(Fuente: EFE/ elconfidencial.com) |
El pasado miércoles la ministra de Justicia,
Dolores Delgado, comparecía en la
Comisión de Justicia del Congreso, a petición propia, fundamentalmente para
hablar de las grabaciones subrepticias, profusamente difundidas por los medios,
que el excomisario Villarejo realizó
en la ya famosa comida celebrada en octubre de 2009 en el restaurante Rianxo de
Madrid, y a la que la entonces fiscala de la Audiencia Nacional acudió
acompañada del otrora juez de la misma Baltasar
Garzón. La función prometía ser todo un espectáculo pero, al final, resultó
un petardo infumable en el que la estrella principal, vestida de azafata de
congresos sin fular e interpretando un guión inane, escaso de recursos y exiguo
de chicha, dio largas a un discurso aburrido, insufriblemente repetitivo,
balbuceante y, por momentos, deshilvanado.
Ni un arranque dramático, ni una muestra del histrionismo algo energúmeno que
demostró en otras intervenciones parlamentarias sobre el mismo tema. En fin,
una actuación plana que defraudó todas mis expectativas.
Bueno, casi todas. Porque sí hubo
un momento en el que el clímax dramático adquirió cierto empaque, y ese fue
cuando la señora ministra defendió su dedicación y su sacrificio por el servicio
público en sus 29 años como fiscala. Ahí recuperó el aplomo y nos ofreció un
espectáculo fascinante de autoafirmación megalómana mientras enumeraba las
operaciones en las que había intervenido desarticulando comandos terroristas,
incautando ingentes toneladas de droga o requisando armas y explosivos listos
para ser utilizados. Y todo ello lo hizo al pie del cañón, en el escenario del
crimen, no desde el despacho de la Fiscalía. Tanto me subyugó ese arrebato
jactancioso, tan convencida la vi de su coraje y su intrepidez altruistas, que
por momentos me sentí abducido por su currículo y la imaginé como una ‘Wonder Woman’ a la española, con tiara
y brazaletes mágicos incluidos. ¡Menudo subidón cervecero tuve, primo!
(Fuente: elmundo.es) |
Aparte de ese espejismo fulgurante,
el papel que de manera poco creíble interpretó machaconamente la señora
ministra, fue el de víctima de cuatro fuerzas malignas que quieren acabar con
el “gobierno decente que preside Pedro
Sánchez” e impedir “el proceso de regeneración democrática y de transparencia”
por él emprendido, cuales son: las cloacas del Estado personificadas por
Villarejo, la derecha, la extrema derecha y la extrema extrema derecha. No
contenta con este alarde de ingenio dialéctico, en un turno de réplica añadió
una quinta que yo había echado en falta y que ella sólo había insinuado hasta
el momento, un alegato con frecuencia utilizado por la clase política patria
como vía de escape cuando la solidez argumental brilla por su ausencia: el
machismo. Porque ella está segura de que, si hubiera sido hombre, no estaría pasando
por este brete ni habría tenido que escuchar tanta descalificación ni tanta
crítica. Pero a pesar del acoso inmisericorde de este quinteto diabólico
conjurado contra la ‘Mujer Maravilla’,
esta afirmó con rotundidad que no se iba a amilanar, que no pensaba dimitir
(aunque, según la prensa, ya lo había hecho días atrás y Sánchez no había
aceptado su renuncia) y que no había mentido en lo dicho con respecto a sus
relaciones con el señor Villarejo (a pesar de las 4 o 5 versiones distintas que
dio sobre las mismas) del que, recalcó, no es amiga.
(Fuente: AFP) |
Pues sí pero no, porque a mí me
quedan muchas dudas. Vamos a ver: Cuando en su comparecencia la señora ministra
criticó (y me parece muy bien) la ‘policía patriótica’ ideada por el anterior
gobierno y la concesión de una medalla al mérito policial pensionada a uno de
los comisarios investigados en la trama Tándem, ¿se olvidó de la que el
gobierno de ZP concedió al chantajista Villarejo? Cuando aseguró que en la
comida de marras se reunió con altos mandos policiales con los que colaboraba,
¿se olvidó de que en la misma lo que se celebraba era la concesión de esa
medalla al chantajista Villarejo? Cuando enfatizó su sacrificio como fiscala y
su alejamiento de las cloacas del Estado, ¿se olvidó de que en dicha comida
tuvo conocimiento de un hecho delictivo grave cometido por el tal? ¿Por qué en
vez de levantarse e irse al despacho a enjaretar la correspondiente denuncia,
lo jaleó diciendo “éxito asegurado”? Yo
no tengo ni idea del lenguaje jurídico, pero su actitud ¿podría calificarse
como dejación de funciones, complicidad pasiva...? ¿Ni siquiera se le pasó por
la cabeza que esa inacción la podía hundir hasta los corvejones en las cloacas
de las que dice abominar? Cuando habló del “gobierno decente” de Sánchez, ¿se
refería al de ahora, después de la dimisión de 2 ministros? ¿Se le olvidó la
tesis tenguerengue de su líder, el problema de Borrell con la CNMV, las lagunas en la declaración de bienes de Celaá, la sociedad patrimonial de Duque...? Y otrosí digo, teniendo en cuenta la antigua
amistad entre la señora ministra y el ahora abogado Garzón, y conociendo que
este es defensor de algunos de los investigados en la trama Tándem, ¿nunca
coincidieron ambos como abogado y fiscala en algún juicio contra los mismos, o en cualquier otro? Si
es que sí, ¿no sería su estrecha amistad causa de algún tipo de
incompatibilidad? Y a mayor abundamiento, en sus paseos y comidas juntos,
¿nunca hablaron de sus trabajos divergentes y opuestos, del caso Tándem, de
Villarejo...? Si es que sí, ¿no sería eso una forma de relación profesional con
el excomisario, siquiera sea por la cabeza interpuesta de su abogado Garzón?
En fin, yo no sé (o sí) si la señora ministra miente, pero estoy convencido de que no dice la verdad. Y parafraseando a Monterroso, lo peor para ella y para nosotros es que cuando se despierte, Garzón todavía estará allí. Y Villarejo, detrás.
En fin, yo no sé (o sí) si la señora ministra miente, pero estoy convencido de que no dice la verdad. Y parafraseando a Monterroso, lo peor para ella y para nosotros es que cuando se despierte, Garzón todavía estará allí. Y Villarejo, detrás.
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