Cada inicio de curso, en la
Universidad de Extremadura, asisto a la misma idiotez, a la misma fantasmada
atávica, a idéntica exhibición impúdica. Y cada inicio de curso, cuando acaba
la función, albergo la esperanza de que sea la última vez que tenga que ser
espectador forzoso de semejante esperpento, que un año sea tiempo suficiente
para que los que tienen que reflexionar para no ser partícipes del desatino, y
los que tienen que tomar medidas para evitarlo, lo hagan. Pero todo es inútil.
Fiel a su cita, por estas fechas, se vuelve a izar el telón de un teatro en
donde se representa una obra reaccionaria y cochambrosa que tiene como
escenarios los distintos campus de la UEx. Y no, no me estoy refiriendo al
solemne acto de apertura de curso, con su desfile multicolor de capisayos y
bonetes macarrónicos, me refiero al despreciable espectáculo de las novatadas,
esa multitudinaria ‘fiesta de integración’, como la definen los zopencos que la
organizan y la llevan a cabo a costa de la dignidad de los alumnos recién
llegados, incluso con la aquiescencia de buena parte de estos últimos. Para
esta panda de homínidos modorros parece que integración es sinónimo de escarnio
y de vandalismo.
La mecánica es la de siempre en
este tipo de situaciones, con todos lo matices que se quieran poner. En el caso
que nos ocupa, un grupo de gorilas, investido de una autoridad sólo justificada
por su tosca escala de valores y su primitivismo burranco, haciendo alarde
de una ideología meridianamente
fascistoide y convencidos de pertenecer a una élite, se sitúa por encima del
bien y del mal y se arroga el derecho de vejar ‘al otro’ hasta la cosificación.
El nombre y estatus de los grupos pueden cambiar, pero la filosofía que mueve
sus actuaciones está bien clara a lo largo de los muchos ejemplos que la
historia, incluida la más reciente, nos ha dado y nos ha hecho padecer. El
desprecio a la dignidad de las personas, el avasallamiento de su libertad, la
coacción y el forzamiento de su voluntad bajo amenazas más o menos sutiles (“el
novato es novato, no chivato”, dicen), no pueden enmascararse como gracietas de
muchachos sanotes que solo pretenden divertirse sin malicia. Si el hecho de que
te metan un embudo en la boca y te hagan beber un litro de brebaje alcohólico;
de que te obliguen a chupar un plátano untado de nata que asoma por la bragueta
de un gaznápiro en calzoncillos; de que te embadurnen de la cabeza a los pies
con una mezcla asquerosa y pestilente de huevos, mostaza, harina, ketchup,
vinagre y a saber qué más potingues y de qué origen; de que te dibujen en la
mejilla, como tuve ocasión de ver esta semana en el rostro de una alumna
cariacontecida, unos -y perdón por la cursilada- órganos sexuales masculinos
con el pene erecto o, en fin, de que durante unas horas seas tratado como un pelele
a merced de los caprichos de una patulea de imbéciles borrachos, sea para
algunos, ya sean víctimas o verdugos, una buena manera “de romper el hielo y
hacer amigos”, viene a evidenciar unos problemas de educación, de cultura, de
conciencia y de distorsión del concepto de empatía demasiado interiorizados
como para que tengan una solución fácil y rápida.
1 comentario:
Mi admiración una vez más, sr. Álvarez Buiza.
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