El día 25 de enero, la Iglesia
Católica conmemora la conversión de San
Pablo. Según cuentan los Hechos de los Apóstoles, cuando este iba camino de
Damasco con el mandato de las autoridades judías de perseguir a los cristianos,
un resplandor surgido del cielo lo derribó del caballo dejándolo ciego, al
tiempo que una voz incorpórea, utilizando su nombre hebreo, le preguntaba, no
sin cierta dosis de retórica sobrenatural: “Saulo, Saulo, ¿por qué me
persigues?”. Trasladado a Damasco desconcertado y ciego, tras la imposición de
manos realizada por Ananías
cumpliendo órdenes recibidas de Jesús, recuperó vista y presencia de ánimo,
siendo bautizado de inmediato para convertirse en firme defensor de aquellos a
los que, hasta entonces, perseguía sañudamente. A partir de ahí adoptó su
nombre romano, Pablo, (pequeño o poco), en lugar del judío Saulo, (‘invocado, llamado’), y acabó sus días en Roma, martirizado
bajo el mandato de Nerón, entre los
años 58 a 67 de la Era Cristiana. En fin, a pesar de toda la carga alegórica
inherente a tantos hechos bíblicos, (resplandor, caída, ceguera, cambio de
nombres...), la expresión “camino de
Damasco”, ha quedado como paradigma de “conversión” en lo que esta tiene de
abjuración de ideas o creencias.
(Fuente: El País) |
Pues un fenómeno similar pero enmarcado
en un escenario más terrenal, incluso más pedestre, han creído o querido ver
algunos en el discurso de investidura del nuevo presidente del Parlamento
catalán, Roger Torrent Ramió. Tras el disparate de la soflama mitinera y
energúmena evacuada por el presidente de la mesa de edad, Ernest Maragall, individuo que
formaría una yunta de basiliscos insuperable con la señora Nuria de Gispert, subió a la palestra el sustituto de ‘Cara de Palo’
Forcadell. Encorbatado y gestualmente
comedido, enjaretó un discurso templado, equidistante, sin altibajos en el
tono, aparentemente educado, en el que no traspasó los límites constitucionales
ni nombró a la República. Y ahí se agarran almas cándidas como Iceta, por ejemplo, para decir que “Roger
Torrent apunta maneras”. Pues él verá lo que quiera o desee pero yo, lejos del
aquel bosque petrificado, conociendo la biografía política del elegido y con la
evidencia aún caliente de lo vivido hasta ahora en el transcurso del ‘procés’,
solo he visto en esta aparente vuelta a la sensatez democrática un trampantojo
de tahúr, una ‘traspolación’ de su cambio de aspecto físico a la esfera de la
política, un sí pero no ideológico plagado de guiños contradictorios y
milimétricamente medidos, sin duda enfocados a que Míster Hyde se presentara en sociedad como un honorable y benéfico Doctor Jekyll. Ni Lon Chaney o Spencer Tracy
lo hubieran hecho mejor.
No hay que olvidar que el
interfecto es afiliado a ERC desde 1998. Desde 1999, concejal en al
Ayuntamiento de Sarriá de Ter hasta 2007, en que pasó a ser alcalde y, a partir
de 2012, también diputado en el Parlamento de Cataluña. Un hombre de partido
que, la semana pasada, manifestaba que esta legislatura “será una legislatura
con un objetivo político muy claro: desarrollar la república... lo haremos con
voluntad de diálogo y, a la vez, no pediremos permiso para conseguirlo”; que,
hasta este nombramiento, en su cuenta de Twiter se definía “diputado del
Parlament de la república catalana”; que estuvo presente en el asedio a la
Consejería de Economía del pasado setiembre en el que se destrozaron tres
coches de la Guardia Civil; que tiene el beneplácito y la bendición apostólica
del santurrón fariseo de Estremera y que sigue considerando al Calimero pirado presidente
legítimo. Tan es así que, siguiendo el protocolo, tiene previsto visitarlo en
breve para evacuar consultas, lo que puede aumentar, por aquello del ejercicio de
una acción político-institucional fuera de los límites territoriales legítimos,
la tensión diplomática entre España y Bélgica. Para rematar mis temores, en la última entrevista concedida a La Vanguardia,
ya investido, el andoba hace un alarde de culebreo político, de escapismo ideológico
y de palabrerío inconsistente que corrige y aumenta la vacuidad de su discurso
institucional. De modo que, acompañado de toda mi suspicacia, me resultó mucho
más instructivo y clarificante escuchar lo que no dice, saltarme la literalidad
de lo inocuo, leer entre y por detrás de las líneas para intuir que lo que se
nos avecina, probablemente y por desgracia, no va a ser más que una nueva
versión de lo mismo, la reedición de otro culebrón tragicómico, prescindible y
petardo, que no sé si tendremos fuerzas para soportar sin que nos provoque un
ataque de apoplejía colectiva, una pandemia de destartale neuronal imparable. Porque
otra cosa no serán los integrantes de esta caterva distópica, pero ‘téntigos’,
cataplasmas, pelmazos y cursis lo son como para aburrir a Serafín Latón. ¿Un nuevo camino de Damasco a la catalana? Sí,
Iceta. Y, de paso, un jamón con chorreras también, primo.
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