Se acaba el año, este 2012 difícil y antipático en el que la angustia y la zozobra para muchos han sido una noticia continuada a lo largo de los días. Y termina peor que empezó para casi todos, abriendo una puerta al mismo pasillo incierto y oscuro que dejamos atrás. Se fue el bisiesto parido por mala madre y entra el 2013, con la aureola de gafe, envuelto en brumas y nieblas tempraneras, imagen extendida en humedales de penas de parados y familias desahuciadas. Y la luz anda escamoteada bajo los pliegues de tanta promesa traicionada y tanta mentira hecha ley por esta panda despistada y asustadiza que nos gobierna, desde el primer momento uncida al remolque de los acontecimientos y superada por ellos, parapetada detrás de una herencia que, a estas alturas de la historia, es ya solo una excusa arestinosa e inválida de tanto esgrimirla como causa de todos los males que nos lacran, de tanto sobetearla con la impudicia torpona de los inútiles. Porque de eso se trata, de escurrir el bulto culpando de nuestras desgracias a la crisis y al suricato esdrújulo que no supo o no quiso verla, a imponderables intangibles consustanciales al sistema capitalista, al crecimiento desmesurado del estado del bienestar, al engranaje incontrolable de los mercados y, rizando el rizo del descaro y la desfachatez, incluso a nosotros mismos, a los ciudadanos inconscientes que no supimos poner coto al gasto alegre de nuestras economías familiares, y hemos hundido las cuentas del país a fuerza de vivir por encima de nuestras posibilidades al hipotecarnos sin ton ni son, veranear quince días al año en La Antilla y tomar los sábados en El Deportivo unas cañitas de cerveza con una tapa de jamón. De modo que el trabajador despedido o el autónomo arruinado como consecuencia de la quiebra de la burbuja inmobiliaria y del desbarajuste salvaje del liberalismo económico, no es víctima sino culpable de la catástrofe por gastoso e imprevisor.
La verdad es que cada vez que veo aparecer a alguno de nuestros políticos señalados en la pantalla de los telediarios o de los diarios digitales, la sangre se me llena de diablos al comprobar la impostura a la que pueden llegar. Comprobar la falsedad que irradia la cara compungida del don Tancredo gallego que nos gobierna hablándonos del dolor que le producen las medidas canallas que ha tenido que tomar para salvarnos, sencillamente me repugna. Y me inquieta ver cómo al tiempo que se desvanece a golpe de decretos-leyes y presupuestos la situación de bienestar que habíamos conseguido después de tantos años, se está desmantelando la propia sociedad, haciendo al ciudadano más vulnerable, más desasistido, más indefenso, más preocupado de subsistir que de vivir y, así, con menos capacidad de reacción, con menos posibilidad de rebeldía. La sanidad ni universal ni gratuita y en manos de una ministra de Barrio Sésamo que además, para más INRI, se llama Mato; la justicia alejándose del ciudadano al gravarla con tasas desorbitadas y con una clara intención clasista, como no podía ser de otra manera viniendo el invento del personaje siniestro y emboscado del que viene; la enseñanza pública cada vez con menos recursos humanos y materiales en manos de un carpetovetónico desbocado, y el acceso a la cultura ya casi siendo un artículo de lujo, completan el panorama desolador de este año cenizo. Lo cual, que además de la penuria económica, la sanidad, la educación, la justicia y la cultura cada vez más difíciles para el común de los mortales. Y ahora que vengan a mí a decirme que eso de la ideología ya no existe y la política solo es cuestión de gerencia y resultados.
Pero ellos, políticos y asimilables, digo, siguen a lo suyo, distanciándose de los ciudadanos, aislados cada vez más en su mundo de privilegios, sin sufrir la contundencia del impacto que sus medidas tienen en el resto de la sociedad, ajenos al dolor y la esperanza de tantos porque, por mucho que digan, es imposible que vean desde tan lejos. Y si para muestra de este alejamiento vale un botón y aprovechando que el Rivillas pasa por mi casa, baste hablar de la situación grotesca que están viviendo los funcionarios de la Universidad de Extremadura a costa del cobro adelantado de la paga extra de junio de este año. Después de sufrir el robo de la de diciembre del año pasado, ahora tienen que sufrir la incertidumbre sobre el cobro de ésta (el retraso ya está sufrido) por el desencuentro entre unos y otros, o sea, Gobierno de Extremadura y Gobierno de la Uex, que andan en una pelea de egos y encocores. Y ahí están sacando pecho galluno los que mandan, a expensas del salario de los que debieran cobrar, resignados éstos a ser espectadores atónitos de rumores y noticias sobre las causas de la demora. O de la anulación. Lo dicho, políticos y asimilados enfrascados en ver quién mea más lejos, y sus meadas cayendo sobre las cabezas de los inocentes damnificados de sus chulerías. Lo de siempre. No sé con qué derecho se creen unos y otros a jugar con un dinero que no es suyo y utilizarlo como moneda de cambio de sus soberbias. Como decía alguien en no sé cuál película de la que solo recuerdo que era de Clint Eastwood y del oeste: “Lo malo no es que me meen en la cabeza. Lo malo es tener que decir que está lloviendo”. Pues yo no pienso decir que está lloviendo si luce un sol espléndido.
1 comentario:
Un año cenizo, y los españoles de cenicientos, barriendo miserias, mientras que los políticos disfrutan del baile. Enhorabuena por tu artículo. Da gusto leer encontrar lucidez entre tanta torpeza.
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