinches y decepciones, de espantos y de asombros, benditas sean y muchos años duren.

Pues eso decía, más o menos. Y también que entre los elementos que conforman el mensaje es básico el cómo se expresa éste, el lenguaje que se utiliza para hacérnoslo llegar. Y bueno está que cada cual, a la hora de expresar sus anhelos patrióticos o sus ansias de poder o de cualquier otro tipo, quiera hacer énfasis en lo que mejor le parezca, apelando a las asaduras, el cacumen o el corazón del destinatario. Pero, al hacerlo, tendrá que aguantar las opiniones de quienes leemos sus inflamaciones líricas que en el caso que nos ocupa, además, decidirán la contingencia de nuestro voto y, con él, el acomodo o no de este o aquel candidato en la bicoca cuatrienal. Porque esa posibilidad de expresar nuestras opiniones, sean éstas críticas o elogiosas, es consustancial, también y por ahora, al tinglado democrático.

Después de tratar de digerir las 100 Medidas para la España Viva, algunas de las cuales (en los epígrafes de Inmigración; Defensa, Seguridad y Fronteras; Salud; Educación y Cultura; Libertades y Justicia, y Europa e Internacional) continúan atascadas en mi “esófago de Barret” y ahí siguen atormentándome, me he dedicado estos días a navegar por la página que este partido político tiene en Internet. En su mensaje de bienvenida, se dice: «Somos como tú, profesionales, autónomos, amas de casa, jubilados, emprendedores, empleados, trabajadores, funcionarios, estudiantes, etc., que nunca hemos vivido de la política.» Me alegra saber, o no, que entre ellos no hay extraterrestres ni androides, según parece. Pero bien podrían haber hecho la salvedad de que este axioma no vale para su presidente, Santiago Abascal Conde, que desde 1996 a 2013 ha sido: Miembro del  Comité Provincial y Ejecutivo del PP en Álava;  presidente de Nuevas Generaciones del Partido Popular del País Vasco; miembro de la Junta Directiva Nacional del PP, de la ejecutiva del  País Vasco y secretario de Educación del PP de dicha Comunidad; concejal en el Ayuntamiento de Llodio; juntero en las Juntas Generales de Álava; diputado en el Parlamento vasco; director de la Agencia de Protección de Datos de la Comunidad de Madrid y (Wikipedia ‘dixit’) «de la Fundación para el Mecenazgo y Patrocinio Social, fundación con un único trabajador (además del propio Abascal) y sin actividad conocida, que en 2013 recibió de la Comunidad de Madrid una subvención de 183.600 euros de los cuales destinó 82.491 al sueldo de Santiago Abascal.» Pues mal empezamos, porque si el abad toca a maitines, qué no harán los demás monjines. Y si eso no es vivir de la política, que dios y Franco lo vean.

Hubo momentos, leyendo lo que en ella se dice y, sobre todo, cómo se dice, en los que me acordé de Richard Collier (Christopher Reeve) en la película Somewhere in Time, titulada en España En algún lugar del tiempo. Y de la Rapsodia sobre un tema de Paganini de Rajmáninov, que suena en ella de manera insistente. Pero mientras el protagonista de la cinta viajaba hacia atrás en el tiempo para descubrir un amor desconocido, al leer las entradas de Vox yo lo he hecho para revivir el horror de años oscuros de nuestra historia. La soflama firmada por su Secretario General, Javier Ortega Smith, llamando a una manifestación el 3 de mayo, es buena muestra de lo que digo. Encabezada por la frase ¿apócrifa? que aparecía en el bando proclamado el 2 de mayo de 1808 por el entonces alcalde de Móstoles, Andrés Torrejón, «¡¡Españoles, la Patria está en peligro, acudid a salvarla!!», se insta al «valiente pueblo español de los “Daoiz, Ruiz, Velarde, Malasaña, Merino, Empecinado, Agustina,…» a llenar las calles «frente a los traidores “Godoys”, la pasividad cobarde de los “Carlos y Fernandos” del Gobierno, la connivencia de los “fernandinos” mal  llamados constitucionalistas, la Europa “napoleónica” arrogante y suicida (y) el ataque de las oligarquías europeas  que en sus “Bayonas y Fontainebleaus” de la UE, dirigidos por sus “Soros, sus Merkels y sus Holsteings” ansían desde hace décadas la definitiva invasión económica, migratoria y legislativa de España, que usurpe lo que aún nos quede de soberanía nacional para terminar de doblegarnos a su servicio e interés.» Y todo esta exacerbación de patriotismo intemporal y, por ende, anacrónico y rancio, «bajo la irreductible acusación popular de VOX, que es la acusación del incansable pueblo español contra los enemigos seculares de España.» Pues eso, sólo faltan, para completar este lote distópico, ‘el contubernio de Munich, la pérfida Albión y la conspiración judeo-masónica’... (Y entonces, la momia, gracias al conjuro retroactivo de este birlibirloque ideológico, se  autoexhumó en el espectáculo virtual de levitación extática más sorprendente y terrorífico que vieron los siglos).  
(Fuente: Eljueves)



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