Ando en un sin vivir,
preocupadísimo y estupefacto al descubrir los peligros a los que, por su
vocación de servicio público y su altruismo, pueden estar expuestos nuestros
dirigentes políticos. Por si no tuvieran bastante con soportar, aun a costa de
su salud y su calidad de vida, el peso de una púrpura tantas veces lastrada por
la incomprensión de los ciudadanos por los que se desviven; ni con el batallar
diario contra aviesos adversarios políticos, siempre urdiendo tramas y
asechanzas con las que mancillar su honor, sembrar dudas sobre la honradez de
sus desvuelos o menoscabar sus logros en pro de la comunidad; ni con la
invisibilidad de tantas horas de trabajo sacrificado entregadas, de manera
filantrópica, al bien común y el progreso de sus administrados, hay ocasiones
en las que, además, deben arrostrar, por mor de la traición y la villanía de
aquellos que deberían preservarlas, los riesgos que para su integridad física y
su seguridad conlleva el riesgo al que se exponen, a cuerpo gentil, en los múltiples
actos públicos inherentes al cargo que ostentan. Es normal que esta nueva
vuelta de tuerca, en la que se mezclan el amargor que produce la perfidia con
el desasosiego que acarrea la sensación de vulnerabilidad, pueda quebrar la
presencia de ánimo del más bragado de nuestros generosos gobernantes.
Viene a colación todo lo anterior
al tener conocimiento de la denuncia que el presidente Monago ha presentado
contra los policías que vigilan su chalé, bajo la sospecha de que, con la
excusa de la vigilancia, lo que en realidad hacen estos malandrines es
espiarlo. Se necesita tener poca lacha. Pero es que ya se sabe, los enemigos de
los triunfadores, corroídos por la envidia, abundan por doquier, y son capaces
de las mayores jugarretas con tal de menoscabar la aureola de su éxito. A mayor
abundamiento, y según las sospechas del líder, los muy desaprensivos comunican
sus horarios de entradas, de salidas y su agenda pública a las dos peligrosas
activistas que, desde hace más de cincuenta días, permanecen apostadas en la
urbanización pacense donde reside solicitando el fin de los desahucios y sus
deseos de una vivienda pública digna. Así, cuando él llega a su casa tras una
jornada agotadora de trabajo físico e intelectual, las dos subversivas, gracias
a la información suministrada por los funcionarios felones, lo están esperando
con una pancarta. Si eso no es un complot, que venga
el ángel custodio y lo vea. Pero es que hay más. No contentas con esperarlo y
disponiendo, como digo, de su agenda pública, las muy desvergonzadas se
desplazan allá donde él va, ora a poner una primera piedra, ora a volverla a
poner, para continuar con su descabellada protesta. A ver si hay cuerpo serrano
que pueda aguantar este acoso y este inquietante encebique.
Parece ser que las alarmas saltaron
en una reciente visita a Montijo, como todos sabemos localidad terrorista y
hostil a más no poder, donde fue roto el cordón policial establecido por la
Guardia Civil. Con eso y las denuncias presentadas, los más altos mandos
regionales de las Fuerzas de Seguridad del Estado, reunidos de urgencia,
decidieron que los agentes que trabajan en las distintas localidades se vean
reforzados, en las giras que el presidente curse a las mismas, con efectivos
antidisturbios, no vaya a ser que las dos susodichas se dediquen a disturbar la
foto con sus incómodas demandas. Y en los controles establecidos en la ruta a
seguir por la caravana presidencial, de los que lamento no disponer de datos
que me indiquen número y cadencia pero que, por el bien de nuestra tierra,
espero que sean tupiditos, ya andan alerta y con ojo de chícharo para detectar
presencias molestas. Tan es así que en una reciente visita a Campo Maior,
fueron ambas detenidas y obligadas a dar media vuelta ‘pa tras’, cuando
pretendían incordiar e internacionalizar su protesta. Porque, como es fácil de
entender, no puede permitirse que el derecho a la libre circulación de las
personas garantizado en nuestra Constitución y en los Tratados Europeos, sea
utilizado como un coladero para que
elementos perturbadores pongan en riesgo la seguridad y, con ella, la salud
física o mental de nuestros prohombres. ¡Hasta ahí podíamos llegar!
En cualquier caso y visto lo visto,
no tengo por menos que alabar la cordura de Monago que, ante situación tan
comprometida, ha sabido sobreponerse y actuar con la prudencia, no exenta de
arrojo, que distingue a los grandes líderes. Su apretada agenda de compromisos
públicos no ha sido alterada, de manera que el soberano pueblo extremeño no se
ha visto privado del reconfortante acicate que supone su presencia por plazas,
calles e inauguraciones. Considero inevitable la denuncia presentada, porque
solo es de torpes confundir arrojo con temeridad. Pero lo que echo en falta es
la inacción de delegado del Gobierno en Extremadura, correligionario y cofrade.
No me explico que aún no haya llamado al ministro del Interior y, tras ponerse
ambos bajo la advocación de Nuestra Señora María Santísima del Amor, medalla al
mérito policial, idear un nuevo paquete de protección más completo, incluso, y
a pesar de la enorme dificultad que la empresa entraña por las excepcionales
características del personaje, contratando un doble que soporte la angustiosa
agenda protocolaria comprometida. Porque
dos señoras que no demuestran empacho en estar ahí, mirándolo a cincuenta
metros incluso cuando él saca a su mascota al paseo evacuatorio, y, pérfidas
redomadas, tienen la desfachatez y el ansia avariciosa de pedir una vivienda
digna, cuando ya disfrutan de un coche viejo que funciona y en el que duermen cada
noche a las mil maravillas, pueden ser capaces de la mayor de la barbaridades.
La carne de gallina se me pone sólo con pensarlo, no te digo más.
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