sábado, 20 de enero de 2018

CAMINO DE DAMASCO

El día 25 de enero, la Iglesia Católica conmemora la conversión de San Pablo. Según cuentan los Hechos de los Apóstoles, cuando este iba camino de Damasco con el mandato de las autoridades judías de perseguir a los cristianos, un resplandor surgido del cielo lo derribó del caballo dejándolo ciego, al tiempo que una voz incorpórea, utilizando su nombre hebreo, le preguntaba, no sin cierta dosis de retórica sobrenatural: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”. Trasladado a Damasco desconcertado y ciego, tras la imposición de manos realizada por Ananías cumpliendo órdenes recibidas de Jesús, recuperó vista y presencia de ánimo, siendo bautizado de inmediato para convertirse en firme defensor de aquellos a los que, hasta entonces, perseguía sañudamente. A partir de ahí adoptó su nombre romano, Pablo, (pequeño o poco), en lugar del judío Saulo, (‘invocado, llamado’), y acabó sus días en Roma, martirizado bajo el mandato de Nerón, entre los años 58 a 67 de la Era Cristiana. En fin, a pesar de toda la carga alegórica inherente a tantos hechos bíblicos, (resplandor, caída, ceguera, cambio de nombres...),  la expresión “camino de Damasco”, ha quedado como paradigma de “conversión” en lo que esta tiene de abjuración de ideas o creencias.

(Fuente: El País)
Pues un fenómeno similar pero enmarcado en un escenario más terrenal, incluso más pedestre, han creído o querido ver algunos en el discurso de investidura del nuevo presidente del Parlamento catalán, Roger Torrent Ramió. Tras el disparate de la soflama mitinera y energúmena evacuada por el presidente de la mesa de edad, Ernest Maragall,  individuo que formaría una yunta de basiliscos insuperable con la señora Nuria de Gispert, subió a la palestra el sustituto de ‘Cara de Palo’ Forcadell. Encorbatado y gestualmente comedido, enjaretó un discurso templado, equidistante, sin altibajos en el tono, aparentemente educado, en el que no traspasó los límites constitucionales ni nombró a la República. Y ahí se agarran almas cándidas como Iceta, por ejemplo, para decir que “Roger Torrent apunta maneras”. Pues él verá lo que quiera o desee pero yo, lejos del aquel bosque petrificado, conociendo la biografía política del elegido y con la evidencia aún caliente de lo vivido hasta ahora en el transcurso del ‘procés’, solo he visto en esta aparente vuelta a la sensatez democrática un trampantojo de tahúr, una ‘traspolación’ de su cambio de aspecto físico a la esfera de la política, un sí pero no ideológico plagado de guiños contradictorios y milimétricamente medidos, sin duda enfocados a que Míster Hyde se presentara en sociedad como un honorable y benéfico Doctor Jekyll. Ni Lon Chaney o Spencer Tracy lo hubieran hecho mejor.

No hay que olvidar que el interfecto es afiliado a ERC desde 1998. Desde 1999, concejal en al Ayuntamiento de Sarriá de Ter hasta 2007, en que pasó a ser alcalde y, a partir de 2012, también diputado en el Parlamento de Cataluña. Un hombre de partido que, la semana pasada, manifestaba que esta legislatura “será una legislatura con un objetivo político muy claro: desarrollar la república... lo haremos con voluntad de diálogo y, a la vez, no pediremos permiso para conseguirlo”; que, hasta este nombramiento, en su cuenta de Twiter se definía “diputado del Parlament de la república catalana”; que estuvo presente en el asedio a la Consejería de Economía del pasado setiembre en el que se destrozaron tres coches de la Guardia Civil; que tiene el beneplácito y la bendición apostólica del santurrón fariseo de Estremera y que sigue considerando al Calimero pirado presidente legítimo. Tan es así que, siguiendo el protocolo, tiene previsto visitarlo en breve para evacuar consultas, lo que puede aumentar, por aquello del ejercicio de una acción político-institucional fuera de los límites territoriales legítimos, la tensión diplomática entre España y Bélgica. Para rematar mis temores,  en la última entrevista concedida a La Vanguardia, ya investido, el andoba hace un alarde de culebreo político, de escapismo ideológico y de palabrerío inconsistente que corrige y aumenta la vacuidad de su discurso institucional. De modo que, acompañado de toda mi suspicacia, me resultó mucho más instructivo y clarificante escuchar lo que no dice, saltarme la literalidad de lo inocuo, leer entre y por detrás de las líneas para intuir que lo que se nos avecina, probablemente y por desgracia, no va a ser más que una nueva versión de lo mismo, la reedición de otro culebrón tragicómico, prescindible y petardo, que no sé si tendremos fuerzas para soportar sin que nos provoque un ataque de apoplejía colectiva, una pandemia de destartale neuronal imparable. Porque otra cosa no serán los integrantes de esta caterva distópica, pero ‘téntigos’, cataplasmas, pelmazos y cursis lo son como para aburrir a Serafín Latón. ¿Un nuevo camino de Damasco a la catalana? Sí, Iceta. Y, de paso, un jamón con chorreras también, primo.

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