Con toda probabilidad a finales del
próximo mes de noviembre será la primera vuelta de las votaciones a rector de
la UEx. Dado que habrá, al menos, tres candidatos al puesto (y a mayor
abundamiento si hay un cuarto emboscado), lo normal es que se tenga que ir a
una segunda vuelta, porque no se prevé que alguno de ellos alcance de entrada
“el apoyo proporcional de más de la mitad de los votos”. En esta segunda se
votaría a los dos candidatos “más apoyados en la primera votación” y será
suficiente entonces la mayoría simple, ponderadamente hablando, para que el
afortunado sea proclamado Rector. Algo así como que de primeras hay dos que
cantan línea ponderada, y de segundas, uno de ellos, con ponderación, se lleva
el bingo.
Siempre abominé de la ley D’Hondt, ese engendro que
ponderadamente beneficia no a los partidos minoritarios, que sería asumible,
sino a los mayoritarios y a los que se presentan por menos circunscripciones.
Fue uno de los peajes que hubo que pagar para impedir que el PNV, esa
garrapata egoísta y santurrona agarrada con saña a la política y la economía de un país que le
importa un pimiento, y CiU, que todavía no se había quitado la piel de cordero
ni cambiado de nombre, sacaran los pies del tiesto. Visto lo visto, para poco
ha servido la servidumbre democrática. Si acaso, para que año tras año estos
ganapanes vayan usurpando más parcelas de poder y logrando más concesiones
hasta llegar a la penosa situación actual. Si de muestra vale un botón, en las
elecciones generales de 2015 Izquierda Unida (aún viva antes del que el ‘pijipanoli’
de Alberto Carlos Garzón Espinosa se
la entregara a Podemos por un plato de lentejas agrias) obtuvo 923.000 votos,
que le supusieron 2 escaños, mientras el PNV con 301.000 consiguió 6 y CiU con
929.000, 16. La perversión del método es palmaria. E tremendamente injusta. Pues
bien, siendo este método de escrutinio tan diabólico, si lo comparamos con la
normativa electoral que consagra la Ley Orgánica de Universidades para las
elecciones a Rector, puede llegar a parecernos incluso arcangélico.
Cumpliéndola, la normativa electoral de la UEx establece que “el voto para la elección del Rector se
ponderará, por sectores de la comunidad universitaria, en la siguiente forma:
51 por ciento para los profesores doctores pertenecientes a los cuerpos
docentes universitarios, 16 por ciento para otro personal docente e
investigador, 23 por ciento para los estudiantes, y 10 por ciento para el
personal de administración y servicios”. Durante mis años activos en la UEx
jamás voté. Me repugnaba participar en semejante engendro. Ahora, ya jubilado,
no puedo hacerlo por imperativo legal, pero la ley no me impide seguir
sintiendo la misma repugnancia ante el descaro con que se trata de enmascarar
una cacicada infame tras la pátina de un supuesto pluralismo. Ni Franco con su
democracia orgánica (familia, municipio y sindicato) llegó a tanta impostura.
En fin, llamar a esta mojiganga elecciones es como llamar escritora a Belén
Esteban, un disparate grotesco.
El pasado 21 de abril, terminaba mi artículo Tribalismo
universitario diciendo: “Dentro de unos
meses se convocarán elecciones a rector en la UEx. Y volverá a repetirse el
oprobio del llamado ‘voto ponderado’, el paradigma más irrefutable de la
estratificación por castas que rige en todas ellas. Tan es así que, como ya he
expuesto en alguna otra ocasión, podría darse la monstruosidad de que el voto
de un solo doctor, siendo el único, daría el sillón rectoral a tal candidato,
por muchos miles de votos de los otros estamentos, (docentes no doctores,
personal de administración y alumnos), que acumulara su oponente. Porque ese
único voto equivaldría al 51% de los votos útiles escrutados. A partir de ahí,
con ese espíritu feudal metido hasta los tuétanos, todo lo que venga detrás no
debería sorprendernos. ¿El caso Cifuentes/Álvarez Conde una
excepción?... Sí, claro. Y un jamón con chorreras también, primo.” Creo que no iba muy desencaminado teniendo en cuenta los casos de tesis y másteres que
hemos conocido en estos meses. Rizando el rizo y según me cuentan, parece que ante
las ya convocadas, las cloacas de la UEx andan revueltas y las ratas que las
pueblan han empezado a asomar sus asquerosos hocicos. Cobardes como son, y
rastreras, lo hacen con denuncias anónimas a las que el todavía rector, en una
nueva demostración de su carácter pusilánime y escurridizo, presta oídos. Me he
acordado de una película de 1971, Willard
(La revolución de las ratas) en la que un inadaptado, el tal Willard,
amaestra, hasta convertir en asesinas, a un grupo de ratas para vengarse de
quienes considera sus enemigos. A estas ratas segundonas las conozco desde hace
años, pero, ¿a quién le correspondería el papel de Willard en el entramado cortijero
de la UEx, quién es el Rasputín
‘calamocheante’ que mece la cuna desde su privilegiado escondrijo? Yo me lo
malicio. Y no me ha sido difícil. Solo he tenido que seguir el rastro de mala
baba que este pájaro sátrapa ha ido dejando por los pasillos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario