Ya sabemos que en un programa
electoral cabe todo. Al fin y al cabo no son más que promesas que una vez producida
su función, la de engatusar votantes, no tienen por qué cumplirse. Con el voto
ya preso en la urna, el programa pierde todo su valor que es meramente escenográfico,
parafernalia desechable. El papel, ya digo, lo aguanta todo, hasta estos
artículos míos semanales y, a veces, sonámbulos. Y en el que escriben estos
andobas más todavía, incluso el que firman ante notario y exhiben ante ‘la
gente’ mirándola a los ojos con desparpajo de charlatanes tramposos, porque
¡ay, señor!, la capacidad que tienen nuestros políticos de difuminar las
palabras hasta hacerlas inútiles es infinito y debería estar penado si no por
las leyes, algo imposible porque también las hacen ellos, sí al menos por
quienes les damos mando en plaza. Aunque, para eso, habría que deconstruir esta
España de nuestras angustias y reconstruirla hasta transformar la inquietud en
alivio o, al menos, en la esperanza de encontrarlo. Si a este panorama añadimos
que la inmensa mayoría de los votantes no tienen ni noción de lo que dicen los
programas que votan, entre lo que mienten unos y lo que ignoran otros se cierra
el círculo del vodevil electoral y, si todo va bien, nos vemos de nuevo en el
teatrillo de aquí a que pasen 4 años.
No obstante todo el escepticismo
que acarreo, como prometí en mi artículo anterior he releído el programa de Vox
que, tras las elecciones andaluzas, es la nueva bestia parda de la que abominan la mayoría de los medios y
de los políticos de los demás partidos. Y de entrada diré que, tras hacerlo,
sigo sin saber si esta es una formación ‘populista de extrema derecha’, como la
motejan unos y otros. Fundamentalmente porque no sé qué coño significa eso. Me
explico. Si populismo, según el DRAE, es una «tendencia política que pretende
atraerse a las clases populares», todos los partidos políticos españoles lo
son, de modo que no es una característica que lo haga diferente de los demás.
No me vale, pues. Otrosí digo: Deduzco que ‘extrema derecha’ significa que está
a la derecha de algo que ya está a la derecha. Pero ¿de qué o de quién?; ¿a la
derecha desde la perspectiva de un espectador que mira o de la del propio sujeto?
Esto es lo que tiene el querer hacer absoluto un término relativo, que no hay
quien se aclare. Así que busco en el DRAE una definición de ‘derecha’ que
pudiera servir para aclarar este galimatías. Y la que más podría haberlo hecho es
la que la define como «conjunto de personas que profesan ideas conservadoras.» Pues
tampoco, Catalina. Porque si conservar es «mantener o cuidar de la permanencia
o integridad de algo o de alguien» y los ‘voxistas’ quieren acabar con el
Estado de las Autonomías, una de las estrellas más rutilantes de nuestra
Constitución, no me cuadran las cuentas.
En política, con frecuencia, las
maneras forman parte del mensaje. Y crean opinión. Y las imágenes que hemos
podido ver del líder de Vox recorriendo los campos andaluces a lomos de un
caballo cartujano, como caudillo de una nueva ‘Reconquista de España’ cual Don
Pelayo reencarnado a lo rociero con la Blanca Paloma en plan Virgen de
Covadonga, no pueden ser más cutres ni más definitorias de qué es la carcunda. Si
a eso le sumamos las “100 Medidas para la España Viva” que esbozan su programa
electoral y en las que con un lenguaje amenazante, intimidatorio, despiadado y,
en ocasiones, cuasi bélico, cuajado de palabras como “suspensión, derogación,
ilegalización, supresión, deportación, endurecimiento de penas, expulsión,
exclusión, revocación, eliminación, levantamiento de muros fronterizos
infranqueables...”, el caudillo de Vox, al grito de “¡Santiago Abascal y cierra España!” nos sumerge en un viaje de
vuelta a la patria “Una, Grande y Libre” de la autarquía franquista, a un
engendro rancio, insolidario, deshumanizado y xenófobo por aporofobia en la línea
del que proponen los países del grupo de Visegrado y los Lepenes, Salvinis y
asimilables que pululan por Europa, con suspensión cautelar del espacio
Schengen incluida. Sin perder de vista «el fomento del arraigo a la tierra,
manifestaciones folclóricas y tradiciones de España y de sus pueblos dentro de
la óptica de la Hispanidad, impulsar una ley de protección de la tauromaquia (y
un) plan integral para el conocimiento, difusión y protección de la identidad
nacional y de la aportación de España a la civilización y a la historia
universal, con especial atención a las gestas y hazañas de nuestros héroes
nacionales.»
En fin, yo no sé si Vox, su ideario
y su caudillo son la derecha, la extrema derecha o la extrema extrema derecha.
Y además me importa un pimiento dónde se ubiquen. De lo que sí estoy seguro es
de que reaccionarios, radicales, involucionistas, carcas, retrógrados, regresivos,
ultramontanos y carpetovetónicos lo son en grado sumo. Pues eso, olé y arriba
España, el Nodo, la Formación del Espíritu Nacional, las Demostraciones
Sindicales del 1º de mayo en el Bernabeu... y el brazo incorrupto de Santa
Teresa de propina, primo.
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