La verdad es que no tenía intención
de volver a escribir sobre el tema hasta el mes de mayo, en que la proximidad
de las elecciones seguro que nos hará vivir actuaciones y comportamientos
dignos de admiración. Y no quería hacerlo no sólo para no provocar cansancio o
hartazgo entre quienes tienen la bondad de leer mis artículos, sino también
para no embotar el cada vez más exiguo número de neuronas que me sobreviven y
esta enervación mental hiciera que el asunto pasara de ocasional a
monotemático, con la consiguiente debacle neurovegetativa. Pero es que el
individuo no me da tregua ni me concede respiro al ir como va, obcecado en su
loca carrera de despropósitos en busca de la estolidez irreversible, de
ocurrencia en ocurrencia y de patochada en patochada a velocidad tan
vertiginosa que, apenas he salido del pasmo de una cuando, sin dar tiempo a que
me recupere, ya me encuentro con la violenta sacudida de la siguiente. De modo
que no he podido sustraerme, aun a riesgo de parecer cansino, de glosar la
evolución del desvarío tras la última bobada luminosa con la que nos ha
obsequiado el interfecto.
Fue a principios del año pasado
cuando empecé a captar en él pequeños detalles, algún gesto, leves cambios en
el estar y en el hablar, en fin, un conjunto de avisos casi inconcretos, nada
definitivos, que aislados y esporádicos
no serían motivo de especial preocupación pero que juntos y, lo que es peor,
recurrentes y cada vez más acentuados, eran signos evidentes de que la cosa no
pintaba bien. Su pose día a día más mayestática, el mentón más erguido, la
entonación más untuosa y el énfasis más esdrújulo fueron alertándome. Pero lo
que me convenció de que mis temores no eran infundados fue una agudización
imparable del narcisismo en su discurso que corría pareja a todo lo anterior, y
de la que el
sermón de fin de año puede ser muestra arquetípica. Hubo un punto
de inflexión en el proceso que nos ha traído a donde estamos, que yo sitúo en
el momento en que los medios destaparon el asunto de sus viajes a Canarias, y
sus consecuencias públicas: la rueda de prensa que ofreció y el pleno de la
Asamblea que convocó para explicarse. Comparecencias ambas que fueron más un
sonrojante y prolongado ejercicio de autobombo que otra cosa. De este brete,
ayudado por la torpeza política de unos y el arrebato idólatra de otros, salió
sin duda reforzado. Si no políticamente, que quizá sí, al menos en su exagerada
y enfermiza autoestima. Y a partir de ahí, como si del desarrollo de una
erupción volcánica se tratara, hemos pasado de la fase efusiva, fraguada a lo
largo de más de un año, a la fase explosiva en que nos encontramos, con una
emisión apabullante y reciente de piroclastos político-propagandísticos a cuál
más epatante.
El primer petardazo fue la
presentación de la campaña electoral, sustanciada en el
Libro Blanco-Limited
Edition, todo un manual del más pedestre culto a la personalidad, y en el
video adyacente donde vemos a nuestro protagonista, vestido de cheli fosforito
cual
Abebe Bikila de baratillo, corretear por la campiña extremeña como
encarnación metafórica del sacrificio gratificante y altruista que guía los
pasos trotones del líder; después vino esa horterada mugrienta de los
2sures, su alucinante decálogo y su corto de dibujos cutres protagonizado por
Curro Acho de Camas y
Paco Quillo de Zafra, estereotipos de la memez más
antipática; le siguió el
Informe-Auditoría sobre el Cumplimiento del Programa
Electoral en donde el Gobierno de Extremadura, “ejerciendo la responsabilidad
de autoevaluarse ante sí mismo”, o sea, al estilo
Juan Palomo, nos informa de que no sólo ha cumplido o está
en proceso de cumplir el 81,77% de su programa, sino también, (chúpate esa,
cara de fresa), el 70 y el 47% de los del PSOE e IU, respectivamente; acto
seguido asistimos al espectáculo bochornoso y grotesco de la demanda por acoso
presentada contra las dos mujeres que, en solicitud de una vivienda social
digna, acampan en la urbanización donde vive y para las que pide una orden de
alejamiento de un quilómetro y, sin solución de continuidad, a la denuncia
contra los policías que le guardan las espaldas, convencido de que, entre
ellos, conspiran una o más ‘ovejas negras’ infiltradas que, con intenciones
aviesas, chivatean a las acampadas su agenda institucional para que le
incordien en su labor redentora. Lo último, por ahora, ha sido el innominado
Rap del presidente Monago, una herejía sintáctica además de una afrenta
literaria, en el que se han embutido al estilo ‘me la cargué’ frases
entresacadas del corpus doctrinal monaguiano, y en donde se recuerdan “las
ideas que marcan cada día la acción del Gobierno del presidente
Monago:
diálogo, confianza, responsabilidad, trabajo, sacrificio, inteligencia y
humildad”. De aurora boreal y sin abuela, vaya. Lo que me aterra es que sólo
estamos a principios de abril, y mi caletre, superado y rendido ante tanta
embestida a la cordura, no alcanza a adivinar qué nuevas y variopintas
sinsorgas nos esperan de aquí al 23 de mayo.
He leído que una persona que padece trastorno delirante megalomaníaco se ve como alguien único, grandioso, insustituible, omnipotente, encontrándose
tan ajena a la realidad objetiva que su visión deformada de ésta y de sí la
considera la única posible y cierta, de modo que la incapacidad de autocrítica
y la inflexibilidad para aceptar cualquier otro tipo de verdad son cualidades
muy marcadas en su carácter. La eventual circunstancia de que, encerrada como
está en un mundo quimérico, sus cercanos, ya sea por conveniencia, ya por
veneración, no le ayuden a enfrentarse con la realidad, supone una dificultad
añadida a su restablecimiento, de tal guisa que puede suponerle traspasar una
línea de ‘no retorno’ y que su estado de confusión mute en irreversible. Yo de
estos estados ilusorios nada sé, por lo que soy incapaz de asegurar que éste sea
el caso. Sólo me queda invocar a don Hipólito y, si no aparece, pues que sea lo
que Dios quiera.
Si no querías leche, toma rap.
4 comentarios:
Jajajajaj...
¿Y qué me dices Jaime de las leyes de última hora que se saca de la manga el sujeto, dando mandobles a los despojos de la constitución, como la publicada en Doe de ayer junto a otras tres: "Ley 11/2015 de la Autoridad de los profesionales del sistema sanitario público..", donde da el estatus de autoridad pública a TODO personal del sistema sanitario extremeño 8desde celador a gerente de hospital) y, por si fuera poco el de PRESUNCIÓN DE VERACIDAD en todos los hechos constatados por los mismos...saltándose a la torera la presunción de inocencia..etc....A este hombre habría que tratarlo urgentemente..
Me ha gustado lo de analizar los sutiles cambios en la actitud y la forma de hablar del bombero. Efectivamente mayestática. Pronto nos obsequiará con un "Nos", cual si fuera el Papa. O el diablo.
Si este pobre hombre venido a más no nos hiciera sonrojarnos a los extremeños, sería realmente hilarante.
Magníficos siempre sus escritos, Sr. Álvarez Buiza
Me ha encantado su comentario,sobre todo,porque es un retrato de la manera de ser y de estar que tiene.
No sé, pero para mi que ésto va a ser cosa del riego cerebral...No tiene otra explicación...salvo claro está que la estulticia sea cosa degenerativa.
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