Conozco a gente que le gusta ‘ir de
médicos’ más que a Podemos Venezuela. Pero no es mi caso. Si tengo que ir, ya
sea de protagonista o de secundario, voy, porque a la fuerza ahorcan. Pero de
ahí a salir de gira médica como van algunos, muchas veces aquejados tan solo de
su propia idiotez o su absurda afición ambulatoria, a los que solo les falta
llevar la fiambrera con los filetes empanados y la tortilla de patatas para
almorzar si se tercia, va un abismo. En lo que a mí respecta, cumplo
escrupulosamente con las revisiones anuales de mis alifafes y punto. Por
desgracia, estas últimas semanas he tenido que frecuentar hospitales, públicos
y privados, más de lo que hubiera deseado, rompiendo de golpe la sucinta y
ajustada estadística sanitaria que atesoraba, de tal forma que, en tres
semanas, he multiplicado por diez la ratio de 60 años. He llegado a
sorprenderme entrando en la clínica con la naturalidad y la relajación que la
rutina impone a nuestros actos. Tan ‘cantimple”, como decía el otro. En fin,
quién me ha visto y quién me ve.
Una de las conclusiones que he
colegido de esta desafortunada experiencia, ha sido la convicción de que la
figura de “los acompañantes” debería, si no desaparecer del panorama sanitario
español, sí al menos ser regulada de forma estricta, sin excepciones ni
transigencias. La llegada a Urgencias del Hospital Infanta Cristina fue el
encontronazo con un gallinero alborotado de comadres y compadres vociferantes,
una caterva de zopencos que colapsaban los pasillos, que estorbaban el paso de
camillas y sillas de ruedas, que asaltaban al personal con exigencias y
protestas fuera de tono y de lugar y que me produjeron unas ansias
irrefrenables de exterminio fulminante. En un momento dado, el guardia de
seguridad intentó poner orden en el caos a la voz de “¡un acompañante por
enfermo!”, pero, sin contar con más arma que su presencia gentil, tan sólo pudo
conseguirlo a medias. Me fijé en el efecto que la orden causó en un grupo
compacto que destacaba en medio del griterío y que ocupaba todos los asientos
de una de las salitas de espera. Conté nueve especímenes incluyendo a la
enferma, una mocetona con cachetes a lo Heidi que cojeaba ligeramente mientras
iba de un lado a otro. La gravedad de su dolencia era, a todas luces,
preocupante. Tanto como para que hubiera ocho personas acompañándola en su
agonía cojitranca. A regañadientes se fueron seis, que no está mal. Quedaron
dos, por lo que pude oír, la mama y la tita, dos tipas malencaradas que se me
antojaron campeonas de “pressing cacht”. Ante su terca voluntad de permanecer
junto a la niña, el guardia, inteligentemente, hizo mutis por el foro, porque
de media mitra que le hubiera soltado cualquiera de las dos, (y, como él, yo
estoy seguro de que lo hubieran hecho), el infeliz hubiera pasado a engrosar la
lista de damnificados. De todas, todas.
Una segunda conclusión fue
corroborar que, a pesar de Monago y de Hernández Carrón, la sanidad pública
extremeña funciona mejor que bien. Qué sería, entonces, si estuviera dirigida
adecuadamente en vez de por manos incapaces. La atención médica recibida fue
rápida y completa, a pesar del desbordamiento de trabajo al que los
profesionales están sometidos y, (ahí es donde la puerca tuerce el rabo), a las
precarias condiciones que, en tantas ocasiones, les impiden desarrollarlo como
desearían. Porque, debido a la escasez de camas, pacientes que habrían de estar
48 horas ingresados bajo observación médica, son devueltos a casa con un folio
de instrucciones en el que se les indica cómo andar pendientes de mareos, náuseas,
tamaño de las pupilas, desorientaciones, olvidos o vacíos
de memoria. Incluso despertando al doliente hasta tres veces durante la noche para preguntarle obviedades. Y, en caso de alarma, salir cagando leches para urgencias. ¿Será eso la atención continuada que pregonan?
de memoria. Incluso despertando al doliente hasta tres veces durante la noche para preguntarle obviedades. Y, en caso de alarma, salir cagando leches para urgencias. ¿Será eso la atención continuada que pregonan?
1 comentario:
Hola Jaime!. La verdad es que en esto como en todo, TODOS tenemos un porcentaje de "i-rresponsabilidad". Ejemplos: 1/En mi centro de salud las analíticas son con cita previa de
7 días en adelante; en el C. de S. de mi madre , que dista mil metros, no hay cita previa sino
que es a la antigua, en el dia con números a bolígrafo colocados en el mostrador y de los que cada uno se surte a medida que llega...y
nunca se queda nadie sin número.2/ Vas a una consulta especializada y ¿cuantas veces escuchas nombrar a citados que no están ni se les espera?.3/¿te han citado alguna vez entre las dos y tres de la tarde?..esa hora está dentro de la jornada efectiva de trabajo. 4/ He comprobado y es habitual que trabajadores de hospitales ses a partir de las 14 h. hacer tiempo en sus puestos, unos y saliendo de su trabajo, otros.
En definitiva , habría que regular la carga de trabajo y mucho que hacer en mejorar la
eficiencia y eficacia del ses.
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