El pasado martes Guillermo
Fernández Vara publicó una foto en su cuenta de twitter en la que posaba como
sin querer ante un tocho de folios, su mano derecha sobre la frente sujetando
un bolígrafo, con cara de concentración, aplicadito y serio. El pie de foto era
escueto aunque contundente: “Hoy toca preparar el debate sobre el estado de la
región”. No sé de quién sería la idea, ni con qué intenciones, aunque me figuro
que se haría con el propósito de que la ciudadanía extremeña, al menos la
usuaria de redes sociales, adquiriera conciencia de que el jefe de la oposición
trabaja como el que más y que, horas antes del inicio de sesión tan
trascendental, estaba haciendo las tareas. O sea, que estaba cumpliendo con su
obligación. El asunto me resultó ridículo, con un tufillo a deseos de
autojustificación, o a complejo de inferioridad, o a un afán de demostrar lo
evidente, que a mí me produjo el efecto contrario al presumiblemente buscado
porque me sonó a “excusatio non petita...”. Lo vi como una cursilería improcedente, mezcla
de lucecita de El Pardo y florido pensil. Y la verdad es que me hizo albergar
pocas esperanzas de lo que podría dar de sí cuando al día siguiente le tocara
intervenir porque me transmitió, no sé por qué, sensación de inseguridad y apocamiento.
Esa tarde, con la actuación de un
Monago bronceado y radiante (algo “cara-papa”, también), sobrado de sí mismo, más
seguro y asentado que el año anterior, esdrujuleando con énfasis hasta los
monosílabos como si fuera a quedarse a vivir en uno de ellos, con un discurso
rotundo y bien estructurado, un inteligente manejo de las cifras y un dominio
del escenario eficaz, pensé que el líder socialista tendría que esforzarse
mucho porque el listón estaba alto y, por las imágenes que había visto en
televisión, no lo presentía con espíritu guerrero, encogido y pálido como
estaba en su escaño. Cuando en la mañana del miércoles Vara subió al estrado,
demudado y vacilante, y soltó una perorata monocorde salpicada de titubeos,
bien creí que el debate estaba muerto y a punto de ser enterrado, porque al
alarde pirotécnico y trompetero del presidente, colorido y salpicado de numerosas
pompas de jabón vacuas pero atractivas y de eslóganes populistas que dejaban
sin espacio ideológico al adversario, éste había respondido con apenas una
ristra de mistos restallones de a perra gorda y una carraca desvencijada. De
modo que bien creí que la suerte estaba echada y sólo nos quedaba asistir a las
exequias del debate y, posiblemente, de la carrera política del dirigente
socialista.
Me equivoqué de cabo a rabo, porque
el presunto muerto resultó estar muy vivo. Cuando le llegó el turno de
contrarréplica, cambió los mistos por una traca de petardos supertruenos y,
escudándose en el rechazo a su oferta de colaboración, presentó la moción de
censura que todos conocemos. El estruendo cogió desprevenidos y sembró el
desconcierto entre políticos ajenos a la trama, invitados, periodistas y
personal de la casa en general. Y dejó algunas caras en el hemiciclo dignas de
ser poetizadas. Yo no sé si la propuesta venía amasada desde el laboratorio
rubalcabiano o se fraguó mientras le hacían a Vara la foto de marras; tampoco
sé si fue meditada o producto espontáneo de un berrinche; ni siquiera sé si será
aprobada o rechazada porque, parafraseando a Vujadin Boskov, habrá que decir
que “política es política” y, en esos terrenos de juego, quien hoy te abraza
mañana puede apuñalarte sin mudar el gesto. Pero todo eso, en cualquier caso,
me parece intrascendente, porque no creo que Vara la haya presentado pensando
en ganarla, por la sencilla razón de que ya ha ganado presentándola. ¿Alguien
se acuerda del debate sobre el estado de la región anterior y de lo que en él
dijo Vara? Yo he tenido que repasar la hemeroteca para ponerme al día del año
pasado. ¿Cuántos medios de comunicación no extremeños dieron cuenta de su
intervención? Pocos tirando a ninguno.
Sin embargo en estos dos días ha acaparado más titulares, ha sido nombrado en
más telediarios, realizado más entrevistas y protagonizado más debates que en
los últimos siete años. Lo dicho, el muerto ha resucitado y lo ha hecho con una
vitalidad que ni que anduviera atiborrado de Fosglutén. Y la semana que viene,
más. Con la ventaja añadida de que juega en casa, porque él es el protagonista,
él quien desgranará su programa de gobierno, y a él al que tendrán que replicar
los unos y dar explicaciones de su apoyo o rechazo los otros. De manera que, de
entrada, la victoria es suya. ¿Que sea una victoria pírrica y al final obre en
su contra? Pues quizás. Pero que le quiten lo bailado y lo que ha hecho bailar
a los demás, sobre todo a IU y PREX, que ahora no es que tengan que
fotografiarse, que bastante los están ya, es que tendrán que esculpir en mármol
su decisión, sea ésta un también porque antes sí, o un no aunque antes sí.
En cualquier caso, la presentación
de esta moción de censura por parte del PSOE me parece, cuando menos,
inoportuna. Si triunfa porque, en las fechas en que estamos va a dar lugar a un
interregno administrativo estéril; si no, porque abrirá (si no las ha abierto
ya) heridas muy difíciles de restañar. En cualquier caso, la única perjudicada
será Extremadura, ese ente de razón en cuyo amor unos y otros se amparan para
disimular sus ansias de poder que, en el fondo, es lo único que les mueve.
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