Me pasa cada año. Viene el calor,
me vapulea y me deja para el arrastre. Con el agravante de que cada vez me
cuesta más salir del hoyo abúlico en el que me sume. A mayor abundamiento si,
como en este asqueroso mes de julio, se presenta de sopetón con intenciones tan
aviesas, con temperaturas tan asesinas, con tantas ganas tercas e
inmisericordes de quedarse por aquí una buena temporadita amargándome la vida
noche y día. Esto no es calor, son las calores, que decía aquel que medía las
temperaturas veraniegas en una escala de solo cuatro tramos. Digo, de menos a
más: el calor, la calor, los calores y las calores. Pues eso, las calores están
aquí, que es como decir que estamos en la antesala del mismísimo infierno. Y lo
peor de todo es que los expertos no se atreven a decir hasta cuándo durará el
martirio. Estos días de noches insomnes lo primero que hago al encender el
ordenador no es el habitual recorrido por los periódicos digitales, que es la
rutina secular que me acompaña desde hace bastante tiempo, estos días lo
primero que hago es entrar en la página del tiempo y tratar de encajar en mi
vida diaria, sin que mi presencia de ánimo me abandone, la predicción para las
dos próximas semanas. Y lo único que consigo es deprimirme mientras me caen
lagrimones como puños, al tiempo que suelto anatemas en arameo, incluso en
sánscrito y en suajili, y siento crecer la misantropía en mi interior hasta
adquirir rasgos psicopáticos.
En este estado de franca debilidad
psicológica, los enemigos externos vencen sin dificultad mis mermadas defensas
y se cuelan hasta la cocina del cacumen como Pedro por su casa. Con lo que, por
si no tuviera bastante con las angustias climatológicas y por mor de lo
anterior, me he puesto a planear mi viaje anual a Barcelona para ver a mis hijos.
El año pasado lo hice en AVE desde Sevilla, con lo cual solo tuve dos
oportunidades de perderme, al entrar y al salir de ella. Ni que decir tiene que
las aproveché a base de bien. Pero esta vez, debido a este estado cuasi
catatónico en el que me tienen sumido los rigores termométricos, me he empeñado
en hacerlo en coche, con una parada intermedia, a la ida en Zaragoza y a la
vuelta aún por decidir, probablemente en Sigüenza. La verdad es que, en algún
momento en el que la lucidez vuelve a iluminar de forma relampagueante mi
entendimiento abrasado, generalmente bajo el agua fresquita de la ducha
mañanera, reniego de la decisión tomada, pues lo único que hace es aumentar las
ocasiones para confirmar mi incapacidad supina para orientarme. Pero como me
decía mi buena madre, yo antes mártir que confesor, así que el viaje lo haremos
en coche por encima de la campana gorda de mi desasosiego crónico y de mi
sinrazón.
Como el GPS que tengo sufrió hace
años una extraña mutación en sus circuitos, no sé si por un proceso de ósmosis
con mis carencias, por el puñetero chip de obsolescencia con el que van
ladinamente equipados tantos aparatejos de su calaña, o porque ha sido poseído
por un ente diabólico o infrahumano, sólo lo utilizo para maldecirle, y se ha
escapado de acabar sus días despanzurrado en una cuneta porque mi santa, en más
de un lance, lo ha salvado in extremis de mi ira. Y es que el muy repajolero no
solo no me orienta, no sólo no me lleva a la dirección que le pido, sino que
cuando menos lo espero empieza a largar
una serie de indicaciones incongruentes
y suicidas que ríete tú de HAL9000. De hacerle caso, hace tiempo que este que
lo es ya no estaría por aquí. La última vez que quiso provocar mi muerte y, lo
que es peor, la de mi santa conmigo, fue cruzando el puente Vasco da Gama,
cuando, con su voz monótona e impersonal, se empeñó de forma persistente en que
girara a la derecha, lo que suponía, de haberle obedecido en un momento de
ausencia, el acabar con nuestros huesos sumergidos en las profundidades del río
Tajo. Ahí se escapó por los pelos. Y nosotros también. Y ahora recuerdo otra
vez, menos dramática, en la que, nada más salir de casa, se empeñó de manera
irritante en que debía dar la vuelta. Sin más explicaciones. Y dale que te
pego, incansable durante cerca de media hora en que me volviera por donde había
venido. Tanto insistió el artilugio que empecé a pensar si no nos habríamos
dejado un grifo abierto, o un fuego de la cocina encendido y el puñetero lo sabía a saber cómo y por qué. La
verdad es que me costó seguir con los planes ignorando sus avisos. Y también
que, a la vuelta, respiré tranquilo viendo que la casa seguía en pie y que no
salía agua por debajo de la puerta del zaguán.
A pesar de que, por consejo de mi
santa, me temo que esta aberración cibernética viajará de nuevo con nosotros
este agosto, y como estoy decidido a hacer oídos sordos a sus advertencias,
(algo que, por otra parte, no me supone ningún esfuerzo),
he tenido la precaución de sumergirme en Internet y consultar e imprimir todas
las rutas posibles, incluso las intergalácticas, para el trayecto
Badajoz-Barcelona-El Carmelo. Las estoy estudiando con gran detenimiento e
interés, pero no sé cómo va a acabar la cosa porque hasta tres veces me he
perdido leyéndolas, que ya son ganas de andar perdido. Lo cual que, a primeros
de setiembre, en que volveré por estas páginas después de un merecido descanso
‘articulístico’, quizás tenga ocasión de escribir el resultado de la aventura.
Eso, contando con que el calor no haya reducido a fosfatina mi córtex, o que mi
cretinez topográfica no me tenga, en un deambular inútil e irreversible, tan
sentenciado como a Jack Torrance en el laberinto verde del Hotel Overlook. Que
todo puede ser, Dios no lo quiera.
5 comentarios:
Jajaja....eres la hostia.
Gracias por tus constantes regalos literarios.
Que lo paseis bien y hasta septiembre.
Un abrazo.
Magnifico artículo. Con estas calores, pasar un rato tan agradable leyéndolo, es de muy agradecer. Gracias.
Muy bueno el artículo.Me he reído una ¨jartá¨,como decimos en mi tierra.
Un abrazo,Sr.Buiza.
Tiene razón con el GPS, a mí me ocurre lo mismo: " próxima rotonda de la vuelta", así una y otra vez hasta que aburrido consulto el mapa de Michelín o pregunto en una estación de servicio.
jeje muy divertido lo del gps aunque debe ser... ¡corrijo! es desesperante. ya en alguna ocasión sufrí alguna que otra mala indicación de un aparatejo de estos, lo que no sólo hizo que me desesperara yo, si no también mi acompañante y así, discusión.
Me ha gustado descubrir este blog. Estuve indagando sobre sus publicaciones gracias a un escrito que me envió un familiar suyo (y escrito por su hermano, don Jaime ) y gratamente descubrí estos articulos entre otros en internet. Muy divertidos.
Un saludo de un agregado a la family!!
P.D. Luego compré un GPS más moderno!!! :-)
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