Quizás sea el otoño, su luz que, como un suspiro frágil, se acurruca en los párpados y adormece los días en un eterno trémolo. O la noche que prematuramente invade las horas que no le pertenecen. O la mezcla imposible de insomnio con hastío. Quizás la culpa sea de este mes de noviembre, abril de otoño, que guarda entre sus pliegues esa tristeza lenta de tarde de domingo prolongada. O ese adagio que resuena constante en mi cabeza y tarareo en silencio, acompasándolo a los latidos de un corazón que a veces siento ajeno y lejanísimo. O el dolor impreciso de todas las ausencias que se vienen de golpe y nublan la nostalgia. Aunque, aquí confieso, acaso todo lo anterior sólo haya sido un subterfugio, un introito poético de articulista torpe para sumar caracteres con espacio y descargar angustias metafóricas, y nada de aquello tenga que ver de manera directa con esta crisis lasa que padezco y sean, tan solo y tanto, circunstancias que agraven el estado abúlico y desanimado que sufro de un poco tiempo acá. Porque la verdad es que desde hace un par de días empiezo a barruntar, gracias a las sabias palabras del sicólogo que se esconde detrás de los espejos y me sorprende mientras me lavo los dientes o miro de soslayo, la causa principal de tanta zozobra. Me dijo el tal con mi voz y con mis ojos: “Yo creo, mi buen amigo, que lo que usted padece es un empacho de mamarrachadas. La realidad del país, que a veces vive de manera enfermiza y con demasiada vehemencia, lo está llevando de asombro en asombro y, como le ocurría a su llorado Jesús Delgado Valhondo, ya no encuentra un sitio donde ponerlos, porque el corazón se le ha quedado pequeño para esta sucesión vertiginosa de sorpresas. Y entonces el estupor, desbordado ya, se enquista y le abotarga las tripas. De ahí las náuseas y esa sensación desagradable de hartazgo. Sosiéguese viajando. Zumbe para Lisboa y termine ese libro de poesía que tiene abandonado. Si no, como poco, se le acabará cayendo el alma a los pies”.
Saliendo de la consulta de este Doctor Cataplasma y yo, hice enumeración de las agresiones que en estos días hubieran podido afectar a mi quebradizo estado de ánimo. Y lo primero que se me vino a la cabeza fue la mitra del Arzobispo de Granada y su recalcitrante afán de desempolvar el Concilio de Trento. No contento con editar en español un libro, Cásate y sé sumisa, cuyo título ya produce sarpullidos a cualquier persona con un mínimo de sentido común, ante las críticas recibidas por lo que de incitación a la violencia y al despotismo domésticos tuviera, se encocora y desbarra con una frase que lo manda, directamente, a la oscuridad carpetovetónica, valga el pleonasmo: “Lo que genera violencia de género es el divorcio y el aborto”. ¡Madre del Amor Hermoso!, qué ocasión ha perdido este lenguaraz mitrado de ingresar en la Orden de la Cartuja, bajo severo voto de silencio.
Y, hablando de libros, otra monserga urticante está resultando el bombardeo de memorias autobiográficas de políticos de distinto pelaje: Guerra, Anguita, Felipe González, Solbes, Aznar... Todos divinos de la muerte, con la autocrítica arrinconada en el desván y sin abuelas. Si pasas cerca de una estantería donde estén todos estos ladrillos juntos, se te queda en la ropa un pestazo a incienso que no se te quita ni blasfemando en arameo. Vaya empalago. Y si no querías brevas, toma higos, Genoveva: la semana que viene se pone a la venta “El dilema, 600 días de vértigo”, del ínclito suricato leonés. La cosa promete, porque este nuevo Mister Chance para decir tonterías y banalidades se las pinta solo. En este único sentido, ZP nunca defrauda.
El desfile de la hez más repugnante saliendo de las cárceles entre capuchas y chapelas, es otra puñetera gota malaya que no deja de atormentarme. Y el convencimiento, cada vez más profundo, de la actitud farisaica y falaz del gobierno incumpliendo todas las promesas hechas, al tiempo que miente con un descaro y una falsa comprensión hacia las víctimas que provocan náuseas, es un asco insoportable que se añade al estupor y a la rabia. Se empezó legalizando a Bildu y, después, las traiciones han venido rodadas: la suelta del moribundo vitalicio Bolinaga, la pasividad para evitar la infamia de López Guerra con la doctrina Parot, la excarcelación a granel de etarras y, por último, el apoyo del PP, por omisión, a subsidiar a esta panda de asesinos liberados con una paga mensual. Y tienen el descaro de decir que están con las víctimas. Pues sí que lo están, pero parece que para apuñalarlas por la espalda y rociar sus heridas con sal. Y a saber qué nuevas ruindades nos quedarán por ver.
Y el desiderátum de esta serie esperpéntica es la conjunción de dos fuerzas, a cual más maléfica, como son las de los ministros Ruiz Gallardón y Fernández Díaz. El primero, con una Ley de Tasas Judiciales abusiva y discriminatoria, que impide el acceso a la justicia a quienes más necesitan de su ayuda gratuita. El otro, con una Ley de Seguridad Ciudadana que criminaliza sin piedad, por vía administrativa, cualquier manifestación pública de protesta que no se contenga dentro de unos límites fijados de manera tan estricta que las harían inoperantes, y donde los caprichos de la autoridad toman carta de naturaleza difícilmente
apelable. Por si fuera poco, ahora preparan estos dos una Ley de Huelga que pretende que, las que se hagan, no produzcan ningún tipo de contratiempo ni molestia a los ciudadanos. O sea, una ley para que las huelgas sean huelgas fantasmas. De seguir por estos derroteros lo mismo le va a ocurrir a España, que se proclama constitucionalmente un “Estado social y democrático de Derecho” pero, en la realidad, lo acabará siendo con una democracia y un derecho que no pasarán de ser puro ectoplasma.
1 comentario:
¡Enhorabuena,Jaime!Muy bueno el comentario,me ha gustado mucho.El adagio tambien.Un abrazo.
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