Cuando llega esta fecha, nunca dejo
de acordarme de aquel año 1974 en que esperábamos lo que en los medios de
comunicación de entonces se anunciaba como un discurso transcendental del
entonces presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, nombrado por Franco a
primeros de ese año. Se publicitó como el primer paso dado por el régimen
franquista en el inicio de un camino aperturista que empezara a igualarnos,
siquiera fuese tímidamente, con las democracias europeas. Los servicios
informativos de Televisión Española, que entonces dirigía ese arribista de
enciclopedia llamado Juan Luis Cebrián, lo retransmitieron en directo. Viniendo
de quien venía la perorata, un personaje siniestro y represor que había sido
Director General de Seguridad con Camilo Alonso Vega y, después, Ministro de la
Gobernación con Carrero Blanco, no se podía esperar mucho. Mejor dicho, no se
podía esperar nada. Y, efectivamente, el discurso fue una letanía retórica y
hueca, una suerte de engolado y cursi malabarismo aperturista que trataba, con
torpeza, de maquillar las telarañas de un régimen que, con Franco ya agusanado,
se resistía, igual que él, a una muerte irremisible. Por si el fiasco oratorio
no fuera suficiente, los pocos y engañosos atisbos de tolerancia que el
discurso de Arias nos mostró, se fueron al traste por la presión de un búnker
cada vez más rabioso y más cerril, liderado por José
Antonio Girón de Velasco,
energúmeno que presidía la Confederación Nacional de Excombatientes, y al que
secundaban personajes carpetovetónicos de la catadura de Blas Piñar o Nemesio
Fernández Cuesta.
La ilusión, si es que la hubo, duró
bien poco. El día 2 de marzo, tras un Consejo de Guerra que, en lo jurídico, no
dejaba de ser la misma pantomima repugnante que el discurso del “Carnicero de
Málaga” lo fue en lo político, la ejecución a garrote vil en la cárcel Modelo
de Barcelona de Salvador Puig Antich, dejaba bien a las claras que “el espíritu
del 12 de febrero”, así bautizado por algunos periodistas tan bienintencionados
como incautos, o no, era solo una enorme patraña. A partir de ahí, el
ansia represora de un régimen que, aun moribundo, se afanaba en permanecer, fue
en aumento. Así, el búnker, espoleado por “el gironazo”, una declaración de
guerra enmascarada de política que vio la luz en el diario Arriba el día 28 de
abril, se radicalizó aún más. Y de las soflamas pasó a la acción directa. Los
sucesos de Montejurra en el año 1976, donde 2 personas fueron asesinadas, y la
masacre de los abogados de Atocha en 1977, con 5 muertos, son buena muestra del
desparpajo macabro con el que esta chusma se comportaba. En 1978, la operación
Galaxia, un complot de espadones franquistas en la que estaban implicados
Tejero y Sáinz de Ynestrillas y que se saldó con penas tan ridículas para ambos
que ni les impidió perder su condición de militar, resultó ser la punta de un
iceberg que emergió el 23 de febrero de 1981, con el intento de golpe de Estado
protagonizado por ambos. En fin, fueron unos años duros en los que los
asesinatos fascistas de uno y otro signo, desde ETA al BVE, desde los GRAPO a
la Triple A, a punto estuvieron de dar al traste con el camino democrático que
habíamos emprendido.
Conviene recordar todo lo anterior
para entender la cabal y contundente respuesta dada por Alfonso Guerra, creo
que el único de su partido que ha respondido como se merece, al exabrupto excretado
por Pablo Iglesias, presa de uno de esos berrenchines de mimoso a los que nos
tiene acostumbrados, porque el reparto de cargos de la mesa del Congreso,
incluida la presidencia, no cuadraba con sus aspiraciones .“Los 3 del búnker
comienzan a cabalgar”, fue la frase lapidaria y ofensiva que utilizó. Parece
que Pedro Sánchez de entrada y Felipe González de salida, se la tragaron sin chistar.
Y no digamos César Luena y Antonio Hernando, tan parlanchines contestando a las
torpes declaraciones de Jorge Fernández Díaz, y ahora mudos ante un agravio
mucho más perverso y calumnioso que el derrape del ministro taciturno. Alfonso
Guerra, del que siempre admiré su capacidad de andar libre y sacudirse con dos
frases el corsé de lo políticamente correcto, sí ha replicado al niñato insolente
como se merecía: “Estos niños malcriados
que confunden la novedad con la mala educación se permiten, como
una pataleta infantil, identificar al PSOE con el búnker... Comparten su desprecio por la transición
democrática con aquel búnker que quiso acabar con la libertad... Gente como ellos pervierten las palabras y
terminan instalando un gulag en las sociedades democráticas”. Amén de los
amenes, primo. Los has calado hasta el tuétano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario