En la película El padrecito, genial como muchas de las suyas, Cantinflas interpreta el papel del padre Sebastián, un curita joven que es destinado a un pequeño pueblo mejicano para ayudar al párroco, el padre Damián, ya viejito, y familiarizarse con el funcionamiento de la parroquia y la idiosincrasia de los parroquianos y así, llegado el momento de su jubilación, sustituirlo en sus funciones. Al final, lejos de ocupar el puesto del padre Danubio, -como él siempre lo llamaba-, es destinado a otro pueblo para ayudar a otro párroco en circunstancias similares. Montándose en el autobús que ha de llevarlo a su nuevo destino, el padre Sebas apostrofa: “Como dijo san Ingerencio, pos no me voy, más bien me llevan”. Pues eso.
No digo lo anterior a humo de pajas porque la lectura de su despedida, -Gracias Extremadura es su engañoso título-, publicada el pasado día 21 en la prensa cofrade y entregada de la que disfrutó, euros de por medio, durante su mandato en la niebla, no ha hecho sino reafirmarme en esa intuición que me asaltó cuando, a pesar de sus juegos de escondite, traté de seguirlo y de escarbar en la trama urdida. La he leído cuatro veces, a riesgo de la integridad de una parte de mí mismo que no acierto a localizar, tratando de anular cualquier atisbo de prejuicio que mi desconfianza hacia él pudiera deformar mi afán de objetividad. Y, tras de cada lectura, he salido más convencido de que mi apriorístico análisis instintivo no iba mal encaminado, porque lo que acaba diciendo, después de muchas manipulaciones estadísticas y de un más que falso sentimentalismo agradecido, es que lo que en principio salió bien fue gracias a él y lo que a final ha salido mal ha sido por culpa de las circunstancias. Monago ganó las elecciones hace cuatro años, no porque el suricato tontaina dejara los campos socialistas como un erial, sino porque él supo dar la vuelta a la tendencia de voto en Extremadura. Y ahora Monago, torpe monigote encaramado en una realidad ilusoria y ficticia creada por este avispado a la medida de su egolatría, vuelve a la oposición no porque sus dos últimos años, bajo la batuta intangible de las ocurrencias de su privado, hayan sido un desastre de megalomanías retroalimentadas y de dislates continuados, sino porque, Redondo dixit, todo fluye, todo cambia. A veces no deciden los votantes, sino la historia, como así ha sucedido. ¡Pues hala, toma castañas, niño, antes de que se agusanen! Y, si eso, que vengan Churchill, Robert Frost y los Simple Minds, con bengalitas, los brazos abiertos y los ojos cerrados, y lo vean. Y a mí que me registren, que me tengo que ir.
Gracias, Extremadura.
Se va el caimán
2 comentarios:
Eres de lo que no hay
Que te he dicho que eres de lo que no hay.me refiero a de BUENO
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