Leo estos días que Julio Anguita, Héctor Illueca y Manuel
Monereo, diputado este de Podemos y padre políticamente putativo de Pablo Iglesias, con el figurante Vestrynge al retortero y algunos más,
están en el empeño de crear una asociación, “Agrupación por la Tercera República”, ajena a
cualquier partido, que dicen tendría como objetivo "el impulso y
desarrollo de un proceso cívico-político a través del cual se consolide un
estado de opinión favorable a la implantación de la III República", dado que
“detrás del Rey hay una estructura de corrupción, de influencias políticas y
económicas, que han convertido al monarca en un millonario” y “se está
demostrando que la casa Borbón, ahora como antes, está profundamente unida a la
corrupción”. De entrada, digo yo, un republicanismo este muy selectivo, porque
no es antimonárquico (nada de maximalismos excluyentes, primo), es solo ‘antiborbónico’,
que ya es hilar fino y barrer para casa.
Nada extraño tiene este curioso ‘republicanismo
nacionalista’, sin embargo, si tenemos en cuenta el artículo firmado al alimón
por los tres, titulado ¿Fascismo en
Italia? Decreto Dignidad, que es una defensa aislada del decreto del
ministro italiano de Trabajo, Luigi di Maio. Una defensa con una trampa
ciertamente torticera porque obvia la realidad política en la que el decreto
surge aunque, lo quieran ellos o no, vaya indefectiblemente conectado a ella,
es decir, a las tesis xenófobas de Salvini,
La Liga Norte y otros partidos energúmenos de la ultraderecha nacionalista europea.
Las de estos ¿izquierdistas? del salón patrio, como las de aquellos carcas, van
emboscadas también, para mayor escarnio y como era de esperar, tras la panoplia del interés
desinteresado que ellos, visionarios elegidos por la historia, tienen en
defender a las clases trabajadoras (siquiera sean estas solo autóctonas) de la
deslocalización empresarial impuesta por el neoliberalismo que corroe las
entrañas de la UE. Este compadreo entre contrarios, este totum revolutum en el que chapotean Anguita con Le Pen, Monereo con Salvini, Illueca con Orbán, es lo que tiene este invento de chaqueteros políticos
llamado transversalidad, que no es otra cosa que el entierro interesado y
perverso de las ideologías. Ya defendió esta aberración en 1965 Gonzalo Fernández de la Mora, ministro
franquista y fundador de AP, en su obra El
crepúsculo de las ideologías. ¿De aquellos perros, estas pulgas? Pues, vaya
usted a saber, señor mío, pero de puta a puta, san Pedro es calvo y de
lo que fui, ni me acuerdo.
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(Fuente: La Vanguardia) |
¿Se imagina alguien (yo no) que en El viejo topo de la primera época, Marcelino Camacho o Nicolás Redondo, por poner dos ejemplos
de honradez ideológica y humana inquebrantables, hubieran publicado un artículo
alabando el ‘milagro económico de Franco’?
Jamás podrían aplaudir esa realidad abstrayéndola de la otra, la de los
encarcelamientos y persecución de
disidentes y ‘tibios’, la ‘democracia orgánica’, la prohibición de partidos
políticos, la censura paranoica, los sindicatos verticales, los fusilamientos,
el garrote vil, las torturas, la corrupción, la impunidad policial, el TOP...
Pues los tres susodichos lo han hecho con Salvini y todos los otros mostrencos
europeos que cierran fronteras y puertos, expulsan a los gitanos, marginan a
los ‘no nativos’, pisotean la democracia, ejercen la xenofobia y se pasan los
derechos humanos por el forro de sus neuras ultramontanas. Y lo hacen con la
excusa de luchar contra la "globalización neoliberal", cambiando el
internacionalismo proletario, que debería ser lo suyo, por el internacionalismo
nacional-populista. Y el que venga detrás (si no es ‘nativo’, repito) que
arree.
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(Fuente: eldiario.es) |
En 1848, Engels y Marx, que por
lo visto carecían de la clarividencia profética del franquista Fernández de la
Mora, al inicio de su Manifiesto
Comunista, decían: “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo.
Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar
a ese fantasma: el Papa y el zar, Metternich
y Guizot, los radicales franceses y
los polizontes alemanes.” Si cambiamos comunismo por nacional-populismo, acosar
por adorar y papas, zares y demás por
Iglesias, Lepenes, Anguitas, Salvinis y demás, el cuadre nos viene al pelo. Y
es que Europa, este ‘viejo continente’ cuna de la cultura occidental, es
así: torpe, engreído, ególatra, tan
entretenido siempre en mirarse un ombligo cada vez más purulento y sucio que es
incapaz de mirar alrededor y tratar de evitar los desastres que se le pueden
venir encima. La historia del siglo XX
es una muestra palpable de su vanidad suicida, de su dejadez arrogante. Lo de
ahora, esta transversalidad nacional-populista cada vez más poderosa, más
desinhibida, no ha hecho más que empezar. Sinceramente, prefiero morir antes de
ver cómo triunfa, ¡que ya está bien! En fin, “ahí lo tienes” primo, otro motivo
más para querer llegar a centenario.