sábado, 13 de octubre de 2018

LA VÍCTIMA QUÍNTUPLE

(Fuente: EFE/ elconfidencial.com)

El pasado miércoles la ministra de Justicia, Dolores Delgado, comparecía en la Comisión de Justicia del Congreso, a petición propia, fundamentalmente para hablar de las grabaciones subrepticias, profusamente difundidas por los medios, que el excomisario Villarejo realizó en la ya famosa comida celebrada en octubre de 2009 en el restaurante Rianxo de Madrid, y a la que la entonces fiscala de la Audiencia Nacional acudió acompañada del otrora juez de la misma Baltasar Garzón. La función prometía ser todo un espectáculo pero, al final, resultó un petardo infumable en el que la estrella principal, vestida de azafata de congresos sin fular e interpretando un guión inane, escaso de recursos y exiguo de chicha, dio largas a un discurso aburrido, insufriblemente repetitivo, balbuceante y,  por momentos, deshilvanado. Ni un arranque dramático, ni una muestra del histrionismo algo energúmeno que demostró en otras intervenciones parlamentarias sobre el mismo tema. En fin, una actuación plana que defraudó todas mis expectativas.

Bueno, casi todas. Porque sí hubo un momento en el que el clímax dramático adquirió cierto empaque, y ese fue cuando la señora ministra defendió su dedicación y su sacrificio por el servicio público en sus 29 años como fiscala. Ahí recuperó el aplomo y nos ofreció un espectáculo fascinante de autoafirmación megalómana mientras enumeraba las operaciones en las que había intervenido desarticulando comandos terroristas, incautando ingentes toneladas de droga o requisando armas y explosivos listos para ser utilizados. Y todo ello lo hizo al pie del cañón, en el escenario del crimen, no desde el despacho de la Fiscalía. Tanto me subyugó ese arrebato jactancioso, tan convencida la vi de su coraje y su intrepidez altruistas, que por momentos me sentí abducido por su currículo y la imaginé como una ‘Wonder Woman’ a la española, con tiara y brazaletes mágicos incluidos. ¡Menudo subidón cervecero tuve, primo!

(Fuente: elmundo.es)
Aparte de ese espejismo fulgurante, el papel que de manera poco creíble interpretó machaconamente la señora ministra, fue el de víctima de cuatro fuerzas malignas que quieren acabar con el “gobierno decente que preside Pedro Sánchez” e impedir “el proceso de regeneración democrática y de transparencia” por él emprendido, cuales son: las cloacas del Estado personificadas por Villarejo, la derecha, la extrema derecha y la extrema extrema derecha. No contenta con este alarde de ingenio dialéctico, en un turno de réplica añadió una quinta que yo había echado en falta y que ella sólo había insinuado hasta el momento, un alegato con frecuencia utilizado por la clase política patria como vía de escape cuando la solidez argumental brilla por su ausencia: el machismo. Porque ella está segura de que, si hubiera sido hombre, no estaría pasando por este brete ni habría tenido que escuchar tanta descalificación ni tanta crítica. Pero a pesar del acoso inmisericorde de este quinteto diabólico conjurado contra la ‘Mujer Maravilla’, esta afirmó con rotundidad que no se iba a amilanar, que no pensaba dimitir (aunque, según la prensa, ya lo había hecho días atrás y Sánchez no había aceptado su renuncia) y que no había mentido en lo dicho con respecto a sus relaciones con el señor Villarejo (a pesar de las 4 o 5 versiones distintas que dio sobre las mismas) del que, recalcó, no es amiga.

(Fuente: AFP)
Pues sí pero no, porque a mí me quedan muchas dudas. Vamos a ver: Cuando en su comparecencia la señora ministra criticó (y me parece muy bien) la ‘policía patriótica’ ideada por el anterior gobierno y la concesión de una medalla al mérito policial pensionada a uno de los comisarios investigados en la trama Tándem, ¿se olvidó de la que el gobierno de ZP concedió al chantajista Villarejo? Cuando aseguró que en la comida de marras se reunió con altos mandos policiales con los que colaboraba, ¿se olvidó de que en la misma lo que se celebraba era la concesión de esa medalla al chantajista Villarejo? Cuando enfatizó su sacrificio como fiscala y su alejamiento de las cloacas del Estado, ¿se olvidó de que en dicha comida tuvo conocimiento de un hecho delictivo grave cometido por el tal? ¿Por qué en vez de levantarse e irse al despacho a enjaretar la correspondiente denuncia, lo jaleó diciendo “éxito asegurado”?  Yo no tengo ni idea del lenguaje jurídico, pero su actitud ¿podría calificarse como dejación de funciones, complicidad pasiva...? ¿Ni siquiera se le pasó por la cabeza que esa inacción la podía hundir hasta los corvejones en las cloacas de las que dice abominar? Cuando habló del “gobierno decente” de Sánchez, ¿se refería al de ahora, después de la dimisión de 2 ministros? ¿Se le olvidó la tesis tenguerengue de su líder, el problema de Borrell con la CNMV, las lagunas en la declaración de bienes de Celaá, la sociedad patrimonial de Duque...? Y otrosí digo, teniendo en cuenta la antigua amistad entre la señora ministra y el ahora abogado Garzón, y conociendo que este es defensor de algunos de los investigados en la trama Tándem, ¿nunca coincidieron ambos como abogado y fiscala en algún juicio contra los mismos, o en cualquier otro? Si es que sí, ¿no sería su estrecha amistad causa de algún tipo de incompatibilidad? Y a mayor abundamiento, en sus paseos y comidas juntos, ¿nunca hablaron de sus trabajos divergentes y opuestos, del caso Tándem, de Villarejo...? Si es que sí, ¿no sería eso una forma de relación profesional con el excomisario, siquiera sea por la cabeza interpuesta de su abogado Garzón?

En fin, yo no sé (o sí) si la señora ministra miente, pero estoy convencido de que no dice la verdad. Y parafraseando a Monterroso, lo peor para ella y para nosotros es que cuando se despierte, Garzón todavía estará allí. Y Villarejo, detrás.

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