No andaba yo todavía recuperado del
sarpullido que me supuso el discurso de fin de año de Monago, tan pleno de
fanfarria esdrújula y autocomplaciente, y aún sin cicatrizar el desgarro
emocional que sufrí viendo la desfachatez imperdonable con la que masacró, con
motivo de su última comparecencia a cuento de los viajes canarios, ese
hermosísimo poema de Lorca que es Ciudad sin sueño, cuando, de improviso, me asalta con el pistoletazo oficial de salida
de la campaña electoral. Mermado en mis defensas y todavía convaleciente de dos
agresiones consecutivas tan inmisericordes, he tenido que echar mano de toda mi
capacidad de resistencia para salir medianamente incólume de esta última
prueba. Con la angustia añadida de saber, para mi desgracia, que ella es tan
sólo la punta de un iceberg bajo la que se encuentran, al acecho, casi cuatro
largos meses de embestidas propagandísticas a las que se unirán con ahínco las
restantes formaciones políticas. La intemerata, vaya.
Ignoro a quién corresponde el honor
de haber realizado el diseño de esta campaña “novedosa, austera, diferente a lo
que se ha hecho hasta ahora”, pero sabiendo que Fernando Manzano, a la sazón
presidente de la Asamblea y, por tal, primo de su chófer, es presidente del
comité y director político de la misma, intuí que mis expectativas
estupefacientes no iban a ser defraudadas. Y cuando leí, en la página del PP,
que se había “producido un libro blanco –limitado y enumerado (sic) en 5.000
ejemplares- que abandona el tradicional y antiguo folleto de campaña”, tuve la
certeza de que mis presentimientos iban bien encaminados. Mis esfuerzos se
dirigieron, entonces, a conseguir tamaña joya bibliográfica “enumerada” y, por
lo visto, no “traspolable” de ninguna de las maneras dada su originalidad sin igual.
Lo conseguí y he de confesar que, en el momento de tenerlo en mis manos, me
embargó una emoción indescriptible. Con formato similar a la carátula de un
disco compacto, en letras negras sobre un fondo blanco e inmaculado, reza un
contundente HACEMOS EXTREMADURA. Por bajo, encima del “enúmero”, puede leerse
“Limited edition”, todo un alarde de sutileza políglota e internacionalista. Es
en la segunda de cubierta donde se nos explica el porqué del blanco, que no es
otro que el deseo de su creador de parangonarlo con el famoso White Album de
los Beatles. Tendría que haber previsto, sin embargo, que este álbum ni iba
a llamarse así, sino A Doll's House,
ni, por tanto, iba a ser blanco. Y no nació, como afirma imprudentemente el
atrevido relator, por un deseo de “editar un material muy especial, novedoso,
que contrastara con todo lo que se estaba realizando en su tiempo”. En realidad
resultó un álbum en cierta forma fallido por irregular, que supuso el principio
del fin de la banda, y su grabación fue una tormentosa sucesión de incidentes, deserciones
y egoísmos, con enfrentamientos incluso físicos entre ellos. De modo que mal
empezamos con las apoyaturas culturales. Pero ya se sabe, la ignorancia es
atrevida, y si cuela, cuela.
El lugar del disco lo ocupa un librito de apenas 40 páginas y se abre
con una antigua fotografía de Monago que, con tres o cuatro años, posa en
calzoncillos sosteniendo un bolígrafo entre sus manos; se cierra con otra
actual del mismo en idéntica pose, pero ya, como es natural, vestidito con
camisa y pantalones vaqueros de lo más aparentes. Alfa y omega de Extremadura,
no digo más, condensadas en dos fotografías alegóricas. Entre ambas, por si no
querías leche toma tres tazas, más fotos del susodicho de frente y de perfil,
serio y sonriendo, sólo y acompañado, con corbata y sin ella, intercaladas con
información “contrastada” de los supuestos logros conseguidos en la legislatura.
Como en el discurso de fin de año, vuelve la burra al trigo y hay verdades a
medias que, ya se sabe, no mienten pero tampoco dicen la verdad. Ni atisbos de un
listado no digo de promesas, que iría en contra de la metafísica innovadora del
asunto, pero sí al menos de intenciones, de proyectos no realizados. Qué se yo,
un adarme siquiera de autocrítica, de sensatez. Aunque, por mor de mi
impaciencia, cabe la posibilidad de que esté precipitándome en esta última
apreciación y ande poniendo el carro delante de los bueyes. Pues dado que el
álbum de los músicos era doble, quizás esté prevista una segunda entrega, por
supuesto también “enumerada”, en la que se nos informe de un programa de
gobierno digno de tal nombre, que refleje negro sobre blanco todo lo que, el
futuro presidente, piensa que falta por hacer. Y, sobre todo, si pondrá todo su
empeño en hacerlo. El librito, la verdad, me ha parecido una retahíla infumable
y empachosa de imaginería visual y literaria. Un petardo egocéntrico marca de
la casa. Como el spot que lo complementa, que es igual de petardo pero con voz
y movimiento, o sea, más cargado de bombo, que decía el otro. En él, además de
toda la letanía de éxitos, podemos gozar viendo a nuestro protagonista, inasequible
al desaliento, en plan ‘makoi’ fosforito corre que te corre por esos campos
extremeños.
La verdad es que esta última metáfora me supera, no sé muy bien si por
arriba o por abajo. Aunque mucho me temo que, viniendo de la factoría que viene
el asunto y conociendo la capacidad tendente al infinito que Manzano tiene para
asombrarme, el pasmo esté más cerca de lo cutre que de lo sublime. Sólo a él se
le ocurriría vestir al candidato de ‘cani’ refulgente y hacerlo corretear por
ahí, sin ton ni son, con cara de circunstancias. Y ahora que caigo, digo yo: ¿a
dónde iría este muchacho con tanta prisa?
Corre que te corre
Manzano cascabelero.
Corre que te corre
Manzano cascabelero.
2 comentarios:
Muy bueno el análisis que hace.
El libro no lo tengo pero si es tan cutre,como el vídeo,ofende la inteligencia de los extremeños.
si es que están en todos los lados los "makois"... jajajajaja. muy bueno tocayo!
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